Verba volant, scripta manent

miércoles, 26 de octubre de 2016

La caída del Fuerte Douaumont

El Fuerte Douaumont, en la actualidad

Construido entre 1882 y 1885, el Fuerte Douaumont era la mayor y mejor armada de las fortalezas que formaban el anillo defensivo que protegía la estratégica ciudad de Verdún, cercana a la frontera franco-alemana. Un complejo entramado defensivo, construido tras la derrota en la guerra franco-prusiana de 1870 para prevenir una eventual nueva invasión germana, formado por hasta 44 fortificaciones, además de algunos otros puestos y bunkers de menor tamaño para cubrir puntos ciegos. En total, el fuerte tenía unos 30000 metros cuadrados de superficie, con una guarnición estimada de unos 890 soldados. Su dotación armamentística consistía en un cañón de 155 mm y dos de 75 mm, situados en sendas torretas retráctiles, además de otras dos torretas con dos ametralladoras Hotchkiss de 8 mm cada una. Los fosos y el terreno circundante al fuerte estaban cubiertos por seis cañones Hotchkiss de 40 mm, situados en casamatas construidas en las esquinas del muro, y cuatro morteros del 12. Tras su construcción, el fuerte había sufrido varias reformas y sus techos y paredes habían sido reforzados con acero y hormigón.

Torreta para los cañones de 75 mm
Pero el estallido de la Primera Guerra Mundial provocó un cambio en la estrategia francesa. La facilidad con la que las tropas del Kaiser ocuparon Bélgica, apresando numerosas fortalezas como las de Lieja y Namur, similares a las francesas (en buena parte gracias a su poderosa artillería, como los temibles Gamma Mörser de 420 mm) hizo creer al alto mando francés que su sistema defensivo estaba obsoleto. Y en agosto de 1915, el general Joseph Joffre, comandante en jefe del ejército francés, tomó la que luego se revelaría como una pésima decisión: desmantelar parcialmente el anillo defensivo en torno a Verdún, retirando de las fortalezas a la mayor parte de los soldados y la artillería, para enviarlos al frente en función de las necesidades de los combates, y dejando en ellos sólo la artillería instalada en casamatas y torretas (demasiado complicada de desmontar), con la munición justa. Incluso varias de aquellas fortalezas fueron minadas con grandes cantidades de explosivos para volarlas en caso de que estuvieran a punto de caer en manos enemigas. En Douaumont quedaron apenas medio centenar de hombres, casi en su totalidad reservistas sin experiencia ya entrados en años, bajo el mando de un sargento sexagenario, que tampoco era un militar de carrera, apellidado Chenot.


Y en esta situación llegamos a febrero de 1916. El día 21, a las 4:00 AM comenzaba la ofensiva alemana que desembocaría en una de las batallas más largas y sangrientas del conflicto, la batalla de Verdún. Primero, con un intenso bombardeo de artillería a lo largo de un frente de 40 kilómetros, que duró diez horas y se llegó a oir a 200 kilómetros de distancia, y luego con el avance de la infantería. Los franceses, pese que estaban sobre aviso y habían enviado más tropas a la zona, fueron sorprendidos por la virulencia del ataque, y esto permitió a los alemanes avanzar con rapidez los primeros días. El día 25 las tropas alemanas ya estaban cerca de Douaumont.
Los alemanes habían puesto su mirada sobre el fuerte, considerándolo una posición estratégica para el asalto a la ciudad. Por eso, los soldados del 24º Regimiento de Brandenburgo se aprestaban para lanzar un ataque sobre la fortaleza, creyendo que seguía siendo una posición fuertemente armada y defendida por una guarnición numerosa. En Douaumont, pese al inminente peligro, seguían los mismos pocos hombres que había antes del ataque alemán; se habían dado órdenes de enviar nuevas tropas al fuerte, pero, entre las urgencias del momento y la maraña burocrática del ejército, dichas órdenes se habían extraviado.

