Corría el año 1935 y el aviador y explorador húngaro László Almásy (cuya figura se haría popular décadas después como protagonista de la novela y subsiguiente película El paciente inglés) se encontraba en Nubia, la región que se extiende por el sur de Egipto y el norte de Sudán, preparando nuevas expediciones. Iba con él uno de sus compañeros habituales, el ingeniero alemán Hansjoachim von der Esch. Un buen día Almásy charlaba con un comerciante local cuando mencionó que era húngaro. Debió llevarse una notoria sorpresa cuando aquel comerciante, cuyo aspecto no difería del de los demás nubios, se mostró encantado afirmando ser él mismo de origen húngaro. Ese fue el momento en el que los europeos supieron de la existencia de los magyarabs.
Hay que decir que, frente a lo que pudiera parecer, la palabra magyarab no procede de la unión de magyar (húngaro) y arab (árabe), sino de añadir el sufijo nubio -ab (tribu) a magyar, con lo que magyarab vendría a significar "la tribu de los húngaros". Según le contó aquel comerciante a Almásy, en el año 1517, una época en la que tanto una parte de Hungría como Nubia pertenecían al Imperio Otomano, había llegado a Nubia un destacamento de soldados cristianos húngaros, enviados por el sultán Selim I el Severo, al frente de los cuales iba un general al que los magyarabs llamaban Ibrahim el-Magyar, originario de la ciudad de Buda (una de las dos mitades de lo que hoy es Budapest). Con el tiempo, no todos aquellos soldados habían regresado a su país natal. Unos pocos se casaron con mujeres locales, formaron familias y decidieron instalarse en Nubia. También lo hizo Ibrahim el-Magyar, que se casó con una mujer nubia y tuvo un hijo, Alí, que a su vez tuvo cinco hijos varones: Selami, Mustafa, Djelal Eddin, Musa e Iksa. Sus descendientes dieron lugar a los magyarabs, que generación tras generación conservaron su ascendencia húngara como parte de su identidad como grupo, diferenciándolos de los demás nubios y de los árabes.
Fragmento de un mapa topográfico británico de 1958 en el que se puede ver la isla de los magyarabs (aquí nombrada como "Magarab I.") en el Nilo
La historia interesó a Almásy, aunque no lo suficiente para hacerlo cambiar de planes, ya que poco después se marchó junto a un par de aristócratas húngaros a una expedición de caza al Uadi Howar. Von der Esch en cambio si mostró un vivo deseo de conocer más sobre los magyarabs, hasta el punto de que viajó hasta su principal poblado, situado en una pequeña isla del Nilo cerca de la ciudad sudanesa de Wadi Halfa, y permaneció allí varias semanas, reuniendo información sobre ellos. Los ancianos de la tribu decían que sus antepasados habían llegado de un lugar llamado Nemsa (el nombre árabe de Austria) y que su comandante se llamaba Shenghal Sendjer, lo que Esch interpretó que originariamente era "general Sendjer". Además recopiló un pequeño vocabulario de palabras y expresiones que le parecieron que no correspondían con el idioma nubio, y que Almásy más tarde reconoció como similares a palabras húngaras.
Almásy hizo pública la existencia de los magyarabs a su regreso a Europa. Tanto las autoridades húngaras como los líderes de los magyarabs buscaron más tarde ponerse en contacto, pero el caos derivado del estallido de la Segunda Guerra Mundial frustró sus intentos. El siguiente contacto no se produciría hasta 1965, cuando una expedición dirigida por el reputado orientalista István Fodor llegó a Wadi Halfa. Para aquel entonces la isla en la que vivían los magyarabs había dejado de existir; la construcción de la monumental presa de Asuán y la consiguiente creación del lago Nasser, que inundó miles de kilómetros cuadrados, la habían dejado bajo las aguas. Asentamientos magyarabs como Ibrim, Qatta, Tuska, Aneba y Magyararti quedaron inundados, y los magyarabs se habían instalado en una serie de pequeñas localidades a lo largo del Nilo.
Magyarabs en Asuán (1965)
Fodor dirigió un extenso estudio sobre su historia, costumbres y cultura. Entre otras cosas, describió una serie de características físicas que diferenciaban a los magyarabs, y que él atribuía a su herencia europea, a pesar de los siglos transcurridos y de la mezcla con los nubios. Así, los magyarabs solían tener un tono de piel más claro, ojos más pequeños y eran habituales los individuos con el pelo rojizo. También, aunque no hablaban húngaro, si que conservaban numerosas palabras derivadas de ese idioma, e incluso usaban habitualmente refranes que aludían a sus orígenes, tales como Rá’sz el-mágyár zejj el-hágyár (La cabeza del húngaro es dura como una piedra), Ál-Mágyárí lá jisálli fíl-mezgyd (Los húngaros no rezan en las mezquitas, sin duda una referencia a la época en la que todavía eran cristianos) o El-mágyárí jilbisz burneta (Llevar el sombrero húngaro, es decir, no un turbante). Y pese al tiempo transcurrido mantenían costumbres típicamente húngaras como dibujar una cruz sobre el pan recién hecho, o hacer la señal de la cruz a un recién nacido (a pesar de que profesan el islamismo suní). En su estudio, Fodor concluía que "El color de la piel puede cambiar, la lengua materna puede perderse, pero el sentimiento de pertenencia a la nación húngara puede permanecer incluso en un entorno lejano y extranjero".
El propio Fodor también descubrió en sus estudios una fuente documental que parece confirmar el relato de los magyarabs sobre su origen. En 1516 un monje franciscano húngaro llamado Gábor Pécsváradi viajó en peregrinación a Tierra Santa y reflejó sus vivencias en un libro titulado Viaje a Jerusalén. En él se incluía una carta que envió a János Bánffy, copero real del Reino de Hungría, en la que le cuenta cómo el último día de 1516 llegó a Jerusalén el ejército turco bajo el mando de Selim I que se dirigía a Egipto a combatir contra el sultanato mameluco, y que en él figuraba un destacamento de soldados húngaros con los que pudo hablar. Es muy posible que se tratara de los mismos que serían enviados a Nubia tras la derrota de los mamelucos en enero de 1517, con el objetivo de proteger la frontera sur del imperio y las rutas de caravanas que cruzaban aquel territorio.
László Adolf Ede György Mária Almásy de Zsadány et Törökszentmiklós (1895-1951)
Una teoría reciente especula con que los antepasados de los magyarabs no eran exclusivamente húngaros, sino que también podía haber entre ellos eslavos del sur, fundamentalmente bosnios. Como curiosidad, Fodor descubrió en sus investigaciones la existencia en la ciudad de Asuán de otra comunidad musulmana de origen húngaro, pero que no tenía nada que ver con los magyarabs. Se trataba de descendientes de húngaros convertidos al Islam durante la ocupación otomana, que se habían instalado en Egipto tras ser expulsados de Hungría a mediados del siglo XVIII, durante el reinado de María Teresa I de Austria (1717-1780).
En la actualidad, existen unos 7000 magyarabs que viven en pequeñas localidades en las cercanías de las ciudades de Asuán (Egipto) y Wadi Halfa (Sudán), cuyos nombres hacen referencia a su origen húngaro: Magyarab-irki, Magyararti, Magyariyya, Magyar-nirki o Hillit el-Magyarab. También hay una pequeña comunidad, de unos 500 individuos, instalada en El Cairo. Las relaciones con Hungría siguen siendo fluidas y desde 1992 forman parte de la Magyarok Világszövetsége. la Federación Mundial de Húngaros, una organización que reúne a las comunidades húngaras en todo el mundo y les ayuda a conservar su cultura y valores.
El año 1924 alumbró un escenario inédito en la política del Reino Unido. Las elecciones celebradas en diciembre de 1923 habían dejado al Partido Conservador como el más votado (258 escaños en el Parlamento), pero sin una mayoría suficiente como para formar un gobierno en solitario. El tercer partido más votado, el Liberal (158 escaños), se negó a apoyar a los conservadores como había hecho entre 1918 y 1922 y prefirió apoyar un gobierno en minoría del Partido Laborista (socialistas moderados, 198 escaños). No es que los liberales tuvieran una gran afinidad con los laboristas, simplemente creían que el más que probable fracaso de su gobierno provocaría que en las siguientes elecciones una parte sustancial de sus votantes pasaría a votarles a ellos.
