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lunes, 6 de enero de 2025

El robo de los 300 millones de yenes


La mañana del 10 de diciembre de 1968 cuatro empleados de la sucursal del banco Nihon Shintaku Ginko en Kokubunji (una de las ciudades del área metropolitana de Tokio Occidental) circulaban a bordo de un Nissan Cedric negro propiedad del banco. En el maletero transportaban tres cajas de aluminio que contenían un total de 294,307,500 yenes (unos 815,000 dólares de la época, en torno a 7-8 millones de dólares en la actualidad) con destino a la factoría que la multinacional Toshiba tenía en la ciudad de Fuchū (también en Tokio Occidental), donde iban a servir para pagar a sus trabajadores la paga extra de fin de año. Por aquel entonces no era raro que los bancos japoneses hicieran entrega de grandes cantidades en efectivo en coches corrientes, sin seguridad adicional.

Nissan Cedric

A eso de las 9:20 de la mañana, cuando apenas les faltaban unos cientos de metros para llegar a su destino y pasaban por una calle lindante con la prisión de Fuchū (la más grande de Japón) un joven en motocicleta vestido con el uniforme de la policía motorizada les hizo parar. Según les contó, esa misma mañana una bomba había estallado en la casa del director de su sucursal, y los autores habían anunciado que otro artefacto explosivo había sido colocado en el mismo coche en el que viajaban. Los cuatro empleados no pusieron en duda su versión porque cuatro días antes, el día 6, en su sucursal habían recibido una carta en la que se exigían tres millones de yenes, que debían ser entregados al día siguiente a las cinco de la tarde por una empleada femenina del banco en un lugar determinado, y amenazaban con colocar una bomba en casa del director si no se cumplían sus demandas. La policía organizó una operación de vigilancia con más de 50 agentes en el lugar y hora señalados, pero el criminal nunca se presentó.

Así que los cuatro empleados del banco salieron del coche mientras el supuesto agente se metía bajo el vehículo para investigar. Al momento, salió gritando que iba a explotar, mientras súbitamente empezaban a salir llamas y humo de la parte inferior del coche. Mientras los empleados corrían a ponerse a salvo, el agente se subió al coche y arrancó, alejándose. En un primer momento creyeron que el agente, de manera heroica y a riesgo de su vida, trataba de alejar el coche lo más posible para que estallara en un lugar aislado. Pero no tardaron en darse cuenta de un par de detalles "sospechosos": en el lugar en el que habían parado el coche había una bengala que se estaba consumiendo, y que era obviamente la fuente de las llamas y el humo que habían visto. Y la motocicleta del agente, que había dejado atrás, no era una motocicleta oficial de la policía, sino una motocicleta corriente pintada de blanco para que lo pareciera. Y se dieron cuenta de que habían sido víctimas de un espectacular robo muy bien planeado.

Imagen del sospechoso distribuida por la policía japonesa

Menos de 20 minutos después del robo la Policía Metropolitana de Tokyo lanzó una operación de búsqueda a gran escala en la que participaron 10000 agentes. No tardaron en encontrar el Cedric, abandonado y vacío, a apenas kilómetro y medio del lugar del robo. Algunos testigos habían visto al falso policía, todavía de uniforme, mover las cajas con el dinero a un Toyota Corolla azul (que luego se supo había sido robado con antelación, igual que la motocicleta), pero la búsqueda de este coche fue infructuosa. El Corolla no sería encontrado hasta cuatro meses después, en el aparcamiento de un complejo de apartamentos y cubierto con una lona. En el asiento trasero estaban todavía las cajas del dinero, vacías.

También se encontraría otro coche que había sido robado, un Corolla verde, abandonado en un descampado cercano a la escuela secundaria Myojo, en Fuchū. Algunos vecinos contaron haber visto aquel día por la mañana una motocicleta, tapada con una lona, en aquel mismo lugar. Los agentes concluyeron que el ladrón había seguido al coche con el dinero en el Corolla verde, y tras confirmar su ruta lo había abandonado y cambiado por la moto con la que interceptó al Cedric.

