|
José Canalejas Méndez (31/7/1854 - 12/10/1912) |
El martes 12 de noviembre de 1912 el entonces presidente del Consejo de Ministros, el gallego José Canalejas Méndez, del Partido Liberal, salió temprano de su casa para despachar con el rey Alfonso XIII los asuntos más importantes relativos al gobierno del país. Una vez terminado el encuentro, Canalejas no tiene más compromisos hasta el mediodía, cuando debe presidir el Consejo de Ministros, así que, tras pasar un momento por su casa, decide pasear por el centro de Madrid mientras espera a que den las doce. Le acompañan tres agentes encargados de su seguridad, Eduardo Borrego, José Martínez y Demetrio Benavides, aunque Canalejas nunca ha sido demasiado partidario de llevar escolta e incluso en alguna ocasión ha llegado a dar esquinazo a sus guardianes para moverse con mayor libertad por la ciudad.
Canalejas camina tranquilamente por la céntrica Puerta del Sol. Algunos transeúntes lo reconocen y lo saludan. Cerca del cruce con la calle de Carretas el político se detiene a eso de las 11:25 ante la Librería San Martín, en cuyo escaparate, además de las últimas novedades literarias, se exhibe un mapa con los últimos movimientos de la recientemente iniciada Primera Guerra de los Balcanes (1912-13). Mientras observa el mapa, junto a varias personas más que también curiosean el escaparate, un hombre se acerca a Canalejas. Es un hombre delgado, rubio, con un pequeño bigote, vestido con una zamarra clara, pantalones azul marino y un sombrero negro. Parece querer decirle algo y le pone la mano en el hombro, pero de improviso saca una pistola y dispara dos veces a quemarropa contra el presidente. Una de las balas le atraviesa el cráneo, entrando junto al oído derecho y saliendo por el izquierdo. Mientras Canalejas, agonizante, se desploma, sus escoltas y varios de los testigos tratan de detener a su agresor, el cual tras forcejear con ellos y efectuar varios disparos más, acaba por refugiarse tras un coche de caballos y se suicida, disparándose dos tiros en la cabeza. Mientras, un grupo de personas, encabezado por un joven ayuda de cámara del conde de Villagonzalo llamado José Matías Arizmendi, traslada al agonizante Canalejas a la cercana sede del Ministerio de Gobernación envuelto en una manta. Pero sus heridas son de extrema gravedad y no se puede hacer nada, falleciendo apenas diez minutos después del atentado, a las 11:35.
El autor del magnicidio no tarda en ser identificado. Se trata de Manuel Pardiñas Serrano, natural de la población oscense de El Grado, un joven de unos 26 años (la fecha exacta de su nacimiento no está clara), hijo de un antiguo carabinero, y que tiene como oficio declarado el de pintor/decorador. Pardiñas, vinculado desde muy joven al movimiento anarquista, es un viejo conocido de las fuerzas de seguridad españolas y de varios países más, que lo consideran un peligroso y radical activista. Tras trabajar en varias ciudades de España y Francia emigró a Argentina, de donde fue expulsado en 1909 durante las redadas antianarquistas que siguieron al asesinato del Jefe de la Policía de Buenos Aires, el coronel Ramón Lorenzo Falcón. De ahí se fue a Cuba, donde tuvo sus más y sus menos con las autoridades, y luego a Tampa (Estados Unidos), donde sus actividades llegaron a ser tan notorias que le valieron una orden de detención. Se libró gracias a una curiosa contingencia ortográfica: las máquinas de escribir anglosajonas no tienen la letra "ñ" así que la orden iba a nombre de Manuel Pardinas y no Pardiñas, gracias a lo cual pudo salir del país sin problemas. Su siguiente parada fue Francia, donde permaneció varios meses, vigilado de cerca por las autoridades francesas, que estaban al corriente de sus antecedentes. Y finalmente, logró escabullirse de su vigilancia para regresar a España semanas antes del asesinato, aunque un agente español destinado en París advirtió a la policía española de su regreso.
|
Manuel Pardiñas Serrano (1886?-1912) |
Sospechando que preparaba un atentado, la policía española lo había mantenido bajo vigilancia pero de pronto, sin saber cómo, le habían perdido la pista, y fueron incapaces de dar con él hasta el día del crimen. El asesinato de un político popular y querido como era Canalejas provocó numerosas protestas contra la incompetencia policial y el mismo Alfonso XIII llegó a abroncar al jefe de Policía, tras visitar el cadáver del presidente, espetándole "¡Pues si que han vigilado ustedes bien!".