James Ramsay MacDonald (1866-1937)
Y así, en enero de 1924 por primera vez en su historia los laboristas formaban gobierno, encabezado por Ramsay MacDonald como primer ministro. Como era de esperar, fue un gobierno inestable al que los liberales mantenían pese a votar en contra de la mayoría de sus propuestas. Entre los pocos éxitos logrados por los laboristas estuvo el reconocimiento de la Unión Soviética y el inicio de negociaciones con ella para un tratado comercial, al que los conservadores se oponían tenazmente. Al final, el 8 de octubre, tras apenas 10 meses de gobierno, el gobierno laborista perdía una moción de censura presentada por los liberales con el apoyo de los conservadores. El detonante había sido la decisión del gobierno de paralizar el procesamiento de John Ross Campbell, editor y co-fundador del Partido Comunista británico, que había sido acusado en base a la Ley de Inducción al Amotinamiento de 1797 por haber publicado una carta en el semanario Worker's Weekly, medio oficial del Partido Comunista, en la que exhortaba a los soldados del ejército británico a que, en caso de una nueva guerra, no empuñasen sus armas contra sus camaradas trabajadores, sino que se unieran a ellos para combatir a los explotadores y capitalistas (el proceso se reanudaría más tarde y Campbell acabaría condenado a seis meses de cárcel). Como consecuencia, MacDonald presentaba su dimisión al rey Jorge V y convocaba unas nuevas elecciones para el día 29 de octubre. Unas elecciones atípicas, precedidas de una corta campaña electoral en la que jugaría un papel destacado un curioso documento, la Carta Zinóviev.
Grigory Zinoviev (1883-1936)
El 25 de octubre, solo cuatro días antes de las elecciones, el periódico conservador Daily Mail anunciaba haber descubierto una conspiración comunista y publicaba como prueba una carta, de la que enseguida se haría eco el resto de la prensa británica. La carta era un supuesto comunicado o directiva enviado por la Internacional Comunista, con sede en Moscú, al Comité Central del Partido Comunista británico, y estaba firmada por el presidente del Comité Ejecutivo de la Internacional, el soviético Grigori Zinóviev (de ahí que la carta acabara siendo conocida como la Carta Zinóviev); su secretario, el finlandés Otto Kuusinen; y por Arthur MacManus, representante británico en el Comité. En ella el Comité predecía que la continuidad de un gobierno laborista no solo contribuiría a normalizar las relaciones políticas y económicas entre el Reino Unido y la Unión Soviética, sino que crearía las condiciones adecuadas para la expansión de la influencia soviética y las ideas leninistas a lo largo del imperio británico, y a la larga, para el estallido de una revolución proletaria similar a la ocurrida en Rusia en 1917. Además, alentaba a los comunistas británicos a continuar su campaña de agitación entre la clase trabajadora británica (protestas, sabotajes).
Por supuesto, la idea de una revolución comunista en el Reino Unido despertaba el pánico en una parte sustancial del electorado y dejaba en muy mal lugar a los laboristas. MacDonald ya intuía que tenía pocas posibilidades de lograr un buen resultado en las elecciones, pero esas posibilidades se desvanecieron tras la publicación de la carta. El líder laborista trató inútilmente de rebatir la autenticidad de la carta en el escaso tiempo que quedaba antes de las elecciones; pero resultó una tarea imposible, dado que incluso dentro del Partido Laborista y de su propio gobierno había personas convencidas de su autenticidad. El mismo MacDonald llegó a decir que se sentía como "un hombre metido en un saco y arrojado al mar".
Como era previsible, el resultado de las elecciones fue altamente favorable para el Partido Conservador, que logró una holgada mayoría de 412 parlamentarios (más de 2/3 del total). La Carta Zinóviev había tenido un notable efecto sobre los votantes. No tanto sobre los laboristas, quienes pese a perder 40 parlamentarios habían obtenido un millón de votos más que en las anteriores elecciones, sino entre los más conservadores. El Partido Liberal había sufrido una debacle, perdiendo más de un millón de votantes y quedando reducido a apenas 40 parlamentarios. Y la mayoría de esos votos habían ido a parar a los conservadores.
¿Era auténtica la Carta Zinóviev, o era una falsificación? Aunque en su día hubo controversia, hoy en día está casi unánimemente aceptado que la carta era en realidad un hábil montaje hecho público para conseguir el efecto que finalmente tuvo: polarizar el voto moderado británico en torno al Partido Conservador, agitando el miedo al comunismo como catalizador para lograr ese apoyo masivo.
Tras formar gobierno, con Stanley Baldwin como primer ministro, los conservadores formaron un comité que determinó que la carta era auténtica, sin ir más lejos en sus averiguaciones, pese a las numerosas voces que pedían una investigación más profunda. Al mismo tiempo, el MI5, el servicio de inteligencia británico, hacía su propia investigación concluyendo que muy probablemente se trataba de una falsificación, aunque no hizo públicas sus conclusiones, que no salieron a la luz hasta muchos años después. Por su parte, tanto el gobierno soviético como la Internacional Comunista desmintieron tajantemente la autenticidad de la carta.
El propio Zinóviev emitió un comunicado el 27 de octubre (dos días antes de las elecciones) negando haber escrito la carta y calificándola de "impostura". Entre otras pruebas, alegaba que estaban incorrectamente escritos tanto el nombre de la organización ("Comité Ejecutivo de la Tercera Internacional Comunista" en lugar de "Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista") como el cargo de Zinóviev (mencionado como "Presidente del Presidium"). Además, la carta estaba fechada en Moscú en 15 de septiembre; y ese día Zinóviev estaba de vacaciones en Kislovodsk, a más de 1600 kilómetros de Moscú, con lo que no había podido firmar ni esa ni ninguna otra carta oficial. El comunicado de Zinóviev fue ignorado por la prensa británica y solo sería publicado en diciembre de 1924 por The Communist Review, una revista mensual editada por el Partido Comunista británico.
En 1967 tres periodistas del Sunday Times, Lewis Chester, Steven Fay y Hugo Young, publicaron una monografía sobre la Carta en la que afirmaban que en realidad había sido redactada en Berlín por miembros de la Hermandad de San Jorge, una organización de monárquicos rusos en el exilio. Aunque los supuestos autores habían muerto, contaban con la declaración de la viuda de uno de ellos que aseguraba haber visto como habían falsificado la Carta. Su objetivo último no era tanto provocar la derrota de los laboristas (algo por otra parte más que probable, incluso sin la Carta) sino sabotear las incipientes relaciones diplomáticas entre el Reino Unido y la URSS. Y de hecho, una de las primeras acciones del gobierno conservador fue anular el tratado comercial (aún sin firmar) que habían negociado los laboristas. La Carta habría sido entregada a miembros del Foreign Office (el ministerio británico de Asuntos Exteriores) justo después de la moción de censura, y pese a las dudas sobre su autenticidad, funcionarios del Ministerio, de acuerdo con miembros del Partido Conservador, filtraron el documento a la prensa.
A raíz de la publicación de este libro, el Foreign Office encargó su propia investigación sobre el asunto a Milicent Bagot, una célebre agente del MI5, experta en temas soviéticos y que inspiró uno de los personajes del novelista John Le Carré. Durante tres años Bagot examinó los archivos del MI5 y se entrevistó con supervivientes del caso, para finalmente entregar un exhaustivo informe... que jamás vio la luz, porque incluía información "sensible" sobre personas y operaciones relacionadas con la agencia.
A principios de 1998 rumores sobre la publicación de un nuevo libro llevaron al entonces ministro de Asuntos Exteriores, Robin Cook, a encargar un informe oficial sobre el caso. La encargada fue Gill Bennett, historiadora jefa del ministerio, quien tuvo acceso no solo a los archivos del ministerio y del MI5 (incluido el informe de Milicent Bagot) y MI6, sino a los archivos del Partido Comunista soviético, de la Internacional Comunista y del Partido Comunista británico. El informe de Bennett (parte del cual fue censurado, una vez más, por contener información confidencial) señalaba que, si bien la Carta contenía conceptos mencionados por Zinóviev en otros documentos, la situación entre ambas naciones en aquellos momentos (con la URSS muy interesada en mejorar sus relaciones internacionales y conseguir el tratado comercial con los británicos) hacía que sus actividades propagandísticas en suelo británico fueran más discretas que de costumbre, por lo que resultaba improbable que se hubiera permitido el envío de aquella carta. A pesar de su extensa investigación, Bennett concluía que resultaba imposible saber a ciencia cierta quién había escrito la Carta Zinóviev, aunque su opinión personal era que había sido encargada por miembros del Movimiento Blanco (una amalgama de grupos nacionalistas y monárquicos rusos opuestos a los comunistas) a falsificadores en Berlín o en Riga, como parte de una campaña para impedir la firma del tratado anglo-soviético.
