Verba volant, scripta manent

lunes, 28 de abril de 2025

La catástrofe que casi fue: la crisis del Citicorp Center

El Citigroup Center, en la actualidad

El Citigroup Center (originariamente Citicorp Center) es uno de los rascacielos más característicos de skyline de Manhattan. Se eleva hasta los 279 metros de altura, con 59 plantas y más de 120000 metros cuadrados de oficinas. Situado en la Calle 53, entre la Avenida Lexington y la Tercera Avenida, resulta fácilmente identificable gracias a su peculiar cima, inclinada 45º, y a estar sostenido sobre cuatro columnas de 35 metros. Esta disposición elevada tiene que ver con el origen mismo del edificio, pero también con una grave crisis provocada por una serie de errores humanos que estuvieron a punto de terminar en una catástrofe.

El edificio fue concebido como sede de Citibank, la división de consumo de la multinacional de servicios financieros Citigroup (entonces denominada Citicorp). El proyecto se anunció en 1973 y se inauguró oficialmente en octubre de 1977, aunque la adquisición del terreno había empezado bastante antes, en 1968. Poco a poco, de manera individual y sin darle publicidad, para prevenir una subida de los precios, la empresa fue comprando hasta 31 parcelas que constituían casi una manzana completa limitada por las avenidas Lexington y Tercera y las calles 53 y 54; en su mayor parte, casas unifamiliares, tiendas y una pequeña clínica. Ahí tuvieron el primer problema: la Iglesia Evangélica Luterana de San Pedro, que ocupaba la esquina entre Lexington y la 54 desde 1905, se negó tozudamente a trasladarse, rechazando todas las ofertas por su terreno.

Fue entonces cuando al ingeniero estructural William LeMessurier, uno de los  más prestigiosos de EEUU y responsable del proyecto junto a los arquitectos Hugh Stubbins y Edward Larrabee Barnes, se le ocurrió la idea de construir el rascacielos por encima de la iglesia. LeMessurier imaginó un rascacielos sostenido sobre cuatro columnas colocadas no en las esquinas, como era lo habitual, sino en el centro de dada uno de sus lados. La iglesia entonces aceptó permitir que el edificio se construyera sobre ella, con la condición de que su viejo edificio fuera demolido y se construyera una iglesia nueva en el mismo lugar, sin conexión con el rascacielos ni columnas que la atravesaran.

La construcción comenzó en abril de 1974 y se completó tres años y medio más tarde. La principal preocupación era la estabilidad del edificio, y de como resistiría al recibir el empuje de vientos intensos al estar levantado sobre columnas, así que LeMessurier introdujo una serie de novedosas medidas para darle una mayor resistencia. Incluyó en el proyecto una serie de refuerzos estructurales en forma de chevrones invertidos en el interior de cada fachada del edificio, diseñados para absorber el exceso de tensión causado por el empuje del viento y dirigirlo hacia las columnas principales. Además, el rascacielos fue el primer edificio de Nueva York dotado de un amortiguador de masa: un sistema que permite absorber vibraciones mediante el balanceo controlado de un contrapeso, habitual en edificios construidos en zonas de actividad sísmica habitual. En el caso del rascacielos, consistía en un contrapeso de 400 toneladas de hormigón flotando en aceite cuyo movimiento se controlaba con un dispositivo electrónico. LeMessurier calculó las cargas de viento en las cuatro caras del edificio, y concluyó que el diseño era más que suficiente para soportar cualquier viento que pudiera soplar.

Esquema del Citicorp Center, con los refuerzos de las fachadas destacados

Sin embargo, la compañía responsable de la construcción del edificio quiso buscar atajos para recortar tiempo y dinero e introdujo algunos cambios por su cuenta. Así, mientras el diseño original especificaba que los tirantes de carga debían estar soldados a la estructura del edificio, la compañía prefirió atornillarlos, lo que resultaba más barato. La oficina de LeMessurier fue informada, pero por algún motivo el ingeniero no llegó a conocer esas modificaciones.

