Verba volant, scripta manent

jueves, 27 de febrero de 2014

La Batalla de Alcatraz




La prisión de la isla de Alcatraz se ganó en los apenas treinta años que estuvo en funcionamiento la fama de ser a prueba de fugas. Ninguno de los varios intentos de fuga producidos llegó a buen término (al menos oficialmente). La más importante de estas tentativas tuvo lugar en 1946 y derivó en un enfrentamiento tan violento que acabó siendo conocida como la Batalla de Alcatraz.
Desde su inauguración, la prisión se caracterizó por acoger entres sus muros a lo más selecto del sistema penitenciario norteamericano. A Alcatraz sólo iban a parar presos especialmente peligrosos, problemáticos o conocidos. Aquellos que hubiesen protagonizado fugas, que hubieran agredido a un guarda o a otro preso, que hubieran organizado motines o simplemente tuvieran un comportamiento desafiante o rebelde, tenían muchas papeletas para acabar siendo huéspedes de la Roca. Uno de aquellos presos era Bernard Coy, condenado a 25 años de prisión por robar bancos y que había llegado a Alcatraz en 1937. Coy, inteligente y violento, llevaba tiempo estudiando cuidadosamente a los guardias y sus horarios, planeando su fuga, en la que acabaría involucrando a otros cinco presos: Marvin Hubbard, Joseph Cretzer, Clarence Carnes, Sam Shockley y Miran Thompson.
El 2 de mayo de 1946, después de la comida, mientras la mayoría de los presos y los guardias estaban en los talleres, Coy barría el suelo del Bloque C de celdas cuando Hubbard llamó al guardia del bloque, William Miller, para que le dejara entrar, ya que había terminado su labor limpiando la cocina. Cuando Miller fue a cachear a Hubbard, buscando objetos robados, Coy aprovechó para atacarlo por la espalda y dejarlo sin sentido. A continuación, liberaron a Cretzer y Carnes de sus celdas.
El bloque poseía una galería elevada, protegida con barrotes, desde donde guardias armados vigilaban a los presos. Cuando tuvo lugar el ataque, el guardia de patrulla en dicha galería, Bert Burch, estaba ausente; Coy había controlado minuciosamente los tiempos empleados en sus rondas para comenzar su fuga cuando no estuviera en el bloque. A continuación, Coy se desnudó, se untó el cuerpo de grasa y trepó por la puerta de una celda hasta alcanzar la galería. Allí, gracias a un rudimentario dispositivo mecánico que había construido en los talleres, logró separar los barrotes que protegían la galería lo suficiente para poder colarse entre ellos (también llevaba varios días sin apenas comer, para pasar con más facilidad). Esperó agazapado el retorno de Burt, lo dejó sin sentido y cogió sus armas (un rifle Springfield, una pistola M1911, granadas de gas y varias porras) y sus llaves.
Con las llaves, pasaron al bloque de celdas contiguo, el D. Allí estaban los presos en régimen de aislamiento. Tras tomar como prisionero a un tercer guardia, Cecil Corwin, liberaron a todos los presos (aunque sólo Shockley y Thompson se unieron a ellos, los demás prefirieron no involucrarse y quedarse en sus celdas) y encerraron en una celda a los guardias que tenían como rehenes.
El plan de los presos era salir al patio de la cárcel y de allí abrirse paso hasta el embarcadero, usando como escudo a los guardias, y hacerse con el control del barco que diariamente, entre las dos y las dos y media, atracaba procedente de San Francisco. Desafortunadamente para ellos, no fueron capaces de encontrar la llave de la puerta del patio, que no estaba en su lugar correspondiente: Miller, contraviniendo las ordenanzas de la prisión, la llevaba en el bolsillo para no tener que ir a por ella cada vez que tenía que abrir la puerta del patio. Aprovechando un momento en que no estaba vigilado, la escondió en el baño de la celda donde estaba encerrado. Los presos finalmente la encontraron, pero descubrieron que la cerradura estaba atascada por haber intentado abrirla con otras llaves. Estaban atrapados sin salida. Mientras, varios guardias que iban accediendo al bloque caían en sus manos, hasta sumar nueve rehenes, en dos celdas.
Los presos no tenían salida ni sabían qué hacer. En una muestra de su desesperación, Coy disparó contra los guardias de las torres de vigilancia, hiriendo a uno. Cuando el director adjunto Ed Miller fue a investigar qué estaba pasando, Coy lo recibió a tiros, sin herirlo.