De acuerdo con el trabajo de Bennett, la Carta habría llegado posteriormente a manos de los servicios de inteligencia británicos, los cuales, pese a no estar seguros de su autenticidad, la habían filtrado a la prensa. Bennett señalaba dos nombres como principales sospechosos de la filtración: Desmond Morton, un agente del MI5 que más tarde se convertiría en asistente personal de Winston Churchill, y sir Joseph Ball, miembro del MI6 que años más tarde acabaría trabajando para el Partido Conservador. En 2018 Bennett publicó un libro sobre el caso, titulado La Carta Zinóviev: La conspiración que nunca muere, con los resultados de su investigación (los que se podían hacer públicos, al menos).
Grigory Zinóviev, el supuesto autor de la Carta, siguió desempeñando cargos importantes dentro del organigrama soviético hasta que a finales de 1934 fue arrestado como sospechoso de haber intervenido en el asesinato de Sergei Kirov, uno de los principales colaboradores de Josef Stalin, y sentenciado a diez años de cárcel. Más tarde, acusado de traición y de conspirar para asesinar al propio Stalin, fue condenado a muerte y fusilado en agosto de 1936.
Allá por 2015 un joven californiano llamado Noah Katz iniciaba su primer negocio, fabricando partes de trajes de cosplay con una impresora 3D, que luego vendía a través de la plataforma de comercio electrónico Etsy. Como aquel negocio no le fue mal, dos años más tarde, en 2017, fundaba su empresa Artesian Future Technology LLC, dedicada a la fabricación de ordenadores personalizados.
En sus primeros tiempos, Artesian se centró sobre todo en la fabricación de equipos informáticos para el minado de criptomonedas, un sector en auge en aquel momento. En 2020 Katz decidió dar un golpe de timón a su empresa: la renombró como Artesian Builds y se centró en un nuevo nicho de negocio, los ordenadores para gaming. En este nuevo sector alcanzó un éxito rápido, consiguiendo numerosos pedidos y ganándose una fama de buena atención al cliente y productos de calidad.
En su primer año, Artesian Builds alcanzó dos millones de dólares en ventas. Pero en 2022 sus cifras se multiplicaron por diez, alcanzando los veinte millones, con alrededor de setenta empleados y dos almacenes, uno en la Costa Este y otro en la Costa Oeste. Buena parte de su estrategia de márketing se basaba en la peculiar personalidad de su fundador; a Katz le gustaba el protagonismo de su posición, presentarse como la cabeza visible de una empresa joven y diferente, los anuncios llamativos y excéntricos. Como cuando anunció que habían construido un ordenador utilizando huesos reales de dinosaurio como parte de la carcasa. O cuando se ofreció a construir un ordenador en el interior de un auténtico cráneo fósil de Triceratops, aunque nadie se mostró dispuesto a pagar los 300000 dólares en los que estaba valorado.
Como parte de esta estrategia, el 1 de marzo de 2022 Artesian Builds realizó una emisión en directo en la plataforma Twitch, protagonizada por Katz, en la que los espectadores podían ver como se montaba uno de los ordenadores que la empresa fabricaba. El punto culminante de la emisión iba a ser el sorteo de ese mismo ordenador entre las personas que estuvieran viendo la retransmisión en ese momento. La agraciada fue una streamer texana llamada Kiapiaa; sin embargo, tras echar un vistazo a su perfil, Katz anunció que el sorteo no era válido y tenía que repetirse. ¿El motivo? Según él, Kiapiaa no estaba "cualificada" para convertirse en "embajadora" de Artesian Builds porque no tenía suficientes seguidores en sus redes. Así que volvió a repetir el sorteo. Todo ello en menos de un minuto.
Noah Katz
A Kiapiaa, claro, le sentó fatal. Y no tardó nada en publicar en sus redes sociales lo ocurrido, incluyendo imágenes del sorteo. La noticia de lo ocurrido se extendió con rapidez y Artesian Builds se vio enfrentada a una oleada de indignación y críticas. Sus cuentas se vieron inundadas de mensajes que clamaban contra la injusticia cometida. En una comunidad como la gamer, donde la credibilidad se puede perder con rapidez, Artesian Builds pasó a quedar señalada. Miles de seguidores se dieron de baja y algunos de sus asociados más famosos, como el streamer Nickmercs (conocido por sus partidas del videojuego Call of Duty) rompieron todo lazo con la empresa. Y lo que fue incluso peor para Artesian, cientos de personas que habían encargado equipos nuevos o componentes nuevos anularon sus pedidos, dejándola prácticamente sin actividad. Noah Katz trató de disculparse y ofreció a Kiapiaa de nuevo el ordenador, pero ya era demasiado tarde.
Apenas ocho días más tarde, el 9 de marzo de 2022, Artesian Builds publicaba un tweet en el que anunciaba la suspensión de sus actividades debido a la falta de encargos. Aunque se especuló que podía volver a la actividad pasado un tiempo, o incluso que sus trabajadores podían hacerse cargo de ella, el 18 de junio la empresa anunciaba que se declaraba en bancarrota y sus activos (fundamentalmente ordenadores y componentes) iban a ser subastados para pagar sus deudas.
Resulta difícil creer que en apenas una semana una empresa pasara de estar en pleno crecimiento a hundirse completamente. En realidad, según irían contando más tarde algunos ex-trabajadores, la situación real de Artesian Builds no era tan idílica como Katz solía presumir. Aludían a problemas internos como sospechas de que los números de la empresa estaban inflados artificialmente, al carácter controlador de Katz, la existencia de una competitividad tóxica entre las dos localizaciones que acabó perjudicando a la empresa, o de la continua injerencia de los padres de Katz, quienes pese a no tener ningún cargo oficial en la compañía se involucraban a menudo en las actividades corrientes de sus trabajadores. También hablaban de como Katz había dado orden de aceptar todos los pedidos, aunque no tuviesen los componentes necesarios, lo que obligaba a los trabajadores a recurrir al mercado de segunda mano o incluso a familiares y amigos para conseguirlos, lo que redundaba en mayores gastos, mayor tiempo de espera y peor calidad del producto. En realidad, parece que el escándalo del sorteo no fue más que la gota que colmó el vaso y que solo aceleró el inevitable final al que Artesian Builds se encaminaba.
Los problemas de Noah Katz no cesaron tras la desaparición de su empresa. Algunos de sus clientes, que habían entregado sus equipos para ser reparados o personalizados, tuvieron que recurrir a la justicia para que les fueran devueltos y no fueran subastados junto al resto de propiedades de Artesian Builds. Y varios antiguos empleados y proveedores denunciaron que el ex-presidente había anulado pagos por valor de miles de dólares que les había hecho a través de la plataforma de pago PayPal, algunos de ellos varios meses anteriores a la quiebra de la empresa.
Se ignora que ha sido de Katz. Borró sus redes sociales después de que Artesian cesara su actividad y se desconoce donde está o a que se dedica en la actualidad.
La prueba estrella de las Olimpiadas clásicas era el stadion, una carrera a pie en la que los participantes, completamente desnudos, recorrían una distancia de un estadio (600 pies). Esta distancia variaba ligeramente de una polis a otra; así, en Olimpia equivalía a 192 metros, en Pérgamo a 210 y en Delfos y Nemea, a 178. Era la prueba que más interés despertaba; de hecho, en las primeras ediciones de los Juegos era la única prueba que se disputaba. El ganador se convertía en una celebridad dentro del mundo griego, daba nombre al periodo de cuatro años entre celebración y celebración, y tenía el privilegio de encender el fuego sagrado en los siguientes Juegos. Y para la ciudad a la que representaba suponía orgullo y prestigio tener a un campeón olímpico entre ellos.
Crotona (la actual Crotone italiana) era una colonia griega fundada por los aqueos de la ciudad de Ripes a finales del siglo VIII a. C. en el sur de la Península Itálica, en la desembocadura del rio Aesaros (hoy llamado Esaro). En sus primeros siglos prosperó y llegó a ser una de las principales ciudades de la Magna Grecia, fundando a su vez colonias como Caulonia, Terina y Turios, pero luego su importancia fue decayendo y en el siglo III a. C. acabó siendo conquistada por los romanos. En su historia destacan dos hechos que la hicieron famosa: fue el lugar donde el célebre matemático y filósofo Pitágoras de Samos fundó su Escuela, y fue cuna de numerosos campeones olímpicos.
El talento de los atletas de Crotona llegó a ser proverbial entre los griegos. El historiador Estrabón llegó a decir en su Geografía que "Aquel que llega el último de los crotoniatas es el primero del resto de los griegos". Aún se discute si se debía a su entrenamiento, a su alimentación o algún otro factor, pero lo cierto es que los crotoniatas lograron un número desproporcionadamente elevado de victorias en los Juegos; así, en las 26 Olimpiadas celebradas entre el 588 y el 488 a. C. hubo nada menos que 11 campeones del stadion nacidos en Crotona (en el mismo intervalo ninguna otra ciudad tuvo más de 2 campeones). De Crotona fueron originarios deportistas legendarios como Milón, que venció en la prueba de lucha de las Olimpiadas en seis ocasiones, y Ástilo.
Ástilo de Crotona participó en los tres Juegos Olímpicos celebrados entre el 488 y el 480 a. C., y en los tres se proclamó doble vencedor de stadion y diaulo (una carrera de dos estadios). En la de 480 a. C. se proclamó además campeón de hoplitódromo, una carrera a pie cuya distancia variaba entre los dos estadios en Olimpia y los quince en Platea, y en la que los participantes en lugar de ir desnudos corrían llevando el equipo completo de un hoplita: armadura, casco y escudo. Tradicionalmente, el hoplitódromo era la prueba que cerraba los Juegos, y servía como recordatorio a los griegos de que la tregua que se establecía durante su celebración llegaba a su fin y los conflictos armados que habían quedado en suspenso se reanudaban. Además, Ástilo también fue reconocido como periodónice, un título que se otorgaba a los atletas que lograban al menos una victoria en cada uno de los Juegos Panhelénicos (Olímpicos, Ístmicos, Píticos y Nemeos) en el periodo de cuatro años que iba de una Olimpiada a otra.
Sin embargo, en su tercera Olimpiada Ástilo fue proclamado campeón como Ástilo de Siracusa y no de Crotona. Como ya he dicho, para una ciudad griega era un inmenso honor que un atleta que la representase fuera campeón olímpico, aunque no fuera oriundo de ella. Por eso algunas ciudades recurrían a reclutar a deportistas de otros lugares para que participaran en su nombre. Y eso era lo que había pasado con Ástilo: Hierón, hermano de Gelón, el tirano de la ciudad siciliana de Siracusa (al que sucedería poco después como Hierón I), había convencido al campeón con dinero y prebendas para que aceptara competir como siracusano. Ástilo no era el primer atleta que competía en nombre de una ciudad que no era la suya, pero hasta entonces nunca un deportista de su fama y categoría había cambiado de bando de esa manera.
Milón de Crotona (Pierre Puget, 1671-1682)
No es necesario decir que a sus compatriotas crotoniatas no les sentó nada bien aquella traición. Como venganza, destruyeron la estatua de Ástilo, obra del gran escultor Pitágoras de Regio, que habían erigido después de su primera victoria olímpica, y que se encontraba junto a la de otros campeones crotoniatas junto al templo de Hera Lacinia, y convirtieron la que había sido su casa en una prisión. No parece que a Ástilo le importase demasiado: para entonces ya vivía en Siracusa, de manera más que acomodada gracias a la generosidad de Hierón. Algunos historiadores especulan con que la defección de Ástilo tuvo un trasfondo político al estar el atleta enfrentado a los entonces gobernantes de la ciudad. No obstante, parece claro que la cuestión económica fue la que más pesó a la hora de cambiar de ciudad.
La mañana del 30 de septiembre de 1999 tuvo lugar cerca de la localidad de Tōkai (prefectura de Ibaraki) el considerado el peor accidente nuclear de la historia de Japón hasta la catástrofe de la central nuclear de Fukushima en 2011. El incidente se produjo en unas instalaciones propiedad de la Japan Nuclear Fuel Conversion Co. (JCO), una filial de la Sumitomo Metal Mining Company dedicada a la producción de combustible para reactores nucleares.
En aquella factoría se transformaba hexafluoruro de uranio en dióxido de uranio con el que se elaboraba el combustible. Uno de los pasos de aquel proceso implicaba mezclar óxido de uranio con ácido nítrico para producir nitrato de uranio. Y eso era lo que estaban haciendo aquel 30 de septiembre por la mañana dos de los trabajadores de JCO, Hisashi Ouchi (35) y Masato Shinohara (40). Inclinado sobre un tanque de decantación lleno de ácido, Shinohara estaba subido a una escalera e iba vertiendo poco a poco el uranio en el tanque a través de un embudo que sostenía Ouchi. A unos metros de ellos, en otra habitación, su supervisor, Yutaka Yokokawa (54), trabajaba en su escritorio. Y a eso de las 10:35 ocurrió lo inimaginable. Una serie de brillantes destellos de luz azul (producidos por la llamada Radiación de Cherenkov) comenzaron a surgir del tanque, señal inequívoca de que se estaba produciendo una reacción nuclear. El uranio de su interior había alcanzado la masa crítica iniciándose una fisión nuclear que estaba produciendo grandes oleadas de neutrones y rayos gamma.
Hisashi Ouchi (1964-1999)
Ouchi y Shinohara se sintieron enfermos casi de inmediato, con dolor físico y náuseas, sobre todo Ouchi, que al estar inclinado sobre el tanque había sido el que más radiación había soportado. Yokokawa fue más afortunado; al estar en otra habitación la cantidad de radiación a la que se vio expuesto fue sensiblemente menor. Ouchi y Shinohara se dirigieron a la sala de descontaminación, donde el primero llegó a vomitar. Mientras tanto, la radiación que seguía produciendo la reacción dentro del tanque fue detectada por los sensores de rayos gamma de las instalaciones, lo que disparó la alarma. En un primer momento los tres trabajadores, sin darse cuenta de la verdadera gravedad de lo sucedido, no informaron a nadie de lo que había pasado. Fue otro trabajador, al ver el estado en el que se encontraban, el que sospechó que habían estado expuestos y avisó a los servicios médicos. Tras confirmarse su contaminación fueron evacuados de emergencia al hospital más cercano, y de ahí al Hospital Universitario de Tokio, que contaba con instalaciones para el tratamiento de daños por radiación.
Diagrama del accidente. A) Hisashi Ouchi B) Masato Shinohara C)Yutaka Yokokawa
A eso de las tres de la tarde, cuando se confirmó que la reacción continuaba, se ordenó la evacuación de unas 160 personas, trabajadores y residentes en un radio de 350 metros alrededor de las instalaciones. A las once de la noche se estableció un nuevo perímetro, esta vez de 10 kilómetros, recomendando a los que vivían en él (unas 300000 personas) que no salieran de sus casas y no consumieran agua ni productos agrícolas de la zona. Al día siguiente se levantó el confinamiento, aunque se mantuvieron cerradas las escuelas, y se inició una serie de chequeos masivos para determinar cuántas personas habían sido afectadas. Al final, se concluyó que más de 700 personas se habían visto expuestas; de ellas, 39 (todos trabajadores de la JCO) habían recibido una exposición severa y otras 667 (trabajadores, residentes y miembros de los equipos de emergencias) habían recibido un exceso de radiación menos grave. El incidente acabaría con la clasificación de "irradiación" y no de "contaminación", con una categoría de 4 en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (que va de 0 a 7).
La reacción en cadena se detuvo al día siguiente, cuando los equipos de emergencia lograron vaciar el agua del sistema de refrigeración del tanque (que actuaba como reflector de neutrones, alimentando la reacción) y añadiendo a la mezcla una solución de ácido bórico, que absorbe neutrones. Análisis posteriores descartaron contaminación radiactiva en el agua y en el suelo cercanos a las instalaciones, y solo hallaron una leve radiación residual en parte de la vegetación.
A su llegada al hospital, Hisashi Ouchi presentaba un estado sorprendentemente bueno. Pese a que había llegado a perder la consciencia antes de su traslado, en sus primeros días en el hospital se mostraba lúcido y activo, caminaba sin ayuda y hablaba con los médicos. Sus únicas secuelas aparentes era un oscurecimiento de la piel y la mano izquierda (la que tenía sobre el tanque) enrojecida e hinchada. Ouchi llegó a pensar que había tenido suerte y se curaría, pero los médicos no albergaban esperanzas. Había sufrido una exposición brutal: se calcula que estuvo expuesto a unos 17 sieverts (la exposición de Shinohara se calculó en 10 Sv y la de Yokokawa, en 3), mientras que la máxima exposición admitida por las autoridades a los trabajadores nucleares japoneses es de 50 milisieverts al año. La intensidad de la radiación que afectó a Ouchi era similar a la que se produjo en el epicentro de la explosión atómica de Hiroshima, y decenas de veces superior a la que encontraron los equipos de limpieza que actuaron en la central de Chernobyl tras el accidente de 1986, convirtiéndolo en la persona que haya estado expuesta a mayor radiactividad en toda la historia. Ouchi no era consciente de que le esperaban casi tres meses de terrible agonía y una de las muertes más espantosas jamás vistas.
