Verba volant, scripta manent

jueves, 13 de octubre de 2016

La Malibrán

María Felicia García Sitches, María Malibrán (1808-1836)

María Malibrán fue una de las primeras divas operísticas merecedoras de tal nombre. Excepcionalmente dotada para el canto, bella, inteligente, orgullosa, sus actuaciones despertaban entre sus espectadores una pasión arrolladora como pocas veces se ha visto. Pese a su temprana muerte y a su breve carrera, se convirtió en una leyenda, admirada y aplaudida con fervor cuando estaba viva, y añorada tras su fallecimiento.
María Felicia García Sitches (pues tal era su nombre de bautismo) nació el 24 de marzo de 1808 en París, donde su familia se había instalado escapando de la complicada situación que se vivía en la España ocupada por las tropas de Napoleón. Su padre, Manuel del Pópulo Vicente García, era uno de los tenores más apreciados de su época, y su madre, Joaquina Briones, una soprano igualmente reconocida. Tuvo dos hermanos, que también se dedicarían a la música: Manuel, tres años mayor, reputado barítono y maestro de canto, y Paulina, trece años más joven, mezzosoprano y compositora. Cuando tenía tres años su familia, buscando una residencia más tranquila, se trasladó a Nápoles, donde trabaron amistad con el compositor Giacomo Rossini, que incluso compuso para Manuel García el papel del conde Almaviva en su obra El barbero de Sevilla. María tuvo su precoz debut con apenas seis años, en la ópera Agnese, con un pequeño papel junto a su madre. Dándose cuenta del gran talento que atesoraba la pequeña, su padre comenzó a darle clases de canto. Fue un profesor riguroso y severo, incluso tiránico, que imponía a su hija maratonianas sesiones de ensayo, llegando a recurrir incluso al maltrato físico y a los insultos. A menudo María acababa llorando, sin que ello conmoviera lo más mínimo a su padre, pero todo aquel esfuerzo le llevó a adquirir una técnica vocal casi perfecta.

Manuel Rodríguez Aguilar, "Manuel del Pópulo Vicente García" (1775-1832)
En 1815, la familia volvió a trasladarse y abandonó Nápoles. Tras una breve estancia en París, se instalaron en Londres, donde Manuel García internó a su hija en un colegio religioso en Hammersmith. Allí  permaneció hasta los dieciséis años, y al dejar el colegio (con unas excelentes calificaciones y hablando cinco idiomas) su padre retomó las lecciones. Unas lecciones que a menudo acababan en enfrentamientos provocados por las fuertes personalidades de padre e hija. Se dice que por la dureza de estas clases, María aprendió a cantar y llorar a la vez, sin que el llanto afectara a su voz; algo que le sería de gran utilidad en su carrera.
El 5 de junio de 1825, con solo 17 años, María hacía su debut como protagonista en el Royal Theatre de Londres, interpretando a Rosina en El barbero de Sevilla. La intérprete inicialmente designada, la legendaria soprano italiana Giuditta Pasta, había enfermado, y Manuel García había propuesto a su hija como sustituta. La actuación de María fue recibida con una gran ovación y unánimes elogios. Siguió actuando en Inglaterra hasta que, a finales de 1825, la familia se embarcó rumbo a Nueva York. En EEUU, donde la ópera apenas era conocida, la llegada de la familia García despertó gran interés, sobre todo María, por su talento y belleza, muy aclamada por su interpretación de obras de Rossini como Tancredi u Otello. Sin embargo, la relación cada vez más tirante con su padre la llevó a tratar de alejarse de su control a través de un matrimonio. El elegido fue Eugene Malibrán, un acaudalado banquero de origen francés, veinticinco años mayor que ella, con el que se casó la víspera de su dieciocho cumpleaños.