En 1978 una estudiante de ingeniería en la Universidad de Princeton llamada Diane Hartley decidió hacer su tesis de fin de carrera sobre el Citicorp Center. Como parte de esa tesis, analizó el diseño y calculó por su cuenta las tensiones causadas por el viento, y se sorprendió al ver que sus resultados eran más altos que los resultados "oficiales" que le habían proporcionado en la oficina de LeMessurier. Además, esos resultados se referían únicamente a las tensiones causadas por el empuje del viento directamente sobre las cuatro caras del edificio, no sobre los vientos que incidían de manera oblicua sobre las esquinas. Hartley preguntó específicamente por esos resultados, pero no los obtuvo ya que no se habían calculado: las normas de construcción de la época no los requerían, y tampoco era habitual hacerlos. Y LeMessurier tampoco había considerado necesario calcularlos, creyendo que los vientos directos eran los que más tensión generarían en el edificio. Desde la oficina del ingeniero le aseguraron que el edificio tenía la resistencia necesaria y no había motivo para preocuparse. Hartley se limitó a expresar sus dudas en su tesis, sin investigar más a fondo, y no hay constancia de que LeMessurier hubiera sido informado de sus preocupaciones.

William James LeMessurier, Jr. (1926-2007)

Algo más tarde, en julio de ese año, un joven estudiante de primer año de arquitectura en el Instituto Tecnológico de Nueva Jersey llamado Lee DeCarolis llamó a LeMessurier para hablar sobre el Citicorp Center. DeCarolis había hecho un trabajo sobre el edificio para una de sus asignaturas, y su profesor había expresado algunas dudas sobre la integridad del edificio. LeMessurier habló con él durante un buen rato, asegurándole que el diseño era seguro y no tenía de qué preocuparse. Sin embargo, la llamada había inquietado a LeMessurier, quien había sabido solo unas semanas antes que los refuerzos del edificio habían sido atornillados y no soldados como él había pedido. Así que decidió repetir los cálculos, incluyendo esta vez los vientos oblicuos. Para su sorpresa, sus resultados mostraban que los vientos oblicuos podían causar hasta un 40% más de tensión que la que había calculado para los vientos directos, y que las juntas atornilladas podían ser sometidas hasta a un 160% más de tensión que la esperada. El proyecto original podía haber resistido esos vientos; pero las modificaciones introducidas durante la construcción habían debilitado su estructura y podían causar un fallo catastrófico si se veía sometida a vientos del orden de 110 km/h.

Para estar seguro, LeMessurier pidió al ingeniero Alan Garnett Davenport, profesor de la Universidad de Western Ontario y experto de fama mundial en túneles de viento, que revisara sus datos. El equipo de Davenport concluyó que no solo los resultados eran correctos, sino que incluso podía haberse quedado corto a la hora de calcular las tensiones. Un angustiado LeMessurier analizó el problema y concluyó que había una posibilidad entre 55 de que un año cualquiera se produjera un episodio climatológico lo suficientemente intenso como para poner en peligro la integridad del rascacielos. Pero, además, si durante ese episodio el amortiguador de masa estaba desconectado (por ejemplo, si se producía un corte de electricidad, algo habitual durante un huracán) la posibilidad aumentaba a uno entre 16. Y si el rascacielos se venía abajo, causaría una catástrofe sin precedentes, ya que, al estar rodeado de otros rascacielos, si se desplomaba probablemente arrastraría en su caída a otros, provocando un letal efecto dominó que podría causar miles de víctimas.

Angustiado por las consecuencias de su error, LeMessurier llegó a pensar en el suicidio antes de que se hicieran público los problemas del rascacielos. Al final, decidió ponerse en contacto primero con el abogado de Stubbins y con su compañía de seguros, y a continuación con los abogados de Citicorp. A todos les expuso de manera clara la situación y les instó a una reparación urgente, soldando placas de acero sobre las uniones atornilladas para aumentar su resistencia. Tras varias reuniones entre los representantes de Citicorp, los equipos de Stubbins y LeMessurier y las autoridades locales se dio luz verde al proyecto de reparación, cuyos costes asumieron las aseguradoras. La verdadera naturaleza del problema quedó limitada a un reducido círculo que incluía a la cúpula de Citicorp, al alcalde de la ciudad Ed Koch y varios de sus funcionarios de alto rango, y al jefe del sindicato de soldadores, al que hubo que recurrir para reunir a un número suficiente de trabajadores. Los soldadores, que habían firmado un acuerdo de confidencialidad que les prohibía hablar de lo que estaban haciendo allí, comenzaron a trabajar en agosto, con toda la discreción posible. Los trabajos se realizaban de noche, cuando el edificio estaba vacío, y a quien preguntaba se le decía únicamente que se trataba de un procedimiento rutinario y que no había ningún problema con el rascacielos. El secretismo se vio favorecido por una huelga de los trabajadores de prensa que paralizó entre agosto y noviembre de ese año la publicación de los tres principales periódicos de la ciudad, el Times, el Post y el Daily News.

