Verba volant, scripta manent

domingo, 23 de julio de 2023

Lola Montez

Elizabeth Rosanna Gilbert, "Lola Montez" (1821-1861)


La vida de la que sería una de las mujeres más fascinantes del siglo XIX comenzó el 17 de febrero de 1821. Ese día vino al mundo en el pequeño pueblo irlandés de Grange una niña llamada Elizabeth Rosanna Gilbert, hija de un militar inglés llamado Edward Gilbert y su joven esposa, Elizabeth Oliver, hija de un parlamentario irlandés, de tan solo 15 años. Con solo dos años, toda la familia se muda a la India, donde había sido destinado el regimiento de Gilbert, quien moriría al poco de llegar a causa del cólera. Su viuda se volvería a casar poco después con un teniente llamado Patrick Craigie.

Ante el comportamiento rebelde e ingobernable de la pequeña Elizabeth, sus preocupados padres decidieron enviarla de vuelta a Gran Bretaña. Vivió durante un tiempo con el padre de Craigie en Montrose (Escocia), y cuando este ya no pudo más con ella, la enviaron cuando tenía diez años a un internado cerca de Sunderland, dirigido por la hermana mayor de su padrastro y el marido de esta. Allí impresionó vivamente a los profesores de la escuela: por su belleza y elegancia... y por su indómito temperamento. Solo estuvo allí durante un año, antes de ser enviada a una nueva escuela en Bath, en el sur de Inglaterra.

Cuando tenía 16 años su madre trató de casarla con un oficial amigo de su padrastro, viudo y septuagenario. La joven no solo rechaza el compromiso, sino que poco después se fuga con un joven y apuesto teniente llamado Thomas James. Su matrimonio se rompería cinco años después, en Calcuta, donde él estaba destinado, tras lo cual Elizabeth inicia una nueva carrera como bailarina exótica, utilizando un seudónimo.

En 1843 regresa a Gran Bretaña, presentándose como Lola Montez, bailarina española, con gran éxito; aunque lo que se dice bailar, bailaba poco: su éxito se debe sobre todo a su belleza, su sensualidad y su exotismo. Tras sus primeras actuaciones alguien la reconoce como la esposa del teniente James, y estalla el escándalo. Escapando de las críticas y los rumores, Lola se marcha al continente, donde viaja por distintos países con bastante éxito, como bailarina y como cortesana, vendiendo sus favores a hombres adinerados. Más tarde se instala en París durante algún tiempo. Mantiene un romance con el compositor austríaco Franz Liszt y también (probablemente) con el escritor Alejandro Dumas. Pero, tras la muerte de su amante el periodista Alexandre Dujarrier en un duelo, abandona París y vuelve a viajar con su espectáculo por Europa.

En 1846 llega a Munich, capital de Baviera; pero después de una sola actuación, el propietario del teatro en el que actúa la despide, juzgando su espectáculo demasiado provocador. Lola muestra una vez mas su temperamento volcánico y acude nada menos que al rey de Baviera, Luis I, para quejarse por el trato recibido. Luis era un sesentón de carácter tranquilo y apacible, casado desde hacía casi cuarenta años y padre de nueve hijos; pero cuando aquella espectacular belleza morena se presentó frente a él perdió completamente la cabeza. Según cuentan, el rey, obnubilado, solo acertó a preguntarle si su belleza era fruto de la naturaleza o del arte, ante lo cual ella, sin decir palabra, respondió abriéndose el vestido y mostrando al rey sus pechos desnudos. Lola salió de aquella entrevista convertida en la amante del rey y con un lucrativo contrato con el Teatro de la Ópera muniqués.

