Verba volant, scripta manent

sábado, 23 de julio de 2011

El desastre de Annual

Ayer, 22 de julio, se cumplieron 90 años de una de las páginas más negras de la historia española en su último siglo: la caída del campamento del ejército español en Annual (Marruecos) en manos de los rifeños.
Pongámonos en antecedentes. Estamos en 1921, la Guerra del Rif, entre los nativos sublevados y las tropas coloniales españolas y francesas dura desde 1911, aunque el nuevo comandante general de Melilla, el general Manuel Fernández Silvestre, ha logrado alguno éxitos y avanzado en territorio rebelde. Sin embargo, los rebeldes rifeños, al mando de Abd-el-Krim (antiguo funcionario colonial de la administración española) lanzan un contraataque tomando las posiciones españolas en el monte Abarrán e Igueriben. Especialmente doloroso es el caso de Igueriben: sus 355 defensores resistieron en sus deficientes fortificaciones durante cinco días, del 17 al 22 de julio, sin agua, sin apenas víveres, registrando a los muertos en busca de munición, luchando incluso cuerpo a cuerpo cuando ésta se agota y solicitando inútilmente refuerzos que fueron incapaces de llegar a su posición. Estremecedor es su último mensaje a la comandancia española: Solo quedan doce cargas de cañón, que empezaremos a disparar para rechazar el asalto. Contadlos, y al duodécimo disparo, fuego sobre nosotros, pues moros y españoles estaremos revueltos en la posición. De los 355 defensores, sólo una docena lograron salir con vida de la matanza.
Tras la caída de Igueriben, la posición de Annual se vuelve sumamente complicada. Allí se encuentra Silvestre, con un ejército de 3000 soldados españoles (muchos de ellos, soldados de reemplazo, inexpertos y mal armados) y 2000 nativos, contra los que se dirigen 18000 rifeños, si bien con un armamento inferior. Silvestre, consciente de que Annual, sin agua y con pocas municiones, es indefendible, prepara la evacuación. Pero el alto mando le pide que resista y le anuncia la llegada de refuerzos desde Tetuán. Silvestre duda y decide esperar. El día 23, al alba, los españoles son advertidos de la inminente llegada de los rifeños. Silvestre y sus oficiales ordenan entonces la evacuación, que no da comienzo hasta las once de la mañana. Pero han esperado demasiado; tropas rifeñas han tomado los principales caminos de huída. Los soldados que se retiran empiezan a recibir disparos. Los soldados nativos desertan y comienzan a atacar a los que hasta hace poco eran sus compañeros. La retirada ordenada se convierte en una desbandada general donde todos huyen desesperadamente para salvar sus vidas, abandonando armas, pertrechos e incluso a los heridos. Sólo algunas unidades veteranas evitan que el desastre sea total. Los Regulares de Melilla, al mando del comandante Llamas, defendiendo la posición sur y replegándose ordenadamente mientras batían a los atacantes y protegían a los que huían. O el Regimiento de Caballería de Cazadores de Alcántara, a las órdenes del teniente coronel Fernando Primo de Rivera, cargando sable en mano contra los rifeños una y otra vez hasta obligarlos a retirarse (a costa de perder, entre muertos y prisioneros, a 627 de los 691 jinetes que la componían).
Las bajas españolas en Annual ascienden en total a unos 2500 hombres (además de varios cientos de prisioneros), mas otros 1500 caídos defendiendo posiciones secundarias como Izumar, Mehayast o Halaun, arrasadas por los rifeños en su avance. El general Silvestre, tras haber hecho evacuar a su hijo, teniente en prácticas, desapareció durante los combates; según unos fué abatido por los rifeños, y según otros, se suicidó. Su cuerpo no se encontró nunca.
Los pocos supervivientes se retiraron como pudieron, primero a Dar Drius y luego al Monte Arruit, otro nombre negro de la contienda. Pero ya hablaré más adelante de ello; su aniversario toca el 9 de agosto.

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