Verba volant, scripta manent

domingo, 22 de diciembre de 2024

 La masacre del Boyd

La quema del Boyd (Walter Wright, 1908)

Construido en el año 1783 en los astilleros Hill de Limehouse (Londres), el Boyd era un bergantín de algo más de 33 metros de eslora y unas 400 toneladas de arqueo. Tuvo una vida un tanto agitada: destinado primero al comercio con las islas del Caribe, fue contratado en 1795 por la Compañía Británica de las Indias Orientales para un viaje a Calcuta. Sin embargo, a su regreso en 1797 fue capturado por los franceses y navegó bajo pabellón galo hasta que en 1803, al abrigo de la paz temporal sellada por el Tratado de Amiens, su propietario lo recompró y la dedicó de nuevo a comerciar con el Caribe. En 1804 volvió a ser capturado por un navío francés pero poco después la fragata HMS Galatea lo rescató y lo escoltó hasta la isla de Antigua.

Siguió comerciando con las colonias caribeñas hasta que en 1809 realizó su primer viaje con un tipo de carga totalmente diferente: el 10 de marzo partía del puerto irlandés de Cork bajo el mando del capitán John Thompson, llevando a bordo 139 presidiarios (de los cuales cinco murieron durante la travesía) con destino a la bahía de Sidney, donde debían cumplir sus penas, y a donde llegaron el 14 de agosto. Lejos estaban de imaginar que ese iba a ser su último viaje y que su trágico final haría famoso el nombre del Boyd.

Una vez entregado su "cargamento" el Boyd partió en octubre de la bahía de Sydney Cove de vuelta a Gran Bretaña. En este viaje iba a transportar una carga mucho menos comprometida: debían hacer escala en Whangaroa, en la costa de la Isla Norte de Nueva Zelanda, para cargar troncos de kauri (género Agathis, un género de árboles coníferas originario de Australasia y el Sudeste asiático cuyos troncos, rectos y anchos, y su madera, dura y resistente, los hacía muy apreciados para fabricar mástiles y vergas). Además, llevaban a bordo un grupo de pasajeros, en su mayor parte antiguos convictos que regresaban a sus hogares en Gran Bretaña tras cumplir sus penas. Entre los pasajeros iba un joven maorí llamado Te Ara, al que todos llamaban George, que tras más de un año embarcado como marinero en diversos buques ingleses (incluyendo una expedición para cazar focas en la Antártida) regresaba a su hogar en la bahía de Whangaroa. Te Ara había acordado con el capitán Thompson que se pagaría su pasaje trabajando, e iba a tener un papel capital en los sucesos que habrían de sucederle al barco y a sus ocupantes.

Sobre lo sucedido durante el viaje hay dos versiones. Según una, Te Ara se puso enfermo y no pudo o no quiso cumplir con las tareas que le asignaba Thompson. Según otra, el cocinero del buque había tirado accidentalmente al mar varias cucharillas mientras arrojaba los desperdicios por la borda, y para evitar ser castigado acusó al maorí de haberlas robado. Sea como fuere, el capitán decidió que Te Ara merecía un castigo, e hizo que le azotaran con el látigo de nueve colas y le privó de comida durante varios días.

Te Ara y Te Puhi (Samuel Seigh, 1823)

Era un castigo corriente a bordo de un barco para faltas menores. Pero Te Ara no era un maorí corriente. Era hijo de Te Puhi (o hermano, según otras fuentes), uno de los jefes de los maoríes de Whangaroa. Y para los maoríes, los jefes y sus familias eran intocables. Aquel correctivo, habitual para los británicos, suponía para Te Ara un ultraje inimaginable para él y para su familia, que exigía una contundente venganza. Pero, prudentemente, no dejó traslucir sus verdaderos sentimientos. Cuando el Boyd llegó a Whangaroa a principios de diciembre de 1809 a Te Ara le faltó tiempo para ir a ver a Te Puhi, contarle lo que había pasado y mostrarle las marcas aún frescas de los latigazos. Como era de esperar, Te Puhi se indignó con lo sucedido, igual que el resto de sus súbditos. Para Te Puhi no se trataba solo de un grave insulto a él y a su familia, sino que suponía una deshonra, una pérdida de su prestigio o "maná" que cuestionaba su autoridad frente a los suyos. Y para recuperarse de ese deshonor, se requería una vendetta, una represalia sangrienta y contundente. Así que Te Puhi llamó a su tribu al "utu" (venganza), pero advirtiéndoles que actuaran con normalidad para no poner sobre aviso a los británicos.

