sábado, 29 de junio de 2013
Francotiradores (III): Lyudmila Pavlichenko
A diferencia de otros ejércitos de la Segunda Guerra Mundial, en el soviético si hubo una importante presencia femenina, incluso en puestos de combate. Los francotiradores no fueron la excepción; se estima que unas 2000 mujeres recibieron entrenamiento como francotiradoras, de las cuales apenas 500 seguían con vida al final de la guerra. Estas flintenweiber (mujeres-rifle, así las llamaban los alemanes) causaron numerosas bajas y su existencia fue un duro golpe para la moral del ejército nazi.
Una de las primeras en solicitar su alistamiento, en junio de 1941, fue Ljudmila Mijailivna Pavlichenko, una joven ucraniana de 24 años, estudiante de historia, trabajadora en una fábrica y miembro de un club de tiro. Solicitó expresamente incorporarse a la infantería (a pesar de las "sugerencias" de que se hiciese enfermera), para lo cual tuvo que mostrar su pericia con el rifle, y fue asignada a la 25ª División de Infantería, al 54º Regimiento de Fusileros.
Abatió a sus dos primeros blancos cerca de la ciudad ucraniana de Bilyayivka. Como la mayor parte de francotiradores rusos utilizaba un fusil de reglamento Mosin-Nagant modificado (algunos también utilizaron el Tokarev SVT-40).
Combatió dos meses en Odessa, donde alcanzó los 187 enemigos muertos. El avance alemán obligó a los soviéticos a retirarse y Lyudmila pasó a combatir en Crimea, luchando en el cerco de Sebastopol. En mayo del 42 ya llevaba 257 enemigos abatidos; fue ascendida a teniente. En junio, resultó herida por fuego de mortero. El alto mando soviético, vista la enorme popularidad de Lyudmila entre sus tropas, decidió retirarla del frente para que no corriera más riesgos. En agosto, partió en un viaje propagandístico a Canadá y EEUU, buscando apoyos para sus tropas, acompañada de otro conocido francotirador, Vladimir Pchelintsev. Su presencia causó sensación en la opinión pública norteamericana, la prensa le dedicó amplios espacios llamándola "la heroína rusa" o "la mujer francotiradora", llegando a ser recibida por el mismísimo presidente Franklin D. Roosevelt.
De vuelta a casa, fue ascendida a comandante. No volvió al frente y se le encomendó la labor de adiestrar a nuevos francotiradores. Su lista final de bajas alcanza los 309 enemigos, incluídos 36 francotiradores. Recibió el título de Héroe de la Unión Soviética y la Orden de Lenin.
Tras la guerra, continuó su labor como historiadora, además de formar parte del Comité Soviético de Veteranos de Guerra. Murió en 1974.
No fue la única francotiradora soviética destacada. También conviene recordar al equipo formado por Maria Polivanova y Natasha V. Kovshova (unas 300 bajas); Liba Rugova (242); Yekaterina Zhdanova (155); o Roza Shanina (54), muerta a los veinte años de edad en combate, al igual que tres de sus cuatro hermanos.
jueves, 27 de junio de 2013
Francotiradores (II): Vasiliy Záitsev
La Segunda Guerra Mundial fue la edad de oro de los francotiradores. Las técnicas y materiales empleados vivieron un avance espectacular y la participación de estos soldados especializados resultó decisiva en muchos enfrentamientos; especialmente, en el frente ruso, donde francotiradores alemanes y soviéticos causaron verdaderas sangrías en las filas enemigas. Sobre todo, los soviéticos, que tuvieron en sus francotiradores un arma importante en lo militar y devastadora en lo psicológico. Entre los muchos francotiradores del Ejército rojo que se distinguieron en el combate, acaso el nombre más conocido sea del de Vasiliy Záitsev.
Vasiliy Grigorievich Záitsev nació en Yeleninskoye, un pueblo cercano a los montes Urales. Aprendió a cazar ciervos desde niño, primero con arco y luego con armas de fuego; su abuelo le regaló su primer rifle con 12 años. Se alistó muy joven en la Marina donde, curiosamente, pese a ser un excelente tirador, ejerció labores administrativas como contable. En septiembre de 1942 se presentó voluntario para combatir en el frente y fue enviado a Stalingrado con la 284ª División, donde se vivían los enfrentamientos más feroces y sangrientos de la batalla por la ciudad. Enrolado en el 1047º Regimiento de Fusileros, muy pronto demostró su extraordinaria puntería: en apenas diez días acabó con cincuenta alemanes. Sus hazañas comenzaron a ser ampliamente ensalzadas por la prensa comunista, utilizándolas como propaganda para elevar la moral de los combatientes. Entre octubre de 1942 y enero de 1943, Záitsev logró acabar con 242 soldados alemanes (aunque algunas fuentes elevan la cifra real a más de 400). Además, ejerció como instructor de otros francotiradores, a los que llevaba consigo durante sus misiones. A estos 28 aprendices a los que entrenó se les apodó zaichata, lebratos (el apellido Záitsev significa liebre) y se estima que al final de la guerra sumaban entre todos más de 3000 enemigos muertos. Dos destacados zaichata fueron Victor Ivanovich Medvedev (331 muertos) y Anatoliy Ivanovich Chekhov (265).
El episodio más famoso de su carrera como francotirador, reflejado en la película de 2001 Enemigo a las puertas, es su enfrentamiento con Erwin König (o Heinz Thorvald, según la fuente a la que se recurra), un supuesto tirador de élite alemán enviado expresamente para acabar con Zaitsev, al que éste mató tras un enfrentamiento de tres días entre los escombros de Stalingrado. Sin embargo, muchos historiadores ponen en duda la veracidad de tal episodio; no hay referencia de ello fuera de la propaganda soviética y del diario del propio Záitsev. Los informes militares alemanes y soviéticos no hacen mención alguna de ello.
