Verba volant, scripta manent

domingo, 29 de septiembre de 2019

Curiosidades (con fotografías)


La llamada "Bridge House" ("La Casa del Puente") de Ambleside (Inglaterra) fue construida en el siglo XVII sobre un puente por una familia apellidada Braithwaite para, al parecer, evitar así tener que pagar impuestos a la municipalidad.


El "Bialbero di Casorzo", cerca de Casorzo (Piamonte), es un cerezo que crece sobre una morera.


A finales de la década de 1990, la ciudad australiana de Brisbane sufrió una gran inundación. Varios tiburones lamia (Carcharhinus leucas) fueron a parar a un lago del Club de Golf Carbrook, donde aún hoy en día permanecen.


Durante las Olimpiadas de 1928 celebradas en Amsterdam, el remero australiano Bobby Pearce se detuvo durante una de las pruebas clasificatorias para la modalidad de remo individual, celebradas en el canal de Sloten, para dejar pasar a una familia de patos que cruzaba en ese momento el canal. A pesar del tiempo que perdió con ese gesto, Pearce acabó ganando la medalla de oro.


La primera webcam de la historia fue creada en 1991 por dos investigadores del Laboratorio de Informática de la Universidad de Cambridge, y su función era vigilar la cafetera de la sala de descanso, para evitar perder el tiempo yendo a por café cuando estaba vacía.


Las placas de matrícula de la región canadiense de los Territorios del Noroeste (y del territorio de Nunavut hasta 2012) tienen forma de oso.


La ruta aérea comercial más corta del mundo comunica las islas de Westray y Papa Westray, en el archipiélago de las Orcadas (Escocia), con un recorrido de apenas 2'8 kilómetros.


El SS Ayrfield, un buque abandonado desde los años 70 en la bahía de Homebush Bay (Sydney, Australia), que con el paso del tiempo se ha convertido en un bosque flotante.


El 10 de enero de 1992 el buque Ever Laurel perdió varios contenedores en el Pacífico Norte a causa de una tormenta. En los contenedores había miles de juguetes infantiles, principalmente patos de goma. En los años siguientes, estos patos fueron apareciendo en lugares tan distantes como Alaska, Australia, Indonesia, Sudamérica, Groenlandia e incluso las Islas Británicas, y el estudio de sus desplazamientos ha proporcionado a los oceanógrafos una valiosísima información sobre las corrientes marítimas.


Hanako, una carpa koi hembra, nació en 1751 y, tras pertenecer a sucesivas generaciones de la familia Koshihara, falleció en 1977 cuando contaba 226 años de edad.


Un hombre de Michigan llamado Steve Flaig, que había sido dado en adopción al poco de nacer, se pasó cuatro años buscando a su madre biológica. Cuando la encontró, descubrió que trabajaba en la misma tienda que él.


Una de las victorias más insólitas de la historia de los Juegos Olímpicos tuvo lugar en las Olimpiadas de Invierno de Salt Lake City en 2002. El patinador australiano Steven Bradbury logró el oro en la prueba de los 1000 metros. En las eliminatorias de cuartos de final, Bradbury se clasificó porque uno de los corredores que había quedado por delante de él fue descalificado por una maniobra antirreglamentaria. En las semifinales, Bradbury iba el último, pero logró clasificarse para la final porque todos los patinadores que iban por delante de él se cayeron. Y en la final, increíblemente, volvió a suceder lo mismo: iba el último y los demás corredores se cayeron en la última curva, permitiéndole llegar el primero.

lunes, 23 de septiembre de 2019

El milagro de Empel

"La batalla de Empel" (Augusto Ferrer-Dalmau)

Corría el año de 1585 y la rebelión de las Diecisiete Provincias de los Países Bajos contra su soberano, el rey español Felipe II, duraba ya casi veinte años. Tras la captura el 15 de agosto de la ciudad de Amberes, largo tiempo sitiada, el Capitán General del Ejército de Flandes, don Alejandro Farnesio, decide enviar ayuda a las islas de Gelanda y Holanda, de población mayoritariamente católica y leal a la corona española, que llevaban tiempo pidiendo ayuda frente a los rebeldes, mayoritariamente protestantes. Farnesio envió en su auxilio a un ejército al mando del conde Carlos de Mansfeld, reforzado por el llamado Tercio Viejo de Zamora o Tercio de Bobadilla (así llamado por estar bajo el mando del Maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla).

