Verba volant, scripta manent

domingo, 29 de marzo de 2015

Los falsos Romanov (II)

Eleonora Krüger y George Zhudin (Anastasia y Alexei)


Eleonora Albertova Krüger (1901-1954)
En el verano de 1922, una joven llamada Eleonor Krüger se instaló en el pueblo búlgaro de Gabarevo, donde ya residía una pequeña colonia rusa. Eleonora no solía hablar de su pasado ni de su familia. Unas veces decía que era rusa, otras que polaca, y otras que era hija de un aristócrata ruso y una condesa polaca, aunque sin decirle a nadie sus nombres. Consiguió empleo como profesora de francés, inglés y latín y se instaló en la casa del doctor Peter Alexiev, otro de los miembros de la comunidad rusa del lugar. Poco después de su llegada se instaló con ellos un joven ruso, George Zhudin, que parecía conocer a Eleonora. Zhudin era alto, delgado y pálido, y por la manera en la que él y Eleonora se comportaban, muchos creían que eran hermanos, aunque ellos nunca lo confirmaron. En 1924, ante los numerosos rumores que había en el pueblo sobre el hecho de que vivieran juntos, Eleonora y el doctor Alexiev se casaron. En 1930 Zhudin, que estaba mal de salud, falleció (según las fuentes, por hemofilia o por tuberculosis) y fue enterrado en el cementerio local. Por aquel entonces ya había rumores en el pueblo de que Eleonora era en realidad la duquesa Anastasia y George, su hermano Alexei, pero ninguno de los dos afirmó jamás tal cosa. Los alumnos de Eleonora recordarían años más tarde cómo ella les contaba historias de su juventud acerca de que vivía en un palacio, rodeada de lujos y sirvientes. Eleonora falleció en 1954 y pidió ser enterrada a la derecha de Zhudin, algo habitual en Rusia entre personas de la misma sangre. Fue tras su muerte cuando se desataron los rumores sobre su verdadera identidad. En los años 90, las tumbas de Eleonora y de George fueron excavadas; en la de Zhudin se halló una ladanka, una pequeña imagen de Jesucristo que tradicionalmente en Rusia se colocaba en las tumbas de la alta aristocracia.

Michael Goleniewski (Alexei)


Michael Goleniewski (1922-1993)
La historia de Michael Goleniewski parece sacada de una novela de John LeCarré. En 1958, un hombre sin identificar que decía tener relación con los servicios secretos soviéticos se puso en contacto por carta con el embajador norteamericano en Ginebra para ofrecerse como agente doble. Este espía, al que la CIA llamaba "Sniper" y el MI6 "Lavinia", proporcionó abundante información a los servicios secretos occidentales, entre ella la que permitió detener a los cinco componentes del llamado "Círculo de Portland" y al agente doble George Blake. Cuando la KGB se enteró de que tenía un topo, el agente temió verse descubierto y desertó, entregándose en enero de 1961 en la embajada norteamericana en Berlín Occidental. Resultó ser Michael Goleniewski, agente del espionaje polaco, que fue de inmediato trasladado a EEUU, donde recibió la nacionalidad norteamericana y comenzó a colaborar con la CIA. En 1964, Goleniewski sorprendió a propios y extraños anunciando que él era el zarevich Alexei, y que la familia real rusa había logrado escapar de la ejecución para instalarse en Polonia, bajo un nombre supuesto. Esta declaración (y la sospecha de que Goleniewski pudiera ser en realidad un agente triple que todavía seguía trabajando para los soviéticos) hizo que la CIA le despidiese. El principal fallo de su historia era que no sólo Alexei era hemofílico y él no, sino que era casi veinte años más joven que el zarevich; él lo explicaba asegurando que la hemofilia, de la que había curado "milagrosamente" había retrasado su crecimiento, haciéndole parecer más joven. También señaló una serie de bancos de todo el mundo como los custodios de la fortuna que el zar habría escondido. Vivió en Nueva York el resto de su vida y nunca se retractó de su declaración ni dejó de reivindicarse como Alexei.

