Devon Loch |
El llamado "desastre de Devon Loch" fue uno de los sucesos más insólitos e inexplicables que jamás se hayan visto en el circuito hípico británico. En un país como el Reino Unido, en el que las carreras de caballos son una de las pasiones nacionales, aquel inesperado incidente causó sensación entre los aficionados y aún hoy, sesenta años después, sigue dando que hablar.
El 24 de marzo de 1956 se disputó en el hipódromo de Aintree (Liverpool) la 110ª edición del Grand National. El Grand National, cuya primera edición se celebró en 1839, es la carrera de caballos con obstáculos más famosa de todo el Reino Unido. Es una competición tremendamente exigente, en la que los participantes deben evitar 30 obstáculos a lo largo de un recorrido de 4 millas y 514 yardas (6'907 km). Su dureza es tal, que es habitual que un elevado porcentaje de los caballos que toman la salida no terminen la carrera (en la edición de 1928, sólo dos alcanzaron a cruzar la meta).
En la edición de 1956 tomaron parte 29 caballos. El favorito, a juicio las casas de apuestas, era Must, montado por Bert Morrow, por el que las apuestas se pagaban 6 a 1. Tras él se situaba Sundew, cuya victoria se pagaba 7 a 1. Los caballos con menos posibilidades se pagaban 66 a 1.
Uno de los participantes era Devon Loch. Era un caballo castrado de diez años, propiedad de la mismísima Reina Madre. Su pedigrí era impecable; su abuelo, Hyperion, había ganado varias carreras en la década de los 30, antes de convertirse en semental y padre de numerosos campeones (fue nombrado en varias ocasiones mejor semental de Gran Bretaña e Irlanda). Esa temporada, Devon Loch había ganado ya dos carreras y había quedado tercero en la prestigiosa National Hunt Handicap Chase de Cheltenham. Así que las casas de apuestas lo situaron en el grupo de los favoritos, con una cotización de 100 a 7.
El jinete de Devon Loch, Dick Francis, charla con la Reina Madre y sus hijas, la reina Isabel II y la princesa Margarita, justo antes de la carrera |
Como era de esperar, fue una carrera trabada y llena de incidentes, agravados por el estado de la pista. húmeda y embarrada. En el primer obstáculo se cayeron cuatro caballos, entre ellos el gran favorito Must, Los abandonos se sucedían uno tras otro. En el obstáculo 22 se caía el otro gran favorito, Sundew (que ganaría la carrera al año siguiente). Devon Loch se situó muy pronto en los puestos de cabeza y poco a poco fue distanciándose de sus perseguidores. Cuando enfiló la recta final llevaba una holgada ventaja de cinco cuerpos sobre los caballos más cercanos, E.S.B. y Gental Moya, y parecía que nada podía impedir su victoria. Y entonces sucedió lo impensable.
Faltando apenas cuarenta yardas para la línea de meta, Devon Loch pegó un salto en el aire sin motivo aparente, aterrizando sobre su panza. Su jockey, Dick Francis, trató desesperadamente de hacerlo correr de nuevo, pero tuvo que ver impotente cómo sus rivales lo adelantaban y cruzaban la meta. El jinete acabó por bajarse del caballo y cruzar a pie la línea de llegada. Francis, un veterano jockey que ganó más de 350 carreras a lo largo de su trayectoria y después fue comentarista deportivo y escritor de novelas de misterio, siempre habló de aquel suceso como el mayor pesar de su vida y lo consideraba "un desastre de enormes proporciones". Sólo 9 de los 29 caballos que habían tomado la salida terminaron la carrera.
La razón que había llevado a Devon Loch a realizar aquella extraña maniobra aún se discute hoy en día. Muchas teorías se han propuesto tratando de buscarle una explicación. Se dijo que el caballo se había asustado por el griterío del público que abarrotaba las gradas del hipódromo. O que había resbalado en el barro. Se especuló con que había sufrido un calambre o espasmo muscular en los cuartos traseros, o que una sombra en un obstáculo con agua fuera de la pista le había confundido y hecho creer que debía saltar. Incluso se llegó a decir que el caballo había sufrido un ataque al corazón, algo que parecía desmentir la rápida recuperación del caballo. En cualquier caso, su propietaria, la Reina Madre, se lo tomó con auténtica flema británica cuando le preguntaron su opinión acerca de lo sucedido: "Oh, las carreras son así".
Hoy en día, casi nadie recuerda al ganador del Grand National de 1956, un caballo llamado E.S.B. propiedad de Leonard Carver y montado por David Dick. Si por algo pasó a la historia aquella edición fue por el "desastre de Devon Loch". Tan profundamente enraizado quedó en el imaginario popular aquel extraño acontecimiento, que hoy en día en Gran Bretaña se usa la expresión "to do a Devon Loch" ("hacer un Devon Loch") cuando alguien pierde una victoria que parecía segura por un error en el último momento. En cuanto al protagonista de esta historia, seguiría compitiendo varios años más, y fue sacrificado en el invierno de 1962.
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