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lunes, 1 de septiembre de 2025

Ishi, el último de los yahi

Ishi (1861?-1916)

El 29 de agosto de 1911 algunos habitantes de la ciudad californiana de Oroville, en el condado de Butte, se sorprendieron al descubrir a un extraño personaje rondando las instalaciones de un matadero en las afueras de la ciudad. Se trataba de un nativo americano, vestido con ropas tradicionales, que parecía un tanto desorientado y que aparentemente no hablaba inglés. Ante las dificultades para entenderse con él el sheriff local decidió esposarlo y llevárselo a su oficina, mas que nada por su propia seguridad. No tenían ni idea de que aquel hombre, que acabaría siendo conocido como Ishi, era el último miembro de la tribu de los yahi.

La tribu yana fue una tribu nativa americana que durante siglos había vivido en el norte de la actual California, en la cuenca superior del río Sacramento, en una región de unos 6000 kilómetros cuadrados limitada por los ríos Pit y Feather. Estaba formada por cuatro subgrupos: los yanas del norte, los yanas del sur, los yanas del centro y los yahi, que vivían en la región suroeste del territorio yana, en las estribaciones del Pico Lassen. Cada grupo hablaba una variedad propia del idioma yana, y entre sus peculiaridades estaba que (salvo en el caso de los yahi) hombres y mujeres hablaban variedades propias de cada sexo, con una especie de "versión común" para hablar entre ellos. Aunque se sospecha que habían mantenido algún encuentro previo con los españoles, los yana se las habían arreglado para mantenerse aislados de los colonos de origen europeo hasta bien entrado el siglo XIX. En cuanto a los yahi, se mostraban especialmente retraídos y procuraban mantenerse lo más apartados posible de sus vecinos. Por lo que se sabe de ellos, formaban pequeños grupos sin una autoridad central que vivían de la caza, la pesca y la recolección. Se calcula que a principios del siglo XIX los yana sumarían en total unos 3000 individuos, de los que 400 serían yahis.

El hallazgo de Ishi en la portada del San Francisco Call (31 de agosto de 1911)

Sin embargo, a mediados del siglo XIX la situación de los yana dio un giro a peor. Primero fue la fiebre del oro, que atrajo a miles de aventureros a California. Los yahi fueron los que más sufrieron esta primera oleada, ya que sus territorios eran los más cercanos a los yacimientos de oro. Los enfrentamientos con los mineros, en los que los yahi, que no tenían armas de fuego, solían llevar las de perder, empezaron a ser frecuentes. Y a los aventureros les siguió una nueva oleada, la de los colonos que buscaban tierras para asentarse y no les importaba expulsar de ellas a los indios a la fuerza. En los años siguientes se produjeron una serie de enfrentamientos conocidos genéricamente como las Guerras Indias de California, y que más que auténticas guerras consistieron en matanzas de indios, destrucción de poblados y captura de mujeres y niños para ser vendidos como esclavos, lo que a la postre supuso la desaparición de la mayor parte de los nativos americanos de California.

Yanas y yahis no fueron una excepción. Los yahi sufrieron matanzas como la de Mill Creek (1865, 40 yahis muertos), Silva (1865, 40 yahis muertos), Three Knolls (1866, 40 yahis muertos, incluido el padre de Ishi), Camp Seco (1867, 45 yahis muertos) o la Cueva de Kingsley (1871, 40 yahis muertos). En apenas dos décadas el número de yanas se había reducido a apenas unas decenas, de los que menos de 30 eran yahis, incluidos Ishi (nacido en torno a 1861) y su familia. Estos, decididos a mantener su libertad, se internaron en la Sierra Nevada y pasaron las siguientes décadas ocultándose en sus regiones más agrestes y apartadas, procurando permanecer lo más lejos posible de los hombres blancos. Pero con un número tan exiguo el grupo estaba condenado a desaparecer, y en las siguientes décadas aquellos últimos yahis fueron muriendo uno a uno.

En 1908 un grupo de exploradores que trabajaba para una empresa hidroeléctrica dio por casualidad con el campamento donde vivían los últimos de aquellos yahis: se trataba de Ishi, su madre, su tío y otra mujer de su familia, que según algunas fuentes podría haber sido su esposa. Los indios corrieron a esconderse; aquellos exploradores no les persiguieron, se limitaron a saquear su campamento, robándoles pieles, armas y herramientas. Tres años más tarde, Ishi era el único superviviente del grupo. Según explicaría, su madre y su tío se habían ahogado intentando cruzar un río, y la otra mujer había muerto de enfermedad. Había intentado sobrevivir solo pero, después de que un incendio forestal hubiese asolado la zona donde se escondía y le hubiese dejado sin apenas alimento, exhausto y hambriento había decidido acercarse hasta donde vivían los hombres blancos en busca de comida.

