Verba volant, scripta manent

sábado, 3 de marzo de 2012

El hombre que nunca existió: la operación Mincemeat

                    Playa de El Portil, en Cartaya (Huelva)

El 30 de abril de 1943 un pescador español hallaba en la playa de El Portil (Huelva) un cadáver con uniforme del ejército británico y un chaleco salvavidas puesto. Dió aviso inmediatamente a las autoridades, las cuales a su vez avisaron a los británicos, quienes reconocieron el cadáver como el de uno de sus hombres, que viajaba en un avión que se había dado por perdido en el Atlántico cuando viajaba desde el norte de África hacia Inglaterra. El vicecónsul F. K. Hazeldene se hizo cargo del cuerpo y, tras un examen forense superficial que concluyó que el fallecido había muerto ahogado y llevaba entre tres y cinco días en el agua, el cadáver, identificado como el del comandante William Martin, de los Royal Marines, fué enterrado en Huelva. Pero por aquel entonces España, bajo la dictadura del general Franco, aunque oficialmente era neutral, no escondía sus simpatías por el Eje. Los alemanes tenían una amplia red de espías y colaboradores por todo el país y se enteraban de lo que pasaba antes incluso que las propias autoridades españolas. Agentes alemanes tuvieron ocasión de examinar cuidadosamente aquel cadáver y sus pertenencias antes de que fuera entregado a los británicos. Incluso sus cartas personales fueron copiadas por si en ellas había alguna información relevante. Y resultó que la había: el fallecido portaba una carta del teniente general sir Archibald Nye, subjefe del Estado Mayor británico, al general sir Harold Alexander, comandante del ejército británico del norte de África donde se hacía referencia a un proyectado desembarco de las tropas aliadas del norte de África en Cerdeña y Grecia, a la vez que se intentaba convencer a los alemanes de que el verdadero desembarco tendría lugar en Sicilia. Con esa información, los alemanes reforzaron sus posiciones en ambos lugares. Sin duda debieron quedar muy sorprendidos cuando el desembarco se produjo... en Sicilia. Habían sido víctimas de una de las operaciones más ingeniosas del contraespionaje aliado en la Segunda Guerra Mundial. Porque aquella carta era falsa. Y aquel cadáver era el hombre que nunca existió.

La labor de los servicios secretos no sólo consiste en averiguar los secretos del enemigo. También deben evitar que el enemigo conozca los secretos propios y, si es posible, proporcionarle información falsa. La cuestión es hacerle llegar esa información de un modo que no les haga sospechar que es falsa.
Tras la derrota de los alemanes en el norte de África, el siguiente paso de los aliados era llevar a esas tropas que ya no tenían contra quién combatir a Europa, para abrir un nuevo frente de batalla contra los nazis. Una operación arriesgada que debía ser ejecutada con la mayor de las cautelas para evitar que los alemanes les estuvieran esperando en el momento del desembarco. A un capitán de la RAF se le ocurrió lanzar sobre Francia un cadáver en paracaídas con un receptor de radio, pero la idea se desechó. Sin embargo, el capitán de corbeta Ewen Montagu, oficial de la inteligencia naval, creyó que era una buena idea de partida y logró que le permitieran llevarla a cabo, en una operación que recibió el nombre en clave de Mincemeat (carne picada).

Primero se prepararon los documentos que había de llevar el cadáver. Para que el engaño no resultara evidente, se decidió que la información fuera en una carta personal, y no en un documento oficial; una carta entre Nye y Alexander con una referencia como de pasada al supuesto plan de desembarco fué la opción elegida. También decidieron que fingirían que el cadáver sería el del ocupante de un avión estrellado en el mar, como versión más verosímil para explicar su llegada a poder de los alemanes.
El siguiente paso, encontrar un cadáver apropiado. No tardaron en encontrar el candidato ideal: un hombre de 34 años, muerto de neumonía causada por la ingestión de raticida. Su familia dió el consentimiento para que se utilizara su cadáver, a condición de que tuviera un entierro digno y prestara un servicio importante al país. Nunca se ha confirmado la identidad del individuo, pero se apunta a que pudiera tratarse de Michael Glyndwyr, un vagabundo alcohólico de origen galés. Otros investigadores sostienen que se trataba del cuerpo de un marinero inglés muerto en el hundimiento del portaaviones HMS Dasher el 27 de marzo.

