sábado, 27 de agosto de 2011

Los Vermeer de Han van Meegeren

Cristo y la adúltera, el falso Vermeer que Han van Meegeren vendió a Hermann Göring


Durante la Segunda Guerra Mundial, mientras el ejército alemán campaba a sus anchas por buena parte de Europa, los jerarcas nazis no sólo se preocupaban de cuestiones militares. Una de las grandes aficiones de los jerifaltes del Partido nazi fué la de organizar un sistemático expolio de la riqueza artística de los territorios que ocupaban. Tanto es así que incluso fué creado un organismo especializado, el Einsatzstab Reichsleiter Rosenberg (ERR), dirigido por Alfred Rosenberg, cuya ocupación específica era la de incautar y clasificar miles de obras de arte en museos, galerías y colecciones privadas, para su envío a Alemania, donde acabarían en museos, guardadas en almacenes o bien adornando las residencias particulares de los altos cargos del partido.
En mayo de 1945, el ejército norteamericano hallaba escondida en una mina de sal en Austria la colección privada de Hermann Göring, comandante de la Luftwaffe y lugarteniente de Hitler. Entre los miles de obras allí guardadas estaba Cristo y la adúltera, una pintura atribuída al gran pintor holandés Johannes Vermeer (1632-1675). Tras investigar el origen del cuadro, descubrieron que había sido vendido originariamente por Han van Meegeren, un pintor holandés muy popular aunque poco apreciado por la crítica. Tras interrogarle, fué encarcelado acusado de colaborar con los nazis y de saquear el patrimonio cultural de Holanda. Atemorizado por la severa pena que podía serle impuesta, van Meegeren eligió entre dos males el menor, e hizo una confesión que sacudiría el mundo artístico de su país.
Van Meegeren confesó que el cuadro era una falsificación y que él mismo lo había pintado. Pero no quedaba ahí la cosa. También confesó ser el autor de quince cuadros más atribuídos a Vermeer (entre ellos Los discípulos de Emaús, considerada hasta entonces una de las obras maestras del pintor), además de otros supuestamente firmados por autores menores como Pieter de Hoogh y Franz Hals.
Todo había comenzado décadas atrás. Van Meegeren, arquitecto de formación, había estudiado pintura en la Kunstakademie de La Haya y aspiraba a ser reconocido como pintor, pero sus primeras exposiciones, aunque se vendieron bien, recibieron pésimas críticas. El joven van Meegeren se enfureció. Aunque logró convertirse en un pintor popular y sus cuadros se vendían a buen precio, nunca logró que los críticos le vieran más que como un imitador con poco talento de los grandes pintores de los siglos XVII y XVIII. Deseoso de vengarse de aquellos "expertos" que tan poco lo valoraban, se le ocurrió que sería una venganza divertida que un cuadro pintado por él fuera atribuído a un gran maestro por los mismos que habían cuestionado su talento.