El edificio en la actualidad. En primer término, la nueva Iglesia de San Pedro 

El momento más crítico se vivió a principios de septiembre, cuando los trabajos aún distaban de estar completos. Un huracán, el Ella, empezó a formarse al sur del cabo Hatteras y existía un elevado riesgo de que se dirigiese a Nueva York. Las autoridades prepararon un plan de evacuación de emergencia, que finalmente no se aplicó ya que se consideró que con el refuerzo que se había añadido el rascacielos podría resistir el embate del huracán. Finalmente Ella giró hacia el nordeste, dirigiéndose al mar y evitando la ciudad. 

Los trabajos de refuerzo se dieron por concluidos en octubre. Además de soldar las zonas atornilladas, se instaló un generador de emergencia para que el amortiguador de masa nunca se quedara sin energía y se instalaron medidores de tensión en zonas críticas del edificio. Dado que en la práctica no sucedió nada, todo el asunto se mantuvo en secreto hasta 1995, en el que el periodista Joe Morgenstern lo contó en un artículo publicado en la revista The New Yorker, tras haber oído la historia por casualidad en una fiesta, y tras haberlo confirmado con el propio LeMessurier. 

Ya bien entrado el siglo XXI, el NIST (Instituto Nacional de Estándares y Tecnología) llevó a cabo un estudio exhaustivo de la estructura del edificio con tecnología moderna. Su conclusión era que tanto Hartley como LeMessurier habían sobreestimado el efecto de las cargas de viento y que los refuerzos que tan apresuradamente se hicieron quizá ni siquiera eran necesarios.

En la actualidad, el edificio ya no pertenece a Citigroup, que lo vendió en 2001 a Boston Properties, una empresa de gestión de propiedades inmobiliarias especializada en edificios de alto standing en las zonas más exclusivas de las principales ciudades norteamericanas. Boston Properties lo renombró en 2009 como 601 Lexington Avenue.

domingo, 20 de abril de 2025

Fotografías históricas (XXII)

 

El torero y escritor Ignacio Sánchez Mejías, famoso por su amistad con los miembros de la Generación del 27, vela el cadáver de su cuñado y amigo íntimo José Gómez Ortega, Joselito, que acaba de morir corneado por un toro llamado Bailador. Talavera de la Reina, 16 de mayo de 1920.


Edward "Ned" Maddrell (1877-1974) es considerado el último hablante nativo del idioma gaélico manés (el idioma céltico propio de la isla de Man). Aunque tras su muerte el manés se consideró extinto, en las últimas décadas tanto las autoridades como los propios habitantes de la isla se han esforzado en recuperarlo.


"Las hadas de Cottingley". Entre 1917 y 1921 dos jóvenes primas llamadas Elsie Wright (nacida en 1901) y Frances Griffith (1907) tomaron varias fotografías en la localidad inglesa de Cottingley (West Yorkshire), donde residían, en las que aparecían acompañadas de hadas, similares a las de los cuentos infantiles. La publicación de las fotografías alcanzó una gran repercusión y mucha gente (entre ellos el célebre escritor sir Arthur Conan Doyle) las dio por verdaderas. No fue hasta 1981 en que las dos primas, ya ancianas, reconocieron haber falsificado las fotografías, usando recortes de papel prendidos con alfileres.


650 veteranos de la Primera Guerra Mundial rinden homenaje a los caballos muertos durante el conflicto (Camp Cody, Nuevo México, 1919).


