miércoles, 18 de mayo de 2011
Los últimos nazis en rendirse: la Operación Haudegen
Ante el imparable avance de las tropas soviéticas, que combaten ya por las calles de Berlín, Adolf Hitler toma la decisión de suicidarse para no caer en manos de sus enemigos. El 30 de abril de 1945, Hitler y su esposa Eva Braun se suicidan en su bunker berlinés. El testamento de Hitler designa heredero al almirante Karl Dönitz, quien, ante lo desesperado de la situación, se apresura a negociar su rendición ante las tropas aliadas. El 7 de mayo se firma en el cuartel general de los aliados en Reims (Francia) la rendición del Tercer Reich, que se ratificaría el día siguiente ante los rusos en Berlín. Aunque parte del ejército alemán ya ha dejado de combatir (el ejército destinado en Italia había capitulado el día 2), la mayoría del ejército alemán se rinde oficialmente entre el 7 y el 8 de mayo. Pero el último contingente alemán en rendirse oficialmente no lo hizo hasta el 3 de septiembre, es decir, casi cuatro meses después de la rendición oficial, e incluso un día después de que se rindiera Japón.
Se trataba de un pequeño destacamento destinado en el archipiélago noruego de las Svalbard (para los alemanes, las Spitzbergen), en el Océano Glacial Ártico. Lo cierto es que este grupo ha dado lugar a numerosos rumores y leyendas. Lo tardío de su rendición, lo remoto de su localización, su insólita misión (oficialmente, se trataba de una estación meteorológica), incluso su sugerente nombre clave (Operación Haudegen, "Estocada"), llevaron a más de uno a imaginar teorías a cuál más delirante sobre las auténticas intenciones de este grupo. Unos afirmaron que se trataba de un laboratorio secreto de investigación que desarrollaba un arma secreta con la que los nazis esperaban ganar la guerra, y que tras la rendición siguieron investigando tratando de hacérsela llegar a sus aliados japoneses, y sólo cuando éstos se rindieron se entregaron. Hubo también quien apuntó con que quizá en ella se realizaban investigaciones relativas al programa nuclear alemán. No faltaron los "iluminados" que la asociaban a una supuesta base secreta de submarinos que los nazis tendrían en el Ártico. Pero todo son especulaciones sin fundamento. Aquella estación meteorológica era realmente... una estación meteorológica. Y si no se rindieron antes, fué simple y llanamente porque no pudieron.
Los altos mandos militares nazis llevaban tiempo interesados en establecer estaciones meteorológicas en el norte de Europa. De este modo esperaban prever con antelación la llegada de temporales, tormentas de nieve y olas de frío, información muy útil para los movimientos de la Marina (Kriegsmarine) y la Fuerza Aérea (Luftwaffe) alemanas. Los primeros intentos, en 1943, en la Tierra de Francisco José (Rusia) y la isla Shannon (cerca de Groenlandia) se saldaron con fracasos, así que los alemanes volvieron a intentarlo al año siguiente, con la Operación Haudegen y con una estación portátil a bordo del rompehielos Wuppertal. El Wuppertal no tuvo suerte: quedó atrapado entre los hielos árticos en octubre, y un mes después se interrumpieron las comunicaciones y no volvió a saberse nada de él ni de su tripulación. Pero la estación de las Svalbard si fué un rotundo éxito.
Al mando de la misión fué nombrado el teniente Wilhelm Dege. No fué una decisión tomada a la ligera. Dege, además de oficial, era profesor de geología y geografía, había participado en varias misiones de exploración de las Svalbard en los años 30 y hablaba perfectamente el noruego. Lo pusieron al mando de 10 soldados (11 hombres, he ahí toda la guarnición de la base), la mayoría de los cuales eran jóvenes voluntarios (alguno ni siquiera tenía veinte años). Tras un duro entrenamiento en los Alpes, los hombres y los materiales fueron transportados a las islas por un submarino y un carguero. Tras explorar el archipiélago, Dege decidió instalarse en Nordaustlandet, la segunda isla más grande del conjunto, aunque deshabitada. En el fiordo Rijpfjord, junto al cabo Vestfonna, se instalaron varios barracones prefabricados que debían albergar dormitorios, almacenes, laboratorios, etc. Y acto seguido, los buques partieron dejando sólos a los 11 valientes. Era septiembre de 1944.
La vida en la base era bastante rutinaria. Diana a las 7:30, trabajo hasta las 18:00 (básicamente, registrando datos y mediciones de los diversos instrumentos), transmisión de datos (convenientemente codificada) a las 20:00, todos a la cama a las 23.00. Aparte de eso, estaban totalmente aislados, y las condiciones del lugar hacían que se pasaran casi todo el día encerrados. Para que sus jóvenes subordinados mantuvieran la disciplina y no se desesperaran ante la falta de actividad, Dege comenzó a impartirles clases de matemáticas, literatura, geología, biología, etc. Clases que fueron al parecer bastante provechosas: varios de aquellos jóvenes soldados estudiarían ciencias después de la guerra; alguno con notable provecho, como Siegfried Czapka, quien con los años se convertiría en un experto en exploraciones polares.
El 2 de mayo de 1945 recibieron por radio la noticia de la muerte del Führer. El 8 se enteran de que la guerra ha terminado. Dege ordena entonces avisar a los aliados de su posición y esperar la llegada de las tropas para entregar la base. Ordena también destruir el armamento, salvo el necesario para defenderse de los osos polares, que habían dado algún que otro susto a los soldados, especialmente cuando se dirigían a las letrinas (a lo largo de la misión, los soldados abatieron a cuatro osos y se convirtieron en accidentales cuidadores de dos cachorros). También enterró los documentos secretos, incluído su diario personal, que serían recuperados en 1985 por su hijo, el doctor Eckart Dege. Y se pusieron a esperar tranquilamente la llegada de los aliados.
