Igor Sergeyevich Gouzenko (1919-1982) |
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial el mundo se vio abocado a un nuevo escenario geopolítico. Los que hasta entonces habían sido aliados contra el enemigo común del nazismo se convirtieron en rivales. Por un lado, el bloque capitalista, liderado por los Estados Unidos, y por otro el comunista, encabezado por la URSS, enfrentados en una contienda política, social, ideológica, económica y, ocasionalmente, militar, que habría de durar casi cinco décadas, teniendo al mundo en varias ocasiones al borde de una guerra mundial, y que recibiría el nombre de Guerra Fría.
Hay distintas teorías acerca de cuando situar el inicio de la Guerra Fría. Algunos lo sitúan en el momento en el que terminó la Segunda Guerra Mundial, y otros antes, incluso en la Revolución de 1917. Pero nadie duda que uno de sus momentos más determinantes fue la deserción de un oscuro funcionario soviético llamado Igor Gouzenko.
Igor Sergeyevich Gouzenko nació el 26 de enero de 1919 en Rogachev, un pueblo a 100 kilómetros de Moscú, cuarto de los hijos de una humilde familia de origen ucraniano. Su padre murió poco después de que Igor naciera a causa del tifus, mientras combatía en el bando bolchevique durante la Guerra Civil Rusa. Su madre, ante la imposibilidad de mantenerlo, lo envió a casa de su abuela materna, en el pueblo de Semion, al sur de Moscú, donde Igor vivió hasta los siete años. Más tarde pasó algún tiempo con algunos parientes en Rostov del Don, antes de que su madre, que había conseguido trabajo en Moscú, lo reclamara junto a sus hermanos.
Igor cursó sus estudios secundarios y luego fue admitido en el prestigioso Instituto de Arquitectura de Moscú. Durante esa época pasaba mucho tiempo en la Biblioteca Lenin, la mayor de Europa y una de las mayores del mundo, donde conoció a la que sería su esposa, Svetlana, con la que se casó siendo todavía un estudiante. Sus excelentes notas le valieron un traslado a la Academia de Ingeniería Militar, donde fue entrenado como experto en códigos y cifrado, y de donde se graduaría con el rango de teniente.
Coronel Nikolai Zabotin |
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Igor ingresó en el ejército soviético y fue asignado al GRU (Glavnoye Razvedyvatel'noye Upravleniye, Directorio Principal de Inteligencia), el servicio de inteligencia de las Fuerzas Armadas soviéticas, bajo las órdenes directas del coronel Nikolai Zabotin, donde sirvió desde abril de 1942. En junio de 1943 Zabotin fue nombrado Agregado Militar en la embajada soviética en Ottawa, llevándose consigo a Gouzenko como su ayudante personal. Su esposa Svetlana, embarazada, se reuniría con él en octubre.
El cargo de Agregado Militar de Zabotin no era más que una tapadera. En realidad, Zabotin había sido enviado para supervisar las diversas operaciones de espionaje que agentes del GRU llevaban a cabo en Norteamérica desde hacía años. Aunque Gouzenko no era más que un funcionario de nivel medio, su labor cifrando y descifrando los documentos secretos manejados por Zabotin le permitía estar al tanto de prácticamente todas las actividades del GRU y de sus principales agentes. Además, mientras que la mayoría de los empleados vivían en un complejo dentro de las propias instalaciones de la embajada, a Gouzenko y a su familia se les concedió el privilegio de vivir en un apartamento de la ciudad, junto a otras familias canadienses.
Hasta que en septiembre de 1944, Gouzenko supo que él y su familia iban a ser devueltos a la Unión Soviética; sus servicios eran requeridos en el cuartel general del GRU. Zabotin, no deseando desprenderse de un colaborador valioso, solicitó una prórroga, que le fue concedida. Pero a Gouzenko ya no le apetecía regresar a casa; después de haber probado el estilo de vida canadiense, había decidido que era allí donde debía quedarse con su familia. Le habían impresionado la prosperidad y la libertad de Occidente, tan distintas a las de su país natal. Especialmente, le habían impresionado las elecciones parlamentarias canadienses de 1945; unas elecciones auténticas y libres, especialmente comparadas con las elecciones en la URSS, que no eran más que farsas en las que invariablemente salía elegido el candidato escogido por el Partido Comunista. Por eso Igor Gouzenko decidió que debía desertar.
El 5 de septiembre de 1945, solo tres días después del final oficial de la Segunda Guerra Mundial, Igor salió como todas las tardes de la embajada, rumbo a su casa. Pero esta vez había algo distinto: llevaba con él un maletín dentro del cual había libros de códigos, telegramas oficiales, informes de misiones, así hasta un total de 109 documentos de alto secreto sobre las actividades del GRU en Canada y EEUU.
Emblema del GRU |
Su primera intención había sido dirigirse a la Policía Montada, porque sabía que el GRU no tenía agentes infiltrados en ella; pero no estaba seguro de si los tenía el NKVD (Narodný Komissariat Vnutrennih Del, Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos), otro de los servicios de inteligencia de la Unión Soviética. Aunque teóricamente ambos servían al mismo propósito, en la práctica ambas organizaciones se comportaban más como rivales que como aliados, sin compartir información e incluso vigilándose mutuamente. Así que optó por acudir a la sede de un periódico, el Ottawa Journal. Pero cuando el editor lo recibió, Gouzenko dudó y se marchó. Volvió más tarde, pero el editor se había ido, y el encargado nocturno le sugirió que fuera al Ministerio de Justicia. Pero cuando Gouzenko llegó, era muy tarde y todo el mundo se había ido a su casa.