Seguramente esa era su intención original. Pero cuando se asoció con un marchante llamado Theo van Wijngaarden descubrió que podía ganar mucho dinero con las falsificaciones. Además, aunque se ganaba muy bien la vida con su obra, era aficionado a vivir a lo grande, a las fiestas, las casas lujosas y las mujeres guapas. Sus primeros "trabajos" datan de la década de los veinte, pero sus falsificaciones más importantes fueron realizadas en los años treinta, cuando ya se había trasladado a Francia para trabajar con tranquilidad. Eligió centrarse en Vermeer por varios motivos: su alta cotización, lo poco que se conocía de su obra y lo escasa de ésta (apenas hay catalogados 36 cuadros suyos).
Van Meegeren desarrolló con paciencia y dedicación un laborioso proceso para que sus cuadros pasasen los escasos controles de la época. Antes de pintarlos estudiaba cuidadosamente el tema que iba a reflejar, para que fuese coherente con la obra de Vermeer y no levantase sospechas. Partía de lienzos auténticos del siglo XVII, que compraba en anticuarios o subastas. Luego, cuidadosamente raspaba la pintura hasta dejar el lienzo limpio. A continuación pintaba el cuadro, usando pigmentos que él mismo fabricaba y que contenían componentes similares a los de la época. El siguiente paso era darle al cuadro ya terminado una capa de resina y "cocerlo" en un horno durante unas horas, para así oscurecerlo y agrietarlo, imitando el efecto del paso del tiempo sobre la pintura. Aumentaba las grietas enrollando la pintura y, por último, le daba un baño de tinta china para rellenar dichas grietas.
La confesión de van Meegeren causó sensación en Holanda. Los cuadros que él se atribuía estaban en manos de importantes coleccionistas y museos de primera fila. Los que habían certificado que eran obras auténticas defendían su decisión y tachaban de farsante al pintor. El cuadro de Göring, Cristo y la adúltera, fué calificado de falso por los expertos, pero era una de las últimas obras de van Meegeren, quien, envejecido y adicto al alcohol y los somníferos, había perdido bastante habilidad con los años. No obstante, para demostrar sus afirmaciones, pintó en prisión y ante testigos Jesús entre los doctores, el último de sus falsos Vermeers. Al final, un simple análisis químico fué la prueba definitiva. Van Meegeren usaba para fabricar sus pigmentos una resina de formaldehído llamada Albertol, que no había existido hasta el siglo XX. El doctor Coremans, químico jefe del laboratorio de los Museos Reales belgas halló dicho compuesto en todas las obras señaladas por van Meegeren como suyas, despejando las dudas existentes. No obstante siguió habiendo dudas hasta que, ya en los años setenta, las técnicas modernas demostraron fehacientemente que se trataba de obras falsas.
Van Meegeren fué condenado por falsificación y estafa a sólo un año de prisión, aunque su delicado estado de salud no le permitió cumplirlo: murió de un ataque al corazón el 30 de diciembre de 1947, a los 58 años. Su patrimonio fué subastado para compensar a los estafados, aunque la mayor parte de su fortuna estaba a nombre de su esposa, que nunca fué acusada de ningún delito y por lo tanto pudo conservarla.
Los discípulos de Emaús, la más famosa de las falsificaciones de van Meegeren

