El príncipe celta de Glauberg
El oppidum (fortaleza) de Glauberg estuvo habitado desde el Neolítico (aproximadamente 4500 años antes de Cristo) hasta que fue abandonado definitivamente en el siglo XIII de nuestra era, pero alcanzó su mayor esplendor durante su fase celta (siglos VI-I a. C.). En esa época Glauberg era un centro político y económico de primer orden que controlaba una amplia región y estaba habitado por varios miles de personas. En 1988 un grupo de historiadores aficionados reconocieron en una exploración aérea lo que parecía ser un gran túmulo funerario a unos 300 metros al sur del oppidum, que hasta entonces había pasado desapercibido debido a siglos de erosión y trabajos agrícolas. El túmulo fue excavado entre 1994 y 1997 y en su interior se hallaron dos enterramientos: una cámara de paredes de madera con los restos de un guerrero, que había sido enterrado con un extraordinario torque (un collar rígido formado por cuerdas de metal entrelazadas) de oro, una jarra de bronce que había contenido hidromiel y varias armas, incluyendo una espada corta típica de la cultura La Tène; y una urna con las cenizas de una cremación, también enterrada junto a varias armas. Sin embargo, el hallazgo más sorprendente tuvo lugar en 1996 cuando se desenterró una espectacular estatua de piedra arenisca que habría estado colocada delante de la entrada principal del túmulo. A esta estatua se la llamó Der Keltenfürst (El príncipe celta) y representa con extraordinario detalle a un guerrero celta de muy alto rango. La estatua, intacta a excepción de sus pies, mide 1'86 metros y pesa 230 kilos. El guerrero viste pantalones ceñidos, una armadura, una túnica corta, y lleva un escudo y una espada típicamente La Tène en su cadera derecha. Lleva varios brazaletes, un anillo en su mano derecha y un torque con tres colgantes idéntico al hallado en el cuerpo del túmulo. Lleva también una especie de tocado con forma de hojas de muérdago (una planta sagrada para los celtas) que indicaría que además de guerrero era también un druida; restos de un tocado similar se han hallado en la tumba del túmulo. Estas coincidencias hacen pensar que el príncipe celta es un retrato de la persona enterrada en el túmulo, con el objetivo de perpetuar su memoria; un indicativo de la extraordinaria importancia que debió tener en vida. En la actualidad el príncipe celta de Glauberg se exhibe junto a los demás hallazgos en un museo construido ex-profeso junto al yacimiento.
La espada de Goujian
Entre octubre de 1965 y enero de 1966 un grupo de arqueólogos chinos llevó a cabo una serie de prospecciones en la provincia de Hebei, en los alrededores de las ruinas de la ciudad de Ying, que había sido capital del Reino de Chu entre los siglos VII y III a. C., en los períodos conocidos como "De Primaveras y Otoños" y "De los Reinos Combatientes". Uno de sus hallazgos más significativos fue medio centenar de tumbas de personalidades de alto rango de Chu. En una de esas tumbas, a siete kilómetros de Ying, se encontró un sarcófago en cuyo interior había un esqueleto y junto a él un estuche de madera lacada, bellamente trabajado, en cuyo interior había una extraordinaria espada de bronce, que a pesar de tener dos mil quinientos años de antigüedad y haber sido hallada en una tumba inundada no mostraba signos de oxidación e incluso seguía estando afilada; tanto que el arqueólogo que la encontró se cortó con ella en un dedo al manipularla. La espada mide 55'6 centímetros de largo, de los que 8'4 corresponden a la empuñadura, revestida de seda; pesa 845 gramos y su hoja es ligeramente más ancha cerca de la empuñadura, y está decorada con incrustaciones de cristal azul y turquesas. Se sabe a quién pertenecía gracias a una inscripción en la hoja cerca de la empuñadura en la llamada "escritura de pájaro-gusano" y que dice "El rey Goujian de Yue hizo esta espada para su uso personal". Goujian fue rey del reino sureño de Yue, famoso por su poderío militar y por la calidad de las armas que fabricaba, entre el 496 y el 465 a. C. Se desconoce como fue a parar su espada a una tumba de Chu (obviamente no era la suya) pero es posible que fuera tomada como botín de guerra cuando una alianza de los reinos de Chu y Qi conquistó Yue en el 306 a. C. El motivo de su excelente estado de conservación se debe, por un lado, a que el estuche de madera que la contenía era prácticamente hermético, lo que la protegió de la humedad; y por otro su composición, que deja bien a las claras la habilidad y el conocimiento de los herreros de su época. La espada está fabricada con dos tipos de bronce: el cuerpo de la espada es de un bronce rico en cobre, lo que le da resistencia y flexibilidad; mientras que el filo es de un bronce con alto contenido en estaño, para darle mayor dureza. Además, presenta un alto contenido en azufre, lo que previene la oxidación. En la actualidad se halla en el Museo Provincial de Hubei.
