Verba volant, scripta manent

domingo, 23 de mayo de 2021

La trampa de Tucídides

Tucídides (460-396? a. C.)

En el año 2012 el politólogo norteamericano Graham T. Allison publicaba un artículo en el periódico Financial Times en el que por primera vez empleaba un término que con el tiempo ha alcanzado una notable difusión y relevancia: la trampa de Tucídides.

Tucídides, militar e historiador ateniense del siglo V antes de Cristo, fue autor, entre otras obras, de la Historia de la guerra del Peloponeso, una crónica de la guerra que enfrentó a las polis griegas de Esparta y Atenas entre el 431 a. C. y el 411 a. C. y en la que el propio Tucídides tomó parte. En dicho libro se encuentra una cita que sirvió de inspiración a Allison: "fue el ascenso de Atenas y el temor que esto infundió en Esparta lo que hizo inevitable la guerra".

La teoría que Allison nombró con el nombre del historiador griego dice que, cuando el crecimiento de una potencia emergente (que en la guerra del Peloponeso había sido Atenas) desafía la hegemonía de otra potencia hasta entonces dominante (en este caso, Esparta) hay una elevada posibilidad de que el enfrentamiento entre ambas desemboque en una guerra. El propio Allison, para refrendar su teoría, dirigió un estudio en el Belfer Center for Science and International Affairs, un centro de investigaciones dependiente de la Universidad de Harvard, que encontró que en 16 casos históricos de rivalidad entre una potencia emergente y otra hegemónica, 12 de ellos terminaron en guerra. En palabras de Allison, "La trampa de Tucídides se refiere a la confusión natural e inevitable que ocurre cuando una potencia emergente amenaza con desplazar a una potencia gobernante... y cuando una potencia emergente amenaza con desplazar a una potencia gobernante, la tensión estructural resultante hace que un enfrentamiento violento sea la regla, no la excepción".

La teoría de la trampa de Tucídides ha adquirido una notable difusión en los últimos años, generalmente aplicada al aumento de las tensiones existentes entre los Estados Unidos y China. El propio Graham Allison profundizó en su teoría en este sentido en un libro publicado en 2017 y titulado Destined for war, en el que afirma que "China y Estados Unidos están actualmente en un rumbo de colisión hacia una guerra". La popularidad del término es tal que el mismo presidente chino, Xi Jinping, lo mencionó en uno de sus discursos, diciendo que "necesitamos trabajar juntos para evitar la trampa de Tucídides".

Como era de esperar, la teoría de la trampa de Tucídides también ha suscitado críticas. Otros historiadores han cuestionado que un argumento inspirado en la Grecia clásica sea aplicable a las relaciones entre potencias actuales, mucho más complejas, y también que presente un conflicto armado casi como inevitable. Igualmente, expertos como Richard Hanania, de la Universidad de Columbia, critican que esta teoría se haya aplicado a las relaciones entre China y EEUU, ya que según ellos los intereses chinos se centran en buena medida en lidiar con conflictos internos y no suponen una amenaza significatíva hacia los intereses norteamericanos.

domingo, 16 de mayo de 2021

Cuando la caballería capturó una flota

La caballería francesa captura la flota de combate atrapada en el hielo en aguas de Texel el 21 de enero de 1795 (Charles Louis Mozin)

En el invierno de 1794 a 1795, en el marco de las Guerras de Coalición que enfrentaron al gobierno revolucionario francés con diversas potencias y coaliciones que se le oponían, tropas francesas mandadas por el general Jean-Charles Pichegru y apoyadas por miembros del partido patriota (holandeses seguidores de las ideas ilustradas y opuestos a la oligarquía gobernante) invadían los Países Bajos. El rápido avance de los franceses y el estallido de revueltas en las principales ciudades obligó al estatúder (gobernador) Guillermo V de Orange-Nassau a buscar refugio en Inglaterra, mientras Pichegru establecía su cuartel general en Ámsterdam.