Las tropas españolas llegaron a orillas del rio Mosa, donde Mansfeld ordenó al Tercio ocupar la isla de Bommel, en la confluencia del Mosa y el Waal, mientras él se acantonaba con sus hombres en Harpen, a unos 25 kilómetros de allí. Bobadilla y los suyos (unos 5000 hombres) ocuparon Bommel el 2 de diciembre de 1585. Se suponía que en la isla habría víveres suficientes para los españoles, pero sus habitantes la habían abandonado tiempo atrás, llevándose todo el alimento y el ganado, dejando a los soldados con problemas para abastecerse.

Bommel no era una posición estratégica, pero los holandeses no querían dejar escapar la ocasión de conseguir lo que ellos creían una victoria sencilla frente a un ejército español. Así, organizaron a toda prisa una flota bajo el mando del almirante Felipe de Hohenlohe-Neuenstein que bloqueó la isla. El comandante holandés, deseoso de evitar un derramamiento de sangre innecesario, propuso a los españoles una rendición honorable, pero estos respondieron "Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos". Felipe, disgustado con la respuesta, recurrió a una táctica ya usada en otras ocasiones por los holandeses: hizo abrir los diques del Mosa, provocando la subida del nivel del agua. Muy pronto, la mayor parte de la isla estaba cubierta por las aguas, excepto un pequeño monte o elevación llamado Empel, donde los españoles se atrincheraron.

Francisco Arias de Bobadilla, conde de Puñonrostro (1541-1610)
Tras varios días atrapados, la situación de los soldados del Tercio era desesperada. Sin víveres ni ropa de abrigo, sin posibilidad de huida, Mansfeld había fracasado también a la hora de prestarles ayuda. El 7 de diciembre uno de aquellos soldados, cavando una trinchera, tropezó con un objeto de madera enterrado, que resultó ser una imagen de la Inmaculada Concepción, pintada al estilo flamenco. Bobadilla, enterado del hallazgo, quiso aprovecharlo para elevar la decaída moral de la tropa, la colocó sobre un altar improvisado e hizo a sus soldados rezar una Salve en su honor. Acto seguido, reunido con sus oficiales, decidió un último ataque a la desesperada contra la flota holandesa: quemar sus banderas, inutilizar su artillería y tratar de asaltar los barcos enemigos a bordo de pequeñas barcas. Un plan prácticamente suicida, pero la única alternativa posible a una lenta muerte por hambre y frío. El comandante holandés volvió a proponerles la rendición, que fue de nuevo rechazada.

Esa noche del 7 al 8 de diciembre se desató sobre el Mosa un inusual viento helado del nordeste. La temperatura descendió tan bruscamente que la superficie del río se heló, alcanzando el hielo en algunos puntos hasta un metro de espesor. Bobadilla, al verlo, de inmediato ordenó a sus soldados marchar sobre el hielo para atacar a los barcos holandeses. Y ahora imaginaos a aquellos hombres, hambrientos, sucios, ateridos de frío, pero convencidos de tener el favor divino de su lado, y sobre todo cabreados, tan cabreados como solo un español puede estarlo, y deseosos de desquitarse de todas las penurias sufridas con el primer holandés que se pusiera a su alcance, cargando sobre el hielo como espectros contra sus sorprendidos enemigos. La resistencia que intentaron oponer los holandeses fue inútil. Muy pronto, varios de los barcos de la flota estaban en llamas, mientras el almirante Hohenlohe trataba de guiar a los demás barcos hacia aguas libres, lo que aprovechó Bobadilla para bombardearlos con toda la artillería que les quedaba. Finalmente, los holandeses se vieron obligados a huir dejando atrás la mayoría de la flota, que acabó siendo pasto de las llamas, mientras que los españoles apenas tuvieron bajas. El propio almirante llegó a decir que "Tal parece que Dios es español al obrar tan gran milagro".