Los efectos de la radiación no tardaron en hacerse patentes. Al cuarto día, un análisis de sangre reveló que el sistema inmunitario de Ouchi estaba devastado y apenas le quedaban glóbulos blancos, lo que obligó a colocarlo en un régimen de estricto aislamiento. Una micografía mostró que su ADN estaba tan dañado que los cromosomas no se distinguían. Eso ya era una sentencia de muerte, ya que sus células eran incapaces de regenerarse o dividirse, lo que implicaba que una vez hubieran cumplido su ciclo vital no se podrían sustituir y sus órganos irían fallando uno a uno. Aún así, y pese a que algunos miembros del equipo médico que lo atendía se mostraron contrarios a prolongar su agonía sin esperanza, se decidió seguir tratándolo y mantenerlo con vida todo lo posible.
El tanque de precipitación donde tuvo lugar la reacción nuclear
El estado de Ouchi se deterioró con rapidez. Pasados unos días ya era incapaz de tenerse en pie, su abdomen se había hinchado y sufría de intensos dolores. Para tratar de regenerar su sistema inmune se le hizo un trasplante de células madre sanguíneas periféricas, donadas por su hermana, una técnica pionera en la época. Aunque durante un tiempo volvió a tener sistema inmunitario, la radiación no tardó en matar sus nuevas células, igual que había hecho con las antiguas. Pasadas dos semanas ya era incapaz de comer por si mismo, sufría de hemorragias frecuentes y su cabello, sus uñas y sus dientes se caían, mientras su piel era tan frágil que se desprendía si se manejaba sin cuidado. Y el terrible dolor se había multiplicado, sin que los calmantes pudieran hacer mucho para aliviarlo.
Ouchi siguió empeorando mientras los tratamientos continuaban. Se le realizaron múltiples transfusiones de sangre debido a las numerosas hemorragias que padecía (llegó a necesitar diez transfusiones por día), y también injertos de piel, que tuvieron un éxito limitado. Se le suministraban continuamente analgésicos, antibióticos de amplio espectro y factores estimulantes de colonias de granulocitos (un medicamento que estimula la producción de glóbulos blancos). Sufrió varias paradas cardíacas, de las que fue resucitado por los médicos.
Pasados dos meses del accidente su situación era tan grave que el propio Ouchi pidió a los médicos que dejaran de tratarlo. "No soy un conejillo de indias" llegó a decirles. Desgraciadamente, lo cierto era que eso era justo en lo que se había convertido. Para los médicos Ouchi no solo era una ocasión magnífica para estudiar los daños que la radiactividad provocaba en el cuerpo humano, sino también para testar la eficacia de los tratamientos que se le administraban. Así que, tras consultarlo con su familia, los médicos decidieron continuar tratándolo.
Edificio donde tuvo lugar el accidente
Y así Hisashi Ouchi tuvo que soportar durante varias semanas más un dolor agónico imposible de describir, mientras sus órganos empezaban a fallar uno tras otro y sus músculos literalmente se desprendían de sus huesos. Finalmente, el 21 de diciembre, después de 83 días de sufrimiento, la situación de Ouchi llegó a un extremo tal que se hizo evidente que estaba a punto de morir, así que los médicos permitieron a su esposa e hijo visitarlo una última vez. Apenas unos minutos después de que se fueran, Ouchi sufrió un paro cardíaco del que ya no se repondría. Su cadáver era aún tan radiactivo que no pudo ser inhumado de forma tradicional y tuvo que ser procesado como un residuo radiactivo más.
No le fue mucho mejor a su compañero Shinohara, el cual, habiendo recibido menos radiación, pudo aguantar más, pero acabó muriendo el 27 de abril del 2000 a causa de un fallo multiorgánico. En cuanto al supervisor Yokokawa, salió mejor parado y fue dado de alta después de tres meses en el hospital, con secuelas menores.
La investigación oficial llevada a cabo por las autoridades japonesas y la Organización Internacional de la Energía Atómica concluyó que el accidente había sido provocado por una serie de negligencias y errores humanos concatenados, que incluían falta de adecuado entrenamiento y cualificación de los trabajadores, falta de supervisión, manejo negligente de los materiales y medidas de seguridad inadecuadas y obsoletas. La imprudencia más grave, y la causa última del accidente, era que el proceso que Ouchi y Shinohara llevaban a cabo tenía un límite máximo de 2'3 kilos de uranio por partida; pero en el momento en el que se había producido la reacción ellos ya habían añadido 16 kilos de uranio a la mezcla. Un error que no se hubiera producido de haberse contado con una supervisión adecuada y de haberse respetado las normas básicas de seguridad, como por ejemplo no utilizar recipientes que pudieran contener una cantidad mayor a la autorizada.
Al parecer, los directivos de la JCO habían ordenado acelerar todo lo posible el proceso de producción de combustible, ya que la planta tenía un pedido para el reactor nuclear de Jōyō y su fabricación iba con retraso. En el juicio posterior se supo que los directivos de la empresa llevaban años haciendo la vista gorda para este tipo de irregularidades con el fin de abaratar costes. Y también que, por ese mismo motivo, no se habían aplicado en la planta una serie de nuevas regulaciones de seguridad que el gobierno japonés había implantado a raíz de un incendio sucedido dos años antes en una planta de tratamiento de residuos nucleares situada a apenas cuatro kilómetros de la factoría de JCO.
Como consecuencia, en marzo de 2000 las autoridades japonesas retiraron a la JCO la licencia par elaborar combustible nuclear (la empresa cesó sus actividades en el 2003) y en abril de 2001 seis directivos, incluido el supervisor Yokokawa, se sentaron en el banquillo acusados de negligencia con resultado de muerte. Para entonces la JCO ya había aceptado pagar más de 120 millones de dólares para resolver más de 7000 reclamaciones de afectados por el accidente, tanto por la exposición a la radiación como por daños en sus posesiones. Los seis acusados se declararon culpables y fueron condenados a penas de entre dos y cuatro años de cárcel, mientras que el presidente de la JCO admitió la responsabilidad de su empresa y aceptó compensar a los afectados que no habían sido indemnizados hasta entonces y asumir los gastos de descontaminación y limpieza de la factoría.
A raíz de este incidente el gobierno japonés redobló su vigilancia sobre el sector atómico: nuevas leyes de seguridad, requerimientos más estrictos a empresas y trabajadores, y un mayor número de inspecciones.
En diciembre de 2006, un instructor de paracaidismo neozelandés llamado Michael Holmes saltó desde un avión a 15000 pies de altitud (más de 4500 metros) en lo que era un salto de rutina. Sin embargo, tanto el paracaídas principal de Holmes como el de reserva fallaron y el paracaidista se precipitó al suelo en caída libre. Milagrosamente, un arbusto de zarzamora amortiguó su caída y Holmes sobrevivió con heridas menores. Todo el descenso fue grabado por la cámara que Homes llevaba en su casco (la grabación está en YouTube).
El astrónomo danés Tycho Brahe (1546-1601) fue también un entusiasta alquimista que disponía de un laboratorio en el sótano de su casa, llamada Uraniborg, en la isla de Ven. Como muchos otros alquimistas, Brahe guardaba un gran secretismo con sus experimentos, y no dejó ninguna descripción escrita de estos o de sus resultados. Uraniborg fue demolida poco después de la muerte de Brahe, pero una prospección arqueológica llevada a cabo entre 1988 y 1990 sacó a la luz varios fragmentos de vidrio y cerámica, que se creen que pertenecen a recipientes del laboratorio. Recientemente estos fragmentos han sido sometidos a un análisis químico para ver qué elementos usaba Brahe en sus investigaciones, y se encontraron en ellos restos de níquel, cobre, zinc, estaño, antimonio, oro, mercurio y plomo (todos ellos habituales en los laboratorios alquímicos), y, sorprendentemente, también tungsteno, un elemento que oficialmente no fue identificado hasta 1781, y aislado en 1783. Los investigadores barajan dos opciones: que el tungsteno fuera producido accidentalmente, como subproducto de alguno de sus experimentos, o bien que Brahe lo aislara voluntariamente (en su época se sabía que en algunas minas de estaño de Sajonia el mineral contenía una impureza, a la que llamaban wolfram, que dificultaba su fundición) pero lo guardara en secreto.
El actor norteamericano John Cazale (1935-1978) posee un record difícil de igualar. Siendo un actor eminentemente teatral, apenas trabajó en el cine. Antes de su temprana muerte solo rodó cinco películas entre 1972 y 1978 (tres de ellas a las órdenes de Francis Ford Coppola), pero las cinco fueron nominadas al Oscar a la Mejor Película y seleccionadas por la Biblioteca del Congreso para su preservación por ser "cultural, histórica o estéticamente significativas". Esas películas son El padrino (1972), La conversación (1974), El padrino II (1974), Tarde de perros (1975) y El cazador (1978).
