Verba volant, scripta manent

domingo, 31 de mayo de 2020

La Operación Tamarisk, el lado más sucio del espionaje



La Operación Tamarisk tiene un lugar destacado entre las misiones de espionaje occidentales durante la Guerra Fría. Alejada del glamour que tradicionalmente se le atribuye al mundo del espionaje, con unos detalles un tanto escatológicos, pero que sin duda supuso un éxito rotundo para los servicios secretos occidentales.

Originariamente, el objetivo de la Operación Tamarisk era mucho más convencional. Se trataba de que los agentes occidentales revisaran las papeleras y cubos de basura de determinados edificios oficiales de Alemania del Este, en busca de documentos que pudieran resultar de interés para los servicios secretos de EEUU, Gran Bretaña y Francia, impulsores de la operación. Por aquel entonces, en virtud de un acuerdo entre las potencias occidentales y la URSS, estaban permitidas las llamadas "misiones de enlace militar", que permitían a los tres países y a la URSS mantener pequeños contingentes de personal de inteligencia en el territorio de la otra Alemania. Los buenos resultados les llevaron a extender la misión hacia otros objetivos de carácter militar, cuando los agentes occidentales descubrieron un detalle de sumo interés para sus servicios de inteligencia.

Lo que averiguaron los espías era que, debido en buena parte a las sanciones internacionales y al embargo comercial por parte de los EEUU a raíz de la invasión de Afganistán, en la Unión Soviética se vivía una severa escasez de determinados productos, especialmente de papel higiénico. Esta escasez, que afectaba incluso a edificios gubernamentales o embajadas, era especialmente grave en las instalaciones militares, hasta el punto de que a los contingentes de tropas desplazados fuera de sus acuartelamientos, por ejemplo, los que estaban de maniobras, apenas les llegaban suministros de este tipo. Esto provocaba que los soldados y oficiales soviéticos y germano orientales tuviesen que buscar alternativas y recurrir a cualquier otro pedazo de papel para limpiarse.

Y cuando digo cualquier otro papel, es exactamente eso: cualquier otro papel. Las alternativas de los militares del este incluían desde telegramas y comunicaciones oficiales a páginas de sus diarios y agendas personales, hojas de manuales militares y guías de entrenamiento, esquemas técnicos, planos, especificaciones armamentísticas, listas de códigos, además de numerosas cartas personales y hasta documentos oficiales, algunos incluso clasificados como "top secret". Como además estos documentos estaban impresos en papel grueso, que de ser arrojado al retrete corría el riesgo de provocar atascos en las cañerías, lo normal era que tras ser utilizados fueran a parar a papeleras o contenedores especiales, de donde podían ser recuperados por los agentes occidentales.

Los servicios secretos de Occidente, una vez enterados, de inmediato dieron instrucciones a sus espías para que registraran papeleras y cubos de basura de las letrinas de los campamentos militares de Alemania Oriental después de maniobras y ejercicios militares (las condiciones del acuerdo vetaban la presencia extranjera en zonas en las que se producían maniobras y ejercicios militares, pero no una vez terminadas estas), y recuperaran todos los documentos que pudieran. A los agentes, claro, no les entusiasmó demasiado su nuevo cometido, al que se referían literalmente como "shit digging" ("escarbar en la mierda"). En más de una ocasión se quejaron a sus superiores de los riesgos que comportaba a su salud el escarbar entre papeles llenos de restos de materia fecal; e incluso, en ocasiones, cuando las papeleras procedían de instalaciones sanitarias, de restos humanos, como miembros procedentes de amputaciones. Pero sus jefes les animaron a continuar con su labor. Es más, les pidieron que recogieran también aquellos restos humanos y los enviaran para su análisis, para descubrir, por ejemplo, qué clase de metralla usaban los soviéticos o qué técnicas médicas empleaban. Todos los documentos recuperados de esta manera eran enviados a Alemania Occidental, donde eran limpiados y desinfectados a conciencia antes de ser descifrados y estudiados minuciosamente por los analistas.

La Operación Tamarisk estuvo activa entre los años 1979 y 1989, y aparentemente los soviéticos nunca se dieron cuenta del enorme caudal de información que esta clase de desperdicios suponía para los servicios secretos occidentales. No solo proporcionó datos sobre códigos militares, estrategias, tácticas de combate, armamento o vehículos como las nuevas generaciones de tanques soviéticos (los británicos llegaron a desarrollar un nuevo tipo de munición antitanque, el llamado Long-Rod Penetrator, basándose en la información obtenida de esta forma), sino también sobre la moral de las tropas o las relaciones entre el Kremlin, el Ministerio de Defensa y el ejército soviético.

Aunque la Operación Tamarisk pudiera parecer un tanto estrambótica, los expertos la consideran de manera unánime uno de los mayores éxitos de los servicios de inteligencia occidentales durante la Guerra Fría. Como dijo sobre ella el escritor Richard Aldrich, especialista en el espionaje durante esa época, "La Operación Tamarisk fue quizás la operación de inteligencia más productiva llevada a cabo por los británicos durante la Guerra Fría. Aquellos pedazos usados de papel higiénico soviético eran oro puro".

3 comentarios:

  1. Algo inimaginable, pero si fue efectivo.....

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tremendamente efectivo, a pesar de la desagradable manera de obtener la información.

      Un abrazo, Rodericus.

      Eliminar
    2. Buscad el término basurologia. Es anterior. Proviene de ciertos periodistas del corazón. Un sañudo

      Eliminar