Verba volant, scripta manent

sábado, 28 de diciembre de 2024

Especial Día de los Inocentes: Recopilación

1) Los dinosaurios invaden Chicago

El 1 de abril de 1906 el Chicago Tribune publicó la noticia de que "hordas de monstruos prehistóricos" habían invadido Chicago, e ilustraba el reportaje con fotografías de supuestos brontosaurios, tiranosaurios y pterodáctilos en algunos de los lugares y edificios más emblemáticos de la ciudad.

2) Tintin vs. Spirou

El 1 de abril de 1965 las revistas belgas Tintin y Spirou, tradicionales rivales, se publicaron con sus portadas "cambiadas": cada una imitaba el estilo y el diseño de la otra. Los principales dibujantes de ambas, Georges Remi "Hergé" (Tintin) y André Franquin (Spirou), quisieron incluso publicar una historieta protagonizada por los personajes que daban nombre a ambas revistas, aunque sus editoriales rechazaron llevar tan lejos la broma.

3) ¡Viva San Serriffe!

El April Fool's Day de 1977 el periódico británico The Guardian publicó un suplemento especial de siete páginas para conmemorar el décimo aniversario de la independencia del inexistente país de San Serriffe, una nación insular en mitad del Océano Índico, cerca del archipiélago de las Seychelles. El reportaje incluía una amplia descripción de los principales núcleos de población y lugares de interés. La mayoría de los nombres son juegos de palabras, como el mismo nombre del país, que se deriva del tipo de letra sans-serif.

4) Adiós a la ñ

El 1 de abril de 2013 la lingüista portorriqueña Aida Vergne escribió un artículo anunciando que la Real Academia Española había decidido eliminar la letra "ñ" de la ortografía del español y sustituirla por el dígrafo "nn" que se usaba en el español medieval. Dado que la RAE había retirado hacía poco la categoría de letra a los dígrafos "ch" y "ll" mucha gente se tomó en serio el artículo y finalmente la Real Academia tuvo que desmentir la noticia de manera oficial.

5) Adiós a los desnudos gratuitos

El April Fool's Day de 2016 la célebre revista National Geographic anunció que todo su grupo mediático (que incluye revistas, canales de televisión, editoriales de mapas y agencias de viajes) dejaría de publicar imágenes de animales sin ropa, por considerarlas degradantes para los animales.


miércoles, 25 de diciembre de 2024

Frases con historia: Roma no paga traidores

Monumento a Viriato en Viseu (Portugal)

A día de hoy es muy poco lo que sabemos sobre el caudillo lusitano Viriato (del céltico viria, "torque"). Solo los escasos datos que aparecen en las obras de historiadores romanos como Apiano, Diodoro de Sicilia o Tito Livio. Desconocemos cuando o donde nació (se han propuesto lugares como el territorio entre los cursos altos del Guadiana y el Guadalquivir o la portuguesa Serra da Estrela), o a que se dedicaba antes de levantarse contra los romanos (la versión más repetida es que era pastor). 

En el año 151 a. C. el gobernador de la Hispania Ulterior, Servio Sulpicio Galba, convocó a los lusitanos, que le habían causado muchos problemas y derrotado en varias ocasiones, prometiéndoles tierras fértiles en las que instalarse si cesaban las hostilidades y juraban lealtad a Roma. Más de treinta mil lusitanos, según las fuentes, acudieron a su llamada, pero Galba, tras exigirles que entregaran sus armas, lanzó contra ellos a sus soldados, que mataron a más de nueve mil lusitanos y capturaron a otros muchos, que fueron luego vendidos como esclavos. Más tarde el Senado llevó a juicio a Galba por esta acción y, aunque acabó absuelto, se aprobó una ley que ordenaba rescatar a los lusitanos esclavizados. Solo un puñado pudo escapar de la trampa de Galba, entre los cuales estaría Viriato, que a raíz de ello se puso al frente de los guerreros lusitanos y le declaró la guerra a los romanos.

En los siguientes años los lusitanos bajo el mando de Viriato hicieron la vida imposible a los romanos, logrando grandes victorias como la derrota de un ejército al mando del pretor Cayo Vetilio, donde murieron 4000 romanos, incluyendo a Vetilio, o el ataque a la ciudad prorromana de Segóbriga. Sabiendo la superioridad romana en combates en campo abierto, Viriato se decantó por una hábil estrategia de guerrillas tremendamente incómoda para los romanos. Los guerreros de Viriato emboscaban patrullas, atacaban posiciones aisladas, robaban víveres, en golpes rápidos y certeros, y luego se dispersaban y huían aprovechando su mejor conocimiento del terreno, haciendo casi imposible para los romanos perseguirlos. Pese a que le ofrecieron en varias ocasiones llegar a un acuerdo de paz, Viriato rechazó todas sus ofertas: después de la traición de Galba, desconfiaba de los romanos.

En el 143 a. C. llegó a Hispania un gran ejército al mando del cónsul Quinto Fabio Máximo Serviliano, pero él tampoco pudo derrotar a Viriato, e incluso sufrió una severa derrota mientras asediaba la ciudad de Erisana. Así que en el 140 a. C. Serviliano ofreció a Viriato un acuerdo de paz, refrendado luego por el Senado, en virtud del cual Roma reconocía a los lusitanos como dueños de las tierras que controlaban y a Viriato como su líder y "amigo del pueblo romano". El caudillo lusitano seguía sin fiarse de los romanos, pero después de años de combates los lusitanos ansiaban la paz.

