Verba volant, scripta manent

martes, 29 de marzo de 2011

Los ciervos del Padre David

                                                       Elaphurus davidianus

A mediados del siglo XIX se hallaba en China el misionero francés Jean Pierre Armand David, conocido como padre David. Además de sacerdote, el padre David era un entusiasta naturalista, y por aquel entonces China era en gran parte desconocida para la ciencia occidental, por lo que el padre David pasaba el tiempo que su misión le dejaba libre recogiendo diversos especímenes de plantas y animales que enviaba luego al Museo de Historia Natural de París.
Cierto día de 1865, su misión apostólica le llevó a un pueblecito cercano a Pekín y situado en las inmediaciones del Real Jardín de Caza de Nanyuang. Ésta era una reserva dedicada desde siglos atrás al esparcimiento y disfrute exclusivo del emperador, y por supuesto prohibidísima para cualquier otro. Comprendía unos 200km2 de bosques y prados, atravesados por el río Yongding, rodeados por un alto muro de más de 70 kilómetros de largo y custodiados por un destacamento de feroces soldados tártaros. En el pueblo el padre David oyó contar que en la reserva existía una manada de animales a los que los aldeanos llamaban sì bù xiàng, que significa "ninguno de los cuatro", porque decían que tenían astas de ciervo, cuello de camello, patas de vaca y rabo de asno. Sospechando que se trataba de una especie nueva, el padre David solicitó a las autoridades chinas permiso para entrar en la reserva, pero sólo le permitieron echar un vistazo por encima del muro. Así vió a los famosos ciervos, y se dió cuenta de que estaba viendo a un animal desconocido por la ciencia occidental.
Necesitando pruebas para demostrar su hallazgo, trató sin éxito de que las autoridades le cediesen un ejemplar, o al menos la piel, pero sólo obtuvo corteses pero rotundas negativas. Así que tuvo que buscar por otros cauces. Investigando, oyó contar que los soldados tártaros que custodiaban el Jardín no estaban demasiado satisfechos con la cantidad y la calidad del rancho que recibían, así que, de vez en cuando, se comían a alguno de aquellos ciervos. Entonces, el padre David habló con los soldados y les ofreció comprarles la piel y las astas del próximo animal que se comieran, pero los soldados se negaron; no se atrevían a entregarle las pruebas de un delito castigado con la pena capital. Pero el padre David insistió hasta que encontró a dos soldados más valientes o codiciosos que los demás, que aceptaron el trato y poco después le entregaron las pieles y los cráneos de dos ejemplares, que el sacerdote envió a Francia inmediatamente. La respuesta debió de llenarle de orgullo: estaba en lo cierto, se trataba de una especie totalmente nueva que, en su honor, recibiría el nombre de Elaphurus davidianus. El padre David siguió aún varias décadas en China. El recuento de sus descubrimientos es asombroso: 63 especies de mamíferos nuevas (incluído su ciervo y el oso panda gigante), 65 de aves, además de docenas de reptiles, anfibios, insectos y peces; y centenares de plantas nuevas, muchas de las cuales fueron bautizadas en su honor, como el pino blanco de China (Pinus armandii).
Cuando se difundió por Europa la noticia de la existencia de esta nueva especie de ciervo, los chinos comenzaron a recibir numerosas peticiones de parques zoológicos solicitando ejemplares de esta nueva especie y, a regañadientes, por aquello de la diplomacia, fueron enviando algunos ejemplares a Europa. Sin saberlo, esta decisión iba a evitar la desaparición de la especie.
En 1895, treinta años después de que el padre David revelara la existencia de los Elaphurus, la región de Pekín se vió azotada por fuertes tormentas. El río Amarillo y sus principales afluentes se desbordaron y causaron graves inundaciones que arrasaron poblados y destruyeron cosechas. La furia de las aguas llegó incluso a socavar el muro del Real Jardín, que se derrumbó en varios tramos. Por esas brechas la mayor parte de la manada de ciervos huyó al exterior, donde no tardaron en ser cazados y devorados por los hambrientos aldeanos, que lo habían perdido todo. Sólo unos pocos ejemplares quedaron dentro de la reserva... hasta que unos años más tarde, durante la Rebelión de los Boxers, las tropas occidentales tomaron la región y ocuparon la reserva, y a algún oficial le pareció buena idea sacrificar a aquellos pocos ciervos supervivientes para alimentar a los soldados. Así desapareció el ciervo del padre David de su hábitat original (aunque fuentes sin confirmar hablan de un ejemplar salvaje abatido algo más al norte en el año 1939).
Cuando se supo en Europa surgieron varias iniciativas para evitar totalmente la desaparición de la especie. La más destacada la llevó a cabo el duque de Bedford, un notorio coleccionista de animales raros, quien compró todos los ejemplares que pudo a los zoos que los poseían, hasta un total de 18, que instaló en su propiedad de Woburn Abbey, en Berdfordshire (centro de Inglaterra). Los ciervos se adaptaron perfectamente al lugar y se reprodujeron sin problemas, hasta sumar varios cientos de ejemplares. En 1956, el zoo de Pekín recibió cuatro ejemplares. A finales de los 80, dos grupos de ciervos procedentes de la manada de Woburn fueron reintroducidos en China, en las reservas de Nanhaizi (Pekin) y Dafeng (Jiangsu). En 1996, varios de los ejemplares de Dafeng fueron trasladados a la reserva de Tian'ezhou (Hebei).
Hoy en día, existen unos 2000 ejemplares de esta especie en todo el mundo, descendientes de aquellos 18 originales. Afortunadamente, pese a lo pequeño de la población original, no se ha informado de problemas genéticos derivados de la consanguinidad.
Un buen ejemplo de que los zoológicos no tienen siempre que ser negativos y que cuando el ser humano pone voluntad y trabajo, puede echar una mano a esta naturaleza que tanto castigamos.


                                        Jean Pierre Armand David (1826-1900)

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