Verba volant, scripta manent

domingo, 31 de marzo de 2024

La mala suerte del Willie Dee

El USS William D. Porter (DD-579)


De la misma manera que hay personas a las que parece perseguir la mala suerte, hay barcos que parecen tocados con la varita del infortunio. Y en un mundo con tantas supersticiones como el de la navegación, una vez que un barco es señalado como "gafe" le resulta casi imposible librarse de ese sambenito. Aunque algunos, como el Willie Dee, se ganaron a pulso esa fama.

El USS William D. Porter, llamado así en homenaje el comodoro William David Porter (1808-1864), era un destructor de la clase Fletcher, uno de los barcos más modernos de la Armada estadounidense, botado el 27 de septiembre de 1942 en Orange (Texas) y entregado a la Armada el 6 de julio de 1943. Tras las correspondientes pruebas de navegación y diversas mejoras, que le llevaron a pasar por Galveston, Guantánamo, las Bermudas y Charleston, llegó al puerto de Norfolk (Virginia) a finales de septiembre de ese año, donde por varias semanas realizó prácticas de combate con otros buques de la flota del Atlántico, esperando a recibir su primera misión.

Esta no llegaría hasta el 12 de noviembre, cuando se le ordenó dirigirse a la bahía de Chesapeake y aguardar instrucciones. Al zarpar de Norfolk el Willie Dee, como era conocido entre los marineros, tuvo su primer incidente: su ancla se enganchó en la cubierta de otro destructor amarrado a su lado, arrancándole varios metros de barandilla e incluso un bote salvavidas. Al llegar a Chesapeake se encontró con el acorazado Iowa, que le informó de que su misión era sumarse a su escolta, para dotarlo de protección antisubmarina, en su travesía a través del Atlántico hasta el puerto argelino de Mers-el-Kebir; una escolta de la que formaban parte otros dos destructores y dos portaaviones ligeros.

La misión del Iowa se mantuvo en el mas estricto secreto y la tripulación del Willie Dee no supo de ella hasta después de su partida. No era para menos; a bordo del Iowa viajaba nada menos que el presidente de los EEUU Franklin D. Roosevelt, que se dirigía a tomar parte en las conferencias de El Cairo (junto al británico Winston Churchill y el chino Chiang Kai-Shek) y de Teherán (de nuevo con Churchill y con el soviético Iosif Stalin). Junto a Roosevelt viajaban entre otras personalidades el secretario de Estado Cordell Hull, el comandante en jefe de las Fuerzas Aéreas "Hap" Arnold, el jefe del Estado Mayor almirante William D. Leahy o el comandante en jefe de la Armada norteamericana y Jefe de Operaciones Navales almirante Ernest King. 

Almirante Ernest Joseph King (1878-1956)

Al poco de partir, una tremenda explosión sobresaltó al convoy. El Iowa y sus escoltas, creyendo estar siendo atacados por submarinos alemanes, iniciaron acciones evasivas... hasta que el capitán del William D. Porter, el capitán de corbeta Wilfred A. Walter, comunicó que se había tratado de un desafortunado accidente: una de sus cargas de profundidad, mal asegurada, se había desprendido y había caído al agua; y como además no tenía puesto el seguro, como era preceptivo, había detonado a la profundidad prevista.

La mala racha del Willie Dee se prolongó poco después cuando el barco recibió el impacto de una enorme ola que, aparte de causar diversos daños en la cubierta, lanzó por la borda a uno de sus marineros, que no pudo ser rescatado. Por si fuera poco, el impacto había dañado una de las calderas del barco, que empezó a perder velocidad, obligándolo a salir de la formación y a que el resto del convoy ralentizara su marcha mientras reparaban la avería para no dejarlo atrás. El almirante King, furioso con todas estas incidencias, llamó a bordo del Iowa al capitán Walter para darle una severa reprimenda por el comportamiento de su nave y su tripulación, algo que obviamente no sentó nada bien a Walter.

El 14 de noviembre, habiendo dejado atrás las Bermudas y ya en mar abierto, el capitán del Iowa John McCrea decidió entretener al presidente y a su séquito con una demostración de las defensas antiaéreas del acorazado. Para ello, hizo lanzar una serie de globos meteorológicos para que sirvieran de blanco y ordenó abrir fuego contra ellos. El capitán del William D. Porter, que seguía al Iowa a cierta distancia, vio como varios de los globos que no habían sido derribados se dirigían hacia su posición llevados por el viento, y vio en ello una oportunidad para restablecer en parte el crédito que su barco y su tripulación habían perdido, ordenando a sus hombres dispararles, a la vez que ordenaba un simulacro de lanzamiento de torpedos.