Pero ese acuerdo fue visto con desagrado por un grupo de militares y políticos romanos, que lo consideraban una capitulación vergonzosa, y que consiguieron que el Senado se retractara y autorizara el reinicio de las hostilidades. Serviliano fue sustituido por su hermano Quinto Servilio Cepión, quien condujo su ejército en persecución de Viriato, tratando de atraparlo con la ayuda del ejército de Marco Popilio Lenas, gobernador de la Hispania Citerior. Viriato aceptó negociar un nuevo acuerdo de paz, pero las condiciones de los romanos le parecieron inaceptables y se retiró.

En el 139 a. C. Viriato quiso de nuevo llegar a un acuerdo con Cepión, enviando a su campamento como negociadores a tres de sus aliados turdetanos, Audax, Ditalco y Minuro. Y fue durante estas negociaciones donde surgió la idea de asesinar a Viriato a cambio de una gran suma de dinero. No se sabe si la propuesta surgió de Cepión, que ya había demostrado no tener demasiados escrúpulos, o de los turdetanos, pero lo cierto es que a su regreso los tres negociadores asesinaron a Viriato apuñalándolo mientras dormía. Pero cuando se presentaron en el campamento romano a reclamar su recompensa, Cepión se negó a pagarles; y habría sido entonces cuando pronunció la célebre frase Roma traditoribus non praemiat, "Roma no paga traidores".

¿Dijo de verdad Cepión esta frase? Lo cierto es que no está nada claro. Los historiadores que recogen el suceso no la mencionan, y no aparece citada hasta bastante después. Es probable que se trate de una cita apócrifa, un añadido posterior con el que los romanos trataban de justificar a Cepión; una especie de "lavado de cara" para dejar claro que Roma nunca habría aceptado algo tan deshonroso e indigno como librarse de un enemigo pagando a sus propios hombres para asesinarlo, aun cuando en este caso hubiera sido probablemente instigado por el propio general romano.

Tras la muerte de Viriato los lusitanos eligieron como su sucesor a un caudillo llamado Táutalo. Este trató de conquistar la ciudad de Sagunto, pero fue rechazado y tuvo que retirarse. Finalmente, aceptó negociar con los romanos, acordando rendir a su ejército y cesar las hostilidades a cambio de tierras donde los lusitanos pudieran asentarse.

En cuanto a Audax, Ditalco y Minuro, su destino no está claro. Varios historiadores afirman que fueron ejecutados por los propios romanos, aunque otros como Apiano cuentan que al final recibieron una recompensa (aunque no todo lo que les habían prometido) y fueron enviados a Roma.





domingo, 22 de diciembre de 2024

 La masacre del Boyd

La quema del Boyd (Walter Wright, 1908)

Construido en el año 1783 en los astilleros Hill de Limehouse (Londres), el Boyd era un bergantín de algo más de 33 metros de eslora y unas 400 toneladas de arqueo. Tuvo una vida un tanto agitada: destinado primero al comercio con las islas del Caribe, fue contratado en 1795 por la Compañía Británica de las Indias Orientales para un viaje a Calcuta. Sin embargo, a su regreso en 1797 fue capturado por los franceses y navegó bajo pabellón galo hasta que en 1803, al abrigo de la paz temporal sellada por el Tratado de Amiens, su propietario lo recompró y la dedicó de nuevo a comerciar con el Caribe. En 1804 volvió a ser capturado por un navío francés pero poco después la fragata HMS Galatea lo rescató y lo escoltó hasta la isla de Antigua.

Siguió comerciando con las colonias caribeñas hasta que en 1809 realizó su primer viaje con un tipo de carga totalmente diferente: el 10 de marzo partía del puerto irlandés de Cork bajo el mando del capitán John Thompson, llevando a bordo 139 presidiarios (de los cuales cinco murieron durante la travesía) con destino a la bahía de Sidney, donde debían cumplir sus penas, y a donde llegaron el 14 de agosto. Lejos estaban de imaginar que ese iba a ser su último viaje y que su trágico final haría famoso el nombre del Boyd.

Una vez entregado su "cargamento" el Boyd partió en octubre de la bahía de Sydney Cove de vuelta a Gran Bretaña. En este viaje iba a transportar una carga mucho menos comprometida: debían hacer escala en Whangaroa, en la costa de la Isla Norte de Nueva Zelanda, para cargar troncos de kauri (género Agathis, un género de árboles coníferas originario de Australasia y el Sudeste asiático cuyos troncos, rectos y anchos, y su madera, dura y resistente, los hacía muy apreciados para fabricar mástiles y vergas). Además, llevaban a bordo un grupo de pasajeros, en su mayor parte antiguos convictos que regresaban a sus hogares en Gran Bretaña tras cumplir sus penas. Entre los pasajeros iba un joven maorí llamado Te Ara, al que todos llamaban George, que tras más de un año embarcado como marinero en diversos buques ingleses (incluyendo una expedición para cazar focas en la Antártida) regresaba a su hogar en la bahía de Whangaroa. Te Ara había acordado con el capitán Thompson que se pagaría su pasaje trabajando, e iba a tener un papel capital en los sucesos que habrían de sucederle al barco y a sus ocupantes.

Sobre lo sucedido durante el viaje hay dos versiones. Según una, Te Ara se puso enfermo y no pudo o no quiso cumplir con las tareas que le asignaba Thompson. Según otra, el cocinero del buque había tirado accidentalmente al mar varias cucharillas mientras arrojaba los desperdicios por la borda, y para evitar ser castigado acusó al maorí de haberlas robado. Sea como fuere, el capitán decidió que Te Ara merecía un castigo, e hizo que le azotaran con el látigo de nueve colas y le privó de comida durante varios días.

