Coronel Henry Andrew Mucci
El mayor de estos campos era el de Cabanatuan, así llamado por estar a unos kilómetros de dicha ciudad (aunque la población más cercana era una aldea llamada Pangatian). Situado en un antiguo campo de entrenamiento del ejército filipino, llegó a haber en él ocho mil prisioneros, aunque luego muchos fueron trasladados a otros lugares para ser empleados como trabajadores a la fuerza. En octubre de 1944 había todavía 2100 hombres en el campo, pero 1600 fueron trasladados, quedando solamente unos 500 prisioneros (casi todos norteamericanos, pero también ingleses y de otras nacionalidades), la mayoría enfermos o heridos.
Después de los éxitos iniciales, la guerra en el Pacífico había cambiado su signo y ahora eran los japoneses quienes llevaban las de perder y se veían obligados a retirarse uno tras otro de los territorios que habían ocupado. Las órdenes del Ministro de Guerra japonés eran muy claras: no liberar ni a un sólo prisionero, y si las tropas se ven obligadas a retirarse, eliminarlos a todos.
En octubre de 1944, las tropas norteamericanas desembarcaban en suelo filipino, en la isla de Leyte, cumpliendo así con lo que había dicho el general MacArthur al verse obligado a retirarse en 1942: Salí de Bataán, y volveré. El avance es contínuo y en enero el frente ya estaba a apenas 50 km. de Cabanatuan. El alto mando norteamericano sabía perfectamente que su avance ponía en serio riesgo a los prisioneros del campo, y empiezan a sopesar la posibilidad de organizar una expedición de rescate. Un hecho espeluznante da el impulso definitivo al proyecto: el 14 de diciembre los japoneses habían asesinado, quemándolos vivos, a 140 prisioneros del campo de Palawan.
El teniente general Walter Krueger, comandante en jefe del Sexto Ejército, encarga la complicada misión al teniente coronel Henry Mucci, al mando del 6º batallón de los Rangers. Mucci eligió para la operación a la Compañía C de los Rangers, reforzada por el pelotón 2º de la compañía F. En total, 120 soldados y 8 oficiales. Mucci explicó con claridad a los escogidos la misión encomendada y las dificultades a las que se enfrentaban: cruzar 50 kilómetros de selva, enfrentarse a fuerzas japonesas muy superiores en número y liberar a los prisioneros trasladándolos después a lugar seguro. Luego, les dió la oportunidad de rechazar la misión, si así lo deseaban. Ni uno solo de aquellos hombres se negó a ir.
El 28 de enero, los hombres de Mucci parten hacia el campo de prisioneros, guiados por colaboradores nativos. Esa misma noche, entran en contacto con la guerrilla local filipina, que habría de ayudarles en la misión. Mucci reúne informes sobre la situación de las tropas japonesas y la disposición del campo. Hay unos 200 soldados japoneses en el campo, y a apenas unos kilómetros, un destacamento con más de mil soldados que incluso disponen de tanques, acampado cerca del puente de Cabu. Afortunadamente, un grupo aún más numeroso de soldados japoneses acababa de dejar la zona.
El 30 de enero tiene lugar el asalto. Mientras la guerrilla filipina (reforzada con soldados americanos con bazookas, para acabar con los tanques), a las órdenes de los capitanes Juan Pajota y Eduardo Joson, se enfrenta a las tropas japonesas para impedirles llegar al campo, Mucci y sus hombres asaltarán el reducto, liberando a los prisioneros y huyendo con ellos. A las cinco de la tarde, los Rangers ya han tomado posiciones cerca del campo. A eso de las seis, un caza P-61 sobrevuela el campo, fingiendo tener problemas mecánicos, como distracción. A las 19:45, al amparo de la noche, Mucci da la orden de ataque. El pelotón 2º de la F toma la entrada trasera, mientras la Compañía C ataca la puerta principal. Los vigilantes de las torres son abatidos al instante y los soldados norteamericanos entran en el campo, eliminando toda resistencia. En apenas treinta minutos todos los guardianes del campo han sido abatidos, los prisioneros rescatados y se inicia la marcha de vuelta al campamento americano, mientras la guerrilla filipina cubre su retirada. Los japoneses han perdido a los 200 hombres del campo, más otros 300 (amén de cuatro tanques) durante la emboscada de los filipinos. Las bajas aliadas son sólo de dos Rangers muertos (el capitán James Fisher, cirujano del batallón, y el cabo Roy Sweezy) y cuatro heridos, un prisionero muerto (de un ataque al corazón) y veinte guerrilleros filipinos. Se ha logrado rescatar a 522 prisioneros. Como curiosidad un prisionero británico llamado Edwin Rose se escondió en las letrinas al iniciarse el ataque y cuando salió se encontró con que los americanos ya se habían ido sin él. Afortunadamente, los filipinos lo encontraron al día siguiente y lo ayudaron a pasar a territorio seguro.
Protegidos en su huida por los filipinos, con la ayuda de la población local y con camiones para transportar a los más débiles, apenas doce horas después prisioneros y rescatadores están de vuelta en su base.
La misión se convirtió en una de las acciones más populares de la Segunda Guerra Mundial, conocida como The Great Raid (El gran ataque o La gran incursión) o The Raid at Cabanatuan (La incursión de Cabanatuan). Numerosas medallas se concedieron a raiz de la misión: Mucci y el capitán Robert Prince, que mandaba la Compañía C, recibieron la Cruz por Servicio Distinguido, segunda máxima distinción del Ejército norteamericano. Todos los oficiales recibieron la Estrella de Plata, y todos los soldados, así como los oficiales filipinos que intervinieron en la acción, recibieron la Estrella de Bronce.
Mapa de la región, con el avance y la retirada de los norteamericanos
Excelente material
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