El sargento Kunze y el teniente Eugen Radtke
Un pequeño grupo de diez ingenieros de combate, bajo las órdenes del sargento Kunze, fueron enviados a las inmediaciones del fuerte para realizar un reconocimiento de la zona y eliminar algunos obstáculos, como el alambre de espino, para facilitar el paso de las tropas. Llegados al fuerte, al sargento le llamó la atención el nulo movimiento que se veía. No había franceses a la vista, las casamatas estaban vacías y la única señal de que había alguien en el fuerte era el cañón de 155 mm, que abría fuego de cuando en cuando hacia las posiciones alemanas. Kunze no lo sabía, pero la mayor parte de los soldados franceses, hartos de soportar los bombardeos alemanes, se habían refugiado en los niveles inferiores del fuerte, y sólo el equipo que manejaba el cañón principal (la torreta de los cañones de 75 mm había sido alcanzada por los cañonazos y estaba inutilizada) permanecía alerta.
Kunze y dos de sus hombres se acercaron sin problemas hasta las mismas murallas del fuerte, aprovechando que los bombardeos habían abierto una brecha en la valla metálica que rodeaba el fuerte. Tal y como suponían, no había vigilancia alguna y el foso estaba desprotegido. El sargento Kunze, decidido, trepó a una de las troneras del muro y entró en el fuerte, aunque sus acompañantes, temiendo una emboscada, no le siguieron. Y así, completamente solo y armado únicamente con su fusil, Kunze se encontró vagando por los desiertos pasillos del fuerte.
En su deambular, Kunze llegó hasta la torreta del cañón, apresando a los sorprendidos artilleros que lo atendían y llevándolos hacia el exterior. En el patio, los artilleros echaron a correr, pero Kunze no los persiguió. Se acercó a investigar a un barracón cercano donde se oían voces y al abrir la puerta... se encontró con un numeroso grupo de soldados franceses que lo miraban tan sorprendidos como él los miraba a ellos. Pero Kunze supo mantener la sangre fría, les anunció como pudo que el fuerte había sido tomado por el ejército alemán y ellos eran ahora prisioneros, y sin darles tiempo a reaccionar, salió y atrancó la puerta lo mejor que pudo, dejándolos encerrados.
A todo esto, mientras el sargento seguía haciendo la guerra por su cuenta, una avanzadilla del 24º Regimiento, mandada por el teniente Radtke llegaba a las afueras del fuerte y allí encontraban a los hombres de Kunze, que le explicaron lo ocurrido. Cuando supo lo que había hecho el sargento, Radtke se apresuró a acudir en su ayuda con sus soldados, que entraron al fuerte e hicieron algunos prisioneros, y finalmente encontraron a Kunze, quien había dado con la despensa y estaba reponiendo fuerzas. Radtke distribuyó a sus hombres por el fuerte y aseguró la posición. Con el fuerte ya totalmente controlado, hicieron su aparición los refuerzos, dos columnas de soldados bajo las órdenes del capitán Haupt y el teniente primero Von Brandis.

El capitán Hans Joachim Haupt (1876-1942) y el teniente Cordt von Brandis (1888-1972)
Y así, sin disparar un sólo tiro, con un puñado de soldados y en poco más de media hora, los alemanes lograron uno de sus mayores éxitos en la ofensiva de Verdún. La única "baja" fue uno de los soldados de Kunze que se raspó una rodilla al ayudarlo a trepar por la muralla. En Alemania la noticia de la toma de la fortaleza fue recibida con grandes celebraciones, mientras que para los franceses supuso una auténtica humillación, tanto que el alto mando trató de maquillar la noticia con un comunicado en el que se decía que los alemanes habían sido rechazados en varias ocasiones y habían sufrido enormes pérdidas en el asalto, algo que no evitó las durísimas críticas contra la incompetencia de los mandos militares.

Vista aérea del fuerte, donde son visibles los efectos de los continuos bombardeos
Tras la conquista, los alemanes convirtieron a Douaumont en su principal base de retaguardia en el frente de Verdún. Los franceses, en parte por motivos estratégicos y en parte también buscando reparar su orgullo herido, trataron de retomar la posición en varias ocasiones, llegando incluso a ocupar una sección del fuerte durante algo más de un día, antes de ser de nuevo expulsados por el contraataque germano. Sin embargo, el peor revés de las tropas alemanas en el fuerte se debió a un desafortunado accidente. El 8 de mayo de 1916 el fuego que unos soldados habían encendido para preparar café se extendió a un depósito de granadas y lanzallamas, que hicieron explosión. El combustible de los lanzallamas se derramó y alcanzó un depósito de municiones de artillería, que saltó por los aires. Cientos de soldados alemanes murieron por la explosión, abrasados o asfixiados al consumirse el oxígeno de los túneles. Algunos hombres que huyeron al exterior escapando de aquel infierno fueron ametrallados por sus propios compañeros, que los tomaron por soldados franceses. En total, 679 soldados alemanes perecieron a causa de las explosiones. Sus restos fueron sepultados en la sección más dañada del fuerte, que a continuación fue clausurada y desde entonces fue considerada cementerio militar.
Finalmente, las tropas del Regimiento de Infantería Colonial de Marruecos recuperaron el fuerte el 24 de octubre de 1916, cuando los alemanes ya lo habían evacuado, huyendo de una gran ofensiva de la artillería francesa. Para recuperar aquel fuerte, cuya conquista no costó ni un soldado a los alemanes, los franceses sufrieron, dependiendo de la fuente, entre 10000 y 100000 bajas en sus distintos ataques.


¿Y qué pasó con los artífices de la conquista? El káiser Guillermo, entusiasmado con la conquista, concedió la medalla Pour le Mérite, la más alta condecoración del ejército alemán en la época... a Haupt y a Von Brandis, cuya participación había sido más bien escasa. Mientras, ni Kunze ni Radtke vieron recompensado su valor, aunque Radtke recibiría meses después la Cruz de Hierro de 1º clase, pero sin reconocerle su participación en la toma de Douaumount. Hubo que esperar dos décadas para que ambos vieran reconocidos sus méritos. En los años 30, un comité de revisión admitió públicamente su heroica intervención en la toma del fuerte. Kunze, que entonces era oficial de policía, recibió un ascenso, y Radtke fue obsequiado con una fotografía autografiada del príncipe Guillermo de Prusia (hijo del káiser Guillermo y apartado de la política desde hacía años).

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