Te Ara y Te Puhi (Samuel Seigh, 1823)

Era un castigo corriente a bordo de un barco para faltas menores. Pero Te Ara no era un maorí corriente. Era hijo de Te Puhi (o hermano, según otras fuentes), uno de los jefes de los maoríes de Whangaroa. Y para los maoríes, los jefes y sus familias eran intocables. Aquel correctivo, habitual para los británicos, suponía para Te Ara un ultraje inimaginable para él y para su familia, que exigía una contundente venganza. Pero, prudentemente, no dejó traslucir sus verdaderos sentimientos. Cuando el Boyd llegó a Whangaroa a principios de diciembre de 1809 a Te Ara le faltó tiempo para ir a ver a Te Puhi, contarle lo que había pasado y mostrarle las marcas aún frescas de los latigazos. Como era de esperar, Te Puhi se indignó con lo sucedido, igual que el resto de sus súbditos. Para Te Puhi no se trataba solo de un grave insulto a él y a su familia, sino que suponía una deshonra, una pérdida de su prestigio o "maná" que cuestionaba su autoridad frente a los suyos. Y para recuperarse de ese deshonor, se requería una vendetta, una represalia sangrienta y contundente. Así que Te Puhi llamó a su tribu al "utu" (venganza), pero advirtiéndoles que actuaran con normalidad para no poner sobre aviso a los británicos.

Durante tres días, los maoríes se mostraron afables y serviciales con los tripulantes del Boyd, quienes, lejos de sospechar nada, se dedicaban a comerciar y a hacer acopio de víveres para el inminente viaje de regreso a Europa. Al tercer día, Te Puhi en persona se ofreció a acompañar a Thompson al estuario del cercano río Kaeo, donde según él abundaban los kauri. El capitán aceptó el ofrecimiento y se llevó con él a su primer oficial y a otros tres marineros, sin imaginar que se encaminaban a una trampa. Porque apenas hubieron quedado fuera de la vista del Boyd, los maoríes los atacaron de improviso, matándolos a todos. Y a continuación, según sus costumbres rituales, llevaron los cuerpos a su aldea para devorarlos.

Esa noche un grupo de guerreros maoríes, vestidos con las ropas de los muertos, se acercó en una canoa al Boyd, fingiendo ser Thompson y sus acompañantes, que regresaban de su expedición, sin despertar sospechas entre los marineros que estaban de guardia. Rápidamente acabaron con ellos e hicieron señas a otras dos canoas llenas de guerreros, que abordaron el barco. Lo que vino a continuación fue una espantosa matanza. Los maoríes recorrieron el barco matando a todos los que se encontraban a su paso. Los pasajeros fueron llevados a cubierta y allí asesinados y descuartizados. Solo se salvaron cinco tripulantes, que en medio del caos consiguieron subirse al trinquete y esconderse en los aparejos; un grumete llamado Tom Davis o Davison, al que los atacantes encontraron escondido en la bodega, pero al que no mataron porque durante el viaje se había hecho amigo de Te Ara e incluso le había dado de comer a escondidas; y tres pasajeros, la señora Ann Morley y su bebé de pocos meses, y una niña de dos años llamada Elisabeth "Betsy" Broughton (cuya madre había sido una de las víctimas), a la que un jefe maorí tomó personalmente bajo su protección para que no sufriera daños.

Te Pahi

A la mañana siguiente apareció en la bahía una gran canoa. A bordo iba Te Pahi, el jefe maorí de la bahía de las Islas, a unos 60 kilómetros al suroeste de Whangaroa, que acudía a comerciar. Te Pahi era un buen amigo de los ingleses, a los que había tratado cordialmente e incluso había permitido que enviaran misioneros a sus dominios. Por eso, cuando vio a los supervivientes del Boyd pidiendo ayuda, acudió en su rescate pensando en ponerlos a salvo. Sin embargo, los maoríes de Whangaroa, al ver lo que intentaba, salieron en su persecución con varias canoas, profiriendo terribles amenazas si no se los entregaba. Te Pahi se asustó y desembarcó a los cinco marineros en la playa, donde no tardaron en ser cazados y asesinados uno a uno. Solo le perdonaron la vida al segundo oficial, con la condición de que les enseñara a fabricar anzuelos; pero como no quedaron satisfechos con sus habilidades, también él acabó muerto y devorado como sus compañeros. En total murieron a manos de los maoríes entre 67 y 70 personas.

Después de la matanza, los maoríes remolcaron el Boyd hacia su aldea hasta que encalló en unas marismas cerca de la isla de Motu Wai, donde empezaron a desvalijarlo: ropas, víveres, herramientas... En la bodega encontraron un cargamento de mosquetes y pólvora, y uno de los guerreros, un jefe llamado Pepio o Piopio, trató de cargar y disparar uno de ellos, como le había visto hacer a los británicos. La chispa del mosquete prendió la pólvora que los maoríes habían derramado mientras registraban el barco, haciéndola estallar. La explosión mató a diez maoríes, incluido Piopio, y desató un pavoroso incendio que, alimentado por varios barriles de aceite de ballena que llevaba en la bodega, no tardó en consumir la mayor parte del barco, quedando apenas el casco. A partir de entonces los maoríes consideraron los restos del Boyd como tapu (sagrado o prohibido).

Tres semanas después de la masacre aparecía en Whangaroa otro buque inglés, un mercante llamado City of Edinburgh (un antiguo buque español capturado por los ingleses), con Samuel Pattison como capitán y Alexander Berry (médico, comerciante y explorador de origen escocés), co-propiertario del barco, como sobrecargo. Estaban cargando kauri en la bahía de las Islas cuando supieron de la masacre a través de Te Pahi, y se apresuraron a dirigirse a Whangaroa con la esperanza de poder rescatar a los prisioneros. Lo primero que vieron al llegar a la bahía fue el casco quemado del Boyd y los huesos de sus infortunados tripulantes, apilados en varios montones a lo largo de la costa y con evidentes signos de canibalismo.

Berry se dispuso a negociar por los prisioneros de la manera que se hacían las negociaciones por aquel entonces: capturó a dos jefes maoríes que habían participado en el ataque y ofreció a Te Puhi intercambiarlos por los europeos cautivos, lo que fue aceptado. Una vez tuvo bajo su custodia a los prisioneros, Berry exigió que le entregaran también la documentación del Boyd, amenazando con llevarse a los jefes a Europa para ser juzgados. Cuando también esto fue aceptado, Berry puso en libertad a los jefes con la condición de que, como castigo, fueran despojados de su rango, aunque nunca esperó que los maoríes cumplieran con ello. Como explicaría más tarde en una carta a Lachlan Macquarie, gobernador de Nueva Gales del Sur, había renunciado a medidas más severas (como ejecutar a ambos jefes en represalia, como algunos le reclamaron más tarde) para no prolongar el enfrentamiento y evitar así que más europeos pudieran, en un futuro, ser víctimas de la ira de los maoríes.

Retrato de Elizabeth Broughton (Richard Read,1814)

El City of Edinburgh partió de Whangaroa llevando a los supervivientes, la documentación del Boyd, y también los huesos de sus tripulantes, para darles un entierro digno en el mar. Su plan original era regresar a Gran Bretaña bordeando el Cabo de Hornos, pero una serie de tormentas dañaron el buque y lo obligaron a dirigirse al puerto de Lima para reparar los daños sufridos. En Lima murió la señora Morley, quien nunca llegó a recuperarse por completo del shock provocado por los horrores de los que había sido testigo. Su hijo y la pequeña Betsy Broughton quedaron al cuidado de una familia española durante casi un año; a finales de 1811 Berry se los llevó a Rio de Janeiro, donde en marzo de 1812 los embarcó en un ballenero llamado Atalanta, que los llevó de regreso a Australia para reunirse con sus familias. Betsy se casaría más tarde con Charles Throsby, sobrino del célebre explorador del mismo nombre, con el que tuvo diecisiete hijos, y murió en Moss Vale (Nueva Gales del Sur) en 1891. En cuanto al grumete Davis, regresó a Inglaterra a bordo del mercante Archduke Charles y se hizo marinero. Moriría joven, en 1822, al ahogarse mientras exploraba la desembocadura del río Shoalhaven a las órdenes de Berry.

 Meses después de la masacre, las tripulaciones de seis balleneros británicos, el Atalanta (el mismo que un par de años más tarde habría de llevar a Betsy Broughton y al pequeño Morley de vuelta a Australia), el Inspector, el New Zealander, el Perserverance, el Speke y el Spring Grove, decidieron tomarse la justicia por su mano y lanzar un ataque contra los maoríes en venganza. Lamentablemente, se confundieron y en lugar de atacar Whangaroa atacaron la ensenada de Rangihoua, en la que se encontraba la aldea del jefe Te Pahi, al que creyeron responsable. Los balleneros provocaron una terrible matanza en la que perdieron la vida entre 50 y 60 maoríes y un marinero, y el propio Te Pahi resultó herido. Te Pahi, culpando a Te Puhi y a sus acciones de la tragedia sucedida en su aldea, lanzó un ataque contra él, un ataque que fracasó y en el que el propio Te Pahi perdió la vida. La enemistad entre ambas tribus se prolongaría durante años hasta que un misionero llamado Samuel Mardsen logró que hicieran las paces.

La masacre de los tripulantes del Boyd alcanzó gran resonancia en el Reino Unido, y según fuentes contemporáneas, redujo casi a cero el número de barcos británicos que se aventuró por aquellas costas en los siguientes tres años. También hizo cambiar de planes a un grupo de misioneros que tenían previsto desplazarse a aquellas tierras mas o menos por la misma época. 

La medalla de Te Pahi

Como curiosidad, la medalla que los ingleses habían otorgado a Te Pahi fue robada durante el saqueo de su aldea por parte de los balleneros ingleses. Tras dos siglos desaparecida, reapareció por sorpresa en 2014 en una casa de subastas de Sydney. Fue comprada a medias por el Museo de Nueva Zelanda Te Papa Tongarewa de Wellington y el Museo Memorial de Guerra Tāmaki Paenga Hira de Auckland.

domingo, 15 de diciembre de 2024

Los cuernos de oro de Gallehus

Las réplicas de los Cuernos de Gallehus que se exhiben en el Museo Nacional de Copenhague


El 20 de julio de 1639 una joven llamada Kirsten Svendsdatter encontraba cerca de la pequeña villa de Gallehus (al norte de la localidad de Møgeltønder, en el sur de la península de Jutlandia) un extraordinario cuerno de oro con numerosas figuras decorándolo. El cuerno estaba parcialmente enterrado y Kirsten lo descubrió al ver algo que sobresalía del suelo. La joven escribió una carta al rey Christian IV de Dinamarca ofreciéndole el cuerno, y el rey aceptó de buena gana el obsequio, enviándole como recompensa una falda. El rey entregó el cuerno a su hijo el príncipe Christian, el cual lo utilizó como vaso, tras añadirle un pomo dorado en su extremo más estrecho. 