De inmediato se dio la alarma. Cretzer, enfurecido y frustrado, disparó contra los rehenes, hiriendo a cinco (William Miller moriría a causa de sus heridas). Carnes, Shockley y Thompson volvieron a sus celdas, mientras Coy, Hubbard y Cretzer decidieron resistir. Un guardia llamado Ernie Lageson, por si acaso morían todos, apuntó disimuladamente los nombres de los amotinados rodeando con un círculo el nombre de los líderes de la revuelta.
A eso de las seis, un grupo de guardias armados trató de retomar el control de los bloque entrando por la galería de vigilancia, pero fueron recibidos a tiros; un guardia llamado Harry Stites murió y otros cuatro resultaron heridos. Esto llevó al alcaide Johnson a ordenar cortar la electricidad de las celdas y pedir ayuda.
La ayuda no tardó en llegar: dos pelotones de marines a las órdenes del general Joe Stilwell. Además, todos los guardias que estaban de permiso fueron llamados inmediatamente a sus puestos y varios barcos de los Guardacostas comenzaron a patrullar las aguas cercanas a la isla.
Una nueva incursión de un grupo de guardias tuvo lugar a las ocho de la noche, en plena oscuridad. Lograron descubrir el paradero de los rehenes y cerrar la puerta que comunicaba los bloques C y D, antes de que los presos abrieran fuego contra ellos (otro guardia resultó herido). Una vez se hubieron retirado, los marines lanzaron un ataque contra el Bloque D, creyendo erróneamente que uno o varios de los amotinados armados se habían refugiado allí. El ataque fue brutal, usando morteros, granadas de mano y armas de gran calibre. Los presos de aislamiento tuvieron que refugiarse en sus celdas, escondidos bajo sus colchones, hasta que uno de ellos, Robert Stroud, el famoso "hombre de Alcatraz", logró con gran riesgo advertir a las autoridades de que ninguno de los cabecillas de la fuga estaban allí.
Impactos de morteros en la pared del Bloque C
Al día siguiente, el ataque se centró en el Bloque C, procurando alejar el fuego de las celdas de los rehenes. A eso del mediodía, los presos llamaron al alcaide Johnson, pidiendo negociar una tregua; Johnson les respondió que sólo aceptaría su rendición. El incesante tiroteo, respondido desde el interior, continuó hasta las nueve de la noche. Una de las técnicas usadas por los marines, aprendida durante la guerra en el Pacífico en su lucha contra la resistencia japonesa, consistía en practicar agujeros en el techo del bloque por donde descolgaban granadas atadas con un cordel, para hacerlas estallar en el suelo cerca de donde creían se refugiaban los presos, tratando de acorralarlos en un pasillo de servicio.
A la mañana siguiente, grupos de guardias armados hicieron incursiones a través de la galería, sin hallar resistencia. A eso de las 9:40, finalmente, entraron en el bloque y hallaron los cuerpos de Coy (vestido con un uniforme de guardia), Hubbard y Cretzer, muertos por efecto de las balas y la metralla.
El resultado final fue de dos guardias y tres presos muertos, además de 12 heridos (once guardias y un preso no implicado en el motín). Shockley, Thompson y Carnes fueron juzgados como cómplices por las muertes de los dos guardias y condenados a muerte, aunque a Carnes se le conmutó la pena por una de 99 años porque los guardias que habían sido rehenes testificaron que se había negado a hacerles daño (saldría en libertad en 1973). Shockley y Thompson fueron ejecutados en la cámara de gas el 3 de diciembre de 1948, en la prisión de San Quintín.
Los bloques C y D tardaron meses en volver a acoger prisioneros. Algunas de las huellas de los combates en sus paredes son visibles aún hoy en día. Tras este intento de fuga, se extremaron tanto las medidas de seguridad que no volvió a producirse ninguna otra tentativa hasta 1956.

Mapa de los dos pabellones donde se atrincheraron los presos (boceto dibujado a mano por el capitán de los guardias de Alcatraz Philip Bergen)

Los seis presos participantes en la Batalla de Alcatraz

1 comentario:

  1. hansido increible que lastima que no tubieron su suerte la verdad me hubiece gustado que su libertad no hubiera sido la muerte la inteligencia es sobre todo la herramienta mas util del hombre para enfrentar cuaqleuir obstaculo

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