Verba volant, scripta manent

domingo, 19 de julio de 2020

El síndrome de la máscara sonriente



El psicólogo japonés Makoto Natsume, profesor de la prestigiosa Osaka Shoin Women's University, notó cierto día un curioso fenómeno relacionado con sus estudiantes. Natsume, que también ejercía como consejero y asesor para las estudiantes, se dio cuenta de que durante sus entrevistas con ellas la mayoría exhibía una sonrisa permanente en su rostro, sin dejar de sonreir ni siquiera cuando le relataban problemas personales, sucesos traumáticos o situaciones de estrés. Posteriormente, el profesor Natsume se dio cuenta de que sucedía lo mismo con otras muchas mujeres, especialmente con las que trabajaban de cara al público: camareras, recepcionistas, empleadas de banca... Todas exhibían sonrisas perennes y forzadas de las que no se desprendían en ningún momento. A raíz de sus observaciones, Natsume acabaría por describir un nuevo desorden psicológico al que denominó Síndrome de la Máscara Sonriente.

En el terriblemente competitivo sector japonés de los servicios, la inmensa mayoría de las empresas exigen a sus empleadas mantener la sonrisa durante su jornada laboral, casi como si fuera parte de su uniforme de trabajo, a la hora de atender a sus clientes. Tras entrevistarse con muchas de estas trabajadoras, Natsume pudo confirmar que la mayoría de ellas admitía la importancia de la sonrisa a la hora de ser contratadas y permanecer en su puesto, y la insistencia de sus superiores en mantener dicha sonrisa para conseguir una mayor satisfacción de sus clientes. Natsume concluía que esta sonrisa antinatural y continua acababa por afectarlas psicológicamente, llegando a prolongarla más allá de su jornada laboral, haciéndoles suprimir sus verdaderos sentimientos y provocándoles secuelas psicológicas como depresión; y también físicas: muchas de ellas admitían sufrir dolores musculares, calambres y cefaleas, síntomas similares a los de las llamadas Lesiones por Movimientos Repetitivos.

El escritor japonés Tomomi Fujiwara sitúa el origen de este desorden en los cambios culturales sucedidos en el país a partir de los años 80 del siglo pasado; más concretamente, en la inauguración en 1983 de Tokyo Disneyland, el primer lugar donde se estableció como obligatoria la sonrisa al atender a los clientes, lo que luego sería imitado por muchas otras empresas.

Aunque en un principio parecía ser un fenómeno exclusivamente japonés, algunos autores han descrito casos en Corea del Sur. El psicólogo Yoon Do-rahm ha llegado a comparar la sociedad actual con un espectáculo de payasos: ambos llenos de sonrisas amplias y frecuentes, pero vacías y falsas.

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