Casi un siglo más tarde, el 21 de abril de 1734, un campesino llamado Erich Lassen encontró un segundo cuerno, similar al primero, a apenas veinte metros del lugar en el que había aparecido el otro. Lassen entregó el cuerno al gobernador de la zona, el conde de Schackenborg, el cual a su vez se lo envió al rey Christian VI, quien le entregó como agradecimiento 200 rigsdalers. Ambos cuernos pasaron entonces a custodiarse en la Real Cámara de Arte del palacio real de Christiansborg, en Copenhague.

Ambos cuernos eran obras excepcionales de similar factura. Habían sido construidos con una doble capa de láminas de oro, estando la capa interna hecha de oro de baja calidad, amalgamado con plata, mientras que la capa externa era de oro puro. Las capas exteriores estaban formadas por anillos decorados con numerosas figuras soldadas a ellos. Fueron datados en torno al año 400 d. C., en la Edad del Hierro germánica y aún se discute sobre si eran utilizados para beber en ellos (lo más probable) o bien como instrumentos musicales. 

El cuerno hallado en 1639 era el más largo de los dos. Medía, de acuerdo con las descripciones, 75'8 centímetros, con una apertura de 10'4 centímetros de diámetro y un peso de unos 3'2 kilos. Estaba formado por siete anillos profusamente decorados con figuras de personas y animales, seguidos de otros seis anillos sin decoración que probablemente habían sido añadidos poco después de su descubrimiento, cuando había sido restaurado (sin ellos, la longitud del cuerno era de 52 centímetros). En 1641 el médico y anticuario Ole Worm había publicado De aureo cornu, un tratado sobre el cuerno con una prolija descripción que incluía la primera representación gráfica del mismo, un grabado obra de Simon de Pas.

El segundo cuerno era más corto, aunque pesaba casi lo mismo. No se saben sus dimensiones exactas, pero estaba formado por seis anillos, cinco de ellos decorados y uno en el que figuraba una inscripción rúnica en alfabeto futhark antiguo e idioma protonórdico: ᛖᚲᚺᛚᛖᚹᚨᚷᚨᛊᛏᛁᛉᚺᛟᛚᛏᛁᛃᚨᛉᚺᛟᚱᚾᚨᛏᚨᚹᛁᛞᛟ, que se puede traducir como "Yo Hlewagastiz Holtijaz hice el cuerno". De este cuerno también se conserva un pequeño tratado con su descripción, escrito por el archivero Joachim Richard Paulli el mismo año en el que fue descubierto.

El grabado del primer cuerno, publicado en la obra de Ole Worm

Ambos cuernos permanecieron en Christianborg hasta una aciaga noche de 1802. La madrugada del 4 de mayo de ese año un orfebre y relojero llamado Niels Heidenreich, con antecedentes por falsificación y numerosas deudas, se coló en el palacio usando una llave maestra y se llevó los cuernos a su casa, donde lamentablemente los fundió para apropiarse del oro del que estaban hechos. Cuando se descubrió el robo, se ofreció una recompensa de 1000 rigsdalers para quien pudiera descubrir al culpable.

Heidenreich usó el oro para fabricar joyas y también pagodas (un tipo de monedas indias de oro, muy apreciadas en la época) falsas, que trató de vender a algunos de sus colegas orfebres. Pero el gran maestre del gremio de orfebres, Andreas Holm, se dio cuenta en seguida de que las monedas no solo eran falsas, sino que estaban hechas de oro de baja calidad mezclado con latón. Sospechando que Heidenreich tenía algo que ver con el robo de los cuernos, Holm y los demás orfebres lo sometieron a una discreta vigilancia y por fin alguien lo vio arrojando al foso de la ciudad varias planchas para la impresión de monedas. Holm lo denunció a las autoridades y el 27 de abril de 1803 fue arrestado. No tardó en confesar el robo y la destrucción de los cuernos, lo que generó una oleada de indignación popular. El 10 de julio de ese año fue enviado a prisión, donde permaneció 37 años, hasta que fue puesto en libertad en 1840, cuatro años antes de su muerte.

Perdidos para siempre los cuernos originales, quedaba la opción de fabricar réplicas. A finales del siglo XVIII se habían hecho sendos moldes de yeso de ambos cuernos, encargadas por un cardenal romano aficionado a la arqueología, pero lamentablemente los moldes se habían perdido al naufragar en las costas de Córcega el barco que los transportaba. Hubo que recurrir por lo tanto a los grabados y descripciones que se habían hecho de ellos. En 1860 se fabricaron dos réplicas que fueron expuestas en el Museo Nacional, pero en torno a 1940 nuevos estudios concluyeron que estas réplicas no eran fieles a los originales y en 1945 se construyeron nuevas réplicas. De estas copias, una pareja pertenece a la Casa Real danesa, que las conserva en su palacio de verano en Gråsten, y otro par se encuentra en el Museo de Malmö.

En 1979 se hizo un nuevo par de réplicas en oro que se exhibe en la actualidad en el Museo Nacional de Copenhague. También hay réplicas en el Museo Moesgaard de Aarhus, en el Museo Kongernes Jelling de Jelling y en el Museo de Arte de Tønder. Irónicamente, las copias del Moesgaard fueron robadas en 1993, aunque fueron encontradas poco después abandonadas en un bosque; y las del Kongernes en 2007, aunque fueron recuperadas solo un par de días después. Seguramente tuvo que ver con su recuperación el hecho de que ninguna de ellas es de oro; las del Moesgaard son de latón dorado y las del Kongernes, de plata con un baño de oro.

