Teágenes de Tasos fue sin duda uno de los deportistas más famosos de la Grecia clásica. Hijo de Timóstenes, sacerdote de Heracles Tasio, desde muy niño demostró poseer una fuerza física extraordinaria; cuentan que cuando tenía unos nueve años se llevó del ágora de la ciudad una pesada estatua de bronce de un dios, cargándola en sus espaldas hasta su casa, y luego la devolvió a su lugar de la misma manera.
Ya de adulto Teágenes obtuvo numerosísimas victorias en distintas competiciones atléticas, destacando sobremanera en el pugilato (boxeo) y el pancracio (un tipo de lucha similar a las MMA actuales). Fue campeón en la competición olímpica de pugilato en el 480 a. C., derrotando a otro legendario luchador como Eutimo de Locros. En la misma edición venció en pancracio, pero los jueces se negaron a reconocer su victoria, acusándolo de haber maltratado a Eutimo en su combate, nombrando vencedor a su rival, Dromeo de Mantinea. Fue tres veces campeón de boxeo en los Juegos Ístmicos, nueve en los Nemeos, y diez (nueve en boxeo y una en pancracio) en los Juegos Píticos. También, para demostrar que su talento iba más allá de la lucha, participó en diversas competiciones atléticas, llegando a vencer las competiciones de dólico (una carrera de unos cinco kilómetros) celebradas en Ftía (patria de Aquiles) y Argos. Era igualmente célebre su descomunal apetito; Ateneo de Náucratis, un gramático del siglo II d. C., afirma que llegó a devorar un buey entero él solo.
Como era de esperar, los habitantes de Tasos estaban orgullosos de tener a un campeón tan legendario (se dice que a lo largo de su carrera deportiva llegó a acumular 1400 victorias en las distintas disciplinas en las que participó) como convecino. Como homenaje, erigieron una estatua de bronce suya en el ágora de la ciudad, obra del gran escultor Glaucias de Egina. Y comenzaron a murmurar que en realidad Teágenes no era hijo de Timóstentes, sino que había sido engendrado por el mismísimo Heracles. Precisamente esta escultura iba a ser protagonista de una curiosa historia que ha llegado a nosotros a través del historiador griego Pausanias.
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Ruinas de Tasos |
Cuenta Pausanias (110-180) en su obra Descripción de Grecia que, tras la muerte de Teágenes, un viejo rival suyo, que envidiaba sus victorias y nunca había sido capaz de derrotarlo, acudía al ágora por las noches y golpeaba la estatua como si se tratara del auténtico Teágenes. Hasta que en una de estas ocasiones la estatua, tras recibir numerosos golpes, cayó de su pedestal sobre él, matándolo. La historia podía haber quedado ahí pero los hijos del muerto acudieron a la justicia exigiendo que la estatua fuera juzgada por asesinato. Por aquel entonces Tasos se regía por las leyes recopiladas por el legislador ateniense Dracón, que establecían que los objetos inanimados que causaran la muerte de un hombre fueran desterrados. Y así ocurrió en Tasos; la estatua fue declarada culpable y condenada a ser arrojada al mar, y de esa manera se hizo.
Sucedió que no mucho tiempo después Tasos se enfrentó a un periodo de escasez. Las cosechas se malograban, los árboles no daban fruto. La amenaza de la hambruna se cernía sobre los tasios, así que estos decidieron enviar una embajada a Delfos, para consultar al célebre oráculo del Templo de Apolo el motivo de tal infortunio. La Pitia o sacerdotisa de Apolo encargada de las profecías les aconsejó llamar de vuelta a Tasos a todos aquellos que, por distintos motivos, habían sido enviados al exilio. Así lo hicieron, pero la escasez persistió, así que enviaron una nueva embajada. Y cuando estos le dijeron a la Pitia que habían cumplido con sus instrucciones, ella les replicó: "Pero habéis olvidado a vuestro ilustre Teágenes, a quién tan injustamente habéis tratado". Hasta entonces, a nadie en Tasos se le había ocurrido considerar a la estatua como un exiliado más.
El problema era que la estatua seguía en el fondo del mar y nadie tenía ni idea de como rescatarla de allí. Al final quienes solucionaron la papeleta fueron unos pescadores que, faenando por la zona, notaron que sus redes se habían enganchado en el fondo, y al tirar de ellas para recuperarlas descubrieron que habían enganchado la estatua de Teágenes. Rápidamente la llevaron a tierra, donde los habitantes de Tasos la repusieron en su lugar original, colmándola de ofrendas como si se tratara de la imagen de un dios. Y lo cierto es que funcionó, porque muy pronto la tierra volvió a ser fértil y la amenaza del hambre desapareció.
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Restos del Filipeo, un monumento erigido en el Altis por el rey Filipo II de Macedonia tras derrotar a los griegos en Queronea (338 a. C.) |
Curiosamente, aquel fue el inicio de un culto a la figura de Teágenes, que tuvo una notable duración, ya que Pausanias, que vivió seis siglos después de Teágenes, afirma que en su época todavía había numerosas imágenes del atleta, tanto entre los griegos como entre los bárbaros, que eran honradas con ofrendas y de las que se decían que sanaban enfermedades.
La estatua original de Teágenes sería trasladada siglos más tarde al Altis, el bosque sagrado, consagrado a Zeus, que existía a los pies del Monte Cronio, cerca de la ciudad de Olimpia. En aquel lugar se habían ido construyendo a lo largo de los siglos varios templos consagrados a distintos dioses y héroes. A partir de ahí no se vuelve a saber nada de la estatua, que no ha llegado hasta nuestros días. Saqueada en alguna de las muchas invasiones que tuvo que soportar Grecia, o bien fundida por algún aldeano codicioso, sufrió el mismo destino incierto que muchas otras obras de arte célebres de la antigüedad. Lo que si se ha hallado es el pedestal original de la estatua mientras estuvo en Tasos; se halló durante la excavación del ágora de la ciudad y lleva grabada una lista de las victorias más importantes del luchador.
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