Durante tres días, los maoríes se mostraron afables y serviciales con los tripulantes del Boyd, quienes, lejos de sospechar nada, se dedicaban a comerciar y a hacer acopio de víveres para el inminente viaje de regreso a Europa. Al tercer día, Te Puhi en persona se ofreció a acompañar a Thompson al estuario del cercano río Kaeo, donde según él abundaban los kauri. El capitán aceptó el ofrecimiento y se llevó con él a su primer oficial y a otros tres marineros, sin imaginar que se encaminaban a una trampa. Porque apenas hubieron quedado fuera de la vista del Boyd, los maoríes los atacaron de improviso, matándolos a todos. Y a continuación, según sus costumbres rituales, llevaron los cuerpos a su aldea para devorarlos.

Esa noche un grupo de guerreros maoríes, vestidos con las ropas de los muertos, se acercó en una canoa al Boyd, fingiendo ser Thompson y sus acompañantes, que regresaban de su expedición, sin despertar sospechas entre los marineros que estaban de guardia. Rápidamente acabaron con ellos e hicieron señas a otras dos canoas llenas de guerreros, que abordaron el barco. Lo que vino a continuación fue una espantosa matanza. Los maoríes recorrieron el barco matando a todos los que se encontraban a su paso. Los pasajeros fueron llevados a cubierta y allí asesinados y descuartizados. Solo se salvaron cinco tripulantes, que en medio del caos consiguieron subirse al trinquete y esconderse en los aparejos; un grumete llamado Tom Davis o Davison, al que los atacantes encontraron escondido en la bodega, pero al que no mataron porque durante el viaje se había hecho amigo de Te Ara e incluso le había dado de comer a escondidas; y tres pasajeros, la señora Ann Morley y su bebé de pocos meses, y una niña de dos años llamada Elisabeth "Betsy" Broughton (cuya madre había sido una de las víctimas), a la que un jefe maorí tomó personalmente bajo su protección para que no sufriera daños.

Te Pahi

A la mañana siguiente apareció en la bahía una gran canoa. A bordo iba Te Pahi, el jefe maorí de la bahía de las Islas, a unos 60 kilómetros al suroeste de Whangaroa, que acudía a comerciar. Te Pahi era un buen amigo de los ingleses, a los que había tratado cordialmente e incluso había permitido que enviaran misioneros a sus dominios. Por eso, cuando vio a los supervivientes del Boyd pidiendo ayuda, acudió en su rescate pensando en ponerlos a salvo. Sin embargo, los maoríes de Whangaroa, al ver lo que intentaba, salieron en su persecución con varias canoas, profiriendo terribles amenazas si no se los entregaba. Te Pahi se asustó y desembarcó a los cinco marineros en la playa, donde no tardaron en ser cazados y asesinados uno a uno. Solo le perdonaron la vida al segundo oficial, con la condición de que les enseñara a fabricar anzuelos; pero como no quedaron satisfechos con sus habilidades, también él acabó muerto y devorado como sus compañeros. En total murieron a manos de los maoríes entre 67 y 70 personas.

Después de la matanza, los maoríes remolcaron el Boyd hacia su aldea hasta que encalló en unas marismas cerca de la isla de Motu Wai, donde empezaron a desvalijarlo: ropas, víveres, herramientas... En la bodega encontraron un cargamento de mosquetes y pólvora, y uno de los guerreros, un jefe llamado Pepio o Piopio, trató de cargar y disparar uno de ellos, como le había visto hacer a los británicos. La chispa del mosquete prendió la pólvora que los maoríes habían derramado mientras registraban el barco, haciéndola estallar. La explosión mató a diez maoríes, incluido Piopio, y desató un pavoroso incendio que, alimentado por varios barriles de aceite de ballena que llevaba en la bodega, no tardó en consumir la mayor parte del barco, quedando apenas el casco. A partir de entonces los maoríes consideraron los restos del Boyd como tapu (sagrado o prohibido).

Tres semanas después de la masacre aparecía en Whangaroa otro buque inglés, un mercante llamado City of Edinburgh (un antiguo buque español capturado por los ingleses), con Samuel Pattison como capitán y Alexander Berry (médico, comerciante y explorador de origen escocés), co-propiertario del barco, como sobrecargo. Estaban cargando kauri en la bahía de las Islas cuando supieron de la masacre a través de Te Pahi, y se apresuraron a dirigirse a Whangaroa con la esperanza de poder rescatar a los prisioneros. Lo primero que vieron al llegar a la bahía fue el casco quemado del Boyd y los huesos de sus infortunados tripulantes, apilados en varios montones a lo largo de la costa y con evidentes signos de canibalismo.