Al día siguiente, los españoles completaban su trabajo tomando varias pequeñas fortificaciones construidas por los holandeses en la orilla del Mosa, sin apenas resistencia, ya que la mayor parte de los defensores huyó al verlos aproximarse. Los agotados soldados españoles fueron acogidos por la ciudad de Bolduque, donde fueron curados y alimentados, aunque muchos murieron de enfermedad y otros perdieron miembros por las congelaciones. Después de lo que de en adelante sería conocido como "el milagro de Empel" la Inmaculada Concepción fue proclamada partona de los tercios, y en 1892 la reina María Cristina de Habsburgo la proclamó patrona de la infantería española.

martes, 10 de septiembre de 2019

El hundimiento del Valbanera

El Valbanera

Esta noche del 9 al 10 de septiembre de 2019, se cumplen cien años de la que está considerada la mayor tragedia de la marina civil española: el hundimiento en las costas de Florida del vapor Valbanera, con casi 500 personas a bordo.

Construido en los astilleros Charles Connell & Co. Ltd. de Glasgow en 1906 y entregado en noviembre de ese año a la naviera gaditana Pinillos, Izquierdo y Compañía, el Valbanera recibió ese nombre en honor a la Virgen de la Valvanera, patrona de La Rioja, aunque en algún momento alguien cometió un error ortográfico cambiando una v por una b. El Valbanera tenía 121'9 metros de eslora, 14'6 de manga y 6'5 de calado, y poseía dos motores Dunsmuir & Jackson de propulsión alternativa de triple expansión, de 444 caballos y que le permitían alcanzar una velocidad de 12 nudos.


El Valbanera era un buque mixto de carga y pasajeros destinado principalmente al transporte de emigrantes. Así, de las cuatro clases con las que contaba (Primera, Segunda, Tercera y Emigrante) era la última y más económica la que constituía la mayor parte de los 1200 pasajeros que podía transportar. Los precios del pasaje iban de las 1250 pesetas que pagaban los pasajeros de Primera a las 75 que costaban los billetes más económicos, cuyos poseedores no viajaban en camarotes, sino en literas en los entrepuentes de las bodegas. El buque fue asignado a la ruta que conectaba los puertos mediterráneos y canarios con EEUU y el Caribe, aunque durante la Primera Guerra Mundial estuvo adscrito a la ruta de América Central y ocasionalmente también visitó puertos de Brasil y Argentina.

El Valbanera fue protagonista de una gran polémica solo unos meses antes de su hundimiento. En julio de 1919, el buque partió de La Habana con más de 1600 pasajeros, en su mayor parte emigrantes que regresaban a sus lugares de origen, una cantidad que excedía notablemente la capacidad del barco. Cientos de pasajeros se vieron obligados a viajar hacinados en cubierta, soportando adversas condiciones metereológicas. Muchos de ellos enfermaron de gripe (la epidemia de gripe española se encontraba en su apogeo en todo el mundo) e incluso una treintena de ellos fallecieron, siendo sus cuerpos sepultados en el mar. A su llegada a Las Palmas, el 16 de julio, se desató una oleada de indignación popular, y la prensa local pidió insistentemente el procesamiento del capitán y el médico del barco, así como sanciones a la compañía. El capitán fue destituido de su puesto (según algunas fuentes, como chivo expiatorio, y según otras, porque iba a denunciar a la naviera) y sustituido por el capitán Ramón Martín Cordero, un joven pero experto capitán de 34 años con experiencia al mando de otros buques de la naviera Pinillos como el Conde Wilfredo o el Balmes.