El supuesto mensaje cifrado oculto en uno de los cuernos de Gallehus

Los investigadores todavía siguen estudiando las inscripciones de los cuernos, buscando nuevas interpretaciones. El investigador alemán Willy Hartner propuso en 1969 que las figuras de ambos cuernos representan constelaciones y hacen referencia a un eclipse lunar ocurrido en el 412 y a un eclipse de sol del 413. Además, propuso que las 22 figuras del anillo superior del cuerno más largo son en realidad una especie de conjuro cifrado en lenguaje rúnico cifrado que se leería como "Luba horns ens helpa hjoho", o lo que es lo mismo, "Que yo, la poción en este cuerno, sea de ayuda al clan".

El único vestigio que queda de los cuernos originales es un par de pendientes que Heidenreich hizo con su oro, y que una bisnieta suya donó al Museo de Ringen.

domingo, 8 de diciembre de 2024

El piloto y la cantante

Harold Edward Dahl (1909-1956)


Nacido en Champaign (Illinois) el 29 de junio de 1909 e hijo de un inmigrante de origen danés, Harold Edward Dahl se graduó en  la escuela de vuelo de Kelly Field (San Antonio, Texas) en febrero de 1933 y poco después se alistó en el US Army Air Corps (el predecesor de las Fuerzas Aéreas del ejército norteamericano, USAAF) como subteniente. Solo estuvo allí tres años; en 1936 fue licenciado por motivos disciplinarios: su exagerada afición al juego le había llevado a tener más de un problema con la justicia. Pasó entonces a trabajar como piloto comercial, pero sus problemas con el juego continuaron hasta el punto de que se vio obligado a escapar a México, huyendo de una orden de arresto por haber firmado cheques sin fondos. Y en México conoció a Edith.

Edith y Harold

Edith Rodgers tenía 23 años, era de Seattle y estaba en México porque el espectáculo de variedades en el que trabajaba como cantante estaba de gira. Y era extraordinariamente guapa. Lo suyo con Harold fue un auténtico flechazo y se casaron apenas unas semanas después de conocerse. El problema era que ninguno de los dos tenía una economía demasiado boyante, y a Harold no le agradaba la idea de empezar una nueva vida con las manos vacías. Por aquel entonces trabajaba como piloto de aviones de carga y uno de los trabajos que hacía era transportar a Veracruz cargamentos de ayuda para la República española (por aquel entonces, en plena Guerra Civil, México era uno de los pocos países que todavía apoyaba abiertamente al bando republicano) que luego se enviaban en barco a España. Fue en uno de esos transportes cuando se enteró de que el gobierno republicano buscaba pilotos para sus fuerzas aéreas. La República tenía aviones, suministrados por los soviéticos, pero carecía de hombres con experiencia para pilotarlos. El sueldo ofrecido era bueno: 1500 dólares al mes, más un bonus de otros 1000 por cada avión enemigo derribado. Era la clase de oferta que un aventurero necesitado de dinero como Dahl estaba buscando, y no dudó en aceptarla. 

Así que Harold se alistó en el ejército republicano bajo el nombre de Hernando Díaz Evans (Evans era el apellido de soltera de su madre) y viajó con Edith a España a finales de 1936. Se instalaron en Valencia, pero ella, asustada por los bombardeos, se marchó poco después a Francia y se instaló en Cannes. Tras un periodo de entrenamiento en el aeródromo murciano de Los Alcázares Dahl pasó a formar parte de la llamada Patrulla Americana, un grupo formado exclusivamente por pilotos norteamericanos, casi todos mercenarios, a las órdenes del capitán Andrés García Calle, donde Harold era apodado "Whitey" ("Blanquito") por lo rubio que era. En su servicio como piloto de la República Dahl reclamó los derribos de nueve aviones enemigos, aunque solo le reconocieron cinco.

El 18 de febrero de 1937, en plena batalla del Jarama, el Polikarpov I-15 Chato de Dahl fue derribado por un Fiat C.R. 32 nacional, aunque el piloto logró saltar sobre territorio republicano y regresar con su unidad. En mayo de 1937 los escuadrones republicanos fueron reorganizados y los miembros de la Patrulla Americana fueron asignados a una nueva unidad junto a otros pilotos de distintas nacionalidades, lo que según ellos hacía tremendamente complicado poder coordinarse durante las misiones. Y el 13 de junio, en el frente de Brunete, Dahl volvía a ser derribado, aunque esta vez era capturado por el ejército nacional.

De izquierda a derecha, en la fila superior, Frank Glasgow Tinker (piloto americano), un mecánico sin identificar, José Riverola Grúas, Gerardo Gil Sánchez, Ramón Castañeda di Campo, el capitán Andrés García Calle y Joaquín Velasco Garro. En la fila inferior, José Bastida Porras, Dahl, José Chang Sellés y un piloto sin identificar.

Solo nueve días después de su derribo daba comienzo el juicio al que Dahl, junto a otros seis pilotos extranjeros de la República, fue sometido. En el expediente del juicio, que se conserva en el Archivo Histórico del Ejército del Aire, en Villaviciosa de Odón, se incluyen dos cartas escritas por Dahl a Edith en su cautiverio y que no llegaron a ser enviadas, en las que le pide perdón por haberse embarcado en una aventura tan peligrosa, y le aconseja que se apresure en reclamar a las autoridades republicanas el dinero que le adeudan (6500 dólares) porque tiene la intuición de que la guerra no durará mucho.