El caldero de Gundestrup
En el año 1891 un grupo de trabajadores que extraía turba en una turbera cercana a la aldea danesa de Gundestrup halló enterrado un caldero de plata datado entre los siglos II y I a. C., lo que lo sitúa en el período La Tène tardío o bien en la temprana Edad de Hierro romana. El llamado Caldero de Gundestrup es el más grande conocido de la Edad de Hierro europea; mide 69 centímetros de diámetro y 42 de alto, para un peso total de casi nueve kilos, y probablemente tenía un uso ritual. Está fabricado en plata de elevada pureza (97%) con incrustaciones de oro y vidrio y soldaduras de estaño. Cuando se halló estaba desmontado; consta de un fondo redondeado sobre el que se montan siete placas exteriores y cinco interiores, todas profusamente decoradas con figuras animales, vegetales y antropomórficas, creadas con la técnica del repujado. Sin embargo, no está completo: falta como mínimo una octava placa exterior, y tenía un reborde redondeado que solo dos de las placas conservan. Aunque se halló en el norte de Dinamarca, es casi seguro que se fabricó lejos de allí, y su creación supone una curiosa e intrigante mezcla de estilos, influencias y materiales. Así, la técnica metalúrgica es muy probablemente tracia, mientras que las figuras que lo decoran mezclan influencias galas, tracias, grecorromanas e incluso de Oriente Medio. La plata (un material no muy habitual en la metalurgia celta) procede de numerosos yacimientos diferentes de Francia septentrional y Alemania occidental, y se sabe que al menos una parte de ella no procedía directamente de la mina, sino que se obtuvo fundiendo plata ya trabajada en forma de lingotes u otros objetos. El oro, según su contenido en plata y cobre, procede al menos de dos fuentes diferentes, mientras que el estaño de las soldaduras procede de minas de Cornualles. Y, finalmente, las incrustaciones de vidrio (fundamentalmente en los ojos de las figuras), de acuerdo a su composición, tienen su origen en el Mediterráneo oriental. El caldero fue comprado por el gobierno danés poco después de su descubrimiento; en la actualidad se halla en el Museo Nacional de Dinamarca (Copenhague).
El Khatt Shebib
En el desierto del sur de Jordania se encuentra uno de los restos arqueológicos más sorprendentes y misteriosos de la región: el Khatt Shebib, un muro de piedra que se extiende a lo largo de nada menos que 150 kilómetros, desde Wadi Al-Hasa hasta Ras An-Naqab. Descrito por primera vez en 1948 por el diplomático y militar británico sir Alec Kirkbride, los beduinos de la región lo llaman Khatt Shebib ("La línea/El muro de Shebib") porque atribuyen su construcción a un príncipe árabe llamado Amir Shebib Al-Mahdawi, aunque se sabe que el muro es mucho más antiguo. Algunos arqueólogos lo datan en el período del reino Nabateo (siglos III-II a. C.), pero estudios recientes indican que puede ser varios siglos más antiguo y datar de finales de la Edad de Hierro, en torno al siglo VI a. C. Su función tampoco está clara; Kirkbride creía que era una estructura defensiva, pero su escasa altura (apenas metro y medio en sus partes más altas) parece descartarlo. Se ha propuesto que servía para proteger las zonas agrícolas al oeste del muro de las incursiones de rebaños de animales salvajes, como cabras o camellos; o bien que marcaba la frontera entre las zonas agrícolas y los pastos utilizados por los pastores beduinos seminómadas.
La daga de Alaca Höyük
La Estela de los Buitres
En torno al siglo XXVI a. C. las ciudades-estado sumerias de Lagash y Umma se enzarzaron en una guerra por el control de Gu-Edin, una fértil planicie situada entre ambas. La guerra se prolongó durante 150 años, con victorias alternativas de uno y otro bando, y es considerada como la primera guerra entre estados bien documentada de la historia. Sobre el año 2460 a. C. el rey Eannatum de Lagash derrotó en una batalla al ejército de Ush, rey de Umma, que había invadido su territorio. Como consecuencia, Ush perdió a 3600 de sus hombres y a su regreso a Umma murió asesinado durante una revuelta. Para conmemorar la victoria, Eannatum ordenó la construcción de la llamada Estela de los Buitres: una losa de piedra caliza, de unos 180 centímetros de altura, cubierta de escritura cuneiforme y figuras por ambas caras. En una de sus caras, de temática mitológica, están representados el dios Ningirsu y la diosa Ninhursag. En la otra cara se representa a Eannatum al frente de sus soldados, caminando sobre los cadáveres de sus enemigos, en los que hacen presa los buitres que dan nombre a la estela. De la estela solo se conserva una pequeña parte, fragmentada en varios pedazos que fueron hallados en la ciudad de Tello (en el sur del actual Iraq), donde antaño se encontraba la ciudad sumeria de Girsu, a lo largo de la década de 1880. Casi todos los fragmentos pertenecen al Museo del Louvre desde su descubrimiento, salvo uno que fue propiedad del Museo Británico hasta que en 1932 fue donado también al Louvre para que todos los pedazos permanecieran juntos.