La policía japonesa lanzó una masiva operación para localizar al ladrón y su botín. Más de 170000 agentes participaron en un momento u otro en las pesquisas. Se repartieron más de 780000 ejemplares de un fotomontaje con un retrato robot del supuesto ladrón. La lista de sospechosos alcanzó los 110000 nombres y se revisaron, a mano y una a una, seis millones de huellas dactilares de los archivos policiales para compararlas con las del ladrón. Lamentablemente, nadie había tenido la precaución de anotar los números de serie de los billetes robados, solo los de 2000 billetes de 500 yenes, apenas un millón de yenes de todo lo robado, que nunca se encontraron. No se puede decir que no tuvieran pistas: se recogieron más de 120 evidencias, incluyendo huellas dactilares, los vehículos robados, la bengala, un gorro de caza y las cartas de amenaza enviadas al banco (incluyendo la saliva de los sellos, que reveló que el autor tenía sangre del grupo B). La comparación de muestras caligráficas permitió saber que el mismo que había escrito las cartas había sido también el responsable de una serie de cartas de extorsión enviadas en los meses de junio-julio del mismo año a una cooperativa agrícola llamada Tama Agricultural Co-Op, donde se la amenazaba con provocar incendios y colocar bombas.

No tardaron en dar con un primer sospechoso, al que la policía identificó únicamente como "S". S era un joven de 19 años, miembro de un grupo de pequeños delincuentes que se hacían llamar "Grupo Tachikawa". Vivía cerca de donde se había cometido el robo, tenía antecedentes por robos parecidos y además su padre era un policía motorizado, con lo que le eran familiares los uniformes y vehículos del cuerpo. En el momento del robo estaba siendo buscado tras escaparse de un correccional para menores y la policía sospechaba que había regresado a casa de sus padres. El día 15 dos inspectores acudieron a su casa preguntando por él, pero su madre les dijo que no estaba allí. Esa misma noche, S murió tras ingerir cianuro de potasio, en lo que se atribuyó a un suicidio. Algunos consideraron su suicidio como una confesión de culpabilidad, pero ni se le encontró el dinero, ni su caligrafía ni su grupo sanguíneo coincidían con los de las cartas, y en el momento en el que se enviaron las cartas a la cooperativa agrícola todavía estaba detenido, así que la policía lo consideró oficialmente no responsable.

El 12 de diciembre de 1969, un año después del robo, el periódico Mainichi Shimbun (uno de los más leídos de Japón) acusó del robo a un hombre de 26 años, antiguo taxista, basándose únicamente en su parecido físico con el retrato robot repartido por la policía. Este hombre, identificado como "F", sería poco después arrestado por otro delito no relacionado, y durante su detención la policía trató de que confesara el robo de los 300 millones de yenes, pero él se declaró inocente. Finalmente, se demostró que tenía una coartada infalible: en el momento del robo estaba asistiendo a una entrevista de trabajo. También que no tenía nada que ver con el segundo delito y que su arresto había sido un montaje para tratar de hacerlo confesar, lo que provocó una queja formal de la Asociación Nacional de Abogados y que el oficial que dio la orden de su arresto, Mistuo Muto, fuera acusado de abuso de poder y severamente amonestado. Sin embargo, para F el daño estaba hecho: públicamente humillado y deshonrado, perdió su empleo y lidió durante años con la depresión hasta que se suicidó en 2008. No fue la única víctima colateral del caso: dos agentes de policía se suicidaron durante la investigación debido al estrés provocado por el intenso trabajo y las exigencias de sus superiores. La validez del retrato robot fue cuestionada por varios de los testigos del caso, lo que al final hizo que en 1974 la policía dejara de utilizarlo.

