Verba volant, scripta manent

miércoles, 3 de marzo de 2010

El explosivo que nació en una cocina


Allá por mediados del siglo XIX, la Universidad de Basilea (Suiza) tenía unos horarios muy estrictos, que incluían el cierre absoluto a la hora del almuerzo, durante el que aulas y laboratorios permanecían rigurosamente cerrados. Eso suponía un inconveniente para algunos profesores, como el químico alemán Christian Schönbein, que se veían obligados a interrumpir sus experimentos. Así que Schönbein decidió continuar dichos experimentos en su casa mientras la universidad permanecía cerrada. Un día, estaba en la cocina de su casa calentando una mezcla de dos disoluciones de ácido sulfúrico y nítrico, cuando accidentalmente derramó una parte. Para limpiarlo utilizó lo primero que encontró a mano: un delantal de algodón de su esposa. Una vez terminó de limpiar, lo puso a secar sobre una estufa. Imaginaos su sorpresa cuando al poco tiempo escuchó un potente estampido y vió que el delantal se había, literalmente, desintegrado. Sin pretenderlo, Schönbein había descubierto la nitrocelulosa o algodón pólvora, el primero de una nueva familia de potentes explosivos. Schönbein llamó a su descubrimiento "pólvora sin humo" y trató de producirla para su uso militar, pero era demasiado inestable. No fué hasta 1891 que dos químicos, Dewar y Abel, lograron un compuesto de nitrocelulosa lo suficientemente estable; es lo que hoy conocemos como cordita. Así que, como suele decir mi madre, cuidadito con lo que hacéis en la cocina.

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