Verba volant, scripta manent

domingo, 17 de julio de 2022

La historia de Pelorus Jack

Pelorus Jack (c. 1880-1912?)

A finales del siglo XIX la ruta marítima más corta entre las ciudades neozelandesas de Wellington y Nelson era la que atravesaba el estrecho de French Pass (en maorí, Te Aumiti), que separa las costas de la isla D'Urville y las de la isla Sur (una de las dos principales islas de Nueva Zelanda), conectando el estrecho de Cook y la bahía de Tasmania. La más corta, pero no la más segura, ya que las aguas del French Pass son bien conocidas por sus fuertes y traicioneras corrientes, que pueden fácilmente llevar a un barco a estrellarse contra las rocas.

En torno al año 1888 las tripulaciones de varios de los barcos que se aventuraban a través del French Pass notaron la presencia de un delfín solitario que aparentemente se había aficionado a acompañar a dichos barcos por las aguas del estrecho. Los primeros en fijarse en el delfín fueron los tripulantes de una goleta llamada Brindle, quienes trataron de pescarlo, aunque la esposa del capitán los convenció para que no lo hicieran. No pasó mucho hasta que los marineros se dieron cuenta de que el delfín parecía guiar a los barcos a través de las zonas más seguras del French Pass.

Calderón gris (Grampus griseus)

Aquel delfín no tardó en ser bautizado como Pelorus Jack. No se sabe bien si haciendo referencia al pelorus (en español, taxímetro), un instrumento de navegación usado para medir ángulos, o por la bahía de Pelorus, situada en uno de los extremos del French Pass (aunque no era uno de los lugares en los que solía aparecer). Medía unos cuatro metros de longitud y era de un color blanquecino con manchas grises, con una cabeza redondeada y blanca. Nunca se determinó si era un macho o una hembra, pero las numerosas fotografías que se conservan de él permiten identificarlo como un calderón gris o delfín de Risso (Grampus griseus), lo cual no deja de ser sorprendente ya que este cetáceo, aunque abundante y ampliamente distribuido por las costas de casi todo el mundo (incluidas las españolas), es muy poco frecuente en Nueva Zelanda, donde apenas se ha informado de una docena de avistamientos en el último siglo y medio.

La presencia de Pelorus Jack en el French Pass se convirtió pronto en habitual, granjeándose el aprecio de los marineros que frecuentaban aquellas costas, para los que Jack no solo era un valioso guía, sino también un augurio de buena suerte, ya que se solía decir que ningún barco se había hundido jamás en el French Pass estando el delfín presente. Aquellos familiarizados con sus costumbres decían que Jack nunca llegaba a cruzar totalmente el estrecho, y que generalmente dejaba de acompañar a los barcos en las inmediaciones de las islas Chetwode.

Pelorus Jack se hizo popular rápidamente. Avistado habitualmente por marineros y viajeros, algunos de los cuales llegaban incluso a viajar expresamente a la zona para poder verlo, fue mencionado habitualmente por la prensa y se tomaron docenas de fotografías suyas, muchas de las cuales acabaron convertidas en postales.

SS Penguin (1864-1909)

En 1904 Pelorus Jack estuvo a punto de morir cuando alguien a bordo del ferry SS Penguin disparó contra él con un rifle, lo que levantó una oleada de indignación. A consecuencia del incidente, el gobierno neozelandés promulgó con fecha del 26 de septiembre de 1904 un Decreto en Consejo (Order in Council, un tipo de ley habitual en los países de la Commonwealth) bajo la Ley de Pesquerías Marinas en el que prohibía cualquier tipo de intento de dañar a Jack, lo que convirtió al delfín en la primera criatura marina individual protegida expresamente por la ley en cualquier país del mundo. Jack, a pesar del incidente, siguió guiando a los barcos por el French Pass, aunque según cuenta la tradición jamás volvió a acercarse al Penguin, que acabaría hundiéndose en 1909 en el estrecho de Cook, provocando la muerte de 75 personas (una tragedia que algunos atribuyeron a una especie de maldición por haber intentado dañar a Jack).

Pelorus Jack I, mascota del crucero de batalla HMS New Zealand (1913)

Durante 24 años Pelorus Jack siguió guiando barcos ininterrumpidamente. Fue visto por última vez en abril de 1912. Nunca se supo a ciencia cierta cuál fue su destino. Diversas historias sobre su final circularon entre las gentes del mar: que había sido arponeado por un ballenero noruego anclado cerca de la costa, que había sido golpeado por una hélice, o que había muerto tras quedar varado en la costa después de una tormenta. Lo más probable es que simplemente muriera de viejo; la vida media de un calderón gris es de entre 25 y 30 años, por lo que probablemente Jack era un animal de edad muy avanzada cuando desapareció, como así parecen indicar su coloración pálida y el hecho de que en sus últimos tiempos ya no nadara con la misma rapidez con que solía hacerlo, hasta el punto de que algunos barcos reducían su velocidad para que pudiera seguirlos.

A pesar del tiempo transcurrido, Pelorus Jack sigue siendo una figura recordada dentro del folklore tradicional neozelandés y se le rememora en poemas, nombres de negocios e incluso en el logotipo del Interislander, un servicio de ferry que cruza el estrecho de Cook.

4 comentarios:

  1. Una preciosa historia. Creo que aún no somos conscientes de que los cetáceos son seres muy inteligentes.
    Duante mi época de marino tuve el privilegio de escuchar a través del sonar el "canto" de las ballenas. Me sorprendió la riqueza de matices y de tonos que emiten, yo estoy convencido de que es un lenguaje bastante desarrollado.

    Saludos, y gracias por esta entrada.

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    1. Tienes toda la razón, Rodericus. Los cetáceos son animales extremadamente inteligentes y sensibles. Y sus cantos son lenguajes complejos que pueden viajar cientos de kilómetros bajo el agua y cuyo significado aún estamos lejos de conocer.

      Un saludo, Rodericus.

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  2. Increible esta historia, gracias por compartirla.

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