El Mary Celeste |
En los siguientes años, el Amazon se dedicó al comercio con Europa y las Antillas Occidentales, hasta que en octubre de 1867 una violenta tormenta la hizo encallar en la costa de la isla del Cabo Bretón. El barco resultó tan dañado que sus propietarios renunciaron a repararlo y lo declararon como naufragio. Unos días más tarde, un habitante de una población cercana reclamó la propiedad de los restos y los vendió a un comerciante, el cual a su vez los vendió en noviembre de 1868 a un marino de Nueva York llamado Richard Haines, quien reparó el barco y lo renombró como Mary Celeste. Pero no lo tuvo mucho tiempo: incapaz de pagar las muchas deudas en las que había incurrido para comprar y reparar el buque, sus acreedores lo embargaron en noviembre de 1869.
El capitán Benjamin Spooner Briggs (1835-1872) |
El 7 de noviembre de 1872 el Mary Celeste partía del puerto de Nueva York rumbo a la ciudad italiana de Génova, llevando como carga 1701 barricas de alcohol desnaturalizado para su uso industrial. A bordo iban el capitán Briggs junto a su esposa, Sarah, y la hija menor de ambos, Sophia, de dos años (el hijo mayor del matrimonio, Arthur, de siete años, se había quedado con su abuela porque tenía que asistir a la escuela), además de los siete miembros de la tripulación. Estos eran todos hombres irreprochables y que contaban con la aprobación del capitán. Albert G. Richardson, el primer oficial, estaba casado con una sobrina de James Winchester y ya había navegado anteriormente a las órdenes de Briggs. El segundo oficial, Andrew Gilling, tenía una amplia experiencia pese a su juventud. El cocinero, Edward William Head, recién casado, había sido recomendado por Winchester. Y los cuatro marineros eran alemanes, originarios de las islas Frisias, todos hombres de mar veteranos y de comportamiento intachable: Gottlieb Goodschaad, Arian Martens, y los hermanos Volkert y Boz Lorenzen. Antes de partir, Briggs había dicho que estaba completamente satisfecho, tanto con el barco como con la tripulación.
Ocho días después de su partida salía del puerto neoyorquino el Dei Gratia, un bergantín canadiense que transportaba un cargamento de petróleo hasta Génova, vía Gibraltar, y cuyo capitán, David Reed Morehouse, era amigo de Benjamin Briggs. El día 5 de diciembre, cuando el Dei Gratia se encontraba a mitad de camino entre las islas Azores y la costa portuguesa, en las coordenadas 38°20'N, 17°15'W, su timonel avistó a unas seis millas de distancia un barco que parecía dirigirse hacia ellos. El capitán Morehouse, al ver el rumbo errático del navío, supo que algo no iba bien, y envió a su primero oficial, Oliver Deveau, con cuatro hombres para investigar. Cuando se acercaron, pudieron ver que se trataba del Mary Celeste. Al subir a bordo, los hombres del Dei Gratia descubrieron con sorpresa que el barco estaba completamente desierto.
El Dei Gratia |
El capitán David Reed Morehouse |
¿Qué había pasado con los tripulantes del Mary Celeste? Jamás se supo con certeza. La hipótesis más lógica, la que cuenta con más defensores, es que algo asustó tanto al capitán Briggs y a sus hombres, que abandonaron el barco a toda prisa para salvarse y luego se perdieron en el océano. Una de las teorías propuestas era que se había producido una fuga de alcohol; el capitán Briggs, temiendo que el alcohol convertido en gas se incendiase e hiciese explotar la carga, habría ordenado evacuar el barco, quizá solo como medida de precaución, esperando que el alcohol se disipara, pero por algún motivo no habían sido capaces de regresar a bordo. Otra posibilidad que se apuntó es que por algún motivo creyesen que el barco tenía una vía de agua y se estaba hundiendo. Esa era la teoría que propuso Oliver Deveau al hallar abandonada en cubierta la sonda que se usaba para medir el nivel de agua en la sentina. Si por algún motivo (un mal funcionamiento de las bombas, o una zona de bajas presiones) el agua de la sentina había aumentado rápidamente, podían haber supuesto que había un agujero en el casco; pero parece poco creíble para una tripulación veterana como aquella. También se especuló con que el barco había quedado atrapado en una zona de calma y la deriva lo había acercado al arrecife de Dollabarat, en la isla de Santa María. Temiendo encallar, Briggs había ordenado evacuar el navío.
No faltaron los que apuntaron a que todo era una elaborada estafa, una compleja trama urdida para estafar al seguro y repartirse con los marineros del Dei Gratia la recompensa por el rescate del barco, destacando la extraña casualidad de que, de todos los barcos que pudieron haber hallado el Mary Celeste, lo hizo uno cuyo capitán era amigo de Briggs. Una idea con numerosos puntos débiles; ni la cantidad obtenida era tan alta como para justificar el montaje (sobre todo, con tantas personas para repartirla), ni parece lógico que el capitán Briggs se hubiera arriesgado a llevar con él a su familia, ni que luego hubiera abandonado a su hijo Arthur. Incluso se habló de piratas norteafricanos pero ¿qué clase de piratas viajan mil millas mar adentro, abordan un barco, hacen desaparecer a sus tripulantes sin dejar ni rastro, y luego se van, dejando el barco y su carga intactos, y sin llevarse nada? En fin, como suele pasar en todo suceso misterioso, no faltaron las hipótesis extravagantes que hablaban de monstruos marinos o de que todos habían caído al mar a la vez al ser golpeado el barco por una ola cuando casualmente todos estaban asomados a la borda.
A su vuelta a EEUU, el barco fue incapaz de librarse de la mala fama que tenía como "barco maldito". A sus propietarios les resultaba difícil encontrar marineros que se atrevieran a enrolarse en él. Finalmente, en 1874 lo vendieron, a muy bajo precio, a un grupo de comerciantes neoyorquinos. En 1879 su entonces capitán, Edgar Tuthill, enfermó y murió en la isla de Santa Elena, reforzando la idea de que el barco estaba gafado. En 1880 cambió de manos, siendo comprado por un grupo de inversores de Boston. El 3 de enero de 1885, el Mary Celeste encalló en el banco de Rochelois, un arrecife de la isla de Gonâve, en Haití, y fue dado por perdido. Sus propietarios reclamaron al seguro más de 30000 $ por el barco y su carga, pero la investigación de la aseguradora descubrió que la carga del barco carecía de valor (era fundamentalmente chatarra y basura), y que en realidad el capitán del navío, Gilman Parker, había hundido el barco a propósito, confabulado con los propietarios para estafar al seguro. Fueron juzgados en Boston y, pese a que se enfrentaban a penas severas (sobre todo Parker, que podía ser condenado a muerte por hundir el barco a propósito) se libraron devolviendo el dinero que ya habían cobrado. No obstante, Parker, arruinado y desprestigiado, murió en la pobreza varios meses después; otro de los acusados se suicidó, y un tercero perdió la razón, como si la maldición del Mary Celeste se hubiera prolongado más allá de la desaparición del barco.
El misterio que rodeaba la desaparición de la tripulación del Mary Celeste hizo que el caso se hiciera célebre, disparando el número de hipótesis, especulaciones y teorías. Algunos relatos del suceso empezaron a añadir detalles falsos para darle mayor intriga, como decir que cuando los hombres del Dei Gratia subieron a bordo la comida y el té que había en la mesa todavía estaban calientes. Fue tal la atención que despertó la desaparición, que el mismísimo Arthur Conan Doyle publicó en 1884 un relato inspirado en aquellos hechos, titulado J. Habakuk Jephson's Statement. Aún hoy, el misterio del Mary Celeste ocupa un lugar destacado en todas las antologías de sucesos misteriosos y sin explicación.
En 2001, una expedición liderada por el novelista Clive Cussler halló los supuestos restos del Mary Celeste en la costa de Gonâve, aunque sólo consiguieron recatar algunos maderos y pequeños objetos.
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