Cuando en diciembre de 1941, tras el ataque japonés a Pearl Harbor, Estados Unidos se vio arrastrado a la Segunda Guerra Mundial, su Alto Mando se dio cuenta de que, en determinados aspectos, su ejército se encontraba muy atrasado en comparación a los de otras potencias. Una de las áreas en las que esta desigualdad era más evidente era el cifrado de sus comunicaciones. El encargado del cifrado y descodificación de información era el Signal Intelligence Service (SIS), un departamento menor de la NSA fundado en 1930, y que, en aquel momento, contaba con un presupuesto irrisorio y solo cuatro empleados, tres matemáticos sin experiencia en criptología bajo el mando de William Friedman, genetista de formación y criptólogo autodidacta. Incluso la máquina encriptadora que utilizaban, la Herbern Rotor Machine, era un aparato obsoleto y con sensibles defectos, muy por debajo de otras como la Enigma alemana, la TypeX británica o la Purple japonesa. Y aunque el gobierno norteamericano se puso manos a la obra para subsanar estas deficiencias (al final de la guerra, el SIS contaba con más de 10000 empleados, buena parte de ellos mujeres expertas en criptología y matemáticas) en los primeros momentos de la guerra en el Pacífico esta desventaja se hizo notar: los japoneses disponían de un excelente equipo de operadores de radio bilingües, muchos de ellos educados en EEUU, que interceptaba y descifraba las comunicaciones del ejército norteamericano sin demasiada dificultad, llegando incluso a copiar sus códigos y enviar comunicaciones falsas a sus tropas.
Hebern Rotor Machine |
Philip Johnston (1892-1978) |
Para probar la eficacia de su idea, Jhonston accedió a someterla a una prueba. Basándose en un diccionario elaborado por él, se escribió un mensaje de 20 palabras para ser descifrado. Una máquina codificadora tardó casi media hora; Johnston lo hizo en apenas 20 segundos. Impresionado, Jones le pidió una nueva demostración. Dos semanas después, de nuevo en Camp Elliot, cuatro navajos contratados por Johnston, que trabajaban en los astilleros del puerto de Los Ángeles, divididos en dos parejas, fueron capaces de codificar, enviar y descifrar un mensaje en apenas dos minutos y medio, mientras un equipo de marines especialistas en comunicaciones tardó varias horas. A la demostración asistió también el general de los Marines Clayton B. Vogel, el cual, impresionado, envió de inmediato sendas cartas al presidente Roosevelt y al comandante del cuerpo de Marines, el teniente general Thomas Holcomb, pidiendo el alistamiento de 200 indios navajos para ser entrenados como oficiales de comunicaciones y enviados al Pacífico lo antes posible. No obstante Holcomb, que no tenía demasiada fe en la idea, le autorizó únicamente a reclutar a una treintena, a modo de prueba.
Y así, en el mes de abril de 1942, varios reclutadores del ejército se presentaron en las reservas de los navajo buscando voluntarios para alistarse, aunque sin revelarles la verdadera naturaleza de su misión, diciendo solamente que servirían como "especialistas" en el frente. El 4 de mayo, 29 voluntarios se subían a un autobús en Fort Defiance (Arizona). Los más jóvenes tenían unos 15 años; el mayor, 36. Ni unos ni otro habrían podido alistarse, por estar fuera del rango de edad establecido, pero como la mayoría de los navajos carecían de partida de nacimiento y el ejército tenía prisa por comenzar su entrenamiento, todos fueron aceptados. Fueron primero llevados a Camp Elliot, donde se sometieron al entrenamiento estándar de siete semanas que pasaban todos los reclutas del cuerpo de Marines, y luego fueron trasladados a Camp Pendleton, también cerca de San Diego, donde comenzó su entrenamiento como codificadores. A este primer grupo se unieron otros tres soldados navajos que ya se habían alistado previamente en los Marines.
La idea original de Johnston era que el navajo podía ser empleado de manera directa, sin necesidad de códigos. No obstante, el ejército prefirió, por precaución, desarrollar un código de comunicaciones por si eventualmente los japoneses lograban identificar el idioma como navajo. Cuando los japoneses supieron de qué idioma se trataba, lograron encontrar a alguien que lo hablaba: el sargento Joe Kieyoomia, un soldado navajo del 200º Regimiento de Infantería, capturado durante la invasión de Filipinas. Pero Kieyoomia, pese a ser torturado, no les pudo ayudar a descifrarlo: para él, como para cualquier hablante de navajo que desconociera el código, los mensajes de las tropas norteamericanas no eran más que un sinsentido de frases a medias, palabras inconexas y expresiones absurdas.
El código inicial constaba de 211 palabras, traducción de los términos más habituales en las conversaciones militares. Más tarde, por consejo de uno de los criptógrafos de Camp Elliot, el código se aumentó, creándose dos listas de palabras: una, el llamado Código Tipo I, constaba de 63 palabras para designar las 26 letras del alfabeto (cada letra tenía varias palabras para designarla, para evitar que los japoneses lo descifraran si había demasiadas repeticiones), que servía para deletrear nombres y lugares concretos; y el llamado Código Tipo II, 411 palabras cada una de las cuales hacía referencia a un término en concreto. Este "diccionario" se acabó de perfeccionar con la ayuda de aquellos primeros 29 reclutas navajos, y por motivos de seguridad nunca fue llevado al frente; los reclutas tuvieron que aprendérselo de memoria.
La primera promoción de codificadores navajos salida de Camp Pendleton |
Inicialmente, los operadores navajos no fueron demasiado bien recibidos por sus nuevos superiores, quienes eran bastante escépticos acerca de la utilidad del nuevo código. No obstante, no tardaron en darse cuenta de la eficacia de los nuevos reclutas, hasta el punto de que el general Alexander Vandegrift, comandante de la 1ª División de Marines, envió una carta al comandante de los Marines solicitando otros 83 operadores navajos de la siguiente promoción para disponer de ellos en su división. La siguiente promoción de codificadores navajos, graduada en agosto de 1943, constaba de 190 hombres (en total, a lo largo de la Segunda Guerra Mundial 421 operadores navajos se graduaron en Camp Pendleton). Participaron en todas las grandes operaciones del Pacífico (Guadalcanal, Tarawa, Iwo Jima, Peleliu), y recibieron grandes elogios; el mayor Howard Connor, que los tuvo a sus órdenes en Iwo Jima (donde murieron dos navajos), llegó a decir que "si no fuera por los navajos, los Marines nunca habrían tomado Iwo Jima".
bandera de la nación navajo |
Los operadores navajos no fueron los únicos nativos americanos a los que el ejército norteamericano utilizó como operadores de radio durante la Segunda Guerra Mundial. Veintisiete indios meskwaki tuvieron esa misma función durante la campaña del Norte de África, y catorce comanches de la 4ª División de Infantería actuaron como operadores de radio durante el desembarco de Normandía y en posteriores acciones en suelo europeo.
Chester Nez (1921-2014) |
El presidente George W. Bush condecora a los codificadores navajos supervivientes (26 de julio de 2001) |