Verba volant, scripta manent

sábado, 23 de agosto de 2014

Cortegada: el palacio real que nunca fue

Isla de Cortegada

La isla de Cortegada, situada en la ría de Arousa, frente a la costa de la parroquia de Carril (en el municipio de Vilagarcía de Arousa), aparece citada por primera vez por Plinio el Joven en el siglo I d.C. con el nombre de Corticata. A principios del siglo XX, vivían en la isla unas 70 personas (diecisiete familias), dedicadas a la agricultura y a la pesca.
Fue precisamente por esos años cuando se empezó a hablar de que el joven rey Alfonso XIII, que hasta entonces había veraneado en San Sebastián junto al resto de su familia, buscaba un nuevo destino para sus vacaciones estivales. Dados los grandes beneficios que la presencia real había supuesto para la ciudad vasca, muchas localidades, ya sea por iniciativa popular o por interés de las autoridades, hicieron llegar al rey ofrecimientos para convertirse en su residencia veraniega: Biarritz, Santander, la Manga del Mar Menor... y también Cortegada.
La idea de proponer al rey que construyese un palacio de veraneo en la isla surgió como una posibilidad para levantar económicamente una comarca empobrecida y propiciar su desarrollo. Un grupo de personas pertenecientes a las "fuerzas vivas" del municipio, encabezados por el empresario vilagarciano Daniel Poyán, crearon un comité que hizo llegar el ofrecimiento al rey en mayo de 1907, a través del intendente de la Casa Real, el marqués de Viana. La oferta fue aceptada de inmediato por el rey, una aceptación que llegaba acompañada del agradecimiento real y de elogios a sus "leales vasallos, nobles, gentiles, los gallegos".
Los acontecimientos avanzaban con rapidez. A finales de junio hacían acto de presencia en Vilagarcía el director de obras del Real Patrimonio, el ingeniero Andrés Ripollés, y su hijo, el arquitecto Rafael Ripollés, para tomar las oportunas mediciones y comenzar el proyecto del suntuoso palacio que habría de acoger los reales veraneos. En agosto de 1907 el antiguo ministro de Gobernación, Benigno Quiroga y López Ballesteros, recibía en nombre de Alfonso XIII la escritura de donación de la isla de Cortegada. El comité, que tenía su "cuartel general" en el Café Universal de Vilagarcía, propiedad de Poyán, había hecho un ímprobo esfuerzo, ya que las algo más de 150 hectáreas de superficie de la isla estaban divididas en unas 1200 parcelas (el endémico minifundismo gallego) propiedad de 221 sujetos diferentes. Las fincas se compraron con el dinero procedente de una suscripción popular y de aportaciones particulares de distintas personalidades (el proyecto de Cortegada gozó del apoyo decidido de destacados políticos, terratenientes y empresarios de la provincia de Pontevedra y de toda Galicia). El Pazo da Golpelleira (Vilagarcía) renunció a los derechos forales que poseía sobre la isla en favor de la Casa Real. Los habitantes de la isla tuvieron que dejar sus hogares y trasladarse a otros puntos del municipio.

Alfonso XIII (1886-1941)

El rey visitó la isla por primera (y a la postre única) vez en septiembre de 1907, y se deshizo en elogios acerca de la belleza natural del lugar y de la generosidad de sus súbditos, prometiéndoles que las obras del palacio (y de un puente que, para mayor comodidad, conectaría la isla con el continente) estarían terminadas en la primavera de 1909.
Sin embargo, una serie de problemas burocráticos retrasaron la oficialización de la donación. Poco después los representantes del rey pidieron que se modificase el documento de donación para que la isla pasase a ser propiedad particular del rey, no de la Corona española, como se estipulaba inicialmente. Además, algunos de los propietarios no habían vendido todavía y hubo quien quiso aprovechar para sacar tajada y reclamar por sus terrenos un precio mucho mayor (como el caso de un tal Ruiz de Lapasapuente, un riojano cuyas desorbitadas exigencias despertaron el enfado en toda la provincia). Todo hizo que la entrega definitiva de la isla al rey no tuviese lugar hasta julio de 1910. Demasiado tarde... porque el caprichoso y voluble Alfonso no tardó en cambiar de idea y dejar que sus promesas se las llevara el viento. En 1909, cuando supuestamente tendrían que estar listas las obras del palacio de Cortegada comenzaba en Santander la construcción del Real Palacio de la Magdalena (pagado también mediante una suscripción popular), que sería el que finalmente acogería a la familia real durante los veranos. Eso si, el rey aceptó gustosamente la propiedad de Cortegada (que se convertiría en coto real de caza); sus leales vasallos se quedaban sin palacio y sin isla. El proyecto de los Ripollés (cuyos planos todavía se conservan en el Archivo del madrileño Palacio Real) nunca salió del papel, como tampoco lo hizo el puente diseñado por el ingeniero Eugenio Ribera. El único efecto del proyecto sobre la economía de la región fue que terrenos y casas experimentaron un súbito aumento de precio, por la acción de especuladores y aprovechados.

El palacio de Cortegada, según el proyecto de los Ripollés

En 1931, tras la abdicación y la marcha al exilio del rey, el gobierno de la República incautó la isla, al igual que el resto de las propiedades reales. El alcalde de Vilagarcía aprovechó entonces para solicitar que la propiedad de Cortegada fuera devuelta al pueblo. Posteriormente en 1958 el gobierno franquista devolvió la propiedad al heredero de Alfonso XIII, Juan de Borbón, quien apenas se preocupó de la isla más que para ordenar en ella sendas plantaciones de pinos y eucaliptos. En 1979, don Juan vendió la isla por 60 millones de pesetas a la promotora inmobiliaria Cortegada S.A., propiedad del constructor compostelano José Otero Núñez. El plan de la inmobiliaria era construir en la isla una urbanización de lujo y un puente que la comunicase con tierra firme; pero la oposición radical de los vecinos y la declaración de la isla como parque natural por parte de la Xunta de Galicia frustró sus intenciones. La inmobiliaria demandó entonces al gobierno gallego pidiendo una indemnización 200 veces superior a la cantidad abonada a don Juan, petición desestimada por los tribunales en 2002. Finalmente, en agosto de 2007 la Xunta expropió la isla, pagando un justiprecio de 1'8 millones de euros, con lo que Cortegada volvió a ser de titularidad pública.
Hoy en día la isla de Cortegada se encuentra incluida en el Parque Nacional das Illas Atlánticas. Entre sus singularidades, destaca el mayor bosque de laureles de Europa (de casi tres hectáreas de extensión).

2 comentarios:

  1. Desconocía la historia de esta isla.
    Quizás después de tantos avatares, el que ha tenido haya sido el mejor final para ella.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tras sobrevivir a los especuladores, era de justicia que un lugar con su riqueza natural gozase de protección. Un saludo.

      Eliminar