Verba volant, scripta manent

martes, 2 de mayo de 2017

El alca gigante

Pinguinus impennis

El Pinguinus impennis, conocido como alca gigante, alca imperial o gran pingüino, fue la mayor de las especies de aves del grupo de las alcas. Un ave peculiar y de gran tamaño, al que la caza sin cuartel por parte del ser humano abocó a la desaparición.
Los adultos de alca gigante medían entre 75 y 85 centímetros de altura y pesaban unos cinco kilos. Su plumaje era blanco en pecho y vientre, y negro en la espalda, las alas y la cabeza, donde destacaban dos características manchas blancas que dieron origen a su nombre común: pen gwyn significa "cabeza blanca" en gaélico. El nombre pasó luego al resto de especies de alcas, y posteriormente se aplicó también a los pingüinos del hemisferio sur que, aun siendo de un orden distinto, se les parecen morfológicamente. Su robusto pico, que le valió el nombre noruego de geirfugl o pájaro lanza, le servía para arponear a los peces de los que se alimentaba. El alca gigante era una excelente nadadora y buceadora, si bien a diferencia de otras alcas había perdido la capacidad de volar y en tierra era lenta y torpe, lo que unido a su naturaleza confiada la convertía en presa fácil para los depredadores y acabaría causando su extinción.
Aunque sus principales áreas de cría estaban en el Atlántico norte, hasta tiempos históricos el alca gigante se distribuía por las costas atlánticas de Europa y Norteamérica, llegando hasta la península de Florida y la costa norteafricana, e incluso llegando ocasionalmente al Mediterráneo occidental. Desde la época prehistórica fue cazada por el ser humano, tal y como atestiguan huesos de alca encontrados en yacimientos neandertales de más de 100000 años de antigüedad y representaciones suyas en los yacimientos rupestres de El Pendo (Santander) y Cosquer (Francia). Su carne, aunque no era especialmente sabrosa, y sus huevos, que podían llegar a pesar 400 gramos, se convirtieron en una valiosa fuente de alimento, especialmente durante el invierno, tanto para los europeos como para los indígenas norteamericanos. A partir del siglo VIII, al aumentar la población europea, y con ello la presión depredadora, la especie, cuyo número se contaba por millones, comenzó a declinar.
En el siglo XVI el alca gigante, cazada no solo por su carne y huevos, sino también por sus plumas, muy cotizadas para la fabricación de almohadas, había prácticamente desaparecido de la Europa continental, mientras que en Norteamérica su distribución se había ido reduciendo a las regiones más al norte. Por esta época se convirtió en un recurso habitual para los buques que navegaban por el Atlántico, los cuales paraban en alguna de sus colonias cuando iban escasos de alimentos para aprovisionarse de carne y huevos.


En 1758, cuando Linneo clasificó por primera vez la especie como Alca impennis, se trataba ya de un ave muy poco corriente en Europa; en 1790 se capturó un ejemplar en Kiel, lo que fue toda una noticia por los muchos años que llevaban sin verse en el Báltico. Mientras, en Gran Bretaña, donde se habían tomado algunas medidas para su protección, también acabó por desaparecer a finales del siglo XVIII (el último ejemplar conocido se cazó en el islote escocés de Stac an Armin en 1840). Igualmente, en torno a 1800 se extinguió su última colonia norteamericana, la de la isla canadiense de Funk, lo que dejaba a la especie prácticamente restringida a Islandia y las islas cercanas.
Las escasas colonias de alca gigante que sobrevivían seguían recibiendo la visita de barcos en busca de carne y huevos. La principal colonia, la de la isla volcánica de Geirfuglasker, estaba relativamente protegida por los arrecifes que la rodeaban, y que impedían el acceso de barcos. Desgraciadamente, una erupción volcánica ocurrida en 1830 hizo desaparecer la isla. Las alcas supervivientes se dispersaron y se instalaron en otros lugares, como la cercana isla de Eldey, donde en 1835 fue descubierta una población de apenas cincuenta ejemplares.
Por si fueran pocas desgracias, al saberse de la súbita escasez del alca gigante, coleccionistas y museos de Europa y América comenzaron a ofrecer importantes sumas a cambio de ejemplares disecados, pieles o huevos para añadir a sus colecciones, lo que provocó que los pescadores islandeses acabaran con los últimos ejemplares. El 3 de julio de 1844, tres islandeses, Jón Brandsson, Sigurður Ísleifsson y Ketill Ketilsson, desembarcaron en Eldey tras oír que algunos coleccionistas llegaban a pagar 100 coronas por un ejemplar de alca, y hallaron un único nido, ocupado por una pareja que incubaba un huevo; mataron a las alcas (que luego vendieron a un naturalista danés llamado Carl Siemsen) y pisotearon el nido y el huevo. Esos fueron los últimos ejemplares conocidos del alca gigante (aunque se habló de un supuesto ejemplar visto en 1852 en el Banco de Terranova).

Piel, huevo y esqueleto de alca gigante en el Naturmuseum Senckenberg de Frankfurt
En la actualidad, se conservan en distintos museos y colecciones de todo el mundo unas 75 pieles de alca gigante, una cantidad similar de huevos y 24 esqueletos completos, además de otros restos menores como huesos, plumas o picos.

2 comentarios:

  1. que triste historia, como el humano acaba con todo sin razon

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    1. La lista de especies desaparecidas a causa de la actividad humana es muy larga, desgraciadamente.
      Un saludo.

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