El juicio despertó gran interés a nivel internacional, en buena parte gracias a los esfuerzos de Edith para involucrar a las autoridades norteamericanas para que intercedieran en favor de Harold. En septiembre de 1937 envió una carta al general Franco pidiendo clemencia para su marido. Algunos periódicos republicanos publicaron que Edith había incluido en su misiva una foto suya en traje de baño, que era lo que realmente había "conmovido" al general y a su estado mayor. En realidad, la fotografía (que sería más tarde publicada en la revista Life) existía pero era mucho más recatada de lo que se decía y mostraba a Edith con un elegante traje de noche. La historia de Edith y Harold alcanzó gran popularidad en Estados Unidos, donde a ella la llamaban "la heroica esposa" o "la valiente y adorable rubia que desafió al fascismo" e incluso inspiró una película, Adelante, mi amor (1940), dirigida por Mitchell Leisen y con guión de Billy Wilder.


Lo cierto es que el bando nacional supo aprovechar toda esa publicidad en su beneficio. Los siete pilotos fueron condenados a muerte pero inmediatamente se les conmutó la pena por la de cadena perpetua, por orden directa de Franco, que quería mostrar así su "magnanimidad" pese a tratarse de pilotos extranjeros que habían venido "a matar españoles". Harold permaneció todavía varios años en la cárcel de Salamanca hasta que fue puesto en libertad el 22 de febrero de 1940 y pudo reunirse con Edith. Ambos regresarían poco después a EEUU.

Lamentablemente, la separación había hecho mella en su relación. La pareja se divorció poco después y Harold se marchó a Canada para unirse a la Fuerza Aérea canadiense (RCAF). Los canadienses habían declarado la guerra a Alemania poco después de que lo hubiera hecho el Reino Unido, y tenían una flota de aviones importante, pero pocos pilotos con experiencia real en combate. Harold se dedicó a entrenar a los pilotos canadienses en un aeródromo cerca de la ciudad de Belleville, donde en 1941 se casó por segunda vez con Eleanor Bone, una joven de la localidad hija de Jamieson Bone, un acaudalado empresario y antiguo alcalde de la ciudad. Después de la guerra, Dahl fue acusado de apropiarse de material militar retirado del servicio por la RCAF, y licenciado por ello.

Tras una breve estancia en Venezuela, en 1951 la familia Dahl se trasladó a Suiza porque Harold había conseguido un empleo como piloto de la compañía Swissair volando en la ruta Ginebra-Paris. Pero las viejas costumbres son difíciles de abandonar, y en 1953 Harold fue arrestado por la policía suiza acusado de robo y contrabando de oro, en una trama de la que era cómplice su amante, una azafata de su misma compañía. Fue condenado a dos años de cárcel y luego expulsado del país. A su esposa no le sentó nada bien lo del arresto y menos aún lo de la amante, así que abandonó a Harold y regresó a Belleville con sus hijos, aunque nunca llegó a formalizarse el divorcio. Harold también regresó a Canada y consiguió trabajo pilotando un avión DC-3 en vuelos no regulares con pasajeros y carga a zonas remotas y mal comunicadas del norte y el interior de Canada. El 14 de febrero de 1956 Harold Dahl moría al estrellarse su avión cerca del asentamiento indígena de Kuujjuaq (Quebec) a causa de las malas condiciones climatológicas.

Stephanie Graham Dahl, "Stevie Cameron" (1943-2024)

Harold y Eleanor tuvieron tres hijos: Jim, Stephanie y Chris. Stephanie, firmando con su apellido de casada como Stevie Cameron, llegó a ser una prestigiosa escritora y periodista de investigación.

domingo, 1 de diciembre de 2024

La desaparición de Frederick Valentich

Frederick Valentich (1958-1978?)

El 21 de octubre de 1978, a eso de las seis de la tarde, una avioneta Cessna 182L partía del aeropuerto de Moorabbin, un aeropuerto utilizado principalmente por aviones ligeros situado al sur de la ciudad australiana de Melbourne, pilotada por un joven llamado Frederick Valentich. Su plan de vuelo consistía en dirigirse al suroeste hasta el cabo Otway y desde allí virar al sur hasta la isla King, una pequeña isla en el estrecho de Bass, a mitad de camino entre Australia y Tasmania. Un trayecto para el que estaban calculados unos 41 minutos hasta el cabo y 21 de ahí hasta la isla. Lo que en apariencia era un vuelo absolutamente rutinario acabaría dando lugar a una misteriosa desaparición que haría correr ríos de tinta y generaría todo tipo de teorías.

Por aquel entonces Valentich, hijo de un inmigrante de origen croata, tenía veinte años. Era desde niño un apasionado de la aviación, había formado parte de los Australian Air Force Cadets (una organización juvenil para familiarizar a los jóvenes australianos en todo lo referente a los aviones y los protocolos de vuelo) y soñaba con ser piloto. Dos veces había tratado de alistarse en la Fuerza Aérea Australiana (RAAF) y las dos había sido rechazado, por su pobre expediente académico. También había intentado obtener el permiso de piloto comercial, pero había suspendido todos los exámenes requeridos, los últimos apenas un mes antes de aquel vuelo. Solo disponía de un permiso de cuarta clase, que le permitía pilotar avionetas ligeras como aquella Cessna, pero con restricciones (no podía volar de noche con malas condiciones meteorológicas). Además, acumulaba varios incidentes de vuelo; una vez había sobrevolado una zona de la ciudad de Sydney restringida al tráfico aéreo (lo que le había valido una advertencia) y en dos ocasiones había volado directamente hacia el interior de una nube (las autoridades estaban considerando abrirle un expediente por ello). Su experiencia de vuelo también era limitada, apenas 150 horas.