Recibió la distinción de Héroe de la Unión Soviética, dos Ordenes de Lenin y dos Ordenes de la Bandera Roja. En enero de 1943, resultó gravemente herido en los ojos por la metralla de una granada de mortero. Tardó bastante en restablecerse completamente, y acabó la guerra con el grado de capitán. Dejó el ejército después de la guerra y trabajó como ingeniero y director de una fábrica. Murió en Kiev en 1991, a los 76 años. Su fusil M1891/30 Mosin-Nagant se conserva aún expuesto en el Museo del Ejército de Moscú.
martes, 25 de junio de 2013
Francotiradores (I): Simo Häyhä, "la muerte blanca"
Empiezo hoy una serie de artículos dedicados a algunos de los francotiradores más destacados de la historia. Comienzo por el que posiblemente sea el más famoso y para muchos el mejor de todos los tiempos: el finlandés Simo Häyhä.
Simo Häyhä nació el 5 de diciembre de 1905, en Rautjärvi, un pequeño pueblo del sureste de Finlandia, muy cerca de la frontera rusa. Desde niño aprendió a sobrevivir en condiciones extremas y a disparar con la extraordinaria paciencia y precisión que años más tarde lo harían enormemente popular. Se ganaba la vida como granjero y cazando alces. Con 17 años hizo el servicio militar, como todos los finlandeses, y a los veinte años se unió a la Suojeluskunta o Guardia Blanca, una milicia de voluntarios que participó en la guerra civil finlandesa de 1918 luchando contra los comunistas.
Las relaciones entre Finlandia y la URSS habían sido complicadas desde que Finlandia se había independizado en 1917. La cercanía del gobierno finlandés con el alemán no hizo sino acrecentar la desconfianza de Stalin, que temía que en una guerra los alemanes lanzasen un ataque desde suelo finlandés (la frontera finlandesa estaba por entonces a apenas 25 kilómetros de Leningrado). Por eso, intentó negociar un intercambio de territorios con Finlandia, para asegurar sus fronteras, pero los finlandeses se negaron, Finalmente, justo después del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, los soviéticos lanzaron una gran ofensiva contra Finlandia. La excusa, al igual que la de Alemania para invadir Polonia, fué un montaje: la artillería soviética bombardeó la aldea rusa de Mainila y acusaron a los fineses de ser los responsables.
La llamada Guerra de Invierno comenzó el 30 de noviembre de 1939, cuatro días después del ataque a Mainila. Cuatro ejércitos soviéticos, alrededor de medio millón de hombres, acompañados de miles de tanques y aviones y bajo el mando del mariscal Kiril Meretskov, penetraron en Finlandia buscando aniquilar rápidamente sus defensas. Frente a ellos, unos 200000 finlandeses, sin apenas tanques ni aviación. Stalin, confiado, pensaba haber ocupado todo el país antes de fin de año. Pero se encontró con una resistencia inesperada y muy efectiva.
El general Carl Gustav Mannerheim, comandante en jefe de las tropas finlandesas, sabía perfectamente que no tenían oportunidad en campo abierto, por lo que diseñó un plan de batalla no convencional aprovechando sus ventajas: el mejor conocimiento de la orografía, su mejor adaptación al clima y la efectividad de sus unidades especiales, especialmente dos: los francotiradores y las unidades sobre esquíes.
La llamada Guerra de Invierno fué auténticamente infernal para los soviéticos. Haber comenzado la invasión en pleno invierno (con temperaturas de hasta -40º) fué un terrible error, agravado por el hecho de que muchos soldados rusos no disponían de ropa de abrigo (algunos de sus generales creían que la victoria sería tan rápida que no la iban a necesitar) y carecían de experiencia en territorios cubiertos de nieve: Stalin no se fiaba de los soldados de regiones cercanas a Finlandia, que pudieran simpatizar con los fineses, por lo que la mayor parte de las tropas provenían de otras regiones, como las repúblicas caucásicas, y no estaban acostumbradas a desenvolverse en esas condiciones. Conforme se internaban en territorio enemigo, sus bajas empezaron a crecer alarmantemente. El frío diezmaba sus filas, los vehículos se averiaban o se accidentaban, los francotiradores finlandeses abatían a cientos de soldados y las demás tropas finlandesas (que gracias a sus esquíes se movían mucho más velozmente que los rusos) atacaban incesantemente a los grupos aislados, destruían sus líneas de abastecimiento y cortaban sus comunicaciones. Los soviéticos sufrieron humillantes derrotas durante su avance, como la aniquilación de las Divisiones 163ª y 44ª en la batalla de Suomussalmi (diciembre de 1939-enero de 1940): 45000 rusos derrotados por apenas 7000 finlandeses (27000 muertos y 2000 prisioneros, frente a 800 bajas locales, además de una inmensa cantidad de armas y material bélico capturado).
Y en medio de estos combates surge la figura de Simo Häyhä. Nadie mejor que un cazador de alces para convertirse en un francotirador de primera. Todos los trucos y técnicas que Häyhä había aprendido con la práctica los aplicó entonces. Pequeño (apenas medía 1'52), delgado, siempre vestido con su traje blanco de camuflaje, podía pasarse horas tumbado sobre la nieve soportando temperaturas extremas hasta tener un objetivo a tiro. Apelmazaba la nieve que tenía ante el para que sus disparos no la removiesen, se llenaba la boca con nieve para que el vaho de su aliento no lo delatase. Además, nunca utilizó mira telescópica en su fusil (un M28 Pystikorva, variante finlandesa del fusil ruso Mosin-Nagant), porque a bajas temperaturas las miras se empañaban o se rompían con facilidad y el reflejo de la luz del sol podía delatar su presencia.
El número oficial de rusos abatidos por Häyhä en apenas tres meses es de 505 (algunas fuentes lo elevan a 542). Además, se le atribuyen otros 200 enemigos abatidos en combates "convencionales", en los que utilizaba un subfusil Suomi KP-31. Los rusos le tenían tal pánico que empezaron a llamarle "belaya smert", "la muerte blanca". Se hicieron numeroso intentos para neutralizarle, con escuadrones de búsqueda, francotiradores (Häyhä los mató a todos) e incluso bombardeos masivos con artillería, que no dieron frutos. Irónicamente, el 6 de marzo resultó herido de gravedad por un disparo al azar durante un enfrentamiento. Una bala explosiva le alcanzó el rostro, destrozándole la mandíbula. Sus compañeros lograron rescatarle, pero vieron horrorizados que "le faltaba media cara". Quedó en coma y no recuperó la consciencia hasta una semana después, el día 13, justo cuando se declaraba el alto el fuego.
Los contínuos reveses en los combates enfurecieron sobremanera a Stalin. A principios de 1940 relevó casi completamente a la oficialidad (algunos cifran la purga en un 80% de los altos mandos), incluyendo a Meretskov, que fue retirado del mando directo y sustituído por el mariscal Semion Timoshenko. Además, ordenó el envío de otros 600000 hombres de refuerzo, con abundante artillería. El empuje de estas unidades de refresco rompió las líneas defensivas finlandesas en marzo y, pese a su heroica defensa, los finlandeses finalmente se vieron obligados a pactar un acuerdo con los rusos. Cedieron a los soviéticos todo el istmo de Carelia y la ribera norte del lago Ladoga, parte de la comarca de Salla, la península de Kalastajansaarento en el norte y las cuatro islas del golfo de Finlandia, además de la cesión por treinta años con fines militares de la ciudad y península de Hanko. En total, un 11% del territorio finlandés (422000 personas tuvieron que dejar sus casas) y un 30% de su producción industrial. Una victoria que les había costado muy cara a los comunistas: 127000 muertos y más de 200000 heridos (los finlandeses tuvieron 26000 muertos y 43000 heridos). Uno de sus generales llegó a decir: "Hemos conquistado unas 22000 millas cuadradas de territorio finlandés. Lo suficiente para enterrar a nuestros muertos"
Häyha necesitó varios años y numerosas operaciones para recuperarse de sus heridas. Tras la guerra, fue ascendido de cabo a teniente segundo por el mismísimo mariscal Mannerheim. Dejó el ejército tras la Segunda Guerra Mundial y se retiró a la comarca de Ruokolahti, cerca de su pueblo natal, donde vivió el resto de su vida dedicándose a la caza y a la cría de perros. Años después, preguntado cómo había llegado a ser tan buen tirador, repondió sencillamente "Practicando". Y cuando le preguntaban qué sentía por su record de muertes, respondía simplemente "Hice lo que se me ordenó lo mejor que pude".
Murió el 1 de abril de 2002, a los 96 años de edad.
Simo Häyhä, después de ser herido |
sábado, 22 de junio de 2013
El robo de la Mona Lisa
El 21 de agosto de 1911, lunes, como todas las mañanas, los empleados del mundialmente famoso Musée du Louvre parisino entraron a trabajar a primera hora de la mañana. Poco después entraba también el pintor Louis Béroud, un habitual del museo, que como tenía por costumbre fue directamente a la sala Carré, donde se encontraba la Gioconda, el famoso retrato pintado por Leonardo da Vinci. Pero el cuadro no estaba allí. Inquieto, preguntó a los trabajadores del museo, pero ninguno sabía nada. Tras un rápido registro, llamaron inmediatamente a la Policía. El que posiblemente es el cuadro más famoso del mundo había sido robado.
Los gendarmes parisinos se pusieron inmediatamente manos a la obra. El museo permaneció cerrado una semana mientras se examinaba concienzudamente en busca de pruebas. Marchantes de arte, traficantes, ladrones, fueron interrogados para ver si sabían algo del asunto, sin éxito. Las sospechas se centraron entonces en los círculos de arte de vanguardia, quienes en numerosas ocasiones habían mostrado públicamente su rechazo hacia el arte clásico. En el Manifiesto Futurista (1909) su autor, el poeta italiano Filippo Tommaso Marinetti, decía en su punto 10 "Queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias variadas y combatir el moralismo, el feminismo y todas las demás cobardías oportunistas y utilitarias". Días después, el marchante Géry Pieret denunciaba en un artículo publicado en el Paris Journal lo fácil que era robar una obra de arte; él mismo había robado años antes un par de estatuillas iberas que luego había vendido al poeta Guillaume Apollinaire y al pintor español Pablo Picasso. Pieret fue detenido y Apollinaire y Picasso fueron interrogados como sospechosos, especialmente el primero, quien había propuesto tiempo atrás quemar el Museo porque allí "se encarcelaba el arte". Pero no pudieron probar nada y el caso se fue enfriando poco a poco.
Pasaron más de dos años sin que se supiera nada nuevo del caso. Hasta que en diciembre de 1913, el marchante y anticuario florentino Alfredo Geri recibió una insólita carta enviada desde Paris y firmada por un tal Leonardo V., en la que su autor le decía "Tengo en mi poder la obra robada de Leonardo da Vinci. Mi sueño es devolver esta obra maestra a la tierra de la que procede y al país que la inspiró" y pedía por ella medio millón de francos. Geri, sin saber muy bien qué hacer, pidió consejo a su amigo Giovanni Poggi, director de la Galleria degli Uffizi, quien le aconsejó responder al remitente para concertar un encuentro para examinar el cuadro. Geri citó al misterioso Leonardo en un hotel de Milán el 11 de diciembre, y cuando éste acudió fué arrestado por la Policía.
El misterioso ladrón resultó ser un humilde carpintero italiano llamado Vincenzo Peruggia, que vivía en París y había trabajado en el Louvre, con lo que conocía el lugar perfectamente. La mañana del robo se había vestido con un guardapolvo blanco como el de los empleados del museo, había entrado tranquilamente, había descolgado el cuadro, le había quitado el marco en un rincón discreto y se lo había llevado escondido bajo la ropa. Durante aquellos dos años y pico en los que todo el mundo se preguntaba donde estaría el cuadro, la Gioconda estaba escondida en la modesta buhardilla de Peruggia, bajo su cama.
En el juicio, Peruggia dijo que había actuado movido por su patriotismo, con la idea de devolver aquel tesoro artistico a su país. El juez no fué demasiado severo y le condenó a un año de prisión, que cumplió en buena parte en un hospital psiquiátrico. Pero la historia no convenció a muchos. Años más tarde, se supo que Peruggia había sido convencido para cometer el robo por un argentino llamado Eduardo Valfierno, el cual tenía sus propios intereses en el asunto: tras el robo, Valfierno vendió a seis millonarios y coleccionistas de arte (cinco norteamericanos y uno brasileño) seis copias del cuadro, pintadas por el pintor francés Yves Chaudron, asegurándole a cada uno que era la auténtica pintura robada (y cobrando por ello 300000 $). Lo confesaría todo en 1931.
Todos estos avatares hicieron dudar a muchos de si la Mona Lisa recuperada era de verdad la pintada por da Vinci o se trataba de una de las falsificaciones de Chaudron, una duda que se mantuvo durante años. Hoy está fuera de toda duda que es la original.
martes, 18 de junio de 2013
La Grande Jacquerie
La situación de la gran mayoría del pueblo francés de mediados del siglo XIV era de extrema miseria. La Guerra de los Cien Años que enfrentaba a Francia e Inglaterra desangraba al pueblo llano, que se enfrentaba además al hambre, la peste, los saqueos de ambos ejércitos y de las bandas incontroladas de mercenarios, los abusos de los nobles y los continuos impuestos de nobleza, clero y realeza. Y la situación se agravó cuando, el 19 de septiembre de 1356, el ejército inglés bajo el mando de Eduardo de Woodstock, llamado el Príncipe Negro, heredero al trono inglés, derrotó en la batalla de Poitiers a los franceses, capturando al rey Juan II el Bueno (cuentan que el rey francés iba acompañado de veinte caballeros que vestían armaduras idénticas a la suya, para confundir al enemigo, pero no le sirvió de nada). Para obtener su libertad, los franceses se vieron obligados no sólo a renunciar a amplias extensiones de terreno (casi un tercio de la superficie de Francia) en favor de Eduardo III de Inglaterra, sino a pagar la exorbitante suma de cuatro millones de escudos de oro. Y como las arcas del Estado estaban vacías, recurrieron a imponer nuevos tributos y exacciones al pueblo.
Esa era la gota que colmó el vaso de la paciencia de sus súbditos. El descontento social prendió como una mecha y provocó un incendio que se extendió por todo el norte del país. El inicio tuvo lugar con una asamblea espontánea acontecida en Saint-Leu-d'Esserent el 28 de mayo de 1358, donde un centenar de campesinos se reunieron para protestar contra los nuevos impuestos y acabaron proclamando que "todos los nobles del reino de Francia, caballeros y escuderos avergonzaban y traicionaban al reino y sería un gran bien destruirlos". De inmediato se unieron a la revuelta centenares de campesinos, artesanos y pequeños comerciantes, hasta formar un ejército de más de seis mil hombres (además de otros muchos grupos incontrolados que saqueaban y mataban por su cuenta), y el levantamiento se extendió por las zonas rurales de Artois, Champaña, Normandía, Île-de-France y Picardía, asaltando castillos, casas nobles y fuertes, y matando a todos los nobles que caían en sus manos. Como líder eligieron a un tal Guillaume Callet, un campesino natural de la villa de Mello. A estos sublevados se les llamaba jacques, un término entre popular y despectivo usado por los nobles para referirse a sus siervos, derivado de jaque, una chaqueta que solían llevar las clases humildes, y el propio Callet adoptó el nombre de Jacques Bonhomme. De ahí que la revuelta fuera conocida como La Grande Jacquerie.
Los jacques recibieron ayuda de otros movimientos subversivos que se habían producido en la misma época. Por ejemplo, desde París llegaron refuerzos enviados por Étienne Marcel, preboste de los mercaderes parisinos, que en febrero de ese año había encabezado un motín y tomado como rehén al delfín Carlos, heredero al trono y regente mientras su padre, el rey Juan II, seguía en cautividad.
La revuelta fue sofocada con un baño de sangre. Tropas leales a la Corona derrotaron el 9 de junio a un ejército de jacques que trataba de asaltar la fortaleza de Meaux, donde se había refugiado el delfín. Mientras el resto de los levantiscos se reorganizaba en Mello, el rey Carlos II de Navarra el Malo, yerno de Juan II y aspirante al trono francés, se ponía a la cabeza de las tropas del rey y de la nobleza. Tras reunir en Montdidier a un poderoso contingente de tropas (en buena parte, mercenarios ingleses), atacó sin miramientos a los jacques. El 10 de junio tomaba al asalto Mello, provocando una terrible carnicería. Guillaume Callet, capturado cuando intentaba negociar una tregua, fue torturado y decapitado. Todo aquel sospechoso de haber tomado parte en la revuelta fue ahorcado sin juicio, y por si fuera poco, Carlos el Malo ordenó ejecutar a cuatro personas de cada uno de los pueblos que se habían unido al levantamiento.
Poco después, Carlos el Malo se hacía con el control de París, tras alcanzar un acuerdo con Marcel. Sin embargo, la presencia de sus mercenarios ingleses hacía desconfiar a los parisinos. Una riña de taberna desembocó en un motín masivo contra Carlos, que intentó solucionarlo como sabía, ahogándolo en sangre. Unos 700 parisinos fueron masacrados, lo que hizo que la insurrección se volviera general. Carlos II se vió obligado a dejar la ciudad y Marcel fue asesinado. El delfín Carlos volvió a la capital, aclamado por los parisinos, con los que se mostró clemente y conciliador.
Por extensión, a partir de entonces se empezó a llamar jacqueries a las revueltas populares ocurridas en Francia durante el llamado Antiguo Régimen, y en general a cualquier levantamiento campesino. Pero a esta, siendo la primera, todavía se la conoce como La Grande Jacquerie.
sábado, 15 de junio de 2013
Eso te pasa por hablar demasiado
John Sedgwick (1813-1864) |
John Sedgwick nació el 13 de septiembre de 1813 en Lichtfield Hills (Connecticut), en el seno de una familia de tradición militar. Nieto del general John Sedgwick, que sirvió a las órdenes de George Washington en la Guerra de Independencia, fue maestro durante dos años antes de ingresar en la Academia Militar de West Point, de la que salió con el grado de teniente de artillería.
Participó posteriormente en las segunda de las Guerras Semínolas (1835-42) y en la guerra mexicano-norteamericana (1846-48), en la que participó el Batallón de San Patricio, durante la cual obtuvo por méritos de guerra dos ascensos, a capitán primero y luego a mayor. Más tarde, trasladado a la caballería, participaría en varios conflictos, como la sublevación de los mormones en Utah (1857-58) y las guerras indias (incluyendo la expedición de castigo contra los cheyennes en 1857). En 1860, dirigió la construcción de un nuevo fuerte en las orillas del río Platte (Colorado), en una zona aislada y peligrosa.