La versión oficial fue que se había tratado de un crimen político responsabilidad del movimiento anarquista, algo no infrecuente en aquellos tiempos social y políticamente convulsos, y que había sido una acción oportunista: Canalejas no era el objetivo concreto de Pardiñas, que simplemente buscaba un objetivo importante (se habló incluso de que buscaba a Alfonso XIII, que ese mismo día tenía previsto asistir con su esposa a una exposición de crisantemos en el Retiro) y que al ver a Canalejas, confiado y despreocupado, decidió aprovechar la oportunidad. Pero ¿de verdad fue eso lo que ocurrió? Una serie de incoherencias y sucesos sin explicación podrían sugerir que, en realidad, Canalejas pudo haber sido víctima de una conspiración de la que Pardiñas habría sido a la vez ejecutor y chivo expiatorio.
Los puntos oscuros del caso comienzan con la muerte del propio Pardiñas. Supuestamente, y según la versión de los escoltas, intentó huir tras disparar a Canalejas, siendo detenido por los agentes y varios transeúntes. Uno de los agentes, Eduardo Borrego, afirmó haberle golpeado en la cabeza con el bastón que llevaba, tras lo cual Pardiñas disparó contra ellos y acto seguido se disparó en la cabeza. Sin embargo, su versión es distinta a la de Roberto San Martín, hijo del dueño de la librería, que observó todo el suceso desde el interior de la tienda. Según él, Pardiñas había salido corriendo tras el atentado y no recibió golpe alguno. Además, las fotografías que se conservan del cadáver del asesino muestran dos heridas de bala en su cabeza: una en la sien derecha y otra en el lóbulo frontal izquierdo. Ambas, mortales de necesidad, con lo que resulta imposible que fueran autoinfligidas. Por otra parte, el arma de Pardiñas era una semiautomática con capacidad para seis balas. Dos fueron disparadas contra Canalejas (una se recuperó más tarde incrustada en la fachada de la librería), tres contra los policías que intentaban detenerlo, sin alcanzarlos (aunque una de ellas hirió levemente a una joven llamada Carmen Sanz del Moral, que en ese momento se apeaba de un tranvía) y una sexta hirió a Víctor Galán, ordenanza de la Sociedad Filarmónica que había agarrado al asesino por los hombros para tratar de retenerlo. Pardiñas no tenía encima más munición y ningún testigo lo vio recargar (no parece que hubiera tenido tiempo, de todas formas) así que ¿de qué arma partieron las dos balas que lo mataron?
|
El cadáver de Manuel Pardiñas, en el depósito de cadáveres |
Algunas versiones apuntan a que en realidad Pardiñas fue llevado a rastras hasta un portal por los tres agentes que custodiaban a Canalejas, y una vez allí lo ejecutaron a sangre fría. De ser así, ¿pretendían tomarse la justicia por su mano... o buscaban acaso hacer callar al anarquista, para que no revelara lo que sabía?
Otra discordancia es la versión de que se trató de un crimen de oportunidad y de que Canalejas no era su objetivo. Pero tras el asesinato la esposa de Canalejas, María de la Purificadión Fernández y Cadenas, afirmó que su marido llevaba días inquieto y al preguntarle el motivo, le había dicho que la policía había perdido la pista a "un tipo peligroso, un tal Pardiñas, que podría darme un disgusto". ¿Como podía saber Canalejas que era el objetivo de Pardiñas? Además, cuando las fotografías del asesino se publicaron en la prensa, los criados del célebre escultor Mariano Benlliure lo reconocieron sin dudarlo como el hombre sospechoso que la tarde anterior al crimen había estado rondando por los alrededores de la casa del escultor. Por aquel entonces, Benlliure (quien más tarde sería el autor del monumento funerario del propio Canalejas) estaba elaborando un busto de la esposa del político, que se dejaba caer de cuando en cuando por su taller para ver el avance de la obra. Si se trataba realmente de Pardiñas, eso no solo indicaría que Canalejas había sido siempre su objetivo, sino que además disponía de información de primera mano de sus movimientos.