El vuelo parecía discurrir plácidamente y sin incidentes. El piloto se comunicaba con regularidad con los controladores aéreos de Melbourne para comunicar su posición. Pero a eso de las 19:06 Valentich informó de la presencia de un avión no identificado que le seguía a unos 1400 metros de distancia. Desde Melbourne le informaron de que no había ningún tráfico aéreo en la zona, pero Valentich insistió en la presencia del avión, aunque no pudo identificar el tipo, con cuatro brillantes luces de aterrizaje. En sucesivas comunicaciones Frederick relató como el avión desconocido, al que describió como dotado de una superficie metálica brillante y con un extraño brillo verde, le había sobrepasado a gran velocidad a apenas 300 metros por encima de él, para luego volver a acercarse desde el este y permanecer a su alrededor, como si el piloto estuviera deliberadamente jugando con él. Cuando el controlador le pidió más datos sobre el avión, Valentich respondió con una frase extraña: "Está flotando y no es un avión". Fueros sus últimas palabras. Después de eso, solo una comunicación de unos 17 segundos sin palabras, solo con ruido y estática de fondo, antes de que la comunicación se cortara definitivamente. Todo el incidente había durado apenas seis minutos.

Cessna 182L

Tras su desaparición se lanzó una operación de búsqueda que implicaba a un avión de vigilancia P-3 Orión, varios aviones civiles y avisos al tráfico marítimo de la zona. La búsqueda se suspendió en 25 de octubre sin resultados.

La investigación oficial llevada a cabo por el Departamento Australiano de Transporte concluyó que era imposible determinar la causa de la "presumiblemente fatal" desaparición de Valentich, aunque algunos de sus funcionarios propusieron la teoría de que el inexperto piloto se había desorientado y había acabado volando boca abajo sin darse cuenta hasta estrellarse; la supuesta aeronave desconocida no era sino el reflejo de su propia avioneta sobre la superficie del océano. Pero por supuesto esa explicación no satisfizo a muchos y surgieron todo tipo de teorías.

Por supuesto unos de los primeros en hacer públicas sus teoría fueron los seguidores del llamado "fenómeno OVNI". Según ellos, Valentich había sido derribado o secuestrado por un OVNI, porque esa noche varios testigos en la zona habían visto un supuesto resplandor verde en el cielo, que coincidiría con el brillo verde del que había hablado Valentich en sus transmisiones. Sin embargo, el observatorio astronómico del monte Stromlo puntualizó que esa noche había habido una lluvia de estrellas fugaces, que muy bien podrían haber sido el origen de dichos avistamientos. Aún así, la desaparición de Valentich sigue siendo mencionada a menudo como uno de los casos "clásicos" relacionados con supuestos avistamientos de OVNIs.

Otra teoría decía que en realidad Valentich había simulado su desaparición. Para empezar, nunca quedó claro el verdadero objetivo de su viaje. A las autoridades aeroportuarias les había dicho que pensaba recoger a dos amigos en la isla King, pero a sus allegados les había dicho que iba a comprar carne de cangrejo. Ninguna de las dos versiones resultó ser cierta. Además, Valentich no había informado al aeródromo de la isla King de su llegada, algo muy irregular. Dada la autonomía de la Cessna (más de 800 kilómetros) y que por volar bajo no aparecía en los radares de Melbourne, no había manera de saber si Valentich había tomado efectivamente el rumbo que había dicho. La policía de Melbourne también recibió la declaración de un testigo que supuestamente había visto a una avioneta desconocida aterrizar no lejos del cabo Otway aquella tarde.

También se especuló con un suicidio, pero su familia y amigos, así como los médicos que lo habían reconocido para obtener su licencia de vuelo, descartaron tal posibilidad.

Una teoría que surgió más tarde era que en realidad todo el incidente había sido un montaje orquestado por Valentich, bien como una broma o bien buscando hacerse famoso pretendiendo haber tenido un encuentro con una nave alienígena. Casualidad o no, Valentich era un gran aficionado a todo lo relacionado con los OVNIs, y solo una semana antes de su desaparición había estado discutiendo con su novia Rhonda Rushton la posibilidad de ser abducido. Además, se apuntó el parecido entre las comunicaciones del vuelo con el diálogo de una de las escenas de Encuentros en la Tercera Fase, de Steven Spielberg, una película sobre encuentros con OVNIs que se había estrenado menos de un año antes. Expertos como el escritor norteamericano Brian Dunning especulan con que Valentich había tratado de imitar aquella escena y accidentalmente se había estrellado en el océano.

La teoría más reciente fue propuesta en 2013 por el piloto retirado James McGaha y el escritor Joe Nickell. Según ellos, el inexperto Valentich había sufrido una ilusión sensorial durante su vuelo. Un falso horizonte, un fenómeno óptico que sufren a veces los pilotos novatos, le había hecho creer que volaba inclinado y le había llevado a intentar compensar esa inclinación, provocando lo que se conoce como "espiral del cementerio": su avioneta había entrado en una espiral descendente que le había llevado a descender tanto que no había podido rectificar y se había estrellado en el océano. Según esta teoría, las luces brillantes que había visto correspondían en realidad a los planetas Venus, Marte y Mercurio, y a la estrella Antares, cuya posición aquella noche coincidía con lo descrito por el piloto.

En 1983, cinco años después de la desaparición de Valentich y su avioneta, unas aletas de refrigeración del motor de una avioneta fueron arrastradas por la marea hasta la costa de la isla Flinders, una isla también del estrecho de Bass, aunque se encuentra en dirección opuesta a la isla King. La investigación concluyó que pertenecían a una Cessna 182 como la de Valentich, aunque sin poder asegurar al 100 % que fueran suyas, y que podían haber sido llevadas hasta allí por las corrientes del estrecho.