El capitán Ramón Martín Cordero (1885-1919) 

El 10 de agosto de 1919 el Valbanera partía del puerto de Barcelona para el que habría de ser su último viaje, sin embarcar pasajeros pero si carga, varias balas de tejidos. El 13 zarpó de Málaga habiendo embarcado 34 pasajeros y varias partidas de vinos, aceitunas y frutos secos. Al día siguiente embarcó a otras 521 personas en el puerto de Cádiz, para a continuación poner rumbo a las Canarias. Otros 259 pasajeros embarcaron en Las Palmas el 17 de agosto, 212 en Tenerife el 18 y 106 más el 21 en La Palma. Cuando partió de las islas rumbo a San Juan de Puerto Rico, Santiago de Cuba, La Habana, Nueva Orleans y Galveston, iban a bordo 1142 pasajeros y 88 tripulantes. Al salir del puerto de La Palma, se dijo que había perdido el ancla de estribor, lo que muchos marineros consideraban un mal augurio.

Tras una travesía sin incidentes (aunque algunos pasajeros hablaron luego de que el Valbanera presentaba cierta escora a estribor durante todo el viaje) y hacer escala en San Juan de Puerto Rico, el buque llegó a Santiago de Cuba el 5 de septiembre. Allí se produjo uno de los sucesos extraños de aquel viaje; pese a que la mayoría de los pasajeros tenían billete hasta La Habana, 842 decidieron desembarcar en Santiago. Se han propuesto varias teorías: que muchos de ellos habían sabido que sus lugares de destino estaban más cerca de Santiago que de La Habana, que el billete para La Habana era más barato y por eso muchos lo compraron pese a tener como destino Santiago, o sencillamente porque no tenían confianza en el barco y preferían desembarcar lo antes posible. El Valbanera partió de Santiago rumbo a La Habana el 7 de septiembre, con 488 personas a bordo, mientras en el Golfo se gestaba un violento huracán que tenía su origen en las Antillas Menores.


¿Sabía el capitán Cordero que se avecinaba un temporal de esa magnitud?. No se sabe con certeza. Unos dicen que no (en aquellos tiempos, los sistemas de predicción meteorológica eran bastante limitados) y otros que si lo sabía, pero confiaba en llegar a La Habana antes de que la tempestad los alcanzara. Sin embargo, el 9 de septiembre el huracán golpeaba la costa cubana con toda su intensidad. Esa noche los vigías del Castillo del Morro, a la entrada del puerto de La Habana, vieron las luces de un barco que mediante el alfabeto morse solicitaba la asistencia del práctico, unas luces que también fueron vistas desde la cubierta del Montevideo, otro buque anclado en el puerto. Los vigías del Morro respondieron advirtiendo al barco (que se supone era el Valbanera) que el puerto estaba cerrado y las condiciones no permitían la salida del práctico, a lo que el barco respondió diciendo que se dirigiría a alta mar para capear allí el temporal. Y es lo último que se supo de él.

Aquel huracán, el único de aquel año, se conoce como "el huracán de los Cayos de Florida de 1919". Tras pasar por las costas de las Bahamas y Cuba, tocó tierra el día 10 en Florida, aunque sus efectos alcanzaron también a Louisiana y Texas. Cerca de 800 personas murieron, y aún hoy en día sigue siendo el noveno huracán con más víctimas de los sufridos por los EEUU.


Una vez pasado el temporal, y ante la falta de noticias del Valbanera, las autoridades iniciaron una gran operación de búsqueda, movilizando a varios buques de la Armada cubana y contando con la ayuda de los efectivos de la base naval norteamericana de Cayo Hueso. No fue hasta el día 19 en el que el buque caza-submarinos USS C203 de la marina norteamericana observó algo extraño sobresaliendo de las aguas en las cercanías de un banco de coral llamado Half Moon Shoal, a 45 millas al oeste de Cayo Hueso. Al acercarse para investigar, descubrieron que era el Valbanera, que se había hundido en un bajo arenoso, volcado sobre su costado de estribor, en una zona en la que apenas había 12 metros de profundidad, por lo que el mástil de proa y los pescantes de babor sobresalían de la superficie del agua. Debió de haberse hundido con gran rapidez, ya que los botes salvavidas permanecían en sus lugares sin que aparentemente nadie hubiera intentado botarlos. Por su orientación, se supone que trataba de regresar hacia las costas de Cuba cuando había encallado en el bajo arenoso, seguramente porque no lo vio debido al estado del mar, y el embate de las olas había acabado por sumergirlo. No hubo ninguna transmisión pidiendo ayuda, por lo que se cree que la tempestad había arrancado la antena del telégrafo. No hubo supervivientes ni se pudo rescatar ningún cadáver.