martes, 23 de agosto de 2011

La batalla de Cable Street





Voy a seguir con la temática tan de actualidad de los disturbios londinenses. Tras haberos hablado de las Gordon's Riots hoy voy a contaros otros disturbios ocurridos en Londres que, si bien sus consecuencias fueron menos graves que los anteriores, si tuvieron un notable significado político y social en la Inglaterra de entre guerras. Hablo de la llamada Batalla de Cable Street.
Nos situamos en 1936. El fascismo campa a sus anchas por Europa. Los nazis gobiernan en Alemania, Mussolini en Italia, y en buena parte de Europa surgen movimientos fascistas que comparten su ideología y copian su estética y modo de actuar. El Reino Unido no es la excepción; el grupo más destacado es la British Union of Fascists (BUF), fundada en 1932 por sir Oswald Mosley, un aristócrata de origen irlandés que admiraba a Hitler hasta el punto de invitarlo a su boda (y, en lo anecdótico, padre de Max Mosley, presidente durante años de la Federación Internacional de Automovilismo).
En sus buenos tiempos, la BUF llegó a contar con más de 8000 afiliados y muchos más simpatizantes, pero Mosley estaba convencido de que el fascismo era la vía correcta que debía seguir el Reino Unido y no era suficiente para él. Así que se le ocurrió un plan que era, en la mejor tradición fascista, parte demostración de fuerza, parte acto propagandístico y parte desafío a autoridades y enemigos: una marcha de miles de sus simpatizantes más acérrimos a través del barrio londinense de East End, que tenía un elevado porcentaje de población judía. 
Incomprensiblemente, las autoridades permitieron la marcha, lo que dió lugar a numerosas protestas tanto de asociaciones judías como de grupos antifascistas, pero pese a ello, el gobierno permitió la marcha, aun cuando había grandes posibilidades de que se produjeran incidentes. Lo único que hicieron es asignar un fuerte contingente policial para custodiar la marcha y tratar así de evitar enfrentamientos.
De este modo, la mañana del domingo 4 de octubre de 1936, siete mil fascistas de la BUF, dirigidos por Mosley y vestidos con el uniforme negro característico del grupo (copiado de los Camisas Negras italianos), marcharon acompañados de más de 10000 policías, entre ellos 4000 a caballo, dispuestos a llevar a cabo su provocador desfile. Pero en el centro mismo del East End se encontraron una resistencia feroz. Miles de habitantes del barrio, acompañados por antifascistas llegados de todo Londres y otras ciudades, hasta sumar más de 300000 personas, estaban dispuestos a impedirles el paso. Entre esos miles de personas había muchos habitantes judíos del East End, pero también obreros católicos irlandeses, socialistas, anarquistas y miembros del Partido Comunista británico. El grueso de los enfrentamientos se produjo en Cable Street, donde cerca del cruce con Christian Street se habían levantado barricadas. Al grito de They shall not pass! (¡No pasarán!) la multitud se enfrentó a la policía durante horas utilizando armas improvisadas, piedras, palos, basura. La lucha fué enconada y se saldó con mas de un centenar de heridos y ciento cincuenta detenidos. Al final, Mosley y sus seguidores (que no llegaron a intervenir en los enfrentamientos), viendo el cariz que tomaba el asunto, desistieron de sus planes y huyeron hacia Hyde Park. De los detenidos, la mayoría sólo recibieron una multa de cinco libras, aunque varios de los cabecillas fueron condenados a tres meses de trabajos forzados. 
Irónicamente, lo que Mosley había concebido como un paso adelante decisivo en la supremacía de la BUF acabó siendo el inicio de su declive. La repercusión de los hechos de ese día les restó muchos simpatizantes e hizo que la sociedad inglesa pasara a mirarles con precaución. Además, estos hechos dieron lugar a la Public Order Act de 1936, una ley que, entre otras disposiciones, prohibía el uso de uniformes políticos y las marchas sin permiso policial. La BUF acabó languideciendo y siendo prohibida tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, y Mosley y otros destacados fascistas fueron confinados en arresto domiciliario mientras duró el conflicto. 




                           Placa conmemorativa de los sucesos de Cable Street en Dock Street.

sábado, 20 de agosto de 2011

La "Revuelta de Gordon"

Gordon's Riots (Seymour Lucas, 1879)