Ludwig Karl August von Pfalz-Birkenfeld-Zweibrücken, Luis I de Baviera (1786-1868)

Lola Montez no tarda en ganarse la antipatía del pueblo bávaro, por su comportamiento altivo y arrogante, por sus estallidos de furia (dicen que solía llevar consigo una fusta con la que golpeaba a quien osaba llevarle la contraria) y sobre todo por su cada vez mayor injerencia en los asuntos del gobierno. Aprovechando la debilidad de Luis ante sus encantos, Lola se dedica a influir en la política bávara favoreciendo determinadas medidas pro-liberales, e incluso induciendo al rey a tomar decisiones muy criticadas, tales como cerrar la Universidad de Munich, cuyos estudiantes habían protagonizado numerosas protestas, o cesar al ministro de Interior, Karl von Abel, muy crítico con el papel de la bailarina en las decisiones del rey. La gota que colma el vaso es la decisión de Luis I de concederle la nacionalidad bávara a Lola y otorgarle el título nobiliario de condesa de Landsfeld, acompañado de una generosa pensión anual. En el país cunde el descontento y el desdén hacia un rey hasta entonces querido y apreciado por los suyos. Al final, la impopularidad y el rechazo que causan los manejos de su amante fuerzan a Luis a abdicar en su hijo mayor, Maximiliano II, y a marchar al exilio en Francia, donde permanecería hasta su muerte en Niza en 1868 (es curioso ver como ciertas situaciones se repiten en la Historia).

Ante esta situación, Lola abandona Bavaria y se instala durante un tiempo en Suiza, esperando en vano que Luis se reúna con ella. Cuando esto no sucede, Lola viaja brevemente a Francia antes de regresar a Gran Bretaña a finales de 1848.

En Londres Lola conoce a un joven oficial de caballería llamado George Trafford Heald, que acaba de recibir una importante herencia. Lola y Heald se casan poco después; pero el acuerdo de divorcio entre ella y el teniente James establecía que ninguno de los dos podía volver a casarse mientras el otro siguiera con vida. Una tía de Heald, escandalizada por el matrimonio, los acusa de bigamia, así que los recién casados deciden abandonar Inglaterra, viviendo en Francia y España, hasta que dos años después la pareja rompe su relación y siguen caminos diferentes. En 1851 Lola decide buscar nuevos horizontes y cruza el Atlántico para instalarse en EEUU, mientras que su todavía marido moriría, supuestamente ahogado, en 1856.

Durante un par de años, Lola actúa con gran éxito en la Costa Este, antes de trasladarse en 1853 a California, atraída por la fiebre del oro. En San Francisco sus actuaciones vuelven a tener un gran éxito y Lola se casa (sin que haya constancia de que se hubiera divorciado antes de George Heald) con un periodista local llamado Patrick Hull, con el que se instala en Grass Valley, un pueblo minero en las estribaciones de Sierra Nevada. Su matrimonio se rompe pronto, pero Lola abre en la localidad un saloon lujosamente decorado que se hace muy popular. Permanecería dos años en Grass Valley, durante los cuales sería mentora y profesora de baile de una niña llamada Lotta Crabtree, que con los años se convertiría en una célebre actriz y comediante. 

Lola Montez fue una de las primeras mujeres en ser fotografiada fumando un cigarrillo (c. 1851)

En 1855 Lola Montez vuelve a los escenarios embarcándose en una nueva gira, esta vez por Australia, donde despierta numerosas polémicas por lo atrevido de su espectáculo y su fuerte carácter (en una ocasión ataca con un látigo al editor de un periódico que ha publicado una mala crítica sobre su actuación). Al año siguiente regresa a EEUU. Sus intentos de volver a actuar en los teatros norteamericanos no tienen éxito, así que se dedica a otras actividades como publicar un libro con sus secretos de belleza titulado precisamente El arte de la belleza (1858) o embarcarse en una serie de conferencias sobre moralidad escritas para ella por el escritor Charles Chauncey Burr.

A finales de 1859 se encuentra viviendo en Philadelphia, muy modestamente, para trasladarse poco después a Nueva York. En esta época su salud física y mental se deteriora notablemente debido a los efectos de la sífilis. Pasa sus últimos días viviendo de la caridad de algunos amigos, convertida prácticamente en una indigente, hasta que muere de neumonía en enero de 1861, a los 39 años de edad. Está enterrada en el cementerio de Green-Wood (Brooklyn) bajo una lápida con el nombre "Mrs. Eliza Gilbert".


Pese a su corta vida, Lola Montez dejó una profunda marca en la cultura popular. Ha aparecido como personaje en numerosas películas, novelas o series de televisión, y muchos la consideran una adelantada a su tiempo, una mujer libre e independiente que vivió como quiso y no como otros esperaban que lo hiciese.

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