El punto azul pálido. El 14 de febrero de 1990 la sonda Voyager 1 tomó la foto más lejana jamás tomada del planeta Tierra. En aquel momento se encontraba a más de seis mil millones de kilómetros de distancia, y la Tierra aparece como un diminuto punto azul en mitad de la inmensidad del espacio.



La llamada tormenta de polvo del Domingo Negro fue una de las peores tormentas de polvo de la historia de los EEUU. Tuvo lugar el 14 de abril de 1935, afectando a los estados de Oklahoma y Texas y se estima que desplazó del orden de 300000 toneladas de tierra y polvo, causando un número indeterminado de muertos, y provocando el inicio del éxodo de miles de habitantes de las zonas afectadas hacia California en los meses siguientes.


El bibliotecario y arqueólogo Manuel Esteve Guerrero (1905-1976), director de la Biblioteca Municipal de Jerez, posa con un casco corintio de bronce (siglo VI a. C.) hallado a orillas del río Guadalete (1938).


A finales de 1899 y principios de 1900, para luchar contra un brote de peste bubónica, las autoridades de Honolulu decidieron quemar los edificios del barrio de Chinatown donde se hubieran producido casos. Uno de estos incendios, sucedido el 20 de enero de 1900, quedó fuera de control y se extendió a los edificios cercanos, permaneciendo activo durante diecisiete días y arrasando la mayor parte del barrio. Centenares de personas (fundamentalmente inmigrantes chinos y japoneses y nativos hawaianos) perdieron sus hogares y fueron realojados a la fuerza en campos de retención para prevenir nuevos brotes.



Hombre con una punt gun o escopeta de barca (c. 1900). Las punt gun son escopetas de gran tamaño que tradicionalmente se utilizaban para cazar aves acuáticas, pudiendo abatir hasta cincuenta ejemplares con un solo disparo. Aunque en EEUU su posesión y uso todavía es legal en algunos estados, las leyes federales prohíben su uso para cazar aves acuáticas migratorias.



La legendaria tiradora Annie Oakley (1860-1926) dispara por encima de su hombro utilizando un espejo (c. 1890).


El 12 de octubre de 1960 un estudiante de 17 años llamado Otoya Yamaguchi, de ideología ultranacionalista, apuñaló con una wakishazi o espada corta tradicional al político Inejirō Asanuma, líder del Partido Socialista de Japón, durante un debate electoral. Asanuma murió poco después a causa de la hemorragia, y Yamaguchi se ahorcó en su celda tres semanas después.


Richard "Dick" Bong (1920-1945) fue un condecorado piloto norteamericano que acreditó 40 aviones japoneses derribados en el frente del Pacífico, el mayor número de derribos conseguidos por un piloto estadounidense en la Segunda Guerra Mundial. Murió el 6 de agosto de 1945, el mismo día en el que se arrojaba la bomba atómica sobre Hiroshima, al estrellarse en Burbank (California) mientras probaba un caza a reacción P-80 Shooting Star.


domingo, 13 de abril de 2025

La desaparición de Gloria Martínez



Gloria Martínez Ruiz nació el 29 de enero de 1975 en Alicante. Era una chica corriente, que vivía con sus padres y su hermana en el barrio de Florida Alta, sacaba buenas notas y estudiaba piano en el Conservatorio de la ciudad. Sin embargo, con 14 años comenzó a sufrir de insomnio crónico, lo que afectó a su salud mental: estrés, ansiedad, desórdenes alimentarios y, finalmente, algunos brotes psicóticos que no le impedían llevar una vida más o menos normal.

Sus padres le buscaron ayuda médica. Una psiquiatra llamada María Victoria Soler la estuvo tratando durante un par de años, probando diversas medicaciones, pero ninguna pareció solucionar su problema. Por eso, en 1992 la doctora Soler propuso a sus padres ingresar a Gloria durante un tiempo en una clínica de reposo privada.