Al comenzar la Guerra Civil norteamericana, Sedgwick era ya coronel e Inspector Militar asistente en el ministerio de defensa, en Washington. No tardó en ser ascendido a general de brigada, y fue puesto al mando de la Segunda Brigada del Ejército del Potomac, al mando del general Heintzelman, para luego ser designado comandante de la Segunda División del II Cuerpo del mismo ejército. Peleó en las batallas de Yorktown, Seven Pines y Glendale, donde resultó herido en un brazo y una pierna. En julio de 1862 fue ascendido a general. Durante la batalla de Antietam (17/9/62), su superior, el general Summer, le ordenó atacar las posiciones confederadas sin efectuar un reconocimiento previo, un auténtico despropósito, ya que de haberlo hecho, habrían descubierto que los confederados, dirigidos por el legendario Stonewall Jackson, eran muy superiores en número y tenían una situación ventajosa. La división de Sedgwick perdió 2200 hombres y el propio general recibió tres balazos, en muñeca, hombro y pierna, lo que le supuso estar apartado del frente hasta diciembre.
Tras recuperarse, asumió brevemente el mando del II y el IX Cuerpos del Ejército del Potomac, hasta que fue nombrado comandante del VI Cuerpo, al mando del cual participó en las batallas de Chancellorsville, Salem Church y Gettysburg.
Y así llegamos a mayo de 1864. El general Grant, comandante en jefe de las tropas del Norte, lanza una ofensiva sobre Virginia, al frente del Ejército del Potomac y de parte del Ejército de Ohio (unos 120000 hombres). Cuando se dirigían hacia la capital confederada, Richmond, les salió al paso el Ejército del Norte de Virginia, al mando del líder del ejército confederado, el general Lee, con aproximadamente la mitad de hombres.
El primer encuentro tuvo lugar en el "wilderness" (espesura), un área cubierta de un espeso matorral entre los condados de Orange y Spotsylvania. La batalla duró del 5 al 7 de mayo y se resolvió con unos 2200 nordistas muertos, por unos 1500 del bando confederado. A continuación, el campo de batalla se trasladó al sudeste y las hostilidades se reanudaron el día 8; la llamada "batalla de Spotsylvania" se prolongaría hasta el día 21, saldándose sin un ganador claro y con aproximadamente las mismas bajas que la "batalla de la espesura" (2700 nordistas frente a 1500 del Sur).
El día 9, Sedgwick colocó a sus hombres muy cerca del flanco izquierdo del ejército confederado. Mientras dirigía la colocación de su artillería, francotiradores confederados, situados a bastante distancia (unos 900 metros) comenzaron a disparar sobre ellos, haciendo que artilleros y oficiales se pusieran a cubierto, lo que irritó al general. ¿Qué?¿Hombres escondiéndose de disparos aislados?¿Qué haréis cuando toda su línea abra fuego? Los soldados, aunque avergonzados, siguieron a cubierto, y Sedgwick insistió. Me avergüenzo de vosotros, escondiéndoos así. A esta distancia, no podrían acertarle ni a un elefante. Instantes después, una bala confederada lo alcanzaba debajo del ojo izquierdo, atravesándole el cráneo y matándolo en el acto. El autor del disparo fue un tal sargento Grace, del 4º Regimiento de Infantería de Georgia.
Sedgwick se convirtió así en la baja de mayor rango del ejército unionista durante toda la Guerra Civil. El general Grant, que le tenía en alta estima pese a su fama de tener poca iniciativa, sólo puso murmurar cuando le dieron la noticia: ¿De verdad ha muerto?. Sus soldados, que le profesaban un gran cariño, quedaron desolados por su pérdida, e incluso el general Lee, antiguo camarada de Sedgwick, expresó sus condolencias por su muerte.
martes, 11 de junio de 2013
Lepus cornutus: la historia del conejo con cuernos
Lepus cornutus (Bernard, 1789) |
Las primeras referencias a la existencia de una especie de conejo con cuernos son bastante antiguas, datan de la Edad Media. Una liebre con cuernos aparece dibujada en la Animalia Qvadrvpedia et Reptilia del pintor y dibujante flamenco Joris Hoefnagel (c. 1575). De la misma época es la Historia animalium del suizo Conrad von Gessner, que también hace referencia a él. Vuelve a ser mencionado en 1789, cuando el abate y naturalista francés Pierre-Joseph Bonnaterre lo incluye en la obra colectiva Tableau Encyclopédique et Methódique des Trois Règnes de la Nature. En toda Centroeuropa abundan las historias que hacen referencia a este animal. Sin embargo, Linneo, que lo nombró Lepus cornutus, nunca creyó en su existencia y escribió que se trataba de un mito, o, en todo caso de un híbrido.
La supuesta existencia de conejos con cuernos alcanzó sin embargo gran popularidad en los Estados Unidos. Lo cierto es que algunas tribus indias como los huicholes ya tenían leyendas que hablaban de conejos cornudos. El explorador John Colter (1774-1813), uno de los primeros hombres blancos en recorrer el estado de Wyoming a principios del siglo XIX afirmó haberlos visto. Los colonos europeos les dieron el nombre de "jackalopes" (mezclando jackrabbit, liebre, y antelope, antílope) y lo incorporaron al pintoresco folklore norteamericano, creándose innumerables leyendas e historias sobre el animal, sus costumbres y habilidades, a cual más extravagante:
- Los jackalopes surgen del cruce de un ciervo enano y una especie de "conejo asesino".
- Son de carácter tímido y asustadizo, pero si se ven amenazados pueden volverse tremendamente agresivos.
- Son capaces de imitar cualquier tipo de sonido, incluída la voz humana.
- Sólo se reproducen durante las tormentas eléctricas con granizo, lo que explica su escasez.
- Las jackalopes hembras pueden ser ordeñadas mientras duermen panza arriba, y su leche tiene propiedades medicinales.
- Para cazarlos, la mejor estrategia es dejar abandonada una botella de whisky en el campo, para que se emborrachen.
- Su carne es suave y sabrosa, parecida a la de la langosta.