Aquel matrimonio no le deparó la libertad que buscaba. No tardó en descubrir que Eugene no era el hombre que ella creía, y además tenía numerosas deudas y juicios pendientes que le llevaron a declararse en bancarrota. Durante algún tiempo vivieron de lo que ella ganaba como cantante, hasta que María se cansó y le pidió el divorcio a Eugene, pero éste se negó. Sin poder recurrir a su familia (que había vuelto a mudarse, esta vez a México), María decidió entonces abandonar a su marido y regresar a Europa.
A principios de 1828 llega a París, donde con la ayuda de la condesa Merlin no tarda en introducirse en el mundillo artístico. Hace su debut con el papel protagonista de la Semiramide de Rossini en la Ópera de Paris, y el éxito es arrollador e inmediato. Ante un público entendido, acostumbrado a disfrutar de grandes cantantes como Giuditta Pasta o Henriette Sontag, María no tarda en convertirse en la cantante favorita de los parisinos. No sólo es su voz (caracterizada por un amplísimo registro vocal, en ocasiones cercano al de una contralto, en lo que en la época se llamaba soprano sfogato) y su privilegiada técnica. También por el sentimiento y la pasión que insufla a sus personajes, por sus excelsas cualidades interpretativas, y por el carácter arrebatadoramente romántico de sus actuaciones. Muy pronto se convierte en la diva mejor pagada de París, llegando a cobrar la exorbitante suma de ocho mil francos por actuación. A su talento como cantante une también una notable capacidad como compositora. De su autoría son un buen número de canciones, algunas de las cuales interpretó ella misma, y el aria Nel dolce incanto, para la ópera L'elisir d'amore, de Donizetti.


La Malibrán, como ya era conocida, destacó especialmente interpretando las obras de Rossini. Sus personajes femeninos, exigentes y complejos, encajaban perfectamente con la técnica de María Malibrán. El barbero de Sevilla, Tancredi, Otello (donde interpretó a los dos personajes principales, Otelo y Desdémona), La gazza ladra, La Cenenterola... fueron papeles de Rossini con los que triunfó. Su talento y su carácter, independiente y resuelto, le hicieron ganar numerosos admiradores, entre ellos músicos de la talla de Chopin, Liszt, Mendelssohn o Bellini. El propio Rossini llegó a decir que Muchos cantantes de mi tiempo fueron grandes artistas pero hubo sólo tres genios: Lablache, Rubini y esa niña tan mimada por la naturaleza, María Malibrán.
En 1829, convertida ya en la cantante más famosa de París, actúa durante unos meses en Inglaterra, cosechando el mismo éxito que en Francia. Ese mismo año, ya de vuelta en París, haría las paces con su padre, regresado de la aventura americana, con quien interpretaría El barbero de Sevilla en el Theatre Italien. En 1830 su gran rival en la escena parisina, Henriette Sontag (unidas ambas sin embargo por una sincera amistad y una mutua admiración), se retiraba con motivo de su matrimonio, lo que dejaba a María como indiscutible figura de la ópera europea. Por esta época, al éxito profesional se añade el buen momento personal, al conocer al que será el gran amor de su vida, el violinista belga Charles-Auguste de Bériot, con el que inicia un romance.

Charles Auguste de Bériot (1802-1870)
Esta felicidad se ve enturbiada con la inesperada aparición de su todavía marido Eugene quien, sabedor del éxito de su esposa, aparece en París reclamando sus derechos como esposo sobre María y su patrimonio. Ella, sin embargo, se opone a sus pretensiones, se niega incluso a verlo, y huye con Bériot, instalándose en Bruselas y anunciando que no volverá a cantar en París mientras Eugene permanezca en la ciudad. Al final, su marido acepta dejarla en paz a cambio del pago de una asignación mensual, y la Malibrán regresa a París.
Sin embargo, con la temporada ya empezada, María Malibrán comienza a sentirse enferma y agotada. Preocupada por su salud, decide regresar a Bruselas con Bériot y no volver a cantar hasta hallarse totalmente recuperada. Los propietarios del Theatre Italien, donde actuaba la mayor parte de las noches, la siguen para rogarle que vuelva, explicándole que sin ella el Theatre sufriría enormes pérdidas económicas. Al final, ella acepta regresar y cumplir los compromisos ya adquiridos. No obstante, este comportamiento es criticado por algunos de los sectores más conservadores de la sociedad francesa (que ya la habían criticado por haber rechazado a su esposo, por vivir su vida de forma independiente y por su notoria relación con Bériot), que la tachan de caprichosa. Pese a que sus admiradores y el mundo artístico la defendió, María Malibrán quedó tan dolida por las críticas que anunció que no volvería a cantar en París. Su último concierto, el 8 de enero de 1832, interpretando a Desdémona, fue un éxito clamoroso, y el público le rogaba que reconsiderara su decisión. Pero la cantante no dio su brazo a torcer, y se marchó de nuevo a Bruselas con Bériot.
En verano de 1832, por sugerencia de su gran amigo el bajo Luigi Lablache, María Malibrán inicia una gira por Italia, la cuna de la ópera. Si entre el público francés sus actuaciones provocaban reacciones apasionadas, en Italia se genera una auténtica histeria con cada una de sus apariciones. Milán, Roma, Nápoles, Venecia... Todas se rinden ante la inigualable Malibrán. En Nápoles, tras una actuación, una multitud la espera a la salida del teatro y la acompaña entre vítores y alabanzas hasta su alojamiento. En Bolonia el público le tributa una ovación de más de una hora y cubre el escenario con laureles y siemprevivas, haciéndola salir a saludar en 24 ocasiones.