Ahora que tenemos frescas en la memoria las imágenes de los disturbios callejeros que durante varios días han asolado el barrio londinense de Tottenham (y se extendieron a otros barrios y ciudades) me gustaría hablaros de los considerados los disturbios más graves ocurridos en la historia de Londres: la llamada "revuelta de Gordon" (Gordon's riots), en 1780.
Todo comenzó en 1778, cuando el Parlamento inglés promulgó la llamada Catholic Relief Act, una ley que suavizaba algunas de las leyes anticatólicas de 1689 (que, de todos modos, raramente se aplicaban), especialmente en lo tocante de eximirlos del juramento de fidelidad (que los hacía reconocer a la Iglesia anglicana) a la hora de alistarse en el ejército inglés. No lo hicieron por un impulso altruista; el Reino Unido estaba envuelto en guerras contra España, Francia y los independentistas norteamericanos, andaba corto de soldados y no le venía mal que se alistasen los católicos. Muchos católicos se opusieron a la ley, temiendo que se desatase un movimiento anticatólico y recordando que, en la práctica, había numerosos católicos en el ejército (la mayoría reclutados en Irlanda y Escocia y eximidos, por tanto, del juramento). Pero la ley se promulgó igualmente.
Tal y como habían temido, se generó un fuerte movimiento de protesta contra esa ley. Se formó la llamada Protestant Association para tratar de derogar la ley, a cuyo frente se puso Lord George Gordon. Éste era un joven aristócrata excéntrico, demagogo y populista, que contaba con el aval de haber logrado impedir la aplicación de dicha ley en Escocia. Gordon logró varias audiencias con el rey Jorge III para tratar de que la ley fuera retirada, pero acabó hartando al rey, que acabó por negarle cualquier audiencia futura.
Pero Gordon no se dejó derrotar. Gracias a su habilidad como orador logró movilizar a una gran masa de londinenses, a los que atemorizó hablándoles de que esa ley permitiría a los católicos infiltrarse en el ejército y conspirar a las espaldas del gobierno con los enemigos del Reino Unido; presentó aquella ley como el primer paso para el retorno a la denostada monarquía absoluta.
El 29 de mayo de 1780 se produjo la primera manifestación pública frente al Parlamento de los seguidores de Gordon. El 2 de junio, una masa de más de 40000 personas marchó hacia el Parlamento, con Gordon a la cabeza, para entregar una petición para derogar la Catholic Relief Act. Tal movilización no se explica sólo con el sentimiento anticatólico. El pueblo de Londres, especialmente las clases más humildes, llevaba tiempo inquieto. Los varios conflictos en que estaba envuelto el Reino Unido (con los que buena parte del pueblo estaba en desacuerdo)  habían provocado la caída de los salarios, el aumento de los precios y la subida del desempleo. Además, se había establecido un límite de propiedad para las elecciones parlamentarias que dejaba sin derecho a voto a los más pobres.
La multitud llegó al Parlamento, prácticamente desprotegido, ya que a nadie se le había ocurrido avisar a la policía. Se permitió a Gordon presentar su petición, mientras en el exterior la gente se impacientaba y trataba de entrar a la fuerza en el Parlamento. Al final, hubo que recurrir a un destacamento del ejército, que disolvió la turba y detuvo a algunos de sus cabecillas, que fueron llevados a la prisión de Newgate. Mientras, la petición de Gordon era rechazada aplastantemente: 192 votos en contra y 6 a favor.
El gobierno británico creyó que había pasado lo peor. Sin embargo, no había hecho más que excitar los ánimos de la muchedumbre. Esa misma noche, los incontrolados asaltaban las embajadas de Cerdeña y Baviera (países católicos), al igual que varias casas de católicos influyentes.
Al día siguiente, el comerciante irlandés James Malo solicitó protección para el barrio de Moorfields, uno de los más pobres de Londres, habitado mayoritariamente por inmigrantes irlandeses católicos. No le hicieron caso. Esa noche del 3 de junio, una enorme multitud furiosa asaltó Moorfields, arrasando cuanto encontró a su paso y quemando numerosas casas (incluída la del propio Malo) e iglesias. Los disturbios se prolongaron varios días y se extendieron por todo Londres. Entre otros lugares señalados, fueron asaltados el Banco de Inglaterra, las prisiones de Newgate y The Clink (cuyos presos huyeron en su mayor parte), embajadas, iglesias católicas y casas de católicos ricos. También fueron asaltadas las casas de varios jueces, e incluso la del ministro de Justicia, Lord Mansfield, fué saqueada y quemada.
La anarquía duró hasta el 7 de julio, en que intervino el ejército para sofocar la rebelión. Los disturbios se habían saldado con cerca de 300 muertos, 200 heridos y más de 450 arrestados, de los cuales se procesó a 160 y veinticinco fueron condenados a muerte y ejecutados. Gordon fué juzgado por alta traición pero, tras pasar una temporadita en la famosa Torre de Londres, fué absuelto. Su peculiar carácter aún daría mucho que hablar. Excomulgado en 1786, se convirtió al judaísmo con gran escándalo en 1787, año en que fué condenado a cinco años de cárcel por difamar a la familia real francesa y a la justicia inglesa. Tras una breve huída a los Países Bajos, fué encarcelado hasta 1793, año en que murió, a los 42 años, de tifus.
Además de las grandes pérdidas económicas provocadas por los sublevados, esta rebelión le costó a Gran Bretaña un grave deterioro de su prestigio en todo el mundo, además de la ruptura de diversas negociaciones diplomáticas que tenían por objetivo terminar con los conflictos en los que estaba mezclada.