Heino Tammet (Alexei)


Heino Tammet (1904?-1977)
Este periodista estonio, cuyo nombre real era Ernest Veermann, se cambió de nombre poco antes de emigrar a Suecia en 1944 y posteriormente a Canada en 1952. Sin embargo, en los años 70, cuando ya era un anciano, confesó a su tercera esposa Sandra y a sus hijos que él era en realidad el zarevich Alexei. Había resultado herido durante el fusilamiento de su familia (Tammet era sordo de un oído y el lo atribuía a las heridas sufridas entonces) y había sido rescatado por un granjero llamado Johan Veermann, quien había ayudado en el traslado de los cadáveres de su familia y luego lo había criado como si fuese su hijo. La principal contradicción de su relato era que Alexei padecía hemofilia y Tammet no, pero él aseguraba que la enfermedad había sido mal diagnosticada en su día. Tras su confesión adoptó el nombre de Alexei Tammet-Romanov. Murió de leucemia en Vancouver, en 1977.

Eugene Nicolaievich Ivanoff (Alexei)

Eugene Ivanoff fue uno de los primeros impostores que se atribuyó la identidad de uno de los hijos del zar. Su historia saltó a la prensa polaca en 1927, cuando un artículo del Express Poranny (del que luego se harían eco la prensa europea y norteamericana) hacía públicos una serie rumores que decían que el zarevich Alexei estaba viviendo en Polonia. Poco después, el supuesto zarevich, que utilizaba el nombre de Eugene Nicolaievich Ivanoff, explicó a la prensa que había logrado escapar gracias a la ayuda de un viejo soldado cosaco leal al zar y que, tras cruzar Siberia y pasar por un campo de prisioneros alemán, se había instalado en Polonia para estar lo más cerca posible de Rusia. Por aquel entonces, Ivanoff vivía en la ciudad de Bydgoszcz, como invitado de una acomodada familia de origen ruso. Pero, tras estas revelaciones, Ivanoff desapareció del mapa y no volvió a saberse nada de él.

Avery Yacovelli (Anastasia/Maria)

El 23 de enero de 1919, una joven desconocida aparecía en un pueblo polaco. Presentaba numerosas cicatrices y lesiones, estaba hambrienta y enferma. Se negó a hablar de su origen o de su familia, de la que sólo dijo que "todos habían sido asesinados", lo que hizo creer a los lugareños que se trataba de la duquesa Anastasia. Avery se trasladó posteriormente a otra ciudad, pero los rumores la siguieron, aunque ahora le atribuían ser la duquesa María. Avery se casó con un soldado llamado Karl Dyanogy, con el que tuvo un hijo llamado Nicolás, que murió en 1956 de hemofilia (enfermedad que la zarina Alejandra había transmitido a sus hijos). Tras enviudar, volvió a casarse en 1965 y se instaló en Suiza. Murió en 1979 de tuberculosis y en su lápida se colocó la siguiente inscripción : "María Romanova 1899-1979".

Suzanna Catharina de Graaf


Suzanna C. de Graaf (1905-1968)
Un caso curioso el de esta ciudadana holandesa, nacida como Suzanna Catharina Hemmes, que poco antes de su muerte dijo ser hija de Nicolás II y la zarina Alejandra. Pero no ninguna de las cuatro reconocidas oficialmente, sino una hija "secreta" nacida en torno a 1903, un año antes que el zarevich Alexei, cuando la historiografía oficial atribuye a la zarina un embarazo psicológico o un aborto espontáneo. Suzanna (quien se hacía llamar "princesa Alexandra") afirmaba que los zares, deseosos de un heredero varón, habían preferido mantener oculto el nacimiento de su quinta hija y darla luego en adopción a un matrimonio holandés. Curiosamente, otras dos supuestas Romanov, Anna Anderson y Marga Boodts, dieron crédito a su historia y la reconocieron como hermana suya. No obstante, la familia Hemmes siempre negó la veracidad de sus afirmaciones.

4 comentarios:

  1. ¡¡ Que barbararidad !!, menuda galería de personajes. Por lo visto, la figura del "pícaro" no es exclusiva de la cultura hispana.

    Y mientras tanto, los jerarcas soviéticos debían andar muertos de risa viendo este espectáculo.

    Un abrazo

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    1. Ciertamente, España no tiene el monopolio de la picaresca... aunque si que la hemos llevado hasta un punto de perfeccionamiento difícilmente igualable.
      Un abrazo, Rodericus

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  2. Curioso el caso y la desfachatez del impostor Heino Tamet, del que nunca oí hablar, sólo había leído algo sobre la Anastasia de la primera parte. Querer convencer no siendo hemofílico de que era el zarevich, cuando es bien conocido que sí lo era, y a punto estuvo de morir por ello.
    Un saludo.

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    1. La mayoría de estos impostores no habrían soportado un escrutinio medianamente serio sin ser desenmascarados. Eran oportunistas o personas con afán de notoriedad.
      Un saludo.

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