Norbert Wiener (1894-1964) |
El matemático norteamericano Norbert Wiener (1894-1964) fue una de las mentes más brillantes de su tiempo. Pionero en campos como los procesos estocásticos (que son aquellos no deterministas, es decir, en los que no se puede predecir con certeza su resultado final) o la reducción de ruido en las señales, es llamado también el padre de la cibernética; de hecho, fue él quién acuñó el término en su libro de 1948 Cibernética o el control y comunicación en animales y máquinas.
Pero, además de ser un genio de las matemáticas, Wiener era una persona terriblemente despistada. Era capaz de cometer los olvidos más peregrinos, y sus despistes eran legendarios no solo en su círculo más íntimo, sino también entre sus alumnos y colaboradores, lo que obligaba a los que lo rodeaban a tenerlo vigilado constantemente.
Una de las anécdotas más célebres sobre sus despistes tuvo lugar en la época en la que Wiener ejercía como profesor en el famoso Instituto Tecnológico de Massachussets y vivía con su familia en la localidad de Cambridge. Llegó un día en que la familia decidió mudarse a una casa nueva en una localidad cercana, Newton. Conociendo bien como era su marido, su esposa Margaret se encargó personalmente de todo el proceso y, desde varias semanas antes del traslado, le recordaba a diario que iban a mudarse a una nueva dirección, a lo que Wiener, habitualmente enfrascado en sus pensamientos, asentía mecánicamente. Y llegó el día del traslado definitivo. Ese día, por la mañana, su esposa le dio las llaves de la nueva casa, le recordó una vez más que ahora iban a vivir en otro lugar y que al salir del trabajo debía tomar un autobús diferente para ir a su nuevo hogar. Y como aún así no estaba segura de que no lo olvidase, le escribió una nota recordándoselo y apuntando la nueva dirección para asegurarse de que llegara sin contratiempo.
¿Os imagináis lo que pasó, verdad? Wiener se olvidó completamente de todo. Incluso perdió la nota de su esposa, que utilizó para garabatear algunas notas que luego desechó. Y al salir del MIT, se subió a su autobús de siempre y se dirigió a su vieja casa, como hacía todos los días.
Imaginaos ahora la sorpresa y el desconcierto de Wiener cuando llegó a su casa y descubrió que sus llaves no encajaban en la cerradura, que la casa estaba vacía y en silencio y no había rastro de su familia por ninguna parte. El matemático pasó unos momentos bastante confundido hasta que, al final, recordó que se habían mudado justo ese día. Pero eso no hizo sino aumentar su preocupación, ya que se dio cuenta de que había olvidado completamente su nueva dirección y había perdido la nota de su esposa donde se la había escrito.
¿Qué hacer, pues? Decidió pedir ayuda, y entonces vio venir a una joven por la calle. Dirigiéndose a ella, le dijo:
- Discúlpeme, señorita, quizá usted me conozca. Me llamo Norbert Wiener, vivía aquí y acabo de mudarme. ¿Sabría usted decirme donde vivo ahora?
A lo que aquella "desconocida" joven contestó:
- Claro, papá, mamá pensó que lo olvidarías y me ha mandado a buscarte.
UN COMPLETO DESPISTADO, CASI COMO YO.
ResponderEliminarAGRADEZCO TU ALTRUÍSMO POR NARRACIONES COMO ESTA...
ABRAZO
Todos hemos sido Norbert Wiener en un momento u otro.
EliminarUn abrazo, David.