Verba volant, scripta manent

sábado, 22 de marzo de 2014

El caso Profumo

John Profumo y su esposa, Valerie

El caso Profumo fue uno de los escándalos políticos más sonados de la historia política británica. Sus ingredientes son propios de una película de espionaje o una novela de John le Carré: un político en apariencia intachable, una joven y sensual femme fatale, mentiras, espías, pasión y lujuria... y todo en el marco de la Guerra Fría.
John Dennis Profumo nació en 1915, hijo de Albert, 4º barón Profumo, un aristócrata y abogado de origen italiano. Tras estudiar en colegios de renombre y licenciarse en derecho, se alistó en el ejército en julio de 1939, poco antes de estallar la Segunda Guerra Mundial (aunque en su época de universitario ya había formado parte de la Officer's Training Corps, un cuerpo de reserva del Ejército que se nutría de voluntarios reclutados en las universidades). Su comportamiento en la guerra fue brillante: luchó en la campaña norteafricana (donde consiguió el ascenso a capitán) y participó en el desembarco de Normandía. Terminó el conflicto con el rango de brigadier, habiendo recibido la Estrella de Bronce y siendo nombrado oficial de la Orden del Imperio Británico por sus méritos. Su padre había muerto en 1940, con lo que John se convirtió en el 5º barón Profumo.
Paralelamente a su actividad militar, Profumo había comenzado una carrera política ascendente. En 1940, militando en el Partido Conservador y con solo 25 años, había sido elegido parlamentario en representación del distrito de Kettering (fue el más joven de su época). En 1945 se presentó de nuevo pero fue derrotado, y en 1950 dejó el ejército y volvió a ser elegido, esta vez representando a Stratford-on-Avon. A partir de ahí su carrera fue en constante progresión: secretario de Aviación Civil en 1952, secretario de Transportes y Aviación Civil en 1953, vicesecretario de Estado para las colonias en 1957, vicesecretario de Asuntos Exteriores en 1958, ministro de Asuntos Exteriores en 1959 y, finalmente, ministro de Defensa en 1960.
A estas alturas, Profumo se había ganado una merecida fama de hombre honrado, de integridad a toda prueba. Católico practicante, casado desde 1954 con la actriz Valerie Hobson, discreto y de moral intachable, era el paradigma del político británico honesto y ejemplar.
En julio de 1961 Profumo y su esposa asistieron a una fiesta organizada por William Astor II, 3º vizconde Astor, en su mansión familiar de Cliveden (Buckinghamshire), en honor del presidente pakistaní Ayub Khan. A esa fiesta asistieron numerosas personas de postín: políticos, aristócratas, artistas, gente de la alta sociedad... y también muchas jóvenes atractivas. Ya se había hecho de noche cuando Profumo y un amigo suyo salieron a pasear por los amplios jardines de la mansión mientras conversaban, y por casualidad fueron a parar a una piscina donde una joven se estaba bañando completamente desnuda. Aquella hermosa joven se llamaba Christine Keeler y su belleza llamó poderosamente la atención del ministro.
Christine Keeler había nacido en 1942, en el seno de una familia humilde de Berkshire. Su padre abandonó a su madre al poco de nacer ella, y la madre volvió a casarse con un hombre violento que abusó en varias ocasiones de Christine. Dejó el colegio con apenas 15 años para trabajar como modelo y dependienta. Con 17 se quedó embarazada de un sargento de la Fuerza Aérea estadounidense destinado en la base de Laleham (el niño murió al poco de nacer). Más tarde, se trasladaría a Londres, donde trabajó como camarera y luego como bailarina en topless en un club nocturno. Tuvo numerosas relaciones sentimentales, una de ellas con el millonario Peter Rachman. Cuando su camino se cruzó con el de Profumo, Keeler tenía 19 años y vivía (aunque sin ser pareja) con Stephen Ward, un osteópata muy popular entre las clases acomodadas londinenses y del que corría el rumor que ejercía de intermediario para presentar jovencitas guapas a caballeros de posición económica desahogada. Ward estaba también presente en la fiesta y, siendo Astor uno de sus pacientes, pasaba algunos fines de semana en Cliveden, alquilando una pequeña dependencia donde a menudo lo acompañaba Keeler.
La fascinación de Profumo por la joven le llevó a arreglar un encuentro privado, y no tardaría en surgir un romance entre ambos. La relación, apasionada y de carácter eminentemente sexual, duró apenas unas semanas, hasta que Profumo le puso fin. Profumo creía haber sido discreto, pero los rumores sobre su affaire ya habían comenzado a circular.
A finales de 1962, Keeler se vio envuelta en un turbio incidente cuando uno de sus ex-amantes, un violento traficante de drogas llamado Johnny Edgecombe, disparó contra la puerta de su casa. El arresto y posterior juicio del traficante sacó a la luz pública el pasado de Keeler, la cual empezó a hablar con diversos periodistas a los que reveló su relación con el ministro. Y aunque la prensa al principio prefirió no publicar la noticia, la historia llegó a oídos de un parlamentario laborista llamado George Wigg, quien inició su propia investigación e hizo público el asunto alegando que la seguridad nacional había sido puesta en peligro. Y es que, a la vez que se acostaba con Profumo, Keeler mantenía relaciones con Yevgeny Ivanov, agregado naval de la embajada soviética, que era en realidad un agente encubierto del GRU (Departamento Central de Inteligencia, el servicio de inteligencia del ejército soviético), y como tal era sometido a una cuidadosa vigilancia por parte del MI5. Más tarde se sabría que Profumo había roto su relación justo después de mantener un encuentro con Sir Norman Brook, ministro del Gabinete, en la que éste le había insinuado que estaba al tanto de su romance y le había recomendado romper sus vínculos con el círculo de amistades de Ward (que también era amigo de Ivanov). Brook habría sido informado de los hechos directamente por Sir Roger Hollis, director del MI5.
Tras estallar el escándalo, Profumo negaría en marzo de 1963 ante la Cámara de los Comunes haber tenido ninguna relación impropia con Keeler, amenazando con querellarse contra aquellos que afirmaran lo contrario. Lo mismo aseguró al primer ministro Harold McMillan en una entrevista privada. Sin embargo, el escándalo no se contuvo, sino que al contrario, continuó creciendo. Las pruebas de su relación comenzaron a aumentar y el 5 de junio Profumo tuvo que admitir públicamente que había mentido a la Cámara y renunció a su ministerio, a su asiento en el Parlamento y a su puesto en el Privy Council (consejo de asesores del soberano). Siempre juró, al igual que Keeler, que la seguridad nacional no había sufrido riesgo alguno y que Ivanov no había tenido acceso, directo o indirecto, a información secreta.

