Verba volant, scripta manent

sábado, 23 de junio de 2012

La fuga de Alcatraz

                              Isla de Alcatraz

Pese a que funcionó como cárcel apenas tres décadas, le bastaron a la prisión de Alcatraz para convertirse en uno de los establecimientos penitenciarios más famosos del mundo. Acrecentada dicha fama por el hecho de que nadie haya logrado jamás huir con éxito de sus calabozos. Al menos oficialmente...
La prisión de Alcatraz comenzó a funcionar como tal en 1933, construída a partir de un fuerte militar de mediados del siglo XIX que durante la guerra de Secesión había funcionado como lugar de encarcelamiento para soldados confederados. Aparte de los accesorios habituales en estos lugares (barrotes, vallas, guardias armados, etc.) se unía la ventaja de su situación: un islote en mitad de la bahía de San Francisco, a varios kilómetros de tierra firme, en unas aguas gélidas, con fortísimas corrientes y abundancia de tiburones, todo lo cual hace, en teoría, prácticamente imposible huir a nado (no tanto: el nadador especialista en grandes distancias David Meca logró llegar a tierra en 1999, y con grilletes en las piernas, por encima; los españoles somos así de brutos a la hora de presumir).
Su aparente inviolabilidad la convirtió en la cárcel más segura de Norteamérica, adonde fueron a parar algunos de los presos más famosos y peligrosos de la época, incluídos numerosos gangsters como Al Capone, Alvin Karpis o Whitey Bulger. Y aunque hubo hasta catorce intentos de fuga, ninguno tuvo éxito. O quizá si. En 1937, dos prisioneros, Ralph Roe y Theodore Cole, lograron huir de la isla. Jamás se volvió a saber de ellos, y se les consideró ahogados. Y en 1962 tuvo lugar la fuga más famosa de la historia de Alcatraz, que incluso fué llevada al cine en un filme de 1979 dirigido por Don Siegel y protagonizado por Clint Eastwood.
En enero de 1960 llegó a la isla Fran Morris, un peligroso atracador de bancos, que llevaba desde los trece años entrando y saliendo de distintos correccionales y cárceles. También era un hombre inteligente, con un coeficiente de inteligencia muy superior a la media. Allí se encontró con un viejo conocido, Allen West, que llevaba en la isla desde 1957. Y poco después, llegaban al penal otros dos antiguos camaradas, los hermanos Anglin, John (trasladado en octubre) y Clarence (trasladado en enero de 1961), dos presos no especialmente peligrosos, pero si incómodos: habían logrado escaparse de las dos últimas cárceles donde habían estado encerrados. Los cuatro habían coincidido años atrás en la cárcel de Atlanta, y no tardaron en empezar a maquinar un modo de huir de la en teoría inexpugnable cárcel.
No tardaron en descubrir que detrás de la pared de sus celdas discurría un pasillo de mantenimiento que se comunicaba con sus habitáculos a través de los huecos de ventilación. También se dieron cuenta de que el hormigón de las paredes estaba envejecido y debilitado. Con herramientas improvisadas, como cucharillas y cortaúñas, consiguieron extraer las rejillas de los respiraderos para irlos ensanchando poco a poco hasta que tuvieron el tamaño necesario que permitiese el paso de un hombre. Pero no sólo eso; con el cemento que arrancaban de la pared y otros materiales construyeron falsas cabezas, pintadas y adornadas con pelo natural, para colocar en sus camas y hacer pensar a los guardas que permanecían dormidos en sus celdas. Además también construyeron una primitiva balsa salvavidas, con bolsas de basura y otros materiales, para ayudarles en su travesía. La madrugada del 11 al 12 de junio de 1962 los presos pusieron en práctica su plan. No todos: West fué incapaz de atravesar a tiempo su respiradero y cuando pudo salir de la celda, los demás ya se habían ido, con lo que tuvo que quedarse en su celda.
Por lo que se cree, los tres fugitivos llegaron al tejado a través del pasillo, se descolgaron por las cañerías de desagüe y salieron del recinto saltando varias vallas y cercas de bastante altura. Luego se echaron al mar... y desaparecieron.
En cuanto se supo de su huída, se dió la alarma a toda la zona. El FBI lanzó una de las mayores operaciones de búsqueda de su historia, pero no consiguió hallar nada. Sólo se hallaron algunas pertenencias de los Anglin y frangmentos de lo que podía ser la balsa en un islote a unos tres kilómetros de Alcatraz, llamado del Ángel. Ni cuerpos, ni señal alguna de los fugitivos. Pasadas unas semanas, se cesó de buscarlos y el 31 de diciembre de 1979 el FBI cerró el caso de manera oficial, concluyendo que "no hay indicio creíble de que los huídos estaban todavía vivos". Sin embargo, los U. S. Marshalls siguen investigando el caso, que permanecerá abierto, al menos, hasta que los huidos cumplan 100 años.
¿Qué pasó realmente con los tres fugitivos? ¿Consiguieron fugarse o se ahogaron? Hay datos en contra y a favor. En contra, además de las notorias dificultades de la huída, está el hecho de que no se ha tenido noticia de ninguno de los tres a lo largo de estos años. Resulta difícil de creer que tres delincuentes habituales hayan podido esconder su rastro de manera tan eficiente. Morris no tenía familia, pero los Anglin si, y aunque dicen creer que siguen vivos, nunca han admitido que se hayan puesto en contacto con ellos. Además, existe el testimonio de la tripulación de un carguero noruego que, semanas después de la huída, avistó un cadáver flotando en la bahía de San Francisco, cuyos rasgos coincidían con los de Morris.
¿Indicios a favor? Pocos y circunstanciales. Además de testigos que afirman haber visto a los huídos (sin ninguna prueba física y de dudosa credibilidad), la familia Anglin cuenta que, tras la fuga, la madre de los huídos recibía siempre en su cumpleaños un ramo de flores enviado de manera anónima. Diversas reconstrucciones y documentales sobre la escapada refrendan que pudieron llegar a tierra firme, y que esa misma noche se denunció el robo de un coche cerca de la costa, que pudo haber sido utilizado por los fugitivos. Un dato curioso lo aporta el conocido programa MythBusters: el lugar más probable al que habrían llegado los presos es el entorno del cabo de Marin, desde donde la corriente podría haber llevado los restos de la balsa al islote del Ángel, donde aparecieron.
La prisión de Alcatraz se clausuró al año siguiente de la huída de Morris y los Anglin. Algunos dijeron que era por haber perdido su fama de "a prueba de fugas". La realidad es mucho más prosaica: el coste del presidio era demasiado alto. Cada preso de Alcatraz costaba al gobierno norteamericano el doble de lo que costaban los presos de otras cárceles, y además, el desgaste y la corrosión de sus instalaciones, provocadas por el clima y el salitre, hacían que la cárcel requiriera una serie de elevadas inversiones para su mantenimiento. Por eso la cárcel se cerró y los presos fueron distribuídos por otros penales. En 1969, un grupo de indios norteamericanos la ocuparon y permanecieron en ella 18 meses, reivindicando que la propiedad de la isla les fuera devuelta. En 1972 pasó a formar parte del Parque Nacional Golden Gate, en 1976 fué nombrada "Lugar Histórico Nacional" y hoy en día es una de las principales atracciones turísticas de San Francisco y recibe miles de visitas al año.
Una de las falsas cabezas que los presos utilizaron para disimular su ausencia durante la noche

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