Y siguiendo con las circunstancias sospechosas en torno al caso, destaca claramente la manera en la que la policía había perdido la pista a Pardiñas. Puede que la policía española no fuera la más brillante, pero no era en modo alguno tan incompetente como algunos afirmaban. Resulta poco comprensible que hubieran perdido la pista de alguien como Pardiñas, un peligroso radical bien conocido, y del que además sospechaban que preparaba un atentado. Además, como pudo averiguar la prensa, Pardiñas no se había esforzado demasiado en ocultar su rastro: se había alojado en hoteles de categoría, había comido en algunos de los restaurantes más elegantes de la capital, y en general, no se había comportado como cabría esperar de alguien que pretende pasar desapercibido. ¿Alguien con poder e influencia lo protegía, asegurándose de que las fuerzas del orden lo dejaran en paz? ¿Sabía Pardiñas de esa protección y por eso no se preocupaba de esconderse?
Además, el estilo de vida del anarquista abre un nuevo interrogante: ¿de donde salía el dinero del que parecía disponer en abundancia? Una sospechosa fortuna que no solo gastaba en hoteles y restaurantes; el arma que utilizó, una pistola semiautomática Browning FN modelo 1910, era un arma moderna y bastante cara para la época. La noche anterior al magnicidio Pardiñas estuvo en el café Mercantil, donde consumió licores de los más caros del local (vermut francés Susinis, coñac), alardeando de dinero e incluso pretendió pagar una ronda de bebidas a los miembros de la banda que aquella noche actuaba en el café. ¿Como podía permitirse esos lujos un modesto pintor que en teoría no disponía de más ingresos que los de su trabajo?.
Si de verdad José Canalejas fue víctima de una conspiración para acabar con su vida, cabría preguntarse quién podía salir beneficiado con su desaparición. En el momento de su muerte estaba preparando una ambiciosa reforma del sistema electoral, con la que pretendía acercar más a España a una democracia real eliminando muchos vicios y prácticas corruptas (fraude, compra de votos, caciquismo) enraizadas en la política nacional. Una reforma así habría molestado a mucha gente en puestos influyentes. También tenía en su contra a los sectores más ultraconservadores y reaccionarios de la sociedad. Canalejas, católico devoto (tenía una capilla en su casa) era sin embargo un ferviente defensor de la separación Estado-Iglesia, de la libertad de culto y de la educación laica. Sus puntos de vista chocaban de frente con los de la iglesia católica, había aprobado la polémica "Ley del Candado" que prohibía el establecimiento de nuevas órdenes religiosas en el país e incluso se decía que pretendía negociar un nuevo Concordato con la Santa Sede, con el objetivo de reducir la influencia de la Iglesia. Otras decisiones tomadas durante su gobierno, como la anulación del impuesto de consumos, el establecimiento del servicio militar obligatorio o la creación de la Mancomunidad de Cataluña como concesión a la Lliga Regionalista también provocaron críticas hacia su persona, incluso desde su propio partido.
También fuera de nuestras fronteras había personas que habrían agradecido su desaparición. Los gobiernos francés y español negociaban por entonces la creación de un protectorado conjunto en Marruecos, y Francia había hecho una propuesta que dejaba bajo su control las zonas económicamente más productivas del país. Pero Canalejas se había negado rotundamente a aceptar su propuesta, diciendo que jamás firmaría un acuerdo así. Curiosamente, el acuerdo definitivo se firmó dos semanas después de su asesinato, en unos términos similares a los que habían propuesto los franceses.
¿Fue víctima de una conspiración José Canalejas? ¿Alguno de sus muchos enemigos políticos planeó y ejecutó una trama para librarse de él, utilizando a Manuel Pardiñas como un peón del que prescindir cuando hubo hecho su parte?