A la mañana siguiente, Gouzenko regresó al Ministerio con su mujer y su hijo, y solicitó ver al ministro, pero su petición fue rechazada. Regresó al periódico y allí le sugirieron probar suerte en el Departamento de Inmigración, donde Gouzenko presentó una solicitud oficial para conseguir la nacionalidad canadiense. Cuando esa noche regresó a su casa, temeroso de que en la embajada hubieran descubierto su intento de huida, en lugar de en su apartamento pasó la noche en casa de un vecino. Y no iba desencaminado; esa medianoche cuatro empleados de la embajada forzaron la puerta de su apartamento, buscándolo a él y a los documentos que se había llevado. Los vecinos, creyendo que se trataba de un robo, llamaron a las autoridades y no tardaron en hacer acto de presencia agentes de la Policía de Ottawa, de la Policía Montada y del Ministerio de Asuntos Exteriores, quienes obligaron a los soviéticos a marcharse.
A la mañana siguiente por fin Gouzenko consiguió ser recibido por agentes de la Policía Montada, quienes lo pusieron a él y a su familia en custodia mientras examinaban los documentos que se había llevado. A todo esto, la noticia de su deserción había llegado al mismísimo primer ministro canadiense, William Lyon Mackenzie King. King, septuagenario y de carácter poco resolutivo, se sintió un tanto sobrepasado por la situación. No queriendo provocar un incidente diplomático, King incluso manejó la posibilidad de entregar a Gouzenko a los soviéticos (las autoridades de la URSS ya habían presentado una petición oficial en ese sentido). Fue la decidida intervención del subsecretario de Asuntos Exteriores, Norman Robertson, y del Ministro de Justicia, Louis St. Laurent, lo que le convenció de conceder asilo a Gouzenko.
La familia Gouzenko fue trasladada en secreto al llamado Campamento X, unas instalaciones secretas a cierta distancia de Ottawa que durante la Segunda Guerra Mundial habían servido como campo de entrenamiento para espías y agentes de operaciones especiales. Allí, Gouzenko fue interrogado concienzudamente no solo por agentes canadienses, sino también por miembros del MI5 británico y del FBI norteamericano. A ellos les reveló entre otras informaciones la obsesión de Stalin por hacerse con los secretos del programa armamentístico nuclear de los Estados Unidos, y la novedosa estrategia de las agencias de espionaje soviéticas de usar agentes "durmientes" (agentes con identidades falsas, que llevaban vidas aparentemente corrientes hasta que eran "despertados" para llevar a cabo una misión).
Los documentos entregados por Gouzenko permitieron desarticular la red de espías del GRU en Canada. Fueron arrestados por espionaje una veintena de presuntos agentes soviéticos, entre ellos personalidades destacadas como la economista Agatha Chapman (aunque luego fue absuelta), Fred Rose (el único parlamentario comunista de Canada), Sam Carr (secretario del Partido Comunista de Canada), el científico Raymond Boyer, un capitán del ejército o un empleado del Ministerio de Asuntos Exteriores. También se arrestó en Gran Bretaña al científico Alan Nunn May, un físico que había trabajado en el programa nuclear canadiense y admitió haber entregado a los soviéticos información sobre el programa nuclear norteamericano e incluso muestras de uranio-233 y 235. En EEUU los papeles de Gouzenko permitieron identificar a un espía soviético que trabajaba como profesor en una universidad de California bajo la identidad falsa de Ignacy Witczak y que desapareció antes de que las autoridades estadounidenses pudieran arrestarlo.
Tras la deserción de los Gouzenko, las autoridades soviéticas tomaron represalias en sus familiares que permanecían en la URSS. La madre de Igor murió mientras estaba detenida en una prisión de la NKVD en Lubyanka. Los padres y la hermana de Svetlana fueron condenados a cinco años de cárcel, mientras que su sobrina Tatiana fue enviada a un orfanato.
En cuanto a los Gouzenko, las autoridades canadienses les proporcionaron una nueva identidad para protegerlos. Durante el resto de su vida, Igor Gouzenko vivió una vida tranquila en Mississauga, una ciudad del área metropolitana de Toronto, a orillas del Lago Ontario, bajo el nombre de George Brown. Svetlana y él criaron allí a sus ocho hijos, quienes no supieron la verdadera identidad de sus padres hasta que fueron mayores. Siempre creyeron que su familia era de origen checo (hasta el punto de que animaban a la selección checoslovaca en competiciones internacionales de hockey sobre hielo) y que el idioma que sus padres hablaban en casa era checo y no ruso. Gouzenko escribió también dos libros: This was my choice, un relato autobiográfico sobre su deserción, y The fall of a Titan, una novela por la que incluso fue nominado al Premio Nobel de Literatura en 1955. Hay que decir que Gouzenko apareció varias veces en televisión para promocionar sus libros, pero lo hizo siempre con la cara cubierta para no ser reconocido.
Igor Gouzenko murió en 1982 a causa de un ataque al corazón. Su esposa Svetlana falleció en 2001. Fueron enterrados juntos en el Cementerio de Spring Creek en Mississauga, y sus tumbas no tuvieron nombre hasta que en 2002 sus hijos colocaron una lápida con sus nombres reales.
Las noticias sobre la desarticulación de una red de espías soviéticos empezaron a filtrarse al público en febrero de 1946. Aunque muchos de sus detalles permanecieron secretos durante décadas, lo que se dio a conocer provocó un cambio radical en la visión que muchos canadienses y estadounidenses tenían de la Unión Soviética, que hasta hacía poco habían sido sus aliados. Algunos historiadores han definido el caso Gouzenko como "el inicio de la Guerra Fría para la opinión pública" y "la revelación a los norteamericanos del tamaño y el peligro del espionaje soviético".
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