La clínica se llamaba Torres de San Luis y se encontraba en el ayuntamiento de Alfaz del Pi. Había sido inaugurada poco antes y la doctora Soler era una de sus propietarias. Pretendía ser una clínica de reposo para patologías menos graves de clientes con elevado poder adquisitivo; estaba en una zona rural aislada, sin vecinos cercanos, y contaba con amplias instalaciones, con piscina, jardines y zonas deportivas. A sus padres no les hacía mucha gracia separarse de Gloria, ni tampoco el elevado coste de la clínica (un millón de pesetas de la época por cada mes de estancia), pero la doctora Soler los convenció asegurándoles que allí podrían ayudar a su hija y ofreciéndoles un generoso descuento. 

Y así la mañana del 29 de octubre de 1992 los padres de Gloria la dejaron en la clínica. En aquel momento el establecimiento pasaba por dificultades económicas y Gloria era la única paciente ingresada. Su madre quiso quedarse con ella la primera noche, pero no se lo permitieron; iba en contra de las normas de la clínica. Así que se fueron dejándola al cuidado del personal de la clínica. Sería la última vez que la vieran.

A la mañana siguiente los responsables de la clínica se presentaron en el cuartel de la Guardia Civil de Altea para denunciar la desaparición de Gloria. Según contaron, la joven había sufrido una crisis de ansiedad poco después de ingresar que obligó a administrarle calmantes y a mantenerla atada de pies y manos a su cama. A media tarde se había calmado lo suficiente para que las enfermeras la llevaran a comer algo a la cafetería. Fue por entonces cuando debió escribir una nota, que se encontró más tarde al registrar su habitación, en la que con letra irregular y temblorosa decía "Me da miedo pensar que estoy muriendo y la única luz está cerca de mí, Dios Mío". Por la noche la doctora Soler, según admitió ella misma, le administró cuatro dosis de potentes sedantes (haloperidol, clorpromazina y levomepromazina) para que estuviera calmada.

Sin embargo, a eso de la una y media de la madrugada, Gloria volvió a sufrir una crisis, llegando a un punto de nerviosismo tan elevado que el personal que la atendía por la noche (una ATS y una auxiliar de enfermería) tuvo que llamar a un matrimonio de origen búlgaro que se encargaba de las labores doméstica en la clínica para que las ayudaran a contenerla. Pero aún así cuando las enfermeras llevaban a la joven al servicio Gloria logró zafarse de ellas, saltar por una ventana y huir de la clínica, sin que pudieran dar con su paradero.

Esta versión, sin embargo, presenta numerosas inconsistencias y puntos oscuros. Los padres de Gloria nunca se creyeron que una chica de 17 años fuertemente sedada lograra eludir la vigilancia de sus cuidadoras, saltar desde un primer piso, escalar la valla exterior de la clínica (de dos metros de altura en su punto más bajo) y perderse de vista en un paraje agreste desconocido para ella sin que las numerosas batidas que se dieron más tarde por la zona consiguieran encontrar ni el más mínimo indicio de su presencia. Todo ello además en una noche sin luna, descalza y sin sus gafas (Gloria tenía una fuerte miopía, con ocho dioptrías en cada ojo), que habían quedado en su habitación. A la policía también le extrañó que, si Gloria había desaparecido en torno a la una y media de la mañana, los responsables de la clínica no hubieran avisado a las autoridades y a su familia hasta las ocho.

En los días siguientes la Guardia Civil llevó a cabo una extensa y minuciosa operación de búsqueda de Gloria por los alrededores de la clínica, recorriendo palmo a palmo la zona y drenando pozos y acequias. Sin embardo, apenas dos semanas después se produjo otro célebre caso de desaparición, el de las tres niñas de Alcácer, que contribuyó a desplazar la atención del caso, aunque las investigaciones se prolongaron durante algún tiempo. El empleado de una gasolinera de Altea dijo haber visto a una joven que podía ser Gloria llamando desde un teléfono público aquella misma noche. En marzo de 1993 se llevó a cabo una reconstrucción de los hechos con la participación de una prima de Gloria. La clínica cerraría definitivamente poco después por problemas económicos, tras un fracasado intento de convertirse en una residencia geriátrica.