Para un simulacro de lanzamiento de torpedos se seguían todos los pasos necesarios para un lanzamiento común, desde fijar un blanco a accionar el disparador, con una única diferencia: antes del simulacro se retiraban los detonadores de las cargas que expulsaban al torpedo del tubo, de modo que aunque se disparasen los torpedos permanecían en sus tubos. En el Willie Dee esta labor estaba a cargo de dos marineros llamados Lawton Dawson y Tony Fazio. Tras derribar los globos se dio paso al lanzamiento simulado de los torpedos, fijando como blanco el Iowa, perfectamente visible a apenas tres kilómetros más adelante. Con los dos primeros tubos lanzatorpedos todo fue como estaba previsto. Pero cuando le llegó el turno al tercer tubo, la aterrada tripulación del William D. Porter pudo escuchar el inconfundible chapoteo de un torpedo saliendo al mar. El Willie Dee acababa de lanzar un torpedo, armado y listo, directamente hacia el Iowa.

Franklin Delano Roosevelt (1882-1945)

A bordo del destructor se desató el caos. Los tripulantes iban de un lado para otro gritando y tratando de encontrar una manera de advertir al Iowa. Dado que se había ordenado un silencio total de radio, para no atraer la atención de submarinos alemanes, el capitán Walter ordenó avisar al acorazado a través del telégrafo de señales. Pero el inexperto marinero que transmitió el aviso se equivocó no una, sino dos veces: la primera advirtió al Iowa de que había un torpedo alejándose de él, no acercándose; y la segunda, tratando de decirle que cambiaran a marcha atrás a toda, les dijo que era el William D. Porter el que estaba cambiando a atrás a toda. Al final el capitán Walter se vio obligado a romper el silencio de radio y advertir de la presencia del torpedo. Justo en ese momento el Iowa vio acercarse el torpedo y viró bruscamente a estribor, tan bruscamente que el presidente Roosevelt, que aún estaba en la cubierta, estuvo a punto de caer por la borda con su silla de ruedas.

Al final, gracias a la maniobra del Iowa, el torpedo erró el blanco y acabó estallando al chocar con la estela del acorazado. De inmediato toda la artillería del Iowa apuntó al Willie Dee mientras exigían una explicación del ataque. El capitán Walter solo pudo admitir que, en efecto, habían sido ellos y que todo había sido un desafortunado accidente. Pero el almirante King, si antes estaba disgustado con el destructor y su tripulación, ahora estaba furioso. No solo habían puesto en riesgo la vida del presidente y la práctica totalidad de la plana mayor de las Fuerzas Armadas, sino que habían dejado en ridículo a la Armada. El almirante ordenó que el William D. Porter abandonara de inmediato el convoy y regresara a las Bermudas, donde quedaría inmovilizado hasta nuevo aviso, y toda su tripulación pasaría a estar bajo arresto, un hecho insólito en la historia de la Armada estadounidense.

La tripulación fue sometida a un consejo de guerra, donde se concluyó que el incidente se había producido porque el detonador de la carga del torpedo no había sido retirado como debiera, haciendo constar la inexperiencia de la mayoría de la tripulación. El marinero Dawson, de 22 años, admitió haberse olvidado de retirar el detonador y de haberse deshecho luego del detonador usado, para intentar borrar la evidencia de su error, por lo que fue condenado a 14 años de prisión, aunque poco después el presidente Roosevelt le concedió un perdón completo y ordenó que ningún otro castigo se le impusiera, ni a él ni a ningún otro miembro de la tripulación del Willie Dee, por lo que había sido un accidente del que nadie había salido perjudicado.

Tras todo el alboroto el William D. Porter fue destinado a las Aleutianas, en el Pacífico Norte, el destino menos apetecible posible para un barco de la Armada. Para entonces, el destructor se había convertido en el hazmerreír de la Armada, y él y su tripulación eran objeto de numerosas burlas. Era habitual que fuera recibido en los puertos en los que paraba con gritos de "¡No disparéis, somos republicanos!" o "¡No disparéis, nosotros votamos por Willkie!" (refiriéndose a Wendell Willkie, el candidato republicano que había perdido las elecciones de 1940 frente al demócrata Roosevelt). Permaneció en las Aleutianas hasta finales de 1944, mayormente con misiones de poca relevancia como patrullar las numerosas islas del archipiélago o actuar como escolta de convoyes. Aún así, su estadía no estuvo libre de incidentes: el más notorio, una noche que un marinero regresó de un permiso totalmente borracho y se le ocurrió disparar uno de los cañones de 127 milímetros del barco, cuyo proyectil acabó en el jardín de la casa del comandante de la base mientras este celebraba una fiesta a la que asistían numerosos oficiales y sus esposas, sin que nadie resultara perjudicado, salvo el ya deteriorado prestigio del barco.

