Verba volant, scripta manent

jueves, 28 de abril de 2011

¿Por qué celebramos el Día del Libro el 23 de abril?

La respuesta es bien conocida: porque un 23 de abril de 1616 morían los que posiblemente hayan sido los dos escritores más grandes de la historia, el español Miguel de Cervantes y el inglés William Shakespeare (sólo para que conste, ese mismo día moría otro ilustre escritor, el Inca Garcilaso de la Vega). Pero ¡oh sorpresa!, resulta que esto no es del todo cierto.
Para empezar, Cervantes no murió el 23 de abril, sino el día anterior, el 22. Fué sepultado el 23 en el Convento de las Trinitarias Descalzas de San Ildefonso (Madrid), y esa es la fecha que figura en su certificado de enterramiento, lo que ha llevado a la confusión a numerosos investigadores.
Pero no queda ahí la cosa. Shakespeare murió, efectivamente, el 23 de abril de 1616... o más bien cabría decir que murió "un" 23 de abril, pero no "el auténtico" 23 de abril. La culpa de todo la tiene el calendario gregoriano.
Originariamente, Europa se regía por el calendario juliano, así llamado por haberse establecido el año 46 a. C., durante el consulado de Julio César. Pero este calendario tenía un desfase de 11 minutos, que al irse acumulando en el siglo XVI se habían convertido en 10 días. Eso, naturalmente, causaba problemas a la hora de determinar acontecimientos como los equinoccios. Así que el papa Gregorio XIII decidió promover un nuevo calendario, llamado gregoriano en su honor, que es el que aún hoy se utiliza. Y para eliminar el desfase, decretó que ese año de 1582 se pasase directamente del 4 al 15 de octubre. Pero este cambio sólo afectó a los países católicos; los protestantes (como Inglaterra) y ortodoxos no hicieron caso del cambio y siguieron fieles al calendario juliano. Por eso, aunque Shakespeare murió el 23 de abril de 1616 en Inglaterra, para buena parte de Europa, ese día fué el 3 de mayo.
¿De donde viene el error? Al parecer, fué otro ilustre literato, el francés Víctor Hugo, el que popularizó este dato erróneo al mencionarlo en un libro que escribió sobre el escritor inglés. Todos dieron crédito al gran escritor francés y el bulo se popularizó hasta que en 1930 se instauró en España esta fecha como Día del Libro (en 1995, la UNESCO extendió la celebración a todo el mundo).

sábado, 16 de abril de 2011

Houdini vs. espiritismo


El espiritismo, corriente filosófica surgida a mediados del siglo XIX que propugnaba la comunicación con los espíritus, tuvo su momento de esplendor a finales de ese siglo y principios del XX, especialmente tras la Primera Guerra Mundial. Docenas de supuestos mediums hacían gala de poder comunicarse con los muertos, engatusando a numerosos crédulos que creían así poder ponerse en contacto con los seres queridos que habían perdido.
El gran Harry Houdini, posiblemente el mayor ilusionista de todos los tiempos, nunca se había interesado por esa "disciplina". Hasta que una de estos mediums afirmó haber entrado en contacto con el espíritu de su madre, fallecida años antes y a la que Houdini estaba muy unido. El supuesto mensaje que la medium había obtenido de ella era un embuste tan claro, que enfureció al mago. A partir de ese momento, Houdini se convirtió en azote del espiritismo, decidido a desenmascarar a los impostores de una vez por todas. No le resultó difícil; para un ilusionista tan brillante como él, los trucos que utilizaban los mediums no dejaban de ser un juego de niños fácil de descubrir. Sus numerosos artículos y denuncias públicas desacreditaron enormemente al movimiento espiritista y le granjearon la enemistad de numerosos creyentes y practicantes, además de suponer la ruptura de su amistad con el escritor británico sir Arthur Conan Doyle, ferviente espiritista (que se había interesado por el fenómeno tras perder a un hijo en la Primera Guerra Mundial).
Deseoso de demostrar de manera definitiva la falsedad de los supuestos contactos con los espíritus, Houdini ideó un reto definitivo. Ideó un código que sólo él y su esposa conocían, y se comprometió a que, si era posible la comunicación desde el más allá, una vez él hubiese muerto intentaría por todos los medios hacer llegar ese mensaje a su mujer. Si nadie lograba transmitirlo, sería la constatación de que la comunicación no era posible. Y así, tras la muerte de Houdini en 1926, muchos videntes y mediums trataron de hallar el código, en vano. Diez años después de la muerte de Houdini, sin que nadie hubiera dado con el código, su mujer afirmó públicamente que ya era tiempo suficiente para declarar el reto concluído.

