Los "cuatro de Guildford": Paul Hill, Gerry Conlon, Paddy Armstrong y Carole Richardson.
El cinco de octubre de 1974, a eso de las ocho y media de la tarde, dos bombas hacían explosión en sendos pubs de la ciudad inglesa de Guildford, en el condado de Surrey, el Horse and Groom y el Seven Stars, frecuentados por soldados del Ejército británico. La bomba del Horse and Groom provocó cinco muertos (de ellos, cuatro eran soldados) y sesenta y cinco heridos. La del Seven Stars estalló algo más tarde y dió tiempo a evacuarlo, por lo que no causó víctimas.
Los atentados de Guildford, junto a otro ocurrido en un pub de Woolwich el 7 de noviembre (con dos muertos) fueron reivindicados por el grupo terrorista norirlandés IRA. Ambos atentados, encuadrados en una ofensiva del IRA contra objetivos en suelo inglés, conmocionaron a la sociedad británica, que de inmediato exigió que se capturara a los responsables. Presionados por la opinión pública y por el estamento político, los cuerpos de seguridad se lanzaron a la caza del terrorista. Y en diciembre se anunció públicamente la captura del comando responsable de los dos atentados. Los terroristas, que pasaron a ser conocidos como "los cuatro de Guildford", eran tres jóvenes norirlandeses, Paul Hill, Gerald Conlon y Patrick Armstrong, mas la novia londinense de este último, Carole Richardson, de tan sólo 17 años. Comenzaba así una de las páginas más vergonzosas de la historia de la justicia británica.
A algunos les llamó la atención el carácter de los cuatro detenidos. Los comandos del IRA solían estar formados por terroristas veteranos y expertos, que procuraban ser discretos y no llamar la atención. Sin embargo, los cuatro detenidos eran todo lo contrario: jóvenes no muy inteligentes, que vivían de trabajar en la construcción y de cometer pequeños delitos, consumidores de alcohol y drogas y aficionados a las fiestas y a pasarse la mayor parte del día en el pub. No encajaban nada en el retrato robot de los miembros del IRA. Pero los cuatro habían confesado ser los autores de los atentados y fueron llevados a juicio acusados de asesinato y terrorismo.
En el juicio los cuatro acusados se retractaron de sus confesiones, alegando que habían sido obtenidas bajo coacción y tras ser sometidos durante días a diversas torturas, incluídas palizas y amenazas a ellos y a sus familias. La ley antiterrorista británica facultaba a la policía a retener a un sospechoso de terrorismo durante siete días sin necesidad de presentar cargos contra él. A pesar de que no había ninguna prueba física que los vinculase a los atentados, ni siquiera de su pertenencia al IRA, fueron condenados a cadena perpetua en octubre de 1975 con la única base de sus confesiones. Además, Hill y Armstrong fueron hallados culpables del atentado de Woolwich, y Hill también fué acusado del asesinato de un soldado británico en un incidente diferente.
Poco después de su condena fueron apresados los miembros del llamado comando de la calle Balcombe, verdaderos responsables de los atentados. En su juicio, admitieron su culpa, dando detalles muy precisos sobre la bomba y su colocación, y declararon públicamente la inocencia de los cuatro de Guildford.
Inmediatamente se presentó una apelación. La vista de la apelación tuvo lugar en 1979, pero poco antes el IRA había asesinado a lord Mountbatten, último virrey británico de la India y uno de los miembros de la Familia Real más apreciados por los ingleses. Cualquier atisbo de simpatía por los cuatro se desvaneció, y el juez de la apelación concluyó que ambos comandos habían actuado conjuntamente.
Sin embargo, los cuatro de Guildford y sus familias no dejaron de proclamar su inocencia. Su caso fué adquiriendo más relevancia, en especial en los Estados Unidos (donde no hay que olvidar que viven varios millones de descendientes de irlandeses). La petición de una nueva apelación fué rechazada en 1987; el Ministerio de Justicia alegó que las dudas sobre el proceso no eran motivo suficiente.
Pero en 1989 un detective halló una pista crucial para el caso: una serie de notas sobre los interrogatorios de Paddy Armstrong, que mostraban que la confesión que éste supuestamente había escrito voluntariamente había sufrido diversas correcciones y modificaciones para hacerla encajar con la versión policial. En base a esta nueva evidencia, se concedió una nueva apelación. Las nuevas investigaciones sacaron a la luz una serie de documentos muy comprometedores para la fiscalía. Aparentemente, las confesiones de los cuatro habían sido mecanografiadas y corregidas antes de que los detenidos las hubieran escrito de su puño y letra, lo que ponía en duda toda la actuación policial. Por si fuera poco, también se supo que la acusación disponía de la declaración de un testigo que proporcionaba una coartada para Hill y Conlon en el momento del atentado, pero dicha declaración nunca llegó a manos de sus defensores. También se conoció que la policía había detenido a un quinto sospechoso de los atentados, un joven norirlandés amigo de los cuatro, pero éste, tras haber sido igualmente golpeado y presionado, se había negado a confesar nada y había sido puesto en libertad sin cargos.
Ante este cúmulo de pruebas, los cuatro de Guildford fueron declarados inocentes por el Tribunal de Apelación y puestos ne libertad en 1989, aunque Paul Hill no sería absuelto del último cargo (el asesinato del soldado Brian Shaw) hasta 1994. Gerry Conlon contó la historia de su juicio y presidio en un libro, En el nombre del padre, que más tarde sería llevado al cine en un filme de igual título protagonizado por Daniel Day-Lewis.
Fantástica entrada, muy explícita y narrada sin falta de detalles. Le falta un poco de sentimiento tratándose de una historia tan convulsa e hiriente, pero me ha gustado. Por cierto, se te olvida gente de verdadera importancia como el padre de Gerry Conlon que falleció en prisión, su cuñada, el marido de su cuñada y los niños.
ResponderEliminarHe intentado que el post no fuese demasiado extenso, por eso no me he explayado demasiado en detalles como la actuación de la familia Conlon. Sobre Giuseppe Conlon hablaré más por lo menudo cuando le dedique un artículo a los Siete Maguire. Gracias por tus elogios.
Eliminarhabia que endiñarle la culpa a unos irlandeses
ResponderEliminarSi, básicamente. Había que encontrar a unos culpables con rapidez para que la opinión pública se calmara. Y les tocó a los primeros cuatro a los que pudieron echar mano.
EliminarSaludos.