En 1994, con la clínica ya cerrada, la Guardia Civil llevó a cabo un exhaustivo registro de sus instalaciones. Al vaciar la fosa séptica se halló una bolsa que contenía ropa interior y un cinturón de Gloria; las enfermeras alegaron que la joven se había orinado al sufrir su primera crisis y habían tenido que cambiarla, pero el hallazgo sólo intensificó las sospechas ya existentes sobre lo que realmente había sucedido con Gloria. En 1999 un testigo cuya identidad no se hizo pública afirmó haber visto a Gloria saliendo del domicilio particular de una de las enfermeras en el municipio de Tibi, pero la Guardia Civil acabó por descartar su testimonio por sus múltiples incoherencias.

Ante la falta de pruebas la investigación penal se cerró en el año 2000. La familia de Gloria denunció entonces a los responsables de la clínica por su responsabilidad en la desaparición. La Audiencia Provincial de Alicante les concedió en 2008 una indemnización de 60000 euros por daños morales, que luego se elevaría a 104000.

Aunque la Guardia Civil considera abierto el caso, hace años que no se practican diligencias ni aparecen datos nuevos. Numerosas teorías sobre lo sucedido aquella noche se han propuesto a lo largo de los años; la más repetida habla de una supuesta muerte accidental de Gloria por una sobredosis de medicamentos y la posterior ocultación del cadáver. También que hubiera sido víctima de un secuestro, o que hubiera huido con la ayuda de alguien.

domingo, 6 de abril de 2025

Pequeñas historias (XLI)

En 1917 la escritora y medium Emily Grant Hutchings publicó la novela Jap Herron, proclamando que el verdadero autor del libro era nada menos que el famoso escritor Mark Twain, muerto siete años antes, quien le habría dictado el libro desde el más allá a través de un tablero de ouija. La curiosidad del público convirtió a Jap Herron en un éxito de ventas, lo que llevó a Clara Clemens, hija y heredera de Twain, a denunciar a Hutchings y a su editor, Mitchell Kennerley. La demanda establecía que, una de dos, o el libro era un fraude, y por lo tanto debían de dejar de asociarlo al nombre de Twain; o bien, si seguían proclamando que Twain era su autor, debían entregar los beneficios de sus ventas a los herederos del escritor y a la editorial Harper & Brothers, poseedora de los derechos exclusivos de publicación de las obras de Twain. La demanda se retiró cuando Hutchings, sin retractarse de sus afirmaciones sobre la autoría del libro, aceptó detener su publicación y destruir todas las copias no vendidas.

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La palabra "boicot" procede del nombre de un personaje real: Charles Cunningham Boycott, un antiguo militar británico que tras dejar el ejército se convirtió en administrador de las posesiones de John Crichton, conde de Erne, en la isla irlandesa de Achill. Muy pronto se ganó fama de explotador y despiadado hacia los trabajadores y arrendatarios de las tierras del conde, llegando a intentar desahuciar a varios de ellos en tiempos de cosechas pobres, lo que le valió enfrentarse con la Irish National Land League (una organización que defendía los intereses de los pequeños agricultores frente a los grandes terratenientes), la cual presionó a sus trabajadores para que se negaran a recoger sus cosechas, y a los arrendatarios para que no pagaran las rentas. Boycott recurrió entonces a trabajadores foráneos, protegidos por el ejército y la policía británicos. Como respuesta, los negocios de la isla se negaron a servirle, ni a venderle mercancías ni a prestarle servicios. Los periódicos británicos, que mayoritariamente se pusieron de parte de Boycott, empezaron a hablar de "boicot" para referirse a estas acciones. Finalmente, Boycott y su familia se vieron obligados a abandonar Irlanda y regresar a Inglaterra.

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Bolle Willum Luxdorph (1716-1788) fue un funcionario, historiador y escritor danés cuya obra más conocida son sus Diarios, en los que registra principalmente noticias de Dinamarca y del extranjero. En su entrada del 19 de enero de 1764 menciona que un tal coronel Poulsen, residente en la Abadía de Børglum, había resultado gravemente herido tras abrir una caja que le habían enviado por correo y que contenía cierta cantidad de pólvora y un mecanismo de ignición que la hizo explotar cuando Poulsen la abrió. Este es considerado el primer atentado con una carta bomba del que se tiene noticia.