martes, 16 de agosto de 2011

La República de Libertatia


La historia de una de las mas curiosas epopeyas del idealismo humano comienza a finales del siglo XVII. El primero de sus protagonistas es François Misson, un joven oficial de la Marina francesa, inteligente, culto e idealista. Soñaba con una sociedad igualitaria y justa, y creyó hallar las bases para su sueño en la religión, pero tras visitar Roma perdió la fe, desencantado por el obsceno lujo en el que vivía la curia. Pero estando en la ciudad conoció casualmente en una taberna a un fraile dominico llamado Caraccioli. Un tipo peculiar, que pese a sus hábitos frecuentaba tabernas y sitios peores, y que compartía con Misson la idea de una nueva sociedad basada en ideas solidarias e inspirada por la Utopía de Tomás Moro.
Tanto impresionó a Misson su nuevo amigo, que lo invitó inmediatamente a enrolarse en su barco, el Victoire. Unos meses más tarde, navegando por el Caribe, el Victoire se topó con una fragata inglesa, la Winchester, a la que capturaron tras un feroz combate durante el que murió el capitán del buque francés, Fourbin. Fué entonces cuando Misson y Caraccioli vieron su oportunidad y convencieron a la tripulación para que desertara y los acompañara en su sueño de fundar su sociedad igualitaria. Enarbolando una bandera de seda blanca con el lema "Por Dios y la Libertad" pusieron rumbo al océano Índico, asaltando los barcos con los que se cruzaban. Unos asaltos bastante peculiares, ya que, según un estricto código redactado por Caraccioli, a aquellos piratas les estaba vedado ensañarse con los prisioneros, forzar a las mujeres e incluso emborracharse y blasfemar. Además, en cada asalto lograban nuevos reclutas para su misión, como los esclavos de un buque negrero holandés, a los que acogieron tras liberarlos.
Tras doblar el cabo de Buena Esperanza y adentrarse en el Índico, llegaron a las costas de Madagascar. Dicha isla no pertenecía aninguna potencia europea y les pareció un buen lugar para su utopía, y se instalaron en un paraje adecuado en el norte de la isla. Y así surgió la ciudad-república de Libertatia, donde todos sus habitantes tenían iguales derechos y deberes. Se abolió el dinero y la propiedad privada, el botín acumulado se guardó en una especie de fondo común y Misson fué nombrado "Lord Protector" y Caraccioli, "Secretario de Estado".
La existencia de Libertatia pronto atrajo a numerosos piratas de los que por entonces infestaban el Índico. Atraídos por la paz y el peculiar estilo de gobierno (y por la impunidad, para qué negarlo) la ciudad se fué convirtiendo en la principal base pirata del Índico. Entre los piratas que se instalaron allí estaba el famoso Thomas Tew, pirata norteamericano que con el tiempo se convirtió en uno de los hombres fuertes de la ciudad, con el cargo de Almirante de la Flota.
Aquella extraña aventura resisitió dos décadas, durante las cuales Caraccioli y los suyos trataron de mantener su sueño. Pero el tiempo fué pasando, los ideales se fueron perdiendo o corrompiendo, las desavenencias entre los residentes fueron aumentando, y aquellos idealistas terminaron siendo piratas comunes. Un día de 1694 en que la mayor parte de los residentes estaban ausentes, a la caza de botín, los nativos malgaches, que ya estaban un poco hartos de aquellos extraños que se habían instalado sin ser invitados, asaltaron y arrasaron Libertatia. Caraccioli murió en los combates, y Misson escapó por los pelos, con dos barcos, un puñado de hombres y la mayor parte del tesoro de la ciudad.
Ya en alta mar, se encontró con Tew, a quién relató la caída de la ciudad. Los antiguos aliados se repartieron el tesoro y cada uno siguió su camino. Misson no llegó lejos: poco después, tratando de doblar el cabo de Buena Esperanza de regreso a Europa, fué sorprendido por un huracán que hundió su barco, que se fué al fondo del mar con toda su tripulación. Tew, que ya estaba un poco cansado de tanto piratear, repartió el botín con sus hombres y con su parte se retiró tranquilamente a una granja en Rhode Island. Sus hombres, como buenos piratas, no tardaron en dilapidar su parte y entonces, no conociendo otra forma de vida, reclamaron a su capitán para que los llevase de nuevo en busca de botines. Tew, de bastante mala gana, abandonó su retiro dorado para volver a la piratería. Y así halló la muerte, en junio de 1695, en un sangriento asalto a un barco hindú en pleno Mar Rojo.