Al saberse del hundimiento del buque, los pasajeros que habían desembarcado en Santiago se apresuraron a escribir a sus familias para hacerles saber que estaban bien. No obstante, la incomprensible decisión de las autoridades cubanas de no hacer pública la lista de pasajeros desembarcados hizo que muchas familias vivieran en la incertidumbre durante meses sin saber si sus parientes se habían salvado o no. La naviera Pinillos trató de encontrar alguna empresa de salvamento que pudiera reflotar el vapor, o al menos rescatar los cadáveres que pudiera haber en su interior, sin éxito. Desde entonces, el pecio del Valbanera permanece en el mismo lugar. En abril de 1924 una tempestad destruyó los restos emergidos del buque. Algunos de los restos del barco fueron rescatados a lo largo de las décadas. Así, en 1942 la marina norteamericana rescató algunas de las planchas del costado de babor para emplearlas en el blindaje de sus navíos. En 1963 un chatarrero local logró recuperar la hélice de babor. De la misma manera, el experto en naufragios Fernando José García Echegoyen ha dirigido entre 1992 y 1996 tres expediciones para filmar los restos del Valbanera y rescatar algunos objetos del pecio.


El hundimiento del Valbanera, unido al del Príncipe de Asturias tres años antes en las costas brasileñas (al que el Valbanera arrebató el dudoso honor de ser la peor tragedia de la historia de la marina civil española) supuso también en la práctica el final de la naviera Pinillos. Solo dos años después, en 1921, la compañía pasó a estar controlada por la Compañía Transoceánica de Barcelona. En 1923 Miguel Martínez de Pinillos, nieto del fundador, crearía una nueva naviera, a la que llamó Líneas Pinillos, pero que ya no se dedicaría a las rutas transatlánticas, sino que se centraría en conectar la Península Ibérica y las islas Canarias.

El pecio del Valbanera es bien conocido por los pescadores de la zona de los Cayos, que lo llaman "The Ghostship of the Quicksands" ("El barco fantasma de las arenas movedizas") o, de manera mucho menos afortunada, "The Wreck of the Whores", "El pecio de las putas", en referencia a una leyenda que dice que al Valbanera no se le permitió entrar en el puerto de La Habana por llevar a bordo a un grupo de prostitutas destinadas a los burdeles de la capital cubana. Ernest Hemmingway, que solía pescar en las proximidades del pecio, escribió un relato corto titulado "After the Storm" ("Después de la tormenta"), publicado en 1933 e inspirado en el naufragio del Valbanera.

domingo, 1 de septiembre de 2019

Amistad vs. política

Thomas Jefferson (1743-1826) y John Adams Jr. (1735-1826)


John Adams y Thomas Jefferson fueron colaboradores e íntimos amigos durante décadas. Ambos participaron en la redacción de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, entre cuyos firmantes originales también se encontraban. Los dos fueron pilares fundamentales de la independencia norteamericana, y una vez conseguida siguieron prestando importantes servicios para el gobierno de la recién nacida nación, primero como embajadores en Europa y luego dentro del propio gobierno (Adams fue vicepresidente y Jefferson, secretario de Estado).

No obstante, sus diferencias políticas empezaron a resquebrajar su hasta entonces sólida amistad. Esas diferencias se acentuaron con la aparición de los primeros partidos políticos en EEUU. Así, Jefferson se convirtió en cofundador del Partido Demócrata-Republicano, mientras que Adams se afiliaba al Partido Federalista, a pesar de que este estaba liderado por uno de sus más acérrimos rivales, Alexander Hamilton. Y de esta manera, en las elecciones presidenciales de 1796 los dos antiguos aliados se encontraron enfrentados como candidatos de sus respectivos partidos.