En las regiones rurales del Oeste de los EEUU es muy frecuente ver cabezas disecadas de jackalopes, creadas por hábiles taxidermistas que unen al cráneo de un conejo la cornamenta de un ciervo. El mismísimo presidente Ronald Reagan poseía una de estos trofeos, y alardeaba en broma de haberlo cazado en persona.
Muchos pueblos utilizan al jackalope como atractivo turístico. Hay que destacar el caso de Douglas (Wyoming), nombrada oficialmente en 1985 "Hogar del Jackalope", donde el primer "avistamiento" data de 1829. Douglas celebra la fiesta del "Día del Jackalope", tiene una estatua de un jackalope de casi dos metros en el centro del pueblo y sus autoridades han concedido a miles de turistas que lo han visitado Licencias de Caza de Jackalopes (válidas, eso si, sólo para el 31 de junio, desde la medianoche hasta las dos de la mañana).
Licencia de caza de jackalopes; ojo al aviso final: "Esta licencia expira contigo" |
Como otras muchas leyendas, es posible que la historia del jackalope se base en un hecho real. En 1982 se halló para sorpresa de muchos un conejo que parecía tener una extraña cornamenta. Un estudio del animal concluyó que se trataba de un conejo corriente infectado por el virus del papiloma de la cola de algodón del conejo (CRPV), que en casos graves puede causar el crecimiento de tumores y excrecencias por todo el cuerpo del animal, incluída la cabeza.
Es posible que sea este el origen de todas las leyendas sobre conejos con cuernos. El resto, mucha imaginación.
sábado, 8 de junio de 2013
El hombre de Piltdown
El cráneo de Piltdown |
Pero, por otro lado, numerosos científicos acogieron con entusiasmo las teorías de Darwin. La evolución y la selección natural explicaban muchos puntos oscuros, incoherencias y datos aparentemente sin sentido con los que se encontraban en sus investigaciones. Por ejemplo, los fósiles, que solían ser atribuídos a especies desaparecidas tras el diluvio universal. Ahora, bajo este nuevo punto de vista, su existencia podía ser explicada de otra manera. Incluídos, por supuesto, los fósiles de los antepasados del hombre.
Una de las consecuencias de las teorías de Darwin fue que empezó a hablarse del "eslabón perdido", la especie teóricamente intermedia entre el hombre y el mono. Una teoría hoy descartada, pero que por entonces parecía perfectamente lógica. Y no tardaron en aparecer candidatos: el hombre de Neandertal en Alemania (que había sido descubierto en 1856 y llegaron a decir de él que era un hombre "normal" que había sufrido raquitismo, artritis y varias fracturas craneales), el hombre de Cro-Magnon en Francia (1868), el hombre de Java (1891)...
En Inglaterra, sin embargo, no se habían hallado fósiles humanos de relevancia. Algo que hería un poco el orgullo nacional de los investigadores ingleses. Todo cambió a principios del siglo XX. En 1908, un grupo de obreros que reparaban un camino en Fletching (Sussex) encontraron en una cantera cercana a la localidad de Piltdown, de donde obtenían la piedra para su trabajo, varios fragmentos de hueso. Uno de ellos se los llevó a Charles Dawson, un abogado de la zona que era también paleontólogo y geólogo aficionado. Dawson acudió a la cantera y halló más fragmentos de un cráneo y una mandíbula casi completa. Posteriores excavaciones hallarían un canino, que fue atribuído al mismo espécimen, además de restos de animales y piedras de sílex toscamente talladas.
El 18 de diciembre de 1912, Dawson y el prestigioso paleontólogo Arthur Smith Woodward presentaban el hallazgo en la Sociedad Geológica de Londres. Alcanzó enseguida gran popularidad y su autenticidad se aceptó sin demasiadas reservas. Sus características coincidían con lo que la mayoría de los paleontólogos de la época esperaban: un cerebro relativamente grande y unos rasgos simiescos, ya que se creía que el aumento de tamaño del cerebro había sido previo a la pérdida de los rasgos mas simiescos (ahora se sabe que fue al contrario). Se trataba sin duda del eslabón perdido: era tal y como lo habían descrito... ¡y además era inglés! Lo cierto es que apenas se hicieron análisis y estudios exhaustivos sobre él. Se le llamó Eoanthropus dawsoni.
Si bien muchos paleontólogos aceptaron el hallazgo sin cuestionarlo, lo cierto es que desde su descubrimiento hubo algunas voces críticas. El antropólogo Arthur Keith, aunque siempre defendió la autenticidad del hallazgo, sugirió que el cráneo y la mandíbula procedían de dos especies diferentes; el cráneo era indudablemente humano, pero la mandíbula parecía corresponder mas bien a algún tipo de simio. Lo mismo defendió en 1913 el antropólogo británico David Waterston, en 1915 el francés Marcellin Boule o más tarde el alemán Franz Weidenreich. Por lo general, los escépticos hablaban de una confusión accidental, aunque el norteamericano G. S. Miller fue el primero en hablar claramente de fraude. Es significativo que, mientras los científicos británicos defendían mayoritariamente el hallazgo, los europeos y americanos se mostraran mucho más escépticos y cautelosos. En 1915, Dawson afirmó haber hallado nuevos fragmentos de un segundo individuo a un par de millas de distancia del yacimiento original, pero se negó a revelar su localización exacta.
En las décadas posteriores se encontraron por todo el mundo nuevos fósiles de prehumanos. Estos fósiles no hacían más que aumentar las dudas sobre los restos de Piltdown, porque marcaban una línea evolutiva en la que los fósiles británicos parecían no tener sitio. Para los escépticos era un motivo más para dudar de su autenticidad, e incluso sus defensores empezaban a considerar la posibilidad de que el hombre de Piltdown fuera en realidad una "aberración" o un callejón evolutivo sin salida, más que un auténtico antepasado del hombre.
