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domingo, 29 de septiembre de 2024

Japón y Montenegro, 100 años en guerra



El 6 de febrero de 1904, tras casi una década de discusiones y desencuentros entre el imperio ruso y el japonés por causa de los intereses que ambas potencias tenían sobre la región china de Manchuria y la península de Corea, los japoneses, hartos de que los rusos retrasaran sin motivo las negociaciones entre ambos y se negaran a retirarse de Manchuria, como habían acordado en 1900 con el gobierno chino, rompían oficialmente sus relaciones diplomáticas con ellos. Solo dos días más tarde, sin que mediara una declaración de guerra, una flota japonesa al mando del vicealmirante Heihachiro Togo atacaba Port Arthur, la principal base naval rusa en el Pacífico, mientras que al día siguiente otra flota hacía lo propio con el puerto coreano de Chemulpo. Daba así comienzo la que sería conocida como la guerra ruso-japonesa.

La guerra duró dos años y terminó con una contundente derrota rusa, que sorprendió a muchos en Occidente, acostumbrados a considerar al imperio ruso como una de las grandes potencias europeas y a los japoneses como una suerte de exóticos advenedizos que sólo hacía unas décadas que habían abierto sus fronteras. No obstante, en una guerra eminentemente naval como aquella, los rusos partían con desventaja. La Marina rusa, carcomida por la corrupción y el nepotismo, contaba con barcos anticuados y mal mantenidos, con tripulaciones escasas y oficiales incompetentes que habían conseguido su nombramiento más por influencias familiares que por sus méritos.  Enfrente, los japoneses disponían de una armada con barcos modernos, muchos de ellos construidos en astilleros europeos, con tripulaciones bien entrenadas y oficiales que en muchos casos habían pasado por academias navales de Europa y EEUU. 

Otras potencias como el Reino Unido o Alemania que también tenían intereses en la zona prefirieron mantenerse al margen y dejar que los dos imperios resolvieran sus diferencias. El único actor ajeno que intervino en el conflicto fue el diminuto principado balcánico de Montenegro, que se alineó con los rusos declarando la guerra a Japón. Por aquel entonces Montenegro mantenía una estrecha relación con el imperio ruso, que le había apoyado en sus enfrentamientos con los otomanos y le había concedido generosos subsidios, vitales para un país atrasado y fundamentalmente agrícola, donde los clanes familiares aún tenían gran influencia. Sin embargo, dado que Montenegro ni siquiera tenía una marina de guerra, se trató más que nada de un gesto simbólico, y su única aportación a la guerra fue un puñado de voluntarios montenegrinos que se alistó en el ejército ruso para combatir en Manchuria.

Nicolás I Mirkov Petrović-Njegoš, príncipe (1860-1910) y luego rey (1910-1918) de Montenegro

Finalmente en 1905 ambas naciones se mostraron dispuestas a firmar la paz. Los rusos habían perdido prácticamente toda su flota del Pacífico y los japoneses se enfrentaban a una seria crisis económica debido a los gastos del conflicto. Con el presidente norteamericano Theodore Roosevelt como mediador (lo que le valdría recibir el Premio Nobel de la Paz en 1906) ambas partes firmaron en Portsmouth (New Hampshire) el Tratado de Portsmouth, por el cual Rusia y Japón se comprometían a retirar sus tropas en Manchuria y devolver la soberanía de la región a China (aunque Japón se aseguraba la concesión de la estratégica península de Liaodong, donde se encontraban los puertos de Port Arthur y Dalian), y además los rusos cedían a Japón la mitad meridional de la isla de Sajalín y la red de ferrocarriles que habían construido en la Manchuria meridional. Sin embargo, nadie se había acordado de invitar a Montenegro, ni estos habían enviado un representante a Portsmouth, así que Japón y Montenegro continuaron oficialmente en guerra.

En 1918 Montenegro fue anexionado por Serbia y perdió su entidad como estado independiente. Formó parte del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos y a partir de 1929 del Reino de Yugoslavia. Al desintegrarse Yugoslavia en 1992 Serbia y Montenegro permanecieron unidos, formando primero la República Federal de Yugoslavia y a partir de 2003 la Unión Estatal de Serbia y Montenegro. En 2006 los montenegrinos eligieron mediante un referendum independizarse de Serbia; el 3 de junio el parlamento montenegrino declaró oficialmente la independencia y antes de que terminara el mes ya habían sido aceptados como miembros de la ONU y reconocidos por numerosos países, incluida Serbia.


También Japón reconoció entonces la independencia de Montenegro y se dispuso a entablar relaciones diplomáticas con el recién nacido estado. Y fue entonces cuando alguien se dio cuenta de que nunca se había firmado un tratado de paz oficial entre ambas naciones, por lo que la declaración de guerra de 1904 seguía vigente. Así que en junio de 2006 la entonces viceministra de Asuntos Exteriores de Japón, Akiko Yamanaka, viajó a la capital de Montenegro, Pogdorica, para firmar un acuerdo oficial de paz como paso previo al establecimiento de relaciones diplomáticas, poniendo fin así a un conflicto que, inadvertidamente, se había prolongado durante 102 años.

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