A finales de 1944 el William D. Porter, bajo el mando del capitán Charles M. Keyes, que había relevado en mayo al capitán Walter (quien acabaría siendo contraalmirante años más tarde) fue destinado a las Filipinas, donde permaneció hasta finales de marzo, cuando se le encomendó participar en la conquista de la isla de Okinawa. Intervino primero en la toma del archipiélago de las Kerama y luego en Okinawa, proporcionando cobertura de artillería a las tropas de desembarco y como escolta de los buques de mayor tamaño, a los que proporcionaba protección antiaérea y antisubmarina. En todas estas acciones el barco se desempeñó con eficacia y hasta brillantez; la mayor experiencia de sus hombres y la rígida disciplina de Keyes habían dado sus frutos. Pero aún así, el Willie Dee seguía siendo objeto de burlas y arrastrando la fama de ser un buque con mala estrella. Se llegó a decir que durante los combates había derribado accidentalmente a tres aviones americanos y dañado a otro destructor, el USS Luce; pero no hay registros de ello y muy probablemente se trate de rumores sin fundamento, azuzados por la mala reputación del barco.

Tras los primeros días de la batalla de Okinawa, al William D. Porter se le encomendó una nueva y peligrosa misión: formar con otros barcos un cordón defensivo alrededor de la isla para proteger al resto de la flota de los continuos ataques aéreos de aviones japoneses procedentes de las islas de Kyushu y Taiwán, muchos de ellos kamikazes. Los kamikazes eran el último y desesperado intento de los nipones de entorpecer el avance de los barcos americanos hacia Japón: pilotos suicidas, mayormente jóvenes (universitarios o incluso adolescentes), sin apenas experiencia como pilotos (a aquellas alturas de la guerra a Japón apenas le quedaban pilotos veteranos, y los pocos que había no podían "desperdiciarse" en aquellas misiones), a los mandos de aviones obsoletos o destartalados cargados de explosivos, con el objetivo de estrellarse contra los barcos norteamericanos y hundirlos o al menos averiarlos de gravedad.

El 10 de junio de 1945 el William D. Porter detectó una formación de aviones japoneses que se dirigían a Okinawa y que resultaron ser kamikazes. Uno de ellos, un bombardero en picado Aichi D3A Val (un modelo anticuado que había sido sustituido casi por completo por un nuevo modelo, el Yokosuka D4Y Suisei) se separó de la formación y se dirigió directamente hacia los barcos norteamericanos. En un primer momento pareció querer atacar a un buque cercano al Porter, pero en el último momento viró y se dirigió directamente al destructor. Las defensas antiaéreas actuaron de inmediato, alcanzando al avión, que cayó al agua a apenas diez metros del barco. Pero el grito de alegría de la tripulación del Willie Dee se cortó de golpe. El Val había caído al agua en diagonal, y de alguna manera logró avanzar lo suficiente bajo el agua hasta llegar justo bajo la quilla del destructor, donde explotó. La brutal explosión desfondó el casco del barco y lo sacó parcialmente del agua, provocando numerosas vías de agua, pérdida de potencia y varios incendios a bordo. Durante tres horas la tripulación luchó por mantenerlo a flote, pero visto que era una batalla perdida, el capitán Keyes ordenó la evacuación de la nave, menos de un cuarto de hora antes de que se hundiera por completo.

El USS William D. Porter, dañado y fuertemente escorado tras el ataque, intenta mantenerse a flote con la ayuda de dos buques auxiliares de desembarco, el LCS(L)(3)-86 y el LCS(L)(3)-122

Curiosamente, no sufrió bajas en el ataque y toda la tripulación del Willie Dee pudo ser puesta a salvo antes del hundimiento. De hecho, a lo largo de su servicio y a pesar de los numerosos incidentes en los que se vio envuelto, el William D. Porter solo perdió a un tripulante: aquel marinero que había sido arrastrado por una ola en su primera misión mientras escoltaba al Iowa.

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