Verba volant, scripta manent

sábado, 19 de enero de 2013

Jasper Maskelyne, el hombre que ocultó Alejandría


                           Jasper Maskelyne (1902-1973)

Se puede decir que Jasper Maskelyne nació predestinado para dedicarse al ilusionismo. Nieto de John Nevil Maskelyne, mítico mago británico del siglo XIX y considerado uno de los creadores del ilusionismo moderno (no en vano fué el creador de uno de los trucos clásicos, la levitación horizontal), e hijo de Nevil Maskelyne, también mago, Jasper aprendió desde niño los rudimentos del espectáculo y se crió entre las bambalinas de los teatros londinenses donde su padre actuaba. Nacido en 1902, cuando le llegó el momento de empezar a actuar por su cuenta, cosechó a su vez un rotundo éxito, por su inmenso talento para crear trucos y también, todo hay que decirlo, por su apostura física, que hacía estragos entre el público femenino.
Cuando en 1939 se desata la II Guerrra Mundial, Maskelyne, llevado por su patriotismo (y porque los ataques aéreos habían dejado sin público los teatros), decide alistarse y es asignado al Real Cuerpo de Ingenieros. Está convencido de que sus peculiares habilidades le pueden ser de gran utilidad al ejército, pero en el ejército no comparten su entusiasmo. Pero Maskelyne logra atraer su atención con un truco espectacular: la simulación perfecta de un acorazado alemán remontando el Támesis utilizando espejos y un barco de juguete. Ingresa en los Royal Engineers, pero es demasiado aburrido para él. Posteriormente, deja los Ingenieros y se incorpora a la Inteligencia, y es destinado a Egipto, donde sus superiores tampoco confían demasiado en la capacidad del mago, del que esperan que divierta a la tropa con sus exhibiciones y poco más, y lo destinan al Servicio de Camuflaje, una unidad secundaria cuya labor era ocultar nidos de ametralladoras, blindados y similares. Aquí logra algunos de sus primeros éxitos, como fabricar una pintura ocre para camuflar los tanques en el desierto... a base de excrementos de camello y salsa Worcestershire. O unos ingeniosos camuflajes que convertían a los tanques en camiones:

Poco después, el general Archibald Wavell crea la A Force, un grupo dedicado al contraespionaje y la creación de confusión entre las tropas enemigas, al que Maskelyne logra incorporarse. Una de las primeras discusiones trata de cómo proteger Alejandría de los ataques de la Luftwaffe, especialmente el puerto, infraestructura estratégica por donde entran buena parte de los suministros del ejército británico y donde se localizan unos inmensos depósitos de combustible que luego se revelarían fundamentales para el desarrollo del conflicto. Durante la reunión, alguien dice: “Necesitamos una solución. No podemos hacer desaparecer la ciudad”. Es entonces cuando el talento y la audacia del mago (además de su innata propensión a los golpes de efecto) le llevan a decir: “Cierto. No podemos hacerla desaparecer. Pero quizá... quizá podamos cambiarla de sitio”.
La idea fascina desde el principio a los altos mandos ingleses, que ponen a disposición de Maskelyne un contingente de 500 soldados. Pero él prefirió elegir personalmente a sus colaboradores, por el método de pasearse por el campamento inglés y observar cómo trabajaban. Un carpintero, un electricista, un pintor, un químico, un arquitecto, un escenógrafo de teatro, un ingeniero, y así hasta 14 hombres que son puestos a sus órdenes y reciben el nombre de Cuerpo Especial de Camuflaje, aunque pronto empiezan a ser conocidos por el nombre que los haría famosos: The Magic Gang, la Banda Mágica.
El primer paso es elegir el lugar donde se asentará la falsa Alejandría. Maskelyne elige Maryut Bay, un enclave situado a algunas millas de la ciudad. Trabajando con fotografías aéreas, para tener la misma perspectiva que los pilotos alemanes, comienza el trabajo de crear una réplica de la ciudad utilizando todo tipo de engaños habituales de la magia: edificios falsos, juegos de luces, etc. El plan es sencillo: cuando los centinelas den el aviso de la aproximación de la aviación enemiga, la energía eléctrica de Alejandría de cortará totalmente y a la vez se encenderá la Alejandría de Maryut Bay, que debía ofrecer el mismo aspecto que la real. Además, Maskelyne se guardaba otro as en la manga: una serie de artefactos pirotécnicos detonados por control remoto y que hacían creer a los pilotos que habían alcanzado sus objetivos. El engaño es total y la estratagema, un éxito: durante varias noches, los alemanes bombardean la ciudad de Maskelyne y se retiran creyendo haber inutilizado el puerto. La sorpresa cuando se enteraron que el puerto y la ciudad estaban intactos debió ser de órdago. Un sistema parecido se empleó en Londres para protegerla de los bombardeos desorientando a los pilotos enemigos alterando sus principales puntos de referencia.
Ante el éxito de la primera acción de guerra de la Magic Gang, sus superiores les encargan un nuevo reto: impedir que los bombardeos alemanes afectasen a otra de las estructuras vitales para los aliados: el Canal de Suez. Tras mucho meditarlo, Maskelyne decide utilizar los propios reflectores del Canal, reforzados por una serie de espejos estroboscópicos giratorios que crean haces de luz que confunden a los pilotos alemanes. Segundo gran éxito de Maskelyne.
Pero posiblemente el mayor éxito de la Magic Gang se produjo durante el preludio de la batalla de El Alamein, que supuso el punto de inflexión para los éxitos alemanes en el Norte de África. Dado que el ataque definitivo de las tropas del general Montgomery habría de venir del norte, Maskelyne fué encargado de crear una gigantesca ilusión: un ejército falso que llevase a los alemanes a creer que el ataque definitivo procedería del sur. Nueva puesta en escena de toda una serie de trucos ingeniosos: falsos barracones y blindados, depósitos de agua, tanques falsos... incluso una vía de tren de mentira y un oleoducto falso construído con bidones de combustible vacíos. El perfeccionismo de Maskelyne llegó al extremo de crear emisiones de radio falsas, destinadas a nadie, sólo para que los alemanes las interceptasen. Además, en esas transmisiones se incluían de fondo sonidos típicos de un campamento militar en plena actividad: soldados trabajando, gritos, vehículos... sonidos que eran producidos por los propios miembros del Magic Gang. La estratagema fué perfecta: los alemanes, convencidos de que el grueso de las tropas aliadas estaba al sur, desplazan buena parte de sus hombres hacia allí. Cuando se dan cuenta del engaño, es tarde. El golpe fué casi definitivo para las aspiraciones nazis.
Después de El Alamein, The Magic Gang fué disuelta. Sus componentes fueron dispersados entre diversos destinos. Ninguno de ellos recibió distinción o mención oficial alguna, ni siquiera Maskelyne. Este pasó el resto de la guerra atendiendo otros encargos, fundamentalmente equipos para espías y para facilitar la fuga de prisioneros aliados: agujas magnéticas ocultas en los cordones del calzado, mapas impermeables ocultos en las lengüetas de las botas, hebillas de cinturón que ocultaban un compás, cadenas de placas de identificación que eran una eficaz sierra para metales... Tras el fin de la guerra, al igual que otros muchos miles de hombres, Maskelyne fué desmovilizado y se reincorporó a la vida civil. Pero los tiempos habían cambiado, los espectáculos de magia tenían cada vez menos éxito, y Maskelyne acabó emigrando a Kenia, donde fundó una autoescuela y murió en 1973. Tuvo un hijo, Alistair, que no siguió sus pasos.
En 1949 publicó una autobiografía, Magic: Top secret, donde contaba sus aventuras durante la guerra. Muchos historiadores las han puesto en duda: consideran que Maskelyne mintió o exageró mucho sus méritos. Lamentablemente, los informes sobre las actuaciones de Maskelyne siguen siendo Top Secret y no serán desclasificadas hasta 2046. En cualquier caso, no dejaría de ser un truco sensacional (el último de un genio) haber engañado a tantas personas durante tanto tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario