William Buckley (1780-1856) |
William Buckley, protagonista de una de las más sorprendentes aventuras del siglo XIX, nació en torno a 1780 en Marton, un pequeño pueblo del condado inglés de Cheshire, fronterizo con Gales. Su familia era muy humilde, tanto que cuando tenía seis años se fue a vivir con su abuelo materno. Desde muy joven comenzó a trabajar como aprendiz de albañil, pero siendo todavía un adolescente se alistó en el ejército británico. Con el Regimiento Real de infantería de línea de los King's Own de Lancaster tomó parte en 1799 en la invasión anglo-rusa de la península de Holanda Septentrional, en el marco de la Guerra de la Segunda Coalición contra los franceses. Allí Buckley resultó herido en una mano.
Sin embargo, de vuelta en Inglaterra Buckley acabaría siendo juzgado en agosto de 1802 acusado de la posesión de un rollo de tela robado. Él alegó ser inocente, diciendo que no sabía que la tela era robada y que él sólo la estaba guardando, pero el juez fue inflexible y lo condenó a catorce años de destierro en Australia. El 28 de abril de 1803 Buckley, junto a otros 300 convictos, partía del puerto británico de Spithead a bordo del HMS Calcutta rumbo a la bahía de Port Phillip, a donde llegaría el 12 de octubre de ese año.
La expedición, bajo el mando del teniente coronel David Collins, vicegobernador de la colonia de Nueva Gales del Sur, fundó un nuevo asentamiento en el sur de la bahía, cerca de donde hoy se sitúa el pueblo de Sorrento, al que llamaron Sullivan Bay y que se convertiría en el primer asentamiento europeo en la nueva colonia de Victoria. Sin embargo, la vida del enclave fue breve. Ante las adversas condiciones del lugar, la escasez de recursos y la pobreza del suelo, Collins decidió abandonar Sullivan Bay y trasladar a sus habitantes a un nuevo emplazamiento en la isla de Tasmania (entonces llamada Van Diemen's Land), un traslado que se llevó a cabo entre diciembre de 1803 y enero de 1804.
Al enterarse del inminente traslado, Buckley y varios de sus compañeros vieron una oportunidad para escapar. La noche del 27 de diciembre de 1803 él y otros tres prisioneros abandonaron el campamento y se internaron en la espesura. Uno de ellos fue herido de un disparo por los guardias, pero los otros tres lograron su propósito y consiguieron huir.
Tras permanecer unos días en los alrededores de la bahía, los dos compañeros de Buckley decidieron dirigirse al norte, tratando de llegar a Sydney, que ellos creían que no estaría demasiado lejos. En realidad los separaban más de 1000 kilómetros de distancia bordeando la costa australiana. En cambio, William Buckley, cansado y deshidratado, prefirió permanecer en la región. De los otros dos jamás se volvió a saber nada.
Durante unos meses, Buckley permaneció en los alrededores de Port Phillip, alimentándose principalmente de frutos silvestres y marisco que recogía en las playas, y evitando el contacto con los aborígenes australianos, de los que temía fueran hostiles. No fue hasta pasado algún tiempo que tuvo su primer encuentro con los nativos; un grupo familiar que lo acogió con gran amabilidad, quizá impresionados por el aspecto físico de Buckley: las descripciones que nos han llegado de él lo muestran como una persona de una estatura elevada para la época, de entre 1'90 y dos metros, dependiendo de la fuente. Los aborígenes compartieron con él su comida y le enseñaron algunas palabras de su idioma, antes de que sus caminos se separasen.
Tiempo después, tras recorrer ampliamente la región, Buckley se encontró con un grupo de mujeres de la tribu Wathaurong. Por aquel entonces, utilizaba como bastón una lanza que había encontrado en un enterramiento aborigen. Aquellas mujeres reconocieron la lanza como perteneciente a un miembro de su tribu, fallecido no hacía mucho, un hombre apreciado y respetado. Buckley las acompañó a su campamento, y allí la tribu determinó que el espíritu de su antiguo compañero se había reencarnado en aquel extraño sujeto para volver junto a ellos, y lo aceptaron como miembro.
Buckley pasó en compañía de los Wathaurong los siguientes treinta años, viviendo la mayor parte del tiempo en una cabaña que él mismo había construido cerca de la desembocadura de un arroyo conocido como Bream Creek. Aprendió la lengua y las costumbres de los aborígenes, adoptando su forma de vida e integrándose en la tribu, que siempre le dispensó un gran aprecio y estima, llegando a considerarlo un Ngurungaeta, una especie de líder tribal cuyas opiniones tenían gran influencia en asuntos de importancia. Asimismo, adquirió una gran destreza manejando las armas de los aborígenes, como el boomerang o los propulsores para arrojar lanzas a gran distancia, pero los miembros de su tribu no le permitieron participar en ninguna de las numerosas peleas y guerras entre tribus de las que fue testigo, y que eran una parte importante de la cultura aborigen; al ser considerado una especie de "espíritu sagrado" temían que fuera herido en los combates. Durante su vida alejado de la civilización, Buckley tuvo dos esposas aborígenes y fue padre al menos de una hija.
Una woomera o propulsor tradicional australiano y su modo de uso |
En un primer momento Buckley afirmó ser un soldado cuyo barco se había hundido en la zona tiempo atrás. No fue hasta varios días después de su encuentro cuando Buckley les confesó su verdadera identidad, dejándolos absolutamente estupefactos. En septiembre de ese año fue llevado a presencia del teniente general sir George Arthur, vicegobernador de Tasmania, el cual le otorgó un perdón completo de todos sus delitos pasados.
Buckley trabajaría como explorador para John Batman, y luego como intérprete oficial para las autoridades británicas. Sin embargo, nunca acabó de encontrarse cómodo de vuelta entre los británicos; sentía como si no perteneciera completamente a ninguno de los dos mundos, y que ni los blancos ni los aborígenes confiaban por completo en él. Así que dejó Victoria y se instaló en Hobart, capital de Tasmania, donde desempeñó diversos oficios, entre ellos el de guardia en una institución para mujeres convictas. El 27 de junio de 1840 se casó con Julia Eagers, una inmigrante irlandesa, viuda y con una hija. Cuentan que ella era tan baja como él era alto, y que cuando paseaban juntos ella no alcanzaba el brazo de Buckley, con lo que éste se ataba su pañuelo en forma de lazo para que su esposa pudiera agarrarse a él.
Buckley contó sus andanzas en un libro, The Life and Adventures of William Buckley, publicado en 1852 y escrito por John Morgan (Buckley no sabía leer ni escribir). Aunque algunos pasajes son un tanto fantasiosos (como aquellos en los que habla del bunyip o de la existencia de una tribu de piel cobriza viviendo en los bosques de Otway), por lo que se sabe hoy en día de la cultura e historia de los aborígenes la mayoría de los historiadores considera al libro veraz o muy próximo a la realidad en su mayor parte.
William Buckley falleció en Hobart el 30 de enero de 1856, al caerse de un carruaje. Tras su muerte su esposa, acompañada de su hija, su yerno y los hijos de estos, se mudó a Sydney, donde moriría en 1863.
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