Jan Willem de Winter (1761-1812)

Al poco, sus servicios de inteligencia informan al general francés de la presencia en el puerto de Den Helder, a unos 80 kilómetros al norte de Ámsterdam, de una flota holandesa preparándose para zarpar y buscar refugio en Gran Bretaña. Pichegru decide entonces enviar a la zona a un destacamento de caballería del 8º Regimiento de húsares y otro del 15º Regimiento de Infantería de línea, bajo las órdenes del general de brigada Jan Willem de Winter, un oficial holandés que había servido en la Marina neerlandesa hasta que había tenido que exiliarse en Francia por sus ideas políticas y que servía en el ejército galo desde 1787.

Aquel invierno había sido excepcionalmente frío. Las bajísimas temperaturas habían provocado la completa congelación de las aguas de ríos y costa, lo que había dejado a la flota holandesa atrapada en Den Helder. Vista la situación, la noche del 2 de Pluvioso (21 de enero) de 1795 de Winter ordenó a sus tropas atacar directamente a los barcos cruzando sobre el hielo. Así, tras envolver las pezuñas de sus monturas con tela para evitar que el sonido de los cascos alertara a los marinos, los húsares franceses, llevando cada uno de ellos un soldado de infantería en la grupa de sus caballos, avanzan en silencio hasta rodear los barcos holandeses. Sin medios para defenderse, sin poder ni siquiera utilizar su artillería, ya que los barcos han quedado inclinados y no pueden apuntar hacia los franceses, el comandante de la flota, el capitán Hermanus Reijntjes, decide rendirse sin oponer resistencia. De este modo, los franceses capturan la flota enemiga sin bajas por ninguna de las dos partes y sin efectuar un solo disparo. En total, los franceses se hacen con 14 barcos: cinco navíos de línea (Admiraal De Ruyter, Gelderland, Frederik Willem, Princes Louisa y Admiraal Piet Heyn), tres fragatas (Monnikendam, Argo y Alliantie) y seis corbetas (Enkhuizen, Venus, Echo, Dolphijn, Pallas y Zeepard), con 850 cañones, además de varios mercantes y barcos de menor porte.

Soldados del 8º Regimiento de Húsares

Hay otra versión alternativa de estos sucesos, defendida por los historiadores holandeses, según la cual la susodicha captura nunca tuvo lugar. Según esta versión, el capitán Reijntjes había recibido órdenes de no oponer resistencia y evitar el derramamiento inútil de sangre. Por eso, el supuesto "ataque" a través del hielo habría consistido únicamente en un grupo de húsares mandados por el lugarteniente de de Winter, el teniente coronel Louis Joseph Lahure, enviados para negociar la rendición de los navíos holandeses.

Después de que los franceses tomaran el control de los Países Bajos crearon un estado satélite, la República Bátava, que existió hasta 1806, cuando Napoleón Bonaparte lo transformó en el Reino de Holanda, imponiendo a su hermano Luis como su primer rey. Los navíos capturados en Den Helder serían devueltos a la República Bátava meses más tarde, en virtud del Tratado de La Haya (mayo de 1795). Varios de esos navíos formarían parte de la flota holandesa que, bajo el mando de de Winter, se enfrentó a los británicos en la batalla de Camperdown, en octubre de 1797, y que terminaría con una contundente victoria de los británicos, que capturaron once navíos enemigos (sin perder ninguno) y más de 3000 prisioneros, entre ellos de Winter.

domingo, 2 de mayo de 2021

Anécdotas de arte

En una ocasión le preguntaron al dramaturgo francés Tristan Bernard: Si se declarara un incendio en el museo del Louvre y pudiera salvar solo un cuadro, ¿cual sería? Bernard respondió de inmediato: ¡El que estuviera más cerca de la salida!.

Después de la Primera Guerra Mundial, el artista y crítico norteamericano Joseph Pennell minusvaloró la valía del cuadro que el pintor George Wesley Bellows había pintado retratando la ejecución de la enfermera Edith Cavell por los alemanes en 1915, alegando que Bellows no había estado presente. Bellows le respondió: Cierto, no estuve presente, igual que Da Vinci no estuvo presente en la Última Cena.