La dama del ojo dorado
Shahr-i Sokhta (en persa, La ciudad quemada) es un yacimiento arqueológico situado en la provincia iraní de Sistán, cerca de la frontera con Pakistán. Se fundó a mediados del cuarto milenio antes de Cristo y quedó abandonado unos mil doscientos años más tarde, después de haber llegado a ser uno de los asentamientos urbanos más grandes de la Edad del Cobre. Entre sus restos se encuentra un enorme cementerio en el que se calcula que hay entre 25 y 40000 enterramientos. En ese cementerio, en la campaña de 2007-2008 un grupo de arqueólogos iraníes e italianos realizó un sorprendente descubrimiento en una de las tumbas, catalogada con el número 6705. La tumba contenía el esqueleto de una mujer de alto rango muerta en torno al 2900-2800 a. C. cuando contaba unos 30 años de edad. Aunque algunos la llaman "la sacerdotisa" es más probable que formara parte de la familia real, de la alta aristocracia o al menos de una familia rica. Se cree que no era oriunda de la región y que podía proceder de Arabia. Era extraordinariamente alta para la época (en torno a 1'82 metros de altura) y fue enterrada envuelta en un sudario y acompañada de un suntuoso ajuar que incluía una veintena de recipientes de cerámica, un espejo de cobre, varias cuentas hechas de turquesa y lapislázuli, y una bolsa de cuero y una cesta de mimbre de las que solo quedaban algunos restos. Pero lo más inusual estaba en el cráneo: en su órbita izquierda había un ojo artificial, considerado la prótesis ocular más antigua que se conoce. El ojo, semiesférico y de unos 3 centímetros de diámetro, está hecho de brea mezclada con algún tipo de grasa animal, lo que lo hace muy ligero, y presenta diminutas hebras de oro, de menos de medio milímetro de grosor, formando una decoración radial. A ambos lados presenta sendos agujeros, probablemente para atar en ellos un hilo que mantuviera el ojo en su sitio, igual que un parche. Restos de pigmento blanco hacen pensar que el ojo estaba pintado imitando el color de un ojo real. Además, se sabe que el ojo no era un objeto ceremonial, ni fabricado para ser enterrado con ella; el desgaste del ojo e indicios de una infección en el borde de la órbita (debido al continuo roce) hacen pensar con bastante fundamento que la mujer llevaba el ojo habitualmente. Algunos estudiosos opinan que el peculiar diseño del ojo indicaría que a la mujer se le atribuían poderes proféticos o de clarividencia.
El busto de Julio César
La vasija de los agujeros
En 2011 alguien encontró entre los fondos del Museo Arqueológico de Ontario (Canada) los restos fragmentados de una vasija de cerámica de origen incierto, probablemente romana, y decidió reconstruirla. La sorpresa vino cuando, una vez estuvo completa, se vio que estaba cubierta de agujeros por toda su superficie. Ningún experto en cerámica romana conocía algo de ese estilo (aunque no hay registros, se cree que la vasija fue hallada en Londres en la década de 1950 y llegó al Museo como parte de los objetos donados por aquella época por el arqueólogo británico William Francis Grimes). Las especulaciones se sucedieron. ¿Era una lámpara? ¿Se usaba para transportar animales vivos, como serpientes? ¿O quizá era un glirarium, una vasija en la que los romanos criaban y engordaban lirones, unos animalillos que para ellos eran una delicatessen? La respuesta estaba a miles de kilómetros de allí, en el norte de África. El Museo Arqueológico de Susa (Túnez) conserva una de las mejores colecciones de mosaicos romanos del mundo, entre ellos varios de temática marina. En uno de ellos aparecen dos pescadores que están pescando pulpos utilizando unas vasijas con agujeros virtualmente idénticas a la conservada en Ontario.
La inscripción de Behistún
El águila de Silchester
Calleva Atrebatum fue un oppidum (colina fortificada) cercano a donde hoy se encuentra el pueblo inglés de Silchester. Fue originalmente la capital de la tribu de los atrebates y tras la conquista romana pasó a ser una ciudad romana. Las primeras excavaciones de sus restos fueron llevadas a cabo en la segunda mitad del siglo XIX bajo la supervisión de James G. Joyce, un sacerdote anglicano entusiasta de la arqueología. Fue allí donde el 9 de octubre de 1866 se encontró, excavando en la basílica (un edificio público que se hallaba en el foro y se dedicaba a diversos usos), la llamada Águila de Silchester, enterrada en una capa de madera carbonizada. El águila está hecha de bronce y mide unos 15 centímetros de altura. Le faltan las alas y una pequeña tapa cuadrada en la espalda, que tapaba el acceso al interior hueco de la estatua. Durante un tiempo se creyó que podía tratarse de un aquila, el estandarte de una legión romana, y que había sido escondido para protegerlo. Estudios más recientes indican que formaba parte de un conjunto escultórico mayor, y que probablemente era chatarra e iba a ser fundida para reutilizar el metal. La curvatura de sus pies sugieren que el águila estaba sobre un objeto redondo, probablemente un orbe sostenido en su mano por una escultura mayor, quizá del dios Júpiter. Se encuentra en la actualidad en el Museo de Reading, y su hallazgo ha inspirado novelas como El águila de la novena legión, de Rosemary Sutcliff.
El Monolito de Coyolxauhqui





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