En 1935, Alvan T. Marston, dentista y arqueólogo aficionado, halló en Swanscombe (condado de Kent), a orillas del Támesis, un cráneo fósil datado en el Paleolítico inferior. Algunos expertos afirmaron que el cráneo de Swanscombe era un antepasado del de Piltdown; otros, sin embargo, defendían que era su descendiente. Marston dedicó varios meses a estudiar los restos hallados por Dawson, guardados en el Museo Británico de Historia Natural; y tras examinarlos concienzudamente, concluyó que la mandíbula pertenecía a un mono, basándose en que las raíces de sus dientes eran curvas y no rectas como las de los humanos. También le llamó la atención la peculiar coloración de los restos, de un color marrón oscuro muy peculiar, que Marston consideró que no se debía al proceso natural de fosilización, sino a algún tipo de tratamiento químico que habían recibido los restos. Sus conclusiones fueron publicadas en 1936 en el British Dental Journal y en el Journal of the Royal Anthropological Institute.
En 1948, el cráneo de Piltdown fue sometido a un análisis químico para averiguar sus índices de flúor. Se concluyó que dichos niveles eran muy dispares comparados con otros fósiles, como el de Swanscombe, cuya autenticidad estaba fuera de toda duda. La suma de indicios llevó a que se solicitara de una vez por todas un estudio pormenorizado de los restos, con técnicas modernas.
Las pruebas se llevaron a cabo en 1953. Su conclusión inapelable era la que ya casi todos sospechaban: el cráneo de Piltdown era un monumental y completo fraude. El análisis químico demostró que cráneo y mandíbula pertenecían a individuos distintos. Un examen microscópico reveló señales de abrasión en los dientes, que al parecer habían sido limados para encajar mejor con el cráneo. La misteriosa coloración marrón era superficial, y tal como había propuesto Marston, fruto de un baño químico con bicromato potásico y óxido de hierro, seguramente con el fin de enmascarar la distinta coloración de los fragmentos de hueso. Finalmente, se concluyó que el cráneo pertenecía a un humano moderno (posiblemente de la Edad Media), mientras que la mandíbula era de un orangután y el canino atribuído a ella pertenecía a alguna especie indefinida de simio. No se trataba de ninguna broma; había sido un fraude muy bien planeado y llevado a cabo para engañar a todo el mundo.
¿Quién estaba detrás del engaño? Muchos señalaron a Charles Dawson. Por ser el descubridor de los fósiles, porque no se hallaron más restos tras su muerte (acaecida en 1916) y porque más tarde se descubrió que buena parte de las piezas de su colección de antigüedades, fósiles y objetos curiosos eran falsas. Pero no fue el único sospechoso. James A. Douglas, profesor de Geología en Oxford, atribuyó el engaño en una cinta grabada poco antes de morir a su predecesor W. J. Sollas, con el objeto de burlarse de Smith Woodward, con quien estaba enemistado. También se mencionaron al propio Woodward o al jesuita y paleontólogo francés Pierre Teilhard de Chardin, que había participado en las excavaciones. Muchos opinan que el fraude se trató en realidad de una auténtica conspiración entre varios científicos británicos con un trasfondo político. Incluso hay quien apunta a la figura del escritor Arthur Conan Doyle, creador del personaje de Sherlock Holmes, quien casualmente vivía en Piltdown cuando los restos fueron hallados.
miércoles, 5 de junio de 2013
El Baño de Sangre de Estocolmo
Stortorget |
A todo esto, el trono de Suecia había sido usurpado en 1363 por el noble alemán Alberto III de Mecklemburgo, que tras la muerte de Olaf presentó su candidatura al trono noruego, a la vez que su hermano, Enrique III, duque de Mecklemburgo y casado con Ingeborg, hermana mayor de Margarita, optaba al trono danés. Margarita combatió a ambos y derrotó a las tropas alemanas en Åsle, el 24 de febrero de 1389, quedando como regente de los tres países.
Dado que no tenía descendientes, Margarita adoptó como hijo y heredero a su sobrino nieto Erik de Pomerania (nieto de su hermana Ingeborg y su rival Enrique III), al que nombró rey de Noruega en 1389 y de Suecia y Dinamarca en 1396. Para consolidar la unión de los tres reinos, en 1397 se firmó un tratado que daba lugar a la llamada Unión de Kalmar: los tres reinos se reunían bajo un sólo monarca, aunque conservaban cierta autonomía e instituciones propias. El reino resultante incluía Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Groenlandia y las islas Færøyane (Feroe); en total, más de 3000000 de kilómetros cuadrados.
Los suecos nunca estuvieron del todo satisfechos con la unión; ni con el papel preponderante de Dinamarca, ni con las frecuentes guerras que estos sostenían con sus vecinos alemanes. De hecho los suecos protagonizaron varios levantamientos armados y siempre existió una tensión constante entre ambos países.
Entre conflictos y discusiones llegamos a 1518. Christian II, coronado en 1514 rey de Dinamarca y Noruega, es el monarca que gobierna la Unión de Kalmar. Ese año estalla un conflicto interno entre el regente sueco Sten Sture el joven, partidario de la independencia de Suecia, y el poderoso arzobispo de Upsala, Gustav Trolle, defensor de la Unión. Christian II aprovechó la coyuntura e invadió Suecia con sus tropas. Fue derrotado en la batalla de Brännkyrka, pero logró hacer prisioneros a cinco de los principales colaboradores de Sture. Entre ellos estaba un joven de apenas 22 años llamado Gustavo Eriksson, que acabó encarcelado en Dinamarca como los demás, pero por poco tiempo: en 1519 logró huir de su confinamiento hasta la ciudad alemana de Lübeck, donde logró ganar apoyos para la causa sueca, para luego volver a Suecia en 1520.
En 1520, tras haber armado un poderoso ejército con numerosos mercenarios y haber obtenido el apoyo explícito del papa León X, Christian II volvió a invadir Suecia. Esta vez le fue mejor; en las batallas del hielo de Åsunden (tras la cual murió el propio Sture) y Tiveden, los suecos fueron derrotados. Tras ofrecer amnistía total a los partidarios de Sture, Christian II fue coronado rey de Suecia por el arzobispo Trolle el 4 de noviembre de 1520. Sin embargo, pese a las promesas de perdón, Trolle hizo arrestar de inmediato a docenas de relevantes opositores antidaneses, incluídas la viuda de Sture, Christina Gyllenstierna (moriría en prisión) y su madre, nobles, miembros del clero, el alcalde y los concejales de Estocolmo, militares, comerciantes, magistrados... hasta sumar más de un centenar de prisioneros que fueron acusados de "herejía manifiesta", juzgados y condenados.