Berry se dispuso a negociar por los prisioneros de la manera que se hacían las negociaciones por aquel entonces: capturó a dos jefes maoríes que habían participado en el ataque y ofreció a Te Puhi intercambiarlos por los europeos cautivos, lo que fue aceptado. Una vez tuvo bajo su custodia a los prisioneros, Berry exigió que le entregaran también la documentación del Boyd, amenazando con llevarse a los jefes a Europa para ser juzgados. Cuando también esto fue aceptado, Berry puso en libertad a los jefes con la condición de que, como castigo, fueran despojados de su rango, aunque nunca esperó que los maoríes cumplieran con ello. Como explicaría más tarde en una carta a Lachlan Macquarie, gobernador de Nueva Gales del Sur, había renunciado a medidas más severas (como ejecutar a ambos jefes en represalia, como algunos le reclamaron más tarde) para no prolongar el enfrentamiento y evitar así que más europeos pudieran, en un futuro, ser víctimas de la ira de los maoríes.

Retrato de Elizabeth Broughton (Richard Read,1814)

El City of Edinburgh partió de Whangaroa llevando a los supervivientes, la documentación del Boyd, y también los huesos de sus tripulantes, para darles un entierro digno en el mar. Su plan original era regresar a Gran Bretaña bordeando el Cabo de Hornos, pero una serie de tormentas dañaron el buque y lo obligaron a dirigirse al puerto de Lima para reparar los daños sufridos. En Lima murió la señora Morley, quien nunca llegó a recuperarse por completo del shock provocado por los horrores de los que había sido testigo. Su hijo y la pequeña Betsy Broughton quedaron al cuidado de una familia española durante casi un año; a finales de 1811 Berry se los llevó a Rio de Janeiro, donde en marzo de 1812 los embarcó en un ballenero llamado Atalanta, que los llevó de regreso a Australia para reunirse con sus familias. Betsy se casaría más tarde con Charles Throsby, sobrino del célebre explorador del mismo nombre, con el que tuvo diecisiete hijos, y murió en Moss Vale (Nueva Gales del Sur) en 1891. En cuanto al grumete Davis, regresó a Inglaterra a bordo del mercante Archduke Charles y se hizo marinero. Moriría joven, en 1822, al ahogarse mientras exploraba la desembocadura del río Shoalhaven a las órdenes de Berry.

 Meses después de la masacre, las tripulaciones de seis balleneros británicos, el Atalanta (el mismo que un par de años más tarde habría de llevar a Betsy Broughton y al pequeño Morley de vuelta a Australia), el Inspector, el New Zealander, el Perserverance, el Speke y el Spring Grove, decidieron tomarse la justicia por su mano y lanzar un ataque contra los maoríes en venganza. Lamentablemente, se confundieron y en lugar de atacar Whangaroa atacaron la ensenada de Rangihoua, en la que se encontraba la aldea del jefe Te Pahi, al que creyeron responsable. Los balleneros provocaron una terrible matanza en la que perdieron la vida entre 50 y 60 maoríes y un marinero, y el propio Te Pahi resultó herido. Te Pahi, culpando a Te Puhi y a sus acciones de la tragedia sucedida en su aldea, lanzó un ataque contra él, un ataque que fracasó y en el que el propio Te Pahi perdió la vida. La enemistad entre ambas tribus se prolongaría durante años hasta que un misionero llamado Samuel Mardsen logró que hicieran las paces.

La masacre de los tripulantes del Boyd alcanzó gran resonancia en el Reino Unido, y según fuentes contemporáneas, redujo casi a cero el número de barcos británicos que se aventuró por aquellas costas en los siguientes tres años. También hizo cambiar de planes a un grupo de misioneros que tenían previsto desplazarse a aquellas tierras mas o menos por la misma época. 

La medalla de Te Pahi

Como curiosidad, la medalla que los ingleses habían otorgado a Te Pahi fue robada durante el saqueo de su aldea por parte de los balleneros ingleses. Tras dos siglos desaparecida, reapareció por sorpresa en 2014 en una casa de subastas de Sydney. Fue comprada a medias por el Museo de Nueva Zelanda Te Papa Tongarewa de Wellington y el Museo Memorial de Guerra Tāmaki Paenga Hira de Auckland.

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