viernes, 15 de abril de 2011

William Holden, mal perdedor




El 22 de febrero de 2009, en la octogésimo primera ceremonia de entrega de los premios Oscar, el actor australiano Heath Ledger, fallecido trece meses antes, resultó premiado con el Oscar al mejor actor de reparto por su interpretación del Joker en El caballero oscuro. Se convertía así en el segundo Oscar póstumo de interpretación de la historia de los galardones. El primero había sido el actor británico Peter Finch, quien en 1977 recibió el Oscar al mejor actor protagonista por su impactante interpretación en la película Network tras haber muerto de un ataque al corazón sólo dos meses antes de la ceremonia. La anécdota la protagonizó otro actor, William Holden, nominado al mismo premio por la misma película. Holden era el gran favorito hasta que la muerte de Finch decantó los votos hacia él, por aquello del factor emocional. Cuentan que Holden dijo en cierta ocasión, refiriéndose a lo sucedido: "Si ese cabrón no hubiera muerto, yo habría ganado el Oscar"

martes, 5 de abril de 2011

El Manchester United, salvado por un perro


El Manchester United es el club de fútbol más laureado de Inglaterra y uno de los clubes económicamente más poderosos del mundo. Pero sus orígenes fueron mucho más modestos y en alguna ocasión estuvo cerca de desaparecer. De hecho, se cuenta cierta historia relativa a su salvación protagonizada por un perro llamado Major.
El club se fundó en 1872 con el nombre de Newton Heath LYR FC (Newton Heath es un barrio de Manchester) y era un modesto club de barrio de la ciudad. Esa modestia le llevó a tener graves problemas económicos, y así, en 1901, el club corría el riesgo de desaparecer si no reunía urgentemente 1000 libras. Por ello, directivos y jugadores decidieron organizar una feria para tratar de reunir el dinero. Pero el plan no dió el resultado apetecido, pese a las muchas donaciones (incluso el Manchester City, hoy gran rival del United, hizo un donativo). Así que el último día al capitán del Heath, el defensa Harry Stafford, se le ocurrió colocarle una caja al cuello a su perro, un San Bernardo llamado Major, para que la gente pudiera darle a él los donativos. Lo cierto es que Major acabó escapándose y fué a parar a casa de John Henry Davies, un acaudalado propietario de una destilería de Manchester. Davies y su hija se encariñaron enseguida con el perro, con lo que empezó a buscar al dueño con la intención de comprarselo. Así conoció a Stafford y supo del problema del Newton Heath. Davies y Stafford simpatizaron enseguida y decidieron asociarse para adquirir el club, del que Davies fué presidente hasta su muerte en 1927. Con su llegada se produjeron algunos cambios: el club pasó a llamarse Manchester United y cambió el color de su equipación, de verde y dorado al rojo y blanco que aún mantiene hoy.

sábado, 2 de abril de 2011

El cónsul Perlasca

Giorgio Perlasca nació en Como en 1910. Como tantos otros jóvenes italianos de la época, se sintió atraído por los movimientos fascistas y se alistó voluntario en el ejército italiano, prestando servicio como artillero en Etiopía y en la Guerra Civil española. Precisamente, a raiz de combatir en España, recibió del gobierno franquista la ciudadanía española honoraria, al igual que muchos otros combatientes extranjeros que habían luchado en el bando nacional.
Años después, desencantado por la alianza entre fascismo y nazismo, dejó el ejército y se convirtió en representante de una empresa de importaciones de Trieste. En 1942 es destinado a Budapest, donde se encarga de comprar suministros destinados al ejército italiano.
En marzo de 1944, las tropas alemanas invaden Hungría y ocupan Budapest. Como Perlasca se había negado a jurar fidelidad a la llamada República Social Italiana, creada por Mussolini y los alemanes en la Italia no ocupada por los aliados, se ve obligado a refugiarse en la embajada española, donde el embajador Ángel Sanz Briz le proporciona documentos españoles, pasando a ser Jorge Perlasca.
Ante el peligro que corría la numerosa comunidad judía húngara, varios diplomáticos de naciones neutrales empezaron un denodado trabajo para poner a salvo a tantos como fuera posible. Especialmente destacada fué la actividad del sueco Raoul Wallenberg, del nuncio apostólico Monseñor Angelo Rotta y del propio Sanz Briz, que cuenta con la ayuda inestimable de Perlasca. Aprovechando una ley española de 1924 que concedía la nacionalidad a los descendientes de los judíos sefardíes expulsados de España, Sanz Briz y Perlasca rescatan a cientos de judíos. Primeros los ponen a salvo en "casas seguras", que por ser propiedad de la embajada tienen la consideración de suelo soberano español y, por lo tanto, inviolable; y posteriormente, les proporcionan falsos documentos de identidad españoles que les permiten salir de Hungría y ponerse a salvo. En noviembre de 1944 Sanz Briz abandona Hungría por orden de sus superiores, para no reconocer al nuevo gobierno títere de los nazis. Entonces, ante el riesgo de que los nazis ocupen la embajada y los otros inmuebles españoles, incluídas las casas-refugio, Perlasca decide arriesgarse y, con un atrevimiento inaudito, fabrica un falso nombramiento consular autoproclamándose cónsul de España en Budapest, lo que le permite seguir falsificando documentos y poniendo a salvo judíos en los escondites. Así continuó durante un par de meses, hasta enero de 1945, donde, ante la inminente llegada del ejército soviético, y con el convencimiento de que los judíos ya no corrían peligro alguno, dejó Budapest y volvió a Italia. Se calcula que su intervención directa y la de Sanz Briz salvó la vida a al menos 5200 judíos.
Su heroica intervención permaneció oculta hasta 1987, cuando un grupo de aquellos judíos húngaros que llevaban años buscando al diplomático "español" al que debían la vida dió finalmente con él y su historia salió a la luz.
Giorgio Perlasca murió en 1992, tras haber recibido numerosos homenajes y distinciones, entre ellas la de "Justo entre las Naciones" del gobierno israelí y la Gran Orden de Isabel la Católica. Su historia fué llevada al cine en el 2002.

Giorgio Perlasca

Ángel Sanz Briz