P. d.: Muchos historiadores ponen en duda la existencia real de Libertatia. Aunque la existencia de Thomas Tew está fuera de toda duda, la realidad histórica de Libertatia genera más dudas, ya que la única fuente que habla de ella es el libro A General History of the Robberies and Murders of the most notorious Pyrates, publicado en 1724 por un tal capitán Charles Johnson, un psuedónimo tras el que probablemente se escondía el escritor Daniel Defoe. Si Libertatia fué realidad, ficción o una realidad "embellecida" posiblemente tarde en determinarse, pero no deja de ser una historia evocadora de la que pueden sacarse muchas enseñanzas sobre la naturaleza humana.

martes, 9 de agosto de 2011

La matanza de Monte Arruit


Como prometí hace unos días, cuando el aniversario de Annual, hoy toca un nuevo aniversario de otro desastre español durante la guerra del Rif: hoy se cumplen noventa años de la masacre del monte Arruit.
Habíamos dejado a las tropas españolas huyendo en desbandada ante el imparable avance de los hombres de Abd-el-Krim, dejando atrás miles de muertos. Los supervivientes de Annual y de otras varias posiciones tomadas por los rifeños, al mando del general Felipe Navarro, se atrincheran den Dar Drius, una posición óptima para resistir, bien fortificada y con agua disponible. No obstante, desesperados por huir lo antes posible, los españoles se repliegan desordenadamente hacia Melilla, en una agotadora marcha de seis días donde abundan las deserciones. Al final, los supervivientes, unos 1400 hombres, entran el 29 de julio de 1921 en el enclave de Monte Arruit, a apenas 30 kilómetros de Melilla. En total, sumando la guarnición del puesto, se hacinan en Monte Arruit más de 3000 hombres, con escasas provisiones y municiones y sin apenas agua. A pesar de la cercanía de Melilla, las autoridades españolas son incapaces de enviarles refuerzos ni víveres. Los ataques sobre la posición son brutales y la resistencia española, desesperada. Hay cientos de muertos y heridos, entre ellos, el teniente coronel Primo de Rivera, el héroe del Regimiento de Alcántara, muerto por gangrena. Tras una resistencia desesperada, el 8 de agosto el general Berenguer, Alto Comisionado español para el norte de África, autoriza al general Navarro a negociar una rendición honrosa. Con la mediación de líderes tribales, los rifeños aceptan que los españoles se replieguen hasta Melilla a condición de que abandonen sus armas. El día 9 los españoles se disponen para salir, habiendo depuesto las armas. Los heridos y enfermos son preparados para la marcha. Y es entonces cuando tiene lugar un acto atroz y espantoso. Los hombres de Abd-el-Krim, traicionando el acuerdo y aprovechando la indefensión de los españoles, atacan de improviso a las tropas desprotegidas cometiendo una terrible matanza: apenas sesenta hombres, entre los que estaba el general Navarro, logran salvar la vida. Cuando, meses más tarde, los españoles reconquistan (con ayuda de las tropas francesas) la posición, hallan el horrible espectáculo de cientos de cadáveres de soldados españoles, insepultos y horriblemente mutilados.
Como colofón, la tragedia provocó la caída del gobierno de Manuel Allendesalazar. El rey Alfonso XIII encargó la formación de un nuevo gobierno a Antonio Maura. El general Juan Picasso (tío segundo del pintor Pablo Ruiz Picasso), por orden del ministro de Guerra, Luís de Marichalar, elaboró un concienzudo informe (el llamado Expediente Picasso) sobre el desastre, sus raíces y sus consecuencias, donde criticaba la actuación del ejército español, aunque eximía de toda culpa al rey y a la cúpula de las Fuerzas Armadas, cargando las culpas sobre el general Berenguer (que sería procesado y separado del servicio, aunque posteriormente sería indultado), el general Navarro (prisionero de los rifeños, que no recuperaría la libertad hasta 1923) y el general Silvestre (muerto). Finalmente, fijaba las bajas españolas en más de 13000 hombres (un cálculo seguramente exagerado; hoy los cálculos más precisos hablan entre 7500 y 9000), amén de una ingente cantidad de armas y material caído en manos de los nativos.