La competencia entre ambos se resolvió en favor de Adams, que venció por un pequeño margen y se convirtió en el nuevo presidente de EEUU. Sin embargo, debido al sistema electoral con el que por aquel entonces se regían los comicios presidenciales norteamericanos (antes de que en 1804 la 12ª Enmienda reformara el sistema de elección del presidente y vicepresidente) se dio el sorprendente resultado de que Jefferson resultó elegido vicepresidente, al recibir más votos que el candidato federalista, Thomas Pinckney. Y así, por primera y única vez en la historia política norteamericana, se dio la circunstancia de que presidente y vicepresidente pertenecían a distintos partidos políticos.

Los cuatro años de gobierno compartido no hicieron sino aumentar las diferencias entre Adams y Jefferson. Con posiciones opuestas en cuestiones como la política exterior, la fiscalidad o las llamadas Actas de Sedición y Extranjeros, la antigua amistad parecía haberse enfriado completamente dando paso a una abierta hostilidad entre ambos.

Y así, llegados a 1800, llegó el momento de unas nuevas elecciones presidenciales, a las que concurrieron de nuevo Adams y Jefferson como candidatos. Solo que esta vez la campaña tuvo un desagradable tono personal, ya que buena parte de la estrategia de los dos aspirantes consistió en ataques personales al otro candidato. Así, desde el bando de Jefferson acusaron a Adams de tener un "repulsivo carácter hemafrodita, sin la fuerza y la firmeza de un hombre, ni la amabilidad y la sensibilidad de una mujer". Los partidarios de Adams contraatacaron calificando a Jefferson como "un hombre de espíritu mezquino y vida licenciosa, hijo de una india meztiza y engendrado por un padre mulato de Virginia". Este tipo de ataques continuó durante toda la campaña: Adams fue calificado de idiota, hipócrita, criminal y tiránico, mientras que Jefferson fue tildado de débil, ateo, libertino y cobarde.

Finalmente, Jefferson se impuso con más del 60% de los votos. Tras perder la presidencia, Adams se retiró de la política, sin ni siquiera asistir a la toma de posesión de Jefferson (aunque si le envió una breve nota deseándole buena suerte en su presidencia, que Jefferson no contestó), y regresó a su Massachusetts natal. La relación entre ambos parecía completamente rota, y ambos permanecieron una década sin comunicarse. En 1804, tras la muerte de Mary, una de las hijas de Jefferson, Abigail Adams, la esposa de John, escribió a Jefferson en varias ocasiones, sin que su marido lo supiera, tratando, sin éxito, de que ambos se reconciliaran.

No obstante, al final ambos estadistas acabaron retomando su amistad, en buena parte gracias a la intermediación de Benjamin Rush, amigo común y como ellos firmante de la Declaración de Independencia. El día de Año Nuevo de 1812 Adams envió una amigable carta, acompañada de una recopilación en dos volúmenes de conferencias sobre retórica escritos por su hijo, John Quincy Adams. Jefferson contestó con una nota igualmente amigable. En muy poco tiempo, ambos habían superado sus diferencias y recuperado su amistad y, aunque seguían teniendo diferencias sobre sus opiniones políticas, consiguieron al menos mantener una razonable discusión sobre ellas. Y aunque no llegaron a volver a verse en persona, si mantuvieron una intensa correspondencia durante catorce años, que alcanza las 158 cartas, consideradas hoy en día una de las obras cumbre de la literatura y la política norteamericanas.

John Adams murió el 4 de julio de 1826, el día que la Declaración de Independencia a la que tanto había contribuido cumplía cincuenta años. Entre sus últimas palabras hubo una referencia a su gran amigo y rival ("Thomas Jefferson vive"), sin saber que Jefferson había muerto ese mismo día, solo unas horas antes que él, en su casa de Virginia.