Isidor "Izzy" Einstein (1880-1938) fue un agente federal que se distinguió durante la época de la Ley Seca (1920-1933) a la hora de perseguir el contrabando de alcohol y cerrar bares ilegales. Einstein solía presumir de que era capaz de encontrar alcohol ilegal en una ciudad en menos de treinta minutos. En Chicago le llevó 21 minutos, en Atlanta 17, en Pittsburgh solo 11. Pero el récord lo estableció en Nueva Orleáns: 35 segundos. Nada más salir de la estación de tren se subió a un taxi, le preguntó al taxista donde podía conseguir un trago, y el taxista le pasó una botella.
En la primera edición de la Copa América, celebrada en Argentina en 1916, el seleccionador chileno Carlos Fanta y el jugador brasileño Sidney Pullen también actuaron como árbitros, dirigiendo entre los dos cuatro de los seis partidos disputados.
Cuando Sally Ride se convirtió en la primera mujer norteamericana en viajar al espacio (en la misión STS-7, en junio de 1983) los ingenieros de la NASA, demostrando su profundo conocimiento de las mujeres, le preguntaron si cien tampones era una cantidad adecuada para incluir en los suministros de la misión (para un vuelo de menos de una semana). Además, dando por supuesto que las mujeres astronautas querrían llevar maquillaje durante sus misiones, diseñaron un kit de maquillaje para utilizar en el espacio.
Louis Braille, el inventor del lenguaje braille para personas ciegas, se basó en un sistema de lectoescritura táctil inventado por el militar francés Charles Barbier de la Serre, cuyo objetivo era poder transmitir mensajes de noche a puestos avanzados sin que sus receptores tuvieran que encender una luz, revelando su posición, para leerlos.
En 1826 un ciudadano llamado William Morgan, residente en la ciudad de Batavia (Nueva York) anunció públicamente que iba a publicar un libro revelando los secretos de la masonería (de la cual él afirmaba haber sido miembro destacado) y de sus ceremonias de iniciación. Tras este anuncio, Morgan fue arrestado acusado del impago de un préstamo y del robo de una camisa; después de que su editor pagara su deuda y fuera puesto en libertad, volvió a ser arrestado, esta vez por una deuda en una taberna. Cuando fue liberado de nuevo, desapareció sin dejar rastro y nunca se volvió a saber de él, por lo que todo el mundo asumió que había sido asesinado por los masones para callarlo. Su caso despertó un fuerte sentimiento antimasónico (los masones habían ido ganando influencia dentro de la política estadounidense) e incluso el nacimiento de un Partido Antimasónico, de breve existencia.
El 6 de febrero de 1904, tras casi una década de discusiones y desencuentros entre el imperio ruso y el japonés por causa de los intereses que ambas potencias tenían sobre la región china de Manchuria y la península de Corea, los japoneses, hartos de que los rusos retrasaran sin motivo las negociaciones entre ambos y se negaran a retirarse de Manchuria, como habían acordado en 1900 con el gobierno chino, rompían oficialmente sus relaciones diplomáticas con ellos. Solo dos días más tarde, sin que mediara una declaración de guerra, una flota japonesa al mando del vicealmirante Heihachiro Togo atacaba Port Arthur, la principal base naval rusa en el Pacífico, mientras que al día siguiente otra flota hacía lo propio con el puerto coreano de Chemulpo. Daba así comienzo la que sería conocida como la guerra ruso-japonesa.
La guerra duró dos años y terminó con una contundente derrota rusa, que sorprendió a muchos en Occidente, acostumbrados a considerar al imperio ruso como una de las grandes potencias europeas y a los japoneses como una suerte de exóticos advenedizos que sólo hacía unas décadas que habían abierto sus fronteras. No obstante, en una guerra eminentemente naval como aquella, los rusos partían con desventaja. La Marina rusa, carcomida por la corrupción y el nepotismo, contaba con barcos anticuados y mal mantenidos, con tripulaciones escasas y oficiales incompetentes que habían conseguido su nombramiento más por influencias familiares que por sus méritos. Enfrente, los japoneses disponían de una armada con barcos modernos, muchos de ellos construidos en astilleros europeos, con tripulaciones bien entrenadas y oficiales que en muchos casos habían pasado por academias navales de Europa y EEUU.
Otras potencias como el Reino Unido o Alemania que también tenían intereses en la zona prefirieron mantenerse al margen y dejar que los dos imperios resolvieran sus diferencias. El único actor ajeno que intervino en el conflicto fue el diminuto principado balcánico de Montenegro, que se alineó con los rusos declarando la guerra a Japón. Por aquel entonces Montenegro mantenía una estrecha relación con el imperio ruso, que le había apoyado en sus enfrentamientos con los otomanos y le había concedido generosos subsidios, vitales para un país atrasado y fundamentalmente agrícola, donde los clanes familiares aún tenían gran influencia. Sin embargo, dado que Montenegro ni siquiera tenía una marina de guerra, se trató más que nada de un gesto simbólico, y su única aportación a la guerra fue un puñado de voluntarios montenegrinos que se alistó en el ejército ruso para combatir en Manchuria.
Nicolás I Mirkov Petrović-Njegoš, príncipe (1860-1910) y luego rey (1910-1918) de Montenegro
Finalmente en 1905 ambas naciones se mostraron dispuestas a firmar la paz. Los rusos habían perdido prácticamente toda su flota del Pacífico y los japoneses se enfrentaban a una seria crisis económica debido a los gastos del conflicto. Con el presidente norteamericano Theodore Roosevelt como mediador (lo que le valdría recibir el Premio Nobel de la Paz en 1906) ambas partes firmaron en Portsmouth (New Hampshire) el Tratado de Portsmouth, por el cual Rusia y Japón se comprometían a retirar sus tropas en Manchuria y devolver la soberanía de la región a China (aunque Japón se aseguraba la concesión de la estratégica península de Liaodong, donde se encontraban los puertos de Port Arthur y Dalian), y además los rusos cedían a Japón la mitad meridional de la isla de Sajalín y la red de ferrocarriles que habían construido en la Manchuria meridional. Sin embargo, nadie se había acordado de invitar a Montenegro, ni estos habían enviado un representante a Portsmouth, así que Japón y Montenegro continuaron oficialmente en guerra.
En 1918 Montenegro fue anexionado por Serbia y perdió su entidad como estado independiente. Formó parte del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos y a partir de 1929 del Reino de Yugoslavia. Al desintegrarse Yugoslavia en 1992 Serbia y Montenegro permanecieron unidos, formando primero la República Federal de Yugoslavia y a partir de 2003 la Unión Estatal de Serbia y Montenegro. En 2006 los montenegrinos eligieron mediante un referendum independizarse de Serbia; el 3 de junio el parlamento montenegrino declaró oficialmente la independencia y antes de que terminara el mes ya habían sido aceptados como miembros de la ONU y reconocidos por numerosos países, incluida Serbia.
También Japón reconoció entonces la independencia de Montenegro y se dispuso a entablar relaciones diplomáticas con el recién nacido estado. Y fue entonces cuando alguien se dio cuenta de que nunca se había firmado un tratado de paz oficial entre ambas naciones, por lo que la declaración de guerra de 1904 seguía vigente. Así que en junio de 2006 la entonces viceministra de Asuntos Exteriores de Japón, Akiko Yamanaka, viajó a la capital de Montenegro, Pogdorica, para firmar un acuerdo oficial de paz como paso previo al establecimiento de relaciones diplomáticas, poniendo fin así a un conflicto que, inadvertidamente, se había prolongado durante 102 años.
La explosión de la bomba del Harvey’s Wagon Wheel Casino
Estamos en la madrugada del martes 26 de agosto de 1980. A eso de las cinco y media, Bob Vinson, supervisor del turno de noche en el hotel y casino Harvey's, en Stateline (Nevada), en la costa sur del Lago Tahoe, se da cuenta de que se ha quedado sin tabaco, así que decide acercarse a la tienda de regalos del hotel a comprar una cajetilla. Mientras camina hacia la planta baja desde su oficina en la segunda planta del hotel descubre con sorpresa que la puerta de la sala que alberga la centralita telefónica interna del establecimiento está abierta. Hace apenas una hora ha pasado por allí y está seguro de que la puerta estaba cerrada y de que no había nadie más en aquella parte del hotel. Así que se asoma a la habitación para comprobar que todo esté en orden. Y ve algo que no debería estar allí.
En una esquina del cuarto Vinson ve una gran caja de metal, con aspecto de ser muy pesada. La caja descansa sobre varias ruedas metálicas y piezas de contrachapado, y no muestra aberturas, ni cables, ni botones. Encima de ella hay otra caja metálica, más pequeña, con veintiocho interruptores, todos cuidadosamente numerados y etiquetados. Todos, excepto el número 23, en posición de apagado. Además, al lado de la caja, tirado en la alfombra, hay un grueso sobre donde se lee "Para la dirección del Harvey's". Todo aquello le da muy mala espina a Vinson, así que decide avisar al jefe de seguridad, Simon Caban.