sábado, 6 de agosto de 2011

Nauru, de la abundancia a la bancarrota

 

                                               Nauru


Nauru es un estado localizado en la Micronesia, en el Pacífico central, que ostenta dos records mundiales: es la república más pequeña del planeta (apenas 21'3 km2 y 9300 habitantes) y es el país con mayor tasa de obesidad adulta, que alcanza el 94'5 %. También es a menudo puesto como ejemplo en clases de economía y derecho internacional de cómo no debe gestionarse un país próspero.
La historia de Nauru es similar a la de otros pequeños estados insulares de Oceanía. Poblada por los melanesios y descubierta por el capitán británico John Fearn en 1798, durante la fiebre colonialista de finales del siglo XIX, donde las potencias europeas se repartieron medio mundo, quedó bajo dominio alemán desde 1887. Fueron los alemanes los primeros en descubrir el valioso secreto que la isla ocultaba: un inmenso yacimiento de fosfatos que ocupaba buena parte de su subsuelo. Ellos iniciaron la explotación, pero tras la I Guerra Mundial Alemania quedó desposeída de sus colonias y la isla quedó bajo administración australiana, primero; luego británica; más tarde, por un comité británico-australiano-neozelandés; y finalmente, de nuevo por los australianos, hasta su independencia en 1968 (con el breve paréntesis de la ocupación japonesa, de 1942 a 1945). Durante este tiempo, el yacimiento de fosfatos fué explotado por una empresa británica, la British Phosphate Comission (BPC).
Cuando Nauru logró independizarse, lo primero que hizo fué tomar el control del yacimiento. Y entonces llegaron las vacas gordas para los nauruanos. La intensiva explotación (2'5 millones de toneladas al año, a un precio superior a los 50 dólares por tonelada) hizo caer sobre la isla y sus apenas 7000 habitantes una lluvia de dinero. Los que hasta entonces se dedicaban a la pesca y la agricultura de subsistencia, se convirtieron de golpe en rentistas. El primer presidente de Nauru, Hammer DeRoburt, decidió que el dinero de la mina debía beneficiar a todos, repartiéndose entre el Gobierno y los habitantes. Y así se hizo. La sanidad, la educación, hasta la electricidad, todo era gratuito. El flujo de dinero era tan grande que los isleños no necesitaban trabajar. El trabajo de la mina era realizado por inmigrantes, mientras los nauruanos se dedicaban a comer, ver la televisión y disfrutar de la vida, en lo que parecía un auténtico paraíso, que algunos llamaron "Naurutopia", con una renta per cápita de las más altas del mundo, superior a la de países como Islandia o Suecia y sólo superada por Arabia Saudí. El dinero se gastaba alegremente, dentro y fuera del país, aunque a nadie se le ocurrió la necesidad de buscar fuentes alternativas de negocio, fiándolo todo a los fosfatos, como si éstos fueran a durar para siempre. Y, obviamente, no fué así.
El fosfato se extraía a un ritmo elevadísimo y comenzó a dar señales de agotamiento a mediados de los años 80. De repente cundió el pánico, provocando una gran inestabilidad social y política. Los nauruanos se dieron cuenta de que no tenían alternativa a la minería. No habían sabido aprovechar los beneficios de la minería para asegurarse su futuro. Incluso sus inversiones en el extranjero habían sido tan mal gestionadas que sus activos tuvieron que ser vendidos para pagar sus deudas. Ni siquiera tenían el recurso de otros países vecinos, como Fidji: el turismo. No había hoteles, ni tampoco infraestructuras. Incluso buena parte de la isla estaba devastada por la actividad minera y era inútil para la agricultura.
Los sucesivos gobiernos de Nauru buscaron nuevas fuentes de ingresos desesperadamente, recurriendo a la venta de pasaportes, ofreciendo sus votos en organismos internacionales a cambio de dinero (Nauru es miembro de la Comisión Ballenera Internacional, donde "casualmente" siempre vota a favor de las propuestas japonesas) y, también, convirtiéndose en un paraíso fiscal, lo que provocó que durante años la mafia rusa lo usase para blanquear sus ganancias, hasta que la presión de los organismos internacionales les obligó a rectificar.
Hoy en día Nauru es una sombra de lo que fué. Ha habido un enorme flujo migratorio hacia Australia y  Nueva Zelanda, que ha reducido su población de más de 13000 habitantes a apenas 9300, la mayoría obesos y donde la diabetes hace estragos. Su principal fuente de ingresos es el canon que le paga anualmente Australia por mantener en su territorio un campo de refugiados para inmigrantes ilegales (mayormente del sureste asiático) que han tratado de llegar a suelo australiano. Sus habitantes han tenido que volver a la pesca y a la agricultura, como sus antepasados. Sus esperanzas de futuro se basan en dos proyectos: la explotación secundaria de la mina, para aprovechar el mineral que aún queda, y la regeneración de la zona arrasada para poder recuperar la actividad agrícola.
Resumiendo, otro buen ejemplo de irresponsabilidad y falta de previsión. Lástima que nadie parezca haber aprendido nada