Alfred L. Kroeber e Ishi (1911)

La noticia del "indio salvaje" aparecido en California saltó enseguida a los periódicos. Lo cierto es que no iban desencaminados; hoy en día se sigue considerando a Ishi el último nativo americano en entrar en contacto con los americanos de origen europeo. Entre los que leyeron con interés la noticia estaban los miembros del departamento de Antropología de la Universidad de California, en Berkeley, varios de cuyos profesores se trasladaron de inmediato a Oroville para hacerse cargo de Ishi, el cual aceptó irse con ellos. Los profesores de Berkeley lo llevaron a San Francisco y lo alojaron en el Museo Phoebe A. Hearst, en San Francisco, dependiente de la Universidad, donde le dieron alojamiento y un trabajo como conserje. En los años que vivió allí, Ishi mantuvo numerosas entrevistas con los antropólogos Albert L. Kroeber (director del Museo) y Thomas T. Waterman, que veían en él la oportunidad única de recopilar información sobre la cultura yahi, que se consideraba extinta. Y aunque había mucho que se había perdido, porque Ishi no había tenido ocasión de aprenderlo, si les proporcionó extensa información acerca de las tradiciones yahi, su estructura social y familiar, sus ceremonias y prácticas religiosas, y sobre los objetos que fabricaban y las técnicas que utilizaban.

Hay que decir que Ishi no era el auténtico nombre de aquel indio. "Ishi" es una palabra yana que significa "hombre" y fue el nombre que le puso Kroeber. Entre los yahi era tabú pronunciar el propio nombre, y debía de ser otro miembro de la tribu el que lo presentara formalmente. Cuando le preguntaban su verdadero nombre, Ishi respondía "No tengo ninguno, porque ya no queda nadie para nombrarme", queriendo decir que ya no había ningún otro yahi que pronunciara su nombre en su lugar.

Habiendo pasado la mayor parte de su vida alejado de la civilización, Ishi apenas tenía inmunidad contra las enfermedades corrientes, lo que provocaba que enfermera con frecuencia. El que lo trataba habitualmente cuando esto ocurría era Saxton Pope, médico y profesor en la Universidad, que acabaría siendo un íntimo amigo de Ishi. Pope también era un entusiasta del la caza con arco (años más tarde escribiría un libro, Caza con arco y flecha, que se sigue imprimiendo hoy en día y es una lectura básica para los cazadores que utilizan el arco), y aprendió de Ishi cómo fabricar y utilizar el arco corto de los yahi y sus flechas. 

Ishi murió de tuberculosis el 25 de marzo de 1916. Se dice que sus últimas palabras, dirigidas a Pope, fueron "Tú te quedas. Yo me voy". En aquel momento Kroeber se hallaba de viaje en Nueva York y telegrafió a Pope para que no le realizara la autopsia, ya que las tradiciones yahi decían que el cuerpo debía permanecer intacto. Sin embargo Pope la llevó a cabo igualmente, citando los protocolos hospitalarios, y extrayendo el cerebro de Ishi, que luego envió al Instituto Smithsoniano para su estudio. Los restos de Ishi fueron luego cremados, en la creencia (errónea) de que esa era la tradición entre los yahi. Sus cenizas fueron enterradas en el cementerio Mount Olivet, en Colma, cerca de San Francisco.

En la década de 1990 un estudioso de Berkeley llamado Steven Shackley expuso la teoría de que Ishi no era realmente un yahi de pura raza, sino que podía haber sido descendiente de un matrimonio mixto. Según esta hipótesis, algunas características físicas de Ishi parecían más próximas a otras tribus como los wintu. Además, las puntas de flecha que Ishi fabricaba no eran como las que se hallaron posteriormente en yacimientos yahi, sino que se parecían más a las que fabricaban tribus como los wintu o los nomlaki. Así mismo, Ishi usaba una herramienta que llamaba "el palo de Ishi" para desgajar lascas de piedra de otras mayores. Esta técnica también es habitual entre los wintu y los nomlaki. Shackley sugería que Ishi había tenido ancestros de ambas tribus, y que se había criado con miembros de las dos, habiendo aprendido esas técnicas de algún pariente wintu.

El cerebro de Ishi permaneció en el Smithsonian hasta el año 2000, en el que fue devuelto a los indios de Redding Rancheria, una reserva india en el norte de California donde viven los últimos descendientes de varias tribus nativas de California como los wintu, los achowami y también los últimos yanas (en torno a un centenar de individuos, entre los yanas puros y los mestizos). También se les devolvieron las cenizas de Ishi, que los indios de la reserva pretendían enterrar en un lugar secreto.

El caso de Ishi se popularizó a raiz de la publicación en 1961 del libro Ishi in two worlds (Ishi en dos mundos), escrito por Theodora Kroeber, antropóloga y viuda de Albert Kroeber, que utilizó las notas de su marido para reconstruir la historia de Ishi, al que no había llegado a conocer en persona.

1 comentario:

  1. Que triste final para esas comunidades. Rescatable que perdure su "nombre" en la historia.
    Aca en Argentina practicamente desaparecieron los pueblos originarios. Yo soy de Cordoba, esta tierra era habitada por indigenas conocidos como "comechingones" que nos dejaron como legado el acento caracteristico o tonada que tenemos los Cordobeses.
    Saludos.

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