Cuando Caban, un curtido ex-militar que había sido artillero en un helicóptero de combate durante la guerra de Vietnam, llega a la habitación, Vinson no está solo; varios conserjes y guardias de seguridad se han acercado a curiosear. Vinson también ha llamado al sheriff del condado de Douglas y a los bomberos. Curiosamente, no es la extraña caja metálica lo que alarma a Caban, sino el sobre en el suelo junto a ella; recientemente ha asistido a un curso sobre cartas bomba, y piensa que puede tratarse de uno de estos artefactos, así que ordena a todo el mundo salir de la habitación. Más tarde, con la ayuda de un agente del sheriff, decide echar un vistazo al sobre en cuestión. Tras comprobar que no se trata de una bomba trampa (mediante el expeditivo método de golpearlo en repetidas ocasiones con el palo de una escoba) ambos abren el sobre. En su interior hay una carta de tres páginas mecanografiadas. Caban y el agente cogen una página cada uno y comienzan a leerlas. A Caban le cuesta porque no tiene sus gafas, y se apoya en la caja metálica. En ese momento el agente levanta la vista y, señalando hacia la caja, le dice a Caban: "Eso es una bomba".
De inmediato se da la alarma. El hotel, lleno hasta los topes con más de 600 huéspedes debido a la cercanía de la festividad del Labour Day, es evacuado a toda prisa; también, por lo que pudiera pasar, se vacían las cajas, que contienen varios millones de dólares, para llevar el dinero a un lugar seguro. Agentes del Sheriff, bomberos y, finalmente, el FBI, se presentan en el hotel, acordonando la zona y evacuando también los edificios cercanos. Al frente del dispositivo está el agente especial del FBI Bill Jonkey, mientras que de las tareas de desactivación se encarga Danny Danihel, el capitán del escuadrón de desactivación de explosivos del cuerpo de bomberos del condado de Douglas. Danihel, antiguo especialista en explosivos del ejército, ha sido reclamado cuando se disponía a irse de acampada a las montañas con su familia durante tres días. Ambos estudian con cuidado la carta del responsable de la bomba.
La primera hoja de la carta que acompañaba la bomba
Dicha carta comienza de manera ominosa: "SEVERA ADVERTENCIA A LA DIRECCIÓN Y AL DEPARTAMENTO DE DESACTIVACIÓN DE EXPLOSIVOS. No muevan o sacudan esta bomba, porque el mecanismo que controla los detonadores los hará estallar con un movimiento de menos de 0'01 en la escala Richter". Quien hubiera construido la bomba les advertía que contenía mil libras (unos 450 kilos) de dinamita, una cantidad suficiente como para destruir el hotel e incluso causar graves daños en otro hotel y casino, el Harrah's, situado al otro lado de la calle, y aconsejaba evacuar a todas las personas en un radio de al menos quinientos metros. Además hacía hincapié en que bajo ningún concepto deberían intentar desactivar la bomba. Con algo de vanidad por su parte, les avisaba de que había previsto todas las estrategias posibles para desactivarla y había tomado medidas para evitarlas. Si intentaban moverla, explotaría. Si intentaban llenarla con agua o con gas, explotaría. Si intentaban abrirla, explotaría. Incluso los tornillos de la caja estaban conectados a un detonador que haría explotar la bomba si intentaban sacarlos. Una vez activada, nadie, ni siquiera él mismo, podía desactivarla. Pero si cumplían sus exigencias les facilitaría una combinación de interruptores que les permitiría mover la bomba y trasladarla a un lugar apartado donde detonarla sin peligro. Y sus exigencias eran que se le pagasen tres millones de dólares, en billetes usados de cien, sin marcar y sin ningún tipo de tratamiento químico, que debían serle entregados en unas condiciones muy concretas. Si no le pagaban, o notaba algo sospechoso durante la entrega, cesarían los contactos y dejaría que la bomba estallase (según él, tenía tres temporizadores diferentes). Y daba un plazo de 24 horas para hacer el pago.
Jonkey tiene dudas. No sabe hasta que punto fiarse de la carta, si de verdad aquello es una complejísima bomba como afirma el desconocido criminal, o se trata de un montaje. Los artificieros detectan sonidos dentro de la caja; definitivamente, hay algo activo en su interior. Pero Danihel duda que la caja pueda contener tanta dinamita como dice la carta. Sin embargo, pasadas unas horas llegan las primeras imágenes obtenidas con rayos X del interior del artefacto, que confirman algunos de los detalles técnicos descritos por el bombardero. Hay cables conectados a los 28 interruptores, y también a los tornillos. Incluso se distinguen otros dispositivos que el fabricante de la bomba no ha mencionado, como lo que parece ser un circuito colapsante, y detonadores de presión bajo la tapa de la caja. Además, sea lo que sea que hay en el fondo de la caja, hay tanta cantidad que llena prácticamente todo el espacio disponible, y es tan denso que los rayos X no pueden penetrarlo. Se estudia minuciosamente la caja, se toman muestras de la pintura y las paredes, se buscan huellas dactilares e incluso se usa un detector Geiger para descartar que contenga material radiactivo. Aunque quedan algunas dudas, Jonkey y Danihel coinciden en que difícilmente alguien construiría un dispositivo tan complejo para luego no llenarlo de explosivos. Es muy probable que se hallen en presencia de la bomba improvisada más sofisticada y potente de la historia criminal de los Estados Unidos.
El tiempo apremia y el FBI debe decidir qué estrategia debe seguir. Después de que el dueño del hotel, Harvey Gross, se niegue en redondo a pagar el rescate, Jonkey decide que seguirán las instrucciones como si fueran a pagar, aunque en realidad el plan es tender una trampa al criminal cuando acuda a recoger el dinero. Pero mientras tanto los artificieros seguirán tratando de desactivar la bomba. Aunque consigan la combinación de interruptores, no podrán estar seguros de que es la correcta, o de si la bomba tiene algún defecto que la hará explotar igualmente. No piensan arriesgar las vidas de las personas necesarias para moverla, así que la bomba tendrá que ser anulada en el lugar en el que está.
El Fire Marshall de Nevada Tom Huddleston examina la bomba del hotel Harvey's
Siguiendo las instrucciones de la carta, esa noche el agente especial Joe Cook aterriza en un helicóptero en el aeropuerto del Lago Tahoe y llena el depósito de combustible. Con él viaja, escondido en la cabina, un tirador del FBI dispuesto para actuar si así fuera necesario. Lleva los supuestos tres millones de dólares con él; en realidad, son fajos de papeles en blanco donde solo el primero y el último son auténticos billetes. Tal y como le han indicado, aterriza cerca del edificio principal, encarado hacia el este. Según ha escrito el fabricante de la bomba, a las 00:10 exactamente recibirá nuevas instrucciones, bien a través de un taxista ajeno a la trama, contratado por ellos, o bien por una llamada al cercano teléfono público. A las 00:10 exactamente suena el teléfono; Cook descuelga y su interlocutor solo le dice que las instrucciones están en un sobre delante de él, antes de colgar. En el sobre, una nota que ordena a Cook iluminar con una linterna la cabina del helicóptero, para asegurarse de que no hay nadie más, y luego emprender el vuelo hacia el oeste, siguiendo el trazado de la autopista 50, hasta ver a su derecha una luz estroboscópica parpadeante. En ese momento, debe aterrizar en el lugar marcado por la luz, entregar el dinero y marcharse. Cook así lo hace; ilumina la cabina, tratando de no delatar la presencia del otro agente, y luego vuela en la dirección acordada. Mientras, varios vehículos de incógnito del FBI recorren la autopista examinando a los coches que circulan por ella, mientras un avión de la agencia sigue el trayecto del helicóptero desde las alturas. Sin embargo, la famosa señal no aparece. Cook vuela durante horas por la zona sin resultado, hasta que ya, casi sin combustible, tiene que regresar al aeropuerto, esperando recibir una nueva llamada que nunca se produciría. No se sabe si el criminal se asustó al descubrir el dispositivo del FBI o simplemente se equivocó con las instrucciones, pero la entrega no tuvo éxito y no se produjeron nuevos intentos de comunicación.