El 15 de noviembre de 1975 la policía arrestó, por una acusación no relacionada con el caso, a un joven de 25 años, antiguo miembro del Grupo Tachikawa. Al investigarlo se descubrió que había sido amigo de S y que poco después del robo había gastado una importante cantidad de dinero: abrió una cafetería y se compró un apartamento, una casa de vacaciones en Hawai y varios automóviles de gama alta. Pero aunque no supo explicar el origen de todo ese dinero, la policía no pudo probar su relación con el caso y acabó por ponerlo en libertad.

El hallazgo del Toyota Corolla

Apenas un mes después de este arresto, en diciembre de 1975, la policía anunció que, habiendo transcurrido siete años, la responsabilidad penal del delito quedaba prescrita. No así la civil, que no se extinguiría hasta 1988. En total, se calcula que la enorme pero infructuosa operación costó alrededor de novecientos millones de yenes, el triple de lo robado. Los resultados finales fueron bastante escasos; la investigación fue incapaz de aclarar puntos claves del robo, como por ejemplo si el ladrón había actuado solo o tenía cómplices, o si la carta del día 6 había sido un auténtico intento de extorsión o una hábil maniobra para que los empleados del banco se creyeran la historia del falso policía. De hecho, ni siquiera había consenso acerca de si el robo había sido un golpe maestro, minuciosamente planeado y ejecutado (por su rapidez, limpieza y falta de víctimas), o por el contrario había sido una chapuza (por la gran cantidad de testigos y pruebas que había dejado) y su autor había tenido una suerte inaudita.

De la larguísima lista de sospechosos, muchos seguían considerando a S el más probable, aunque entre los más destacados figuraban también varios miembros del Grupo Tachikawa, tres hermanos dueños de una empresa de instalaciones eléctricas en la ciudad de Hino o un empleado de una inmobiliaria local.

En 1988, al prescribir totalmente toda la responsabilidad por el robo, muchos esperaban que el autor o autores se dieran a conocer, al no afrontar ya ningún tipo de repercusiones legales. Pero quedaron defraudados, porque nadie se atribuyó jamás ser el culpable.

En 2018 un nuevo y curioso suceso contribuyó a renovar el interés por el caso. Shōsetsuka ni Narō ("Vamos a ser novelistas") es una web japonesa donde aspirantes a escritores pueden publicar de manera gratuita sus obras para ser leídas, también gratis, por el público. Un buen número de novelas de este sitio han sido más tarde compradas y publicadas por editoriales, e incluso hay una editorial llamada Monster Bunko que publica exclusivamente novelas aparecidas en esta web. De aquí han salido series que han conseguido grandes ventas, e incluso han sido adaptadas a otros formatos como el manga, el anime o la acción real, como Log Horizon, Arifureta, Overlord o Quiero comerme tu páncreas.

El lugar del robo, en la actualidad

A principios de 2018 un usuario anónimo de la página, identificado con el apodo "Shiroda" publicó un relato titulado "Yo soy el autor del Incidente de los 300 millones de yenes". En la obra, que se publicó por entregas a lo largo de mes y medio, Shiroda contaba cómo había planeado el golpe con S, el primer sospechoso, del que era amigo. Por aquel entonces tanto S como Shiroda estaban enamorados de la misma mujer, Kyoko. Cuando Kyoko eligió a Shiroda, ambos habían decidido dar el golpe juntos y S había renunciado a participar. Y ahora, solo después de que Kyoko hubiera muerto, Shiroda se había decidido a contar su historia.

El relato de Shiroda era tan minucioso y encajaba perfectamente con los detalles conocidos del caso que hubo quien pensó que, efectivamente, podía tratarse del verdadero autor. Pero los expertos que revisaron la publicación lo descartaron, porque Shiroda no proporcionaba ninguna información sobre el robo que no fuera ya conocida por la policía. Se trataba de un relato entretenido y muy bien documentado, pero en modo alguno una confesión.

A día de hoy, el llamado Robo o Incidente de los 300 Millones de Yenes sigue siendo el mayor robo de dinero en efectivo de la historia de Japón.

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