Las ejecuciones se celebraron en el Stortorget, la gran plaza junto a la catedral de San Nicolás de Estocolmo. Comenzaron el mediodía del día 8, con la decapitación de dos obispos, Mattias y Vincent. Luego, fueron decapitados 15 nobles de alta alcurnia. El alcalde y los concejales de Estocolmo serían ahorcados más tarde. Las ejecuciones, hasta un total de 82, continuarían hasta el día 10. Los cuerpos de varios de los ejecutados serían luego quemados en hogueras. Incluso el cadáver de Sten Sture fue exhumado y quemado. Estos sucesos serían conocidos por los suecos como Stockholms blodbad (Baño de sangre de Estocolmo) y, junto a otras purgas (el total de opositores ejecutados en toda Suecia superó los 600) le valieron a Christian II el cariñoso apodo de Christian el Tirano.
Gustavo Eriksson logró salvarse de las purgas de Christian II, pero su padre Erik Johansson y su cuñado fueron ejecutados en el Baño de sangre de Estocolmo y su madre, su abuela y sus tres hermanas, encarceladas. Gustavo consiguió refugiarse en la provincia de Dalercalia, donde organizó una sublevación y fue nombrado en enero de 1521 "gobernador de Dalercalia y Suecia". En febrero la insurrección se hizo general en todo el país, alimentada por la sangrienta represión de Christian II. En agosto, Gustavo era nombrado "regente de Suecia". Finalmente, tras dos años de combates, el seis de junio de 1523 Gustavo fue nombrado rey de Suecia por el Riksdag (Parlamento), con el nombre de Gustavo I, y poco después se eliminaban los últimos focos de resistencia. Era el fin de la dominación danesa y el fin de la Unión de Kalmar. El arzobispo Trolle se vió obligado a huir del país. Gustavo I trató de que el Papa Clemente VII nombrara un arzobispo nuevo, pero cuando se negó, Gustavo dejó de obedecer las disposiciones de Roma, se incautó de los bienes de la iglesia católica y apoyó la extensión del protestantismo en el país.
Bandera de la Unión de Kalmar
Escudo de armas de la familia Vasa, a la que pertenecía Gustavo I Eriksson
sábado, 1 de junio de 2013
Porno en la Luna
Como parte del material de que iban provistas las tripulaciones de las naves del proyecto Apollo, que por primera vez puso a un hombre en la Luna, se incluían una serie de checklists o listas de verificación; una especie de manuales detallando los pasos que dar en cada procedimiento de la misión. En ellas se numeraban uno a uno los pasos que debían dar los astronautas, con descripciones detalladas, a veces incluso ayudadas con esquemas técnicos. Por ejemplo, estas son dos páginas de una checklist del Apollo 11, la nave que por primera vez colocó a un hombre en la Luna, utilizada por Neil Armstrong y Buzz Aldrin:
La segunda nave en llegar a la Luna fue el Apollo 12, cuyo módulo lunar se posó en el Oceanus Procellarum el 19 de noviembre de 1969. Sus tripulantes fueron Charles "Pete" Conrad, como comandante; Richard Gordon, como piloto; y Alan Bean, como piloto del módulo lunar. Sólo Conrad y Bean descendieron a la superficie con el módulo lunar (apodado Intrepid), mientras Gordon les esperaba orbitando en torno a la Luna en el módulo de mando, el Yankee Clipper.
Como era lógico, Conrad y Bean estaban provistos de sus respectivas listas de verificación para sus actividades en la superficie de la Luna; dos libritos de pequeño formato hechos de papel plastificado ignífugo y de alta resistencia, que llevaban enganchados en la muñeca del traje espacial. Ninguno de los dos esperaba la sorpresa que les aguardaba en el interior... cuando por fin llegó el momento de consultarlas, se encontraron con que había unos pequeños dibujos humorísticos en varias de las páginas y además, a modo de ilustraciones, había en ellas fotografías de mujeres desnudas. Más concretamente, de misses de la conocida revista masculina Playboy.
En la lista de Conrad aparecían una fotografía de Angela Dorian (Miss Septiembre 1967) con el epígrafe ¿Seen any interesting hills & valleys? (¿Has visto alguna colina o valle interesantes?); y otra de Reagan Wilson (Miss Octubre 1967) que ponía Preferred tether partner (Compañera de amarre preferida). A Bean le correspondieron Cynthia Myers (Miss Diciembre 1968) en una imagen con el lema Don't forget - Describe the protuberances (No lo olvides, describe las protuberancias) y Leslie Bianchini (Miss Enero 1969) con la frase Survey her activity (Estudia su actividad). Gordon tampoco fue ajeno a la broma: mientras sus compañeros estaban en la superficie lunar, encontró en un compartimento del módulo un calendario con la fotografía de DeDe Lind, Miss Agosto 1967.
Todo había sido una broma tramada y llevada a cabo por la tripulación de reserva de la misión, formada por David R. Scott, Alfred M. Worden y James B. Irwin, dentro del ambiente de fraternidad, camaradería y sana rivalidad existente entre las varias tripulaciones del proyecto Apollo; una rivalidad aumentada porque Conrad, Gordon y Bean eran pilotos de la Armada y Scott, Worden e Irwin, de las Fuerzas Aéreas. Habían estudiado las listas para ver dónde podían introducir alguna broma, habían impreso las copias de las fotografías en el mismo material del que estaban hechas las listas y las habían añadido sin contárselo a nadie.
La tripulación del Apollo 12 se abstuvo de comentar nada sobre el asunto por radio; temían que si se hacía público, la gente creería que no se tomaban en serio su misión. Por el mismo motivo, la broma tardó algunos años en hacerse pública. No obstante, a los tres les hizo mucha gracia la broma y se rieron a gusto, antes y después de volver a la Tierra.
Los "bromistas" también acabarían por pisar la Luna; fueron la tripulación del Apollo 15, que alunizó el 30 de julio de 1971.
Quien tenga curiosidad por ver las famosas checklists, aquí puede encontrar la de Conrad y aquí la de Bean. Y aquí, un artículo de Playboy sobre el suceso.