Ante el fracaso de la entrega, en la mañana del miércoles 27, a eso de las 9;30, tiene lugar una cumbre de urgencia en el Hotel Sahara, entre las autoridades y los distintos expertos que han estado colaborando en el caso. Es necesario decidirse por un plan de acción para tratar de desactivar de una vez por todas la bomba. Hay diversas sugerencias, desde congelar el artefacto con nitrógeno líquido, cubrirlo con hormigón o incluso sacarlo del hotel con una grúa para llevarlo a un campo de golf cercano. Finalmente, Leonard Wolfson, experto en explosivos que trabaja como asesor de la Marina, sugiere utilizar una carga hueca lineal para separar la caja de los interruptores de la carga principal. Esta técnica utiliza una pequeña carga de explosivo plástico dentro de una carcasa metálica que dirige la fuerza de la explosión en una única dirección, capaz de cortar con limpieza casi cualquier material. De este modo, Wolfson piensa que separando la caja superior la bomba podría quedar "decapitada" y que el corte sería lo suficientemente rápido como para impedir que los impulsos eléctricos de la batería lleguen a los detonadores. Es una opción arriesgada, pero es la mejor que tienen.
La réplica de la bomba que construyó el FBI
A las 15:10 Danihel coloca la carga, apoyándola en una pila de guías telefónicas y una mesa, inserta el detonador y comprueba que las conexiones sean correctas y todo esté en orden. Las manos le tiemblan; lleva 30 horas seguidas despierto, estudiando aquel artefacto y preparándose para ese momento. Conecta los cables al detonador y vuelve a revisar todo una vez más. Luego abandona la habitación y sale a la calle. Los agentes del sheriff han dado un aviso de 15 minutos, asegurándose de que todo el mundo se mantiene a una distancia prudencial. Danihel espera a que le confirmen que todo está dispuesto, y cuando la confirmación llega, se dispone a detonar la carga conectando los cables del detonador a una batería de coche. Son las 15:46 y Danihel da el aviso definitivo por radio: "Fuego en el agujero", y conecta los cables. Y el hotel Harvey's saltó por los aires.
Quizá resulte exagerado decir que el Harvey's "saltó por los aires". Pero la enorme explosión abrió un boquete en su fachada que iba desde el sótano hasta el quinto piso, destrozando numerosas habitaciones y provocando daños por valor de 18 millones de dólares de la época. También resultó dañado el Harrah's, que vio como la mayoría de sus ventanas saltaban en pedazos. El misterioso criminal no mentía cuando había dicho que había preparado la bomba contra cualquier intento de desactivación. La caja con los interruptores tenía una pequeña carga de dinamita escondida que ninguno de los que habían examinado la bomba había descubierto. La carga hueca había hecho explotar esa carga oculta, que a su vez había hecho explotar la bomba principal. Aunque la zona no afectada del hotel se reabriría pasados solo unos días, la zona dañada no volvería a entrar en funcionamiento hasta mayo del año siguiente.
De inmediato se procedió a abrir una investigación para dar con la identidad del autor. Resultó ser algo más complicado de lo que imaginaban. Los restos de la bomba no aportaron apenas información; eran materiales corrientes, que se podían encontrar en cualquier ferretería. Tampoco había ninguna firma específica (la mayoría de los fabricantes de bombas tiene una "firma", que puede ser usar un componente poco común, una manera específica de conectar las distintas partes o incluso algún tipo de inscripción), ni el diseño de la bomba se parecía a nada que hubiera en los archivos del FBI. Pese a su escepticismo inicial, los expertos federales comenzaban a pensar que de verdad era posible que una de las bombas más complejas a la que se habían enfrentado jamás fuera obra de un primerizo sin experiencia. Tampoco la dinamita les dio pistas; era parte de un cargamento robado de una obra en construcción en Fresno (California) meses antes, y no había sospechosos.
También se reexaminó un extraño incidente sucedido unos meses antes. En junio de ese año alguien había volado con dinamita el Dry Creek Bridge, un puente de madera que cruzaba un arroyo al norte de las ciudades de Fresno y Clovis. En un primer momento se creyó que se trataba de un acto de vandalismo, pero tras lo sucedido en el Harvey's se consideró que probablemente se trataba de una prueba preliminar en la que el bombardero había hecho explotar una versión no perfeccionada de su artefacto.
Lo único que pudieron averiguar en la investigación era que el día 26, sobre las cinco de la mañana, un par de hombres vestidos con monos de trabajo habían descargado un bulto aparentemente muy pesado de una furgoneta blanca a la entrada del hotel; un bulto que iba cubierto con una lona con las siglas de la compañía informática IBM. Todos habían supuesto que se trataba de la entrega de algún nuevo equipamiento para el hotel, y nadie había prestado demasiada atención.
Ante la falta de pistas, el FBI ofreció una recompensa de 200000 dólares, que luego elevó a medio millón, a cualquiera que facilitara información que llevara a la detención del responsable, lo que a la postre fue esencial para la resolución del caso. Meses más tarde, cuando la investigación languidecía sin pruebas, un hombre llamó al FBI afirmando conocer la identidad del fabricante de la bomba. Cuando se entrevistó con varios agentes en un hotel, les reveló que la chica con la que estaba saliendo había sido hasta hacía poco novia de un tal John Birges Jr, el cual le había confesado antes de su ruptura que la bomba del Harvey's había sido construida por su padre, John Birges Sr, un respetado empresario de la ciudad de Clovis (California). Cuando el FBI consultó sus archivos, descubrió que Birges ya figuraba en ellos como una "persona de interés" en el caso: había sido investigado porque era propietario de una furgoneta blanca cuya descripción encajaba con la usada para llevar la bomba, y que había sido vista aquella noche en la zona del Lago Tahoe, aunque no habían hallado más pruebas en su contra. Pero ahora que contaban con una acusación directa los federales se decidieron a investigar más a fondo a Birges.
John Birges era un inmigrante de origen húngaro (su nombre real era János Birgés y se lo había cambiado al adquirir la nacionalidad estadounidense) que durante la Segunda Guerra Mundial había sido piloto en el ejército húngaro, con el cual había luchado al lado de las fuerzas del Eje. Capturado por los soviéticos tras el final de la guerra, había pasado ocho años en un campo de prisioneros antes de ser liberado, y en 1957 había emigrado a EEUU, instalándose en Clovis y fundando un exitoso negocio de jardinería y paisajismo. A pesar del éxito de su negocio, Birges siempre andaba escaso de dinero debido a su compulsiva afición al juego, que le había acarreado tener numerosas deudas... incluida una importante en el Harvey's, donde afirmaba haber perdido más de 750000 dólares a lo largo de los años. Pero dos cosas llamaron especialmente la atención del FBI: Birges tenía estudios de ingeniería, y debido a su trabajo de paisajismo estaba acostumbrado a manejar explosivos.
Durante la espera antes del intento de desactivación de la bomba, algunos espectadores lucían camisetas con la leyenda "I got bombed at Harvey's"
Solo unos días más tarde, los agentes del FBI arrestaban a Birges, a sus dos hijos, James y John Jr, a su novia Ella Joan Williams, y a dos de sus empleados, Terry Lee Hall y el suegro de éste, Willis Brown. Los dos hijos de Birges, que conocían los planes de su padre pero no habían participado directamente en ellos, accedieron de inmediato a testificar contra los demás acusados a cambio de una sentencia leve, que les permitía eludir la cárcel y quedar en libertad condicional. Hall y Brown, quienes admitieron haber sido los hombres que llevaron la bomba al Harvey's, fueron condenados a siete años de cárcel por conspiración y transporte ilegal de explosivos. Williams, quien solo admitió haber mecanografiado la famosa carta pero desconocer las intenciones de Birges, fue condenada a siete años por conspiración e intento de extorsión, aunque su juicio fue anulado tras una apelación. En su segundo juicio, celebrado ya en 1985, se declaró culpable de complicidad en el intento de extorsión a cambio de quedar en libertad condicional.
En cuanto a Birges, quien en el momento de su arresto estaba fabricando una nueva bomba con la que pensaba repetir su plan, bien de nuevo contra el Harvey's o bien contra un banco de San Francisco, fue declarado culpable de ocho de los nueve cargos que se le imputaron, y condenado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Falleció en el Centro Correccional del Sur de Nevada en 1996, a los 74 años, a causa de un cáncer hepático, tras pasar sus últimos 16 años entre rejas.
La bomba del hotel Harvey's sigue siendo una leyenda para los miembros del FBI. Una réplica del artefacto, construida para el juicio de Birges, se siguió utilizando al menos hasta 2009 para entrenar a nuevos reclutas para el laboratorio del FBI en Quantico (Virginia), y hoy ocupa un lugar de privilegio en la colección de explosivos del laboratorio. Thomas Mohnal, un agente especial del FBI experto en explosivos diría de ella que, a pesar de los avances tecnológicos, tanto por parte de los constructores de bombas como por parte de los encargados de desactivarlas, aún hoy en día sería difícil construir una bomba más difícil de vencer que la del Harvey's, y posiblemente no se pudiera hacer con ella mucho más de lo que se hizo en 1980.