Zeuxis y Parrasio fueron dos pintores griegos que vivieron en el siglo V a. C. y que rivalizaban por ver cuál de los dos era el más grande. Para determinar quién era el mejor pintor, decidieron celebrar un concurso. Zeuxis pintó a un joven que sostenía un cuenco con uvas, pintadas de manera tan realista que una bandada de pájaros trató de comérselas. Confiado en su victoria, Zeuxis le dijo a Parrasio que corriera la cortina que tapaba su pintura para poder juzgarla... solo para que Parrasio, entre risas, revelara que la cortina en si era su pintura. Zeuxis tuvo que reconocer la victoria de Parrasio, diciendo que "Yo he engañado a unos pájaros, pero Parrasio me ha engañado a mi".

En cierta ocasión, el célebre pintor griego Apeles exhibió en público su última obra. Un zapatero que pasaba por allí hizo algunas observaciones sobre la manera en la que el pintor había plasmado las sandalias de los protagonistas de la pintura. Apeles, juzgando que el zapatero sabía de lo que hablaba, retocó su pintura según sus indicaciones. Cuando volvió a exhibir la obra, el mismo zapatero, envalentonado, empezó a criticar otros aspectos del retrato. Apeles, indignado con el atrevimiento del zapatero, le paró los pies de inmediato con una frase que pasaría a la historia: ¡Zapatero, a tus zapatos!.

Cuando Pablo Picasso vivía en el París ocupado por las tropas alemanas recibió un día la visita de un oficial de la Gestapo que investigaba el rumor de que el artista daba refugio a miembros de la Resistencia y a personas que huían de los nazis. Mientras registraba su estudio, el alemán se fijó en una fotografía del Gernika, el cuadro que había pintado en recuerdo de la ciudad vasca arrasada por la aviación alemana durante la Guerra Civil española, y le preguntó a Picasso: ¿Usted hizo esto? A lo que el pintor respondió: No, lo hicieron ustedes.

Miguel Ángel, por razones técnicas y estéticas, nunca firmaba sus esculturas. Solo en una ocasión hizo una excepción y grabó su firma en la Piedad, después de oir que la gente atribuía su autoría a otro escultor llamado Christoforo Solari. 

A Winston Churchill, pintor aficionado, le preguntaron en cierta ocasión por qué pintaba paisajes y no retratos. "Porque ningún árbol" respondió "se me ha quejado jamás de si el retrato se le parece o no".

El político británico William Gladstone encontró en cierta ocasión en una tienda de antigüedades un retrato de principios del siglo XVII de un caballero vestido a la moda de la época. Quiso comprar el cuadro, pero el precio le pareció excesivo y acabó dejándolo. Tiempo después se sorprendió al encontrar el mismo retrato colgado en la casa de un adinerado comerciante de Londres. "Es un retrato de un antepasado mío", le comentó sin rubor el comerciante, "que fue ministro en la corte de Isabel I". Gladstone le replicó "Tres libras menos y habría sido mi antepasado".

En una ocasión el pintor Edgar Degas asistió a una subasta en la que uno de sus cuadros fue vendido por 100000 dólares. Cuando le preguntaron cómo se sentía, Degas respondió "Me siento como debe sentirse el caballo cuando ve que el jinete se lleva el premio".

Mientras pintaba el fresco del "Juicio Final" en la Capilla Sixtina, Miguel Ángel se veía frecuentemente importunado por un enviado del papa Pablo III, encargado de informar al pontífice del avance de la obra. Cuando finalmente la obra se dio a conocer, el hombre descubrió que Miguel Ángel se había vengado de él retratándolo entre los condenados del infierno, siendo atormentado por los demonios. Horrorizado, se quejó al papa, el cual declinó intervenir diciendo que "Dios me ha dado autoridad en el cielo y en la tierra, pero mi mandato no se extiende al infierno".

Un amigo que visitaba a Pablo Picasso en su casa del sur de Francia notó que en las paredes no había colgada ninguna de sus obras. Así que le preguntó al artista si no le gustaban. "Claro que me gustan" respondió Picasso, "es que no puedo permitírmelas".