A partir de ahí Montagu y su equipo crearon una personalidad completa para el fallecido: William Martin (se eligió este nombre por ser muy común), capitán de los Royal Marines (aunque con el rango temporal de comandante), experto en operaciones anfibias. Se le proporcionaron todos los objetos que un hombre de su posición debería llevar: documentación personal, cartas de su banco, facturas, entradas de teatro, dinero, cerillas, etc. Y también cartas personales: de su padre, varias de su novia Pam (escritas en realidad por una secretaria del MI5). Y la famosa carta falsa de Nye a Alexander, reforzada por otra carta, también falsa, de lord Mountbatten (jefe de Operaciones Combinadas) al almirante sir Andrew Cunningham alabando las cualidades de Martin como experto en operaciones anfibias. Todo ello se guardó en un maletín que se amarró con unas esposas a la muñeca del cadáver.
El cadáver, vestido de oficial y con todos sus objetos personales, fué metido en un cajón estanco con hielo y embarcado el 19 de abril en el submarino HMS Seraph, que lo trasladó en el mayor de los secretos a la costa española. Sólo el oficial al mando, el comandante Jewell, sabía el contenido del cajón, y sólo lo reveló a sus oficiales en el momento mismo de arrojar el cadáver al agua, en la madrugada del día 30. El Seraph se quedó en las inmediaciones hasta que se aseguró de que el cadáver llegaba a la costa, y regresó a su base.

Pese a la dificultad que entrañaba el plan todo salió como estaba planeado. Curiosamente, el único que sospechó de aquel cuerpo fue el médico español que lo examinó. Él había visto muchos cadáveres de ahogados y le extrañaba que aquel cuerpo, que en teoría llevaba varios días en el agua, no tuviera señales de haber sido atacado por peces carroñeros, que suelen tener preferencia por las partes blandas, como los ojos o los labios. Pero los alemanes desecharon sus sospechas. Cuando se llevaron de vuelta a Inglaterra los efectos del "capitán Martin" se examinaron las cartas y se confirmó que habían sido abiertas y luego vueltas a cerrar cuidadosamente. El desembarco en Sicilia, conocido como "Operación Husky" fué un éxito rotundo. Años más tarde, cuando se tuvo acceso a la correspondencia de Hitler, se demostró que el Fuhrer había dado una credibilidad absoluta a la información obtenida del cuerpo de Martin, hasta el punto de que ordenó personalmente reforzar las posiciones alemanas en Cerdeña y Grecia, usando incluso divisiones que eran necesarias en otros frentes, y rechazando frontalmente cualquier sospecha de que los aliados iban a desembarcar en Sicilia.

El cuerpo del falso oficial sigue enterrado en el cementerio onubense de Nuestra Señora de la Soledad, bajo una lápida con la inscripción William Martin. Nacido el 25 de marzo de 1907. Muerto el 24 de abril de 1943. Amado hijo de John Glyndwyr Martin y Antonia Martin, de Cardiff (Gales). Dulce et decorum est pro patria mori. R. I. P.
La historia salió a la luz ya en los años 50, cuando Montagu publicó un libro titulado precisamente The man who never was, en el que contaba todos los detalles de la operación, y que sería llevado al cine en una película de igual título estrenada en 1956.

1 comentario:

  1. Hola, muy buenas. Para todos aquellos seguidores de la Operación Mincemeat, comunicaros que el pasado 28 de Abril, presentamos en la Feria del Libro de Huelva, un nuevo libro sobre este engaño: "El Misterio de William Martin - Desentrañando la trama". Una obra que después de más de dos años de investigación ofrece importantes novedades sobre el caso.Espero que os interese



    http://huelva24.com/not/54631/william_martin__el_cuerpo_que_robo_alemania__el_secreto_que_inglaterra_guarda/

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