Dado que no tenían otra cosa que hacer, siguieron con su trabajo, tomando datos y enviándolos por radio, ya sin codificar. También continuaron las clases, con las que Dege trató de preparar a los jóvenes para lo que les esperaba en la nueva Alemania. Pero el tiempo pasaba, y nadie aparecía por allí, ni recibieron comunicación alguna. Los alemanes empezaron a preocuparse. Tenían abundantes suministros, y en caso de necesidad podían cazar y pescar, pero si no los rescataban pronto, llegaría el invierno y el hielo y la oscuridad retrasarían su evacuación hasta el año siguiente. Por fin, a finales de agosto las autoridades noruegas les comunicaron la llegada de un barco noruego a cuyo capitán debían entregarse.
El barco arribó a la isla el 3 de septiembre. No era "exactamente" un buque de guerra. Se trataba del Blaasel, un barco de cazadores de focas, el único que al parecer pasaba por allí, al mando del capitán Ludwig Albertsen. Alemanes y noruegos se saludaron cordialmente e incluso compartieron un ameno almuerzo, tras el cual Dege entregó su arma al capitán noruego oficializando su rendición (Albertsen, impresionado por la solemnidad del momento, sólo acertó a preguntar si podía quedarse con el arma). El propio Dege redactó su declaración de rendición, y al día siguiente, 4 de septiembre, el Blaasel partía de la base. Eran los últimos miembros del ejército nazi en rendirse, y habían resistido más que el mismísimo imperio japonés, que había firmado su rendición el día 2.
Los 11 soldados alemanes pasaron varios meses en un campo de prisioneros, para luego ser puestos en libertad y regresar a Alemania. Dege volvió a la docencia y murió en 1979. La estación Haudegen quedó abandonada. Sus restos aún se conservan en su emplazamiento, aunque muy deteriorados.
La misión Haudegen logró recolectar una ingente cantidad de datos que resultaron de gran utilidad para el conocimiento de la dinámica climática del hemisferio Norte. Tanto es así que, años después, pese a tratarse de una misión militar, la UNESCO la declaró como "de gran valor científico".
Wilhelm Dege
Fuente: Exordio
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muy interesante, y en verdad pobres alemanes, se olvidaron de ellos XD
ResponderEliminarCon todo lo que estaba pasando en Alemania, tanto los alemanes como los aliados estaban muy ocupados como para preocuparse por una diminuta estación meteorológica perdida en el Ártico y de sus ocupantes. Un saludo.
EliminarAl menos quisieron rendirse al contrario de los japos que se quedaron en la selva y que en muchas ocasiones no se rindieron porque estaban acojonados con la posibilidad de una ensalada de torturas y decapitaciones a manos de los locales a quienes habían martirizado previamente (los japos como siempre haciendo amigos). Una de las historias más interesantes sobre eso fué la de un doctor inglés que conmovido por las atrocidades de los japoneses con las tribus de cortadores de cabezas (y sea de paso con los occidentales como médicos que los atendían y sufrieron sus violencias) se convirtió en un miembro ¨no oficial¨ de las tribus fomentando precisamente su principal actividad. El asunto llegó tan lejos que hasta tenía la cabeza de un japo en lo alto de un poste de una bandera para hacer ver sus intenciones y su ¨banda¨ de nativos se convirtió en una especie de inglorious bastards del sudeste asiático (japo que veían capo que descabezaban).
ResponderEliminarDistintas culturas (para los japoneses, rendirse sin luchar era una deshonra), distintas circunstancias (la alemana no era una misión de combate), distinta situación (los alemanes supieron enseguida la rendición del Tercer Reich, muchos japoneses tardaron semanas o meses en saber que Japón se había rendido). El británico del que hablas creo que es Tom Harrisson, un excéntrico naturalista y antropólogo que años después de la guerra reuniría varios destacamentos de indígenas para combatir a los rebeldes antibritánicos durante la Revuelta de Brunei (1962).
EliminarUn saludo.
Está información si es oportuna, la derrota duele y cada cultura la asume según sus costumbres
Eliminarpero si tenes que SER BRUTO CHAMIGO,,,los JAPOS y LOS NAZIS fueron señores guerreros con los codigos del samurai y el codigo y HONOR de los PUEBLOS SUPERIORES,,,SINO FIJATE CAMBA,,,que despues de setenta años ??EL mundo fue y sera una porqueria ;; ya lo se ??? COMO el tango CAMBALACHE Y EL TERROR del judiozionismo...las matanzas de STALIN antes ,, durante ,, y despues de la GUERRA...y los aliados que te siguen rompiendo el ORTO y vos les seguis el juego historico de HACERNOS CREER que le MUNDO esta MEJOR ,,,BRUTAZZO el CAMBA,,,
ResponderEliminarSaludos Iakob. Excelente artículo. S.H.
ResponderEliminarMuchas gracias. Saludos.
EliminarNo sabía sobre esta estación. interesante historia. Gracias.
ResponderEliminarMuy interesante información, a pesar que los japoneses despues del 2 de septiembre de 1945, no todos se entregaron, incluso los ultimos fueron capturados en guam en el 2005.
ResponderEliminarOficialmente, el imperio japonés se rindió el 2 de septiembre de 1945. Es cierto que algunos de sus soldados siguieron combatiendo durante décadas; de hecho, les dediqué algunas entradas a los casos más conocidos. Los últimos soldados japoneses confirmados en deponer las armas fueron Teruo Nakamura (diciembre de 1974) y Hiro Onoda (marzo de 1974). Los casos posteriores, como el que usted menciona, se demostró que eran fraudulentos o bien nunca se pudieron probar.
EliminarUn saludo.