A finales de 1832 María Malibrán regresa a París para tomarse un merecido descanso. El 12 de febrero de 1833 da a luz a su único hijo, Charles-Wilfrid de Bériot (quien sería, con el paso de los años, un estimable pianista y compositor, profesor entre otros de Maurice Ravel y Enrique Granados). El escándalo es mayúsculo; las críticas por haber tenido un hijo con su amante estando aún casada con Eugene Malibrán son feroces, pero a ella ya no le importan. Unos meses después de dar a luz viaja a Inglaterra, donde permanece cuatro meses, añadiendo dos grandes papeles a su repertorio: la Amina de La Sonnambula de Bellini y la Leonora del Fidelio de Beethoven. De hecho, el propio Bellini, presente en la representación de su obra, se muestra entusiasmado con la actuación de María.
Terminada su estancia en Inglaterra, María Malibrán regresa a Italia, donde se produce un hecho largamente deseado: su debut en el legendario teatro de La Scala de Milán, interpretando la Norma de Bellini. La expectación popular es inmensa; el teatro está lleno horas antes de comenzar la función. Su triunfo es clamoroso, apoteósico, histórico. Nadie recuerda nada parecido. María Malibrán tiene que salir a saludar al enfervorecido público hasta en 30 ocasiones. Una multitud de 12000 personas la acompaña hasta su casa y se niega a disolverse hasta que ella sale al balcón a saludarlos. Bellini, rendido a sus pies, le envía una carta en la que dice, textualmente "aquello que ordene la Malibrán, ¡Bellini lo cumplirá!". El éxito la lleva a firmar un contrato de 420000 francos por 1080 actuaciones a lo largo de cinco temporadas.
Los dos años siguientes María Malibrán y su familia permanecen en Italia, salvo una breve estancia en Inglaterra. Allí donde va es recibida con auténtica veneración. El Teatro San Giovanni Crisostomo de Venecia es renombrado como Teatro Malibrán (nombre que aún conserva).
A principios de 1836, tras un largo y farragoso proceso judicial, María consigue anular el vínculo matrimonial con Eugene Malibrán, lo que la deja libre para casarse con Charles de Bériot. El enlace tiene lugar en París el 29 de marzo. Tras la luna de miel en Bruselas, a finales de abril los Bériot viajan a Inglaterra. Es allí donde, en el transcurso de una cacería, María sufre una grave caída de un caballo que le provoca numerosas heridas. Se niega a ver a un médico y, en cuanto se recupera, regresa a Bruselas, pero con numerosas secuelas, mostrándose cansada y retraída, y pasando mucho tiempo cantando, tocando el piano y componiendo.
En agosto de 1836, interpreta el papel protagonista de La Sonnambula en Aquisgrán; será su última ópera. En septiembre regresa a Inglaterra; pese a sus dolores y su debilidad, se niega a descansar y trata de cumplir sus compromisos. Finalmente, el 15 de septiembre, mientras ensayaba la ópera Andrónico, de Saverio Mercadante, cae desmayada. Pese a que es atendida de inmediato por los mejores médicos de Inglaterra, las secuelas de su caída, unidas a su debilidad, la fiebre y las complicaciones provocadas por un segundo embarazo, acaban provocando su muerte el día 23, tras ocho días de agonía. Tenía tan solo 28 años. A su funeral, en la catedral de Manchester, acuden más de 50000 personas. Tiempo después, sus restos serían exhumados por deseo de su marido y vueltos a sepultar en el cementerio bruselense de Laeken.

Mausoleo de María Malibrán en el cementerio de Laeken

2 comentarios:

  1. Hace tiempo leí una pequeña biografía suya que Salvador de Madariaga incluyó en Mujeres españolas, aunque La Malibrán naciera en París. Esta entrada suya de hoy me ha refrescado mucho la memoria de esta mujer, una diva del bel canto, de corta, pero intensa vida.
    Un saludo.

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    1. Francesa por nacimiento, inglesa por educación, belga por matrimonio e italiana por adopción, pero con un carácter indudablemente español.
      Un saludo.

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