miércoles, 3 de agosto de 2011

El fascinante Xiaotingia zhengi

El reciente descubrimiento en China del fósil de un dinosaurio con plumas echa por tierra creencias que se tenían por seguras desde hace décadas en Paleontología.
El dinosaurio, que ha recibido el nombre de Xiaotingia zhengi, era un animalejo del tamaño de un pollo y unos 800 gramos de peso. Lo verdaderamente destacable es que este animal muestra un indudable parentesco con el Archaeopteryx. Pero a la vez, este dinosaurio tiene características en sus garras y dientes que lo vinculan invariablemente a los Deinonychosauria, un grupo de dinosaurios de los que forma parte, entre otros, el célebre Velociraptor. Ahora bien, tradicionalmente se ha considerado al Archaeopteryx como el ave más antigua conocida del registro fósil. Pero si se confirma esta teoría, publicada en la revista Nature por Xing Xu, profesor de la Academia China de Ciencias y descubridor del Xiaotingia, no quedará otro remedio que desposeer al Archaeopteryx de su título honorífico y reasignarlo al grupo de los dinosaurios, quedando así reducido a ser otro pequeño dinosaurio con plumas de los que por entonces correteaban por la superficie del planeta.
Esta es una reconstrucción aproximada de nuestro amigo el Xiaotingia:

Ah, y si alguien se lo pregunta, si, a mi también me parece un personaje sacado de Barrio Sésamo o de los Muppets.