En abril de 1963, Keeler sufrió una agresión en casa de un amigo, de la que culpó a otro de sus ex, un delincuente común llamado Lucky Gordon. Durante el juicio, Keeler quiso retractarse de su declaración, lo que le valió una condena de nueve meses de cárcel por perjurio. Ward también fue arrestado y acusado de proxenetismo; se suicidó con una sobredosis de barbitúricos el día anterior a que se hiciera pública la sentencia. Hasta que punto sabía de las actividades de Ivanov o colaboraba con él, es algo que quizá nunca se sepa. Ivanov había vuelto a la URSS en enero del 63, cuando los rumores del romance de Keeler y Profumo habían empezado a ser insistentes.
El escándalo Profumo supuso un durísimo golpe para la imagen del Partido Conservador. El primer ministro McMillan quedó tan afectado que tuvo que renunciar debido a problemas de salud apenas tres meses después de la marcha de Profumo. Fue sustituido por el ministro de Asuntos Exteriores, Sir Alec Douglas-Home. El descrédito sufrido llevó a los conservadores a ser derrotados por los laboristas en las elecciones generales de 1964.
Tras cumplir su pena, Keeler se convirtió durante un tiempo en habitual de la prensa amarilla. Tuvo un par de matrimonios que fracasaron y llevó una vida un tanto errática.
En cuanto a Profumo, dedicó el resto de su vida a restaurar su maltrecha reputación, junto a su esposa Valerie, a quién confesó su infidelidad poco antes de admitirla públicamente y que se mantendría a su lado hasta su muerte, en 1998. Retirados ambos casi totalmente de la vida social, se volcaron en una asociación caritativa de ayuda a los más necesitados llamada Toynbee Hall. En ella, Profumo comenzó fregando urinarios públicos y acabó siendo su máximo dirigente durante años.
En los últimos años de su vida, John Profumo recibió muestras de aprecio y de perdón desde el Partido Conservador y de la Casa Real. Tras su muerte, a causa de un derrame cerebral en 2006, hubo muchas voces alabándolo y pidiendo que fuera recordado por sus servicios al país y por su labor caritativa, más que por el escándalo del que había sido protagonista.
Una de las imágenes icónicas del escándalo fue el retrato que el fotógrafo Lewis Morley hizo a Keeler en una sesión privada y que en el apogeo del escándalo fue publicado (sin el consentimiento del fotógrafo ni de la fotografiada) en la portada del Sunday Mirror. En él, Keeler, desnuda y cubierta parcialmente por el respaldo de una silla, mira sugerentemente a la cámara

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