Verba volant, scripta manent

viernes, 17 de junio de 2011

Tumbas perdidas (II)



Atila
El azote de Dios, como lo llamaron los europeos, murió en el 453, de una hemorragia sufrida durante la noche de bodas tras su matrimonio con una princesa germana llamada Ildico. Su cuerpo fué depositado en tres ataúdes de hierro, plata y oro, y enterrado en un lugar secreto por varios de sus hombres más fieles, acompañado de grandes riquezas. Los que tomaron parte en el enterramiento se suicidaron o fueron asesinados para que no revelasen el lugar. Otra teoría sitúa su lugar de enterramiento en el lecho del río Tisza (Hungría), que fué desviado exclusivamente para el enterramiento.

Alarico
Alarico, rey de los visigodos y saqueador de Roma en el 410, no pudo disfrutar demasiado de su triunfo, ya que la malaria acabó con él apenas unos meses después. Como sus hombres querían garantizarle un descanso tranquilo por toda la eternidad, hicieron desviar el curso del río Busento. En su cauce seco excavaron una tumba donde depositaron el cadáver y una inmensa cantidad de riquezas. Luego, rompieron los diques permitiendo que el río volviera a correr por su cauce. Por último, para conservar en secreto el lugar del enterramiento, mataron a todos los esclavos que habían trabajado en su construcción.



Qin Shi Huang
El caso de la tumba del emperador que unificó China es bastante peculiar. Desde hace tiempo se conoce su localización, aunque todavía no ha sido hallada la cámara funeraria.
La tumba está a unos 30 kilómetros de la ciudad de Xian, en una enorme necrópolis que incluye otras 180 tumbas. Se trata de una monumental construcción subterránea de más de dos kilómetros cuadrados (no en vano su construcción se prolongó 38 años, y cuando el emperador murió, en el 210 a.C., los trabajos continuaban). Se ha hecho popular además por el ejército de soldados de terracota que custodian su entrada, más de 7000, todos con rasgos individuales, además de caballos, armas, etc. Los arqueólogos que trabajan en ella no han iniciado todavía el "asalto" a la cámara funeraria, por varios motivos. Para empezar, la propia inmensidad del complejo funerario hace que los trabajos avancen muy lentamente. Además, el interior del sepulcro es un laberinto de corredores cuyo estado se desconoce después de tanto tiempo abandonados. Y además, según cuentan las crónicas, el interior está dotado de trampas para evitar las profanaciones y saqueos, y cabe la posibilidad de que algunas de esas trampas sigan activas, lo que hace que cualquier avance tenga que darse con el máximo cuidado.
Pero lo cierto es que la espera merece la pena. Las descripciones del contenido de la cámara son fabulosas. Además del riquísimo sarcófago del emperador, en la cámara se depositaron numerosas ofrendas, riquezas, objetos valiosos, mercancías de valor, etc. El techo de la cámara es una representación del cielo que se veía en China en la época, donde cada estrella es representada por un diamante. También hay una maqueta que representa el mapa de China, con las principales poblaciones e incluso los ríos, representados con corrientes de mercurio. Y algunos sospechan que podría haber un tesoro cuyo valor arqueológico es inimaginable. Qin Shi Huang, un absoluto megalómano, pretendió que su reinado comenzase una nueva era. Por eso ordenó, por ejemplo, establecer un nuevo calendario que empezase a contar la historia desde el día de su nacimiento. Y también ordenó destruir todos los libros escritos antes de su nacimiento, para crear una nueva historia. Con tres excepciones, eso sí: ordenó salvar los libros que tratasen de agricultura (una simple cuestión aritmética; a mayores cosechas, mas soldados podía mantener), de astrología (creía a pies juntillas en predicciones y profecías) y de derecho (también era un legalista convencido). Pero, como también era previsor, ordenó conservar al menos una copia de todos los libros destruídos. Y, según algunos autores, esas copias salvadas podrían reposar en su tumba. Semejante avalancha de información sería sin duda uno de los grandes descubrimientos de la historia de la arqueología.

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