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Durante las Olimpiadas de 1972 el nadador norteamericano Mark Spitz (que ganaría siete medallas de oro en aquellos Juegos) le dijo a modo de broma al entrenador del equipo soviético que su característico bigote le ayudaba a conseguir mejores marcas, ya que desviaba el agua de su boca. Al año siguiente, todos los miembros del equipo soviético de natación llevaban bigote.

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El 22 de febrero de 1983 se estrenó en el Teatro Eugene O'Neill de Broadway la obra Moose Murders, descrita como una "farsa de misterio". La obra incluía entre otras escenas a uno de los protagonistas intentando acostarse con su propia madre y a un parapléjico levantándose de su silla de ruedas para pegar una patada en la entrepierna a un hombre disfrazado de alce. Las críticas fueron tan malas que su estreno fue también su última representación. Con el tiempo el nombre de la obra pasó a ser sinónimo de un fracaso estrepitoso en la escena teatral.

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El cantante Johnny Cash se alistó en las Fuerzas Aéreas en 1950, con apenas 18 años, y sirvió en ellas hasta 1954, cuando se licenció con honores con el rango de sargento. Durante la mayor parte del tiempo sirvió como operador de radio, y uno de sus destinos fue en la República Federal de Alemania como decodificador, interceptando transmisiones soviéticas en código Morse. Durante esta misión, fue él quien interceptó el mensaje en el que se informaba a las tropas soviéticas en la República Democrática de Alemania de la muerte de Josef Stalin. Se considera que Cash fue el primer norteamericano en saber de la muerte de Stalin, y según su familia a él le encantaba esa anécdota y la contaba en numerosas ocasiones.

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A principios de 2025 un jubilado llamado Anatoly Semenovich entregó en la biblioteca Belinski de Ekaterimburgo un libro que había encontrado en la calle, junto a otros en una caja, que había sido prestado por la biblioteca hacía más de un siglo. El libro, una edición de 1903 de la obra Atención e interés en el aprendizaje, de A.I. Anastasiyev, había sido prestado en julio de 1919 y debía haber sido devuelto un mes más tarde. En ese mismo mes el Ejército Rojo tomó la ciudad, hasta entonces en manos del Movimiento Blanco, y se supone que esa fue la causa de que el libro nunca fuera devuelto. Aún así, se queda lejos del récord: un ejemplar de Scriptores rerum Germanicarum septentrionalium, vicinorumque populorum diversi que el coronel Robert Walpole tomó prestado del Sidney Sussex College (uno de los colleges que forman la Universidad de Cambridge) en 1668 y que no regresó a su legítimo propietario hasta 1956.

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En el año 2010 el Ayuntamiento de Cádiz se dio cuenta de que uno de sus funcionarios, un ingeniero llamado Joaquín García, estaba a punto de cumplir veinte años como empleado municipal, así que decidieron hacerle un homenaje. García, cuñado de Fermín Moral, antiguo candidato socialista a la alcaldía de Cádiz, había llegado a ser director técnico de Medio Ambiente del Ayuntamiento, y en 2004 había sido destinado a la empresa pública Aguas de Cádiz como supervisor de la planta de tratamiento de aguas residuales de La Martona. Sin embargo, a la hora de localizarle nadie recordaba haberle visto últimamente, e incluso el gerente de La Martona admitió que no lo había visto en años, a pesar de que su despacho estaba enfrente al de García, y creía que había regresado al Ayuntamiento. Cuando por fin dieron con García este fue incapaz de justificar qué había estado haciendo en su horario laboral, así que concluyeron que llevaba al menos seis años sin acudir a su puesto de trabajo, sin dejar de cobrar su sueldo. García argumentó primero que si acudía a trabajar, aunque no durante toda su jornada (de ocho a tres), y luego que era víctima de acoso laboral porque le habían asignado un puesto vacío de responsabilidades, aunque no lo había denunciado por miedo a ser despedido. Sin embargo un juzgado de Cádiz lo condenó a una multa de 27000 euros (un año neto de sueldo, la mayor multa legalmente imponible en un caso de absentismo laboral) y García se jubiló poco después.