Verba volant, scripta manent

martes, 5 de junio de 2012

Las seis esposas de Enrique VIII

                    Enrique VIII de Inglaterra (1491-1547)


El rey Enrique VIII de Inglaterra ha pasado a la historia por dos motivos fundamentales: la ruptura con la Iglesia Católica y el establecimiento de la Iglesia Anglicana, y su más que agitada vida sentimental. Aunque el primero es en buena parte consecuencia del segundo. Hoy voy a hacer una semblanza de las esposas del rey.
La primera esposa de Enrique fué la española Catalina de Aragón, hija de los reyes Católicos. Sus padres la habían prometido siendo una niña con el heredero al trono inglés, Arturo, y el matrimonio se celebró cuando ambos tenían quince años. Pero Arturo era bastante debilucho y murió apenas seis meses después de la boda, con lo que ambas familias pactaron que Catalina se casaría con el hermano menor de Arturo, Enrique, cuando alcanzara la edad adecuada (por entonces tenía sólo diez años). Para ello hubo de pedir una dispensa papal, ya que, al haber estado casada con su hermano, legalmente Catalina era pariente suya...
La boda entre ambos se celebró en junio de 1509, dos meses después de la muerte de Enrique VII y de que Enrique hubiera subido al trono. Catalina, todo hay que decirlo, fué una excelente reina: inteligente, muy culta, con un carácter fuerte y decidido (en alguna ocasión llegó a pasar revista a caballo a las tropas) y muy atractiva (tenía los ojos azules, el pelo rubio y la piel blanca). Y Enrique, al parecer, se casó enamorado. Pero su gran obsesión era tener un heredero varón, que confirmase a su todavía joven dinastía, los Tudor, en el trono (al que habían accedido después de que su padre, Enrique VII, derrotase en 1485 al hasta entonces rey Ricardo III). Y Catalina fué incapaz de darle el heredero. De los siete embarazos que tuvo, sólo una niña, María (que luego reinaría como María I Tudor) llegó a la edad adulta. Enrique empezó a desesperarse. Y entonces entró en escena Ana Bolena.
Ana Bolena era una de las varias "amantes oficiales" que tenía el rey (además de innumerables relaciones ocasionales) y su propia hermana, María Bolena, la había precedido en tal "cargo" (llegó a tener dos hijos ilegítimos del monarca, Enrique y Catalina Carey). Atractiva, sensual y ambiciosa, volvió loco de pasión a Enrique y lo convenció de que ella sí podía darle el ansiado heredero. Así que Enrique VIII pidió al papa Clemente VII que anulara la validez de la bula papal que había validado su matrimonio con Catalina, para así poder declarar dicho matrimonio no válido y poder casarse con Ana. Pero a ello se opuso rotundamente el rey español, Carlos V, sobrino carnal de Catalina y católico ferviente, que veía la petición de Enrique no sólo como una burla a las leyes de la Iglesia, sino también como una ofensa directa a su familia. Y Clemente VII, considerando los argumentos de ambos, consideró que Carlos V tenía más soldados y más cerca de Roma, por lo que denegó la petición de Enrique. Éste, enfurecido y poco acostumbrado a que le llevaran la contraria, se declaró independiente de Roma, abrazó el protestantismo y se declaró cabeza de la Iglesia de Inglaterra (lo que le costó, evidentemente, la excomunión). Y así, se casó con Ana en enero de 1533 (aunque no anuló oficialmente su matrimonio con Catalina, que había sido confinada en un castillo, hasta mayo de ese año).
A Ana Bolena también se la conoce como "Ana de los mil días", porque esa fué mas o menos la duración de su reinado. También ella fué incapaz de darle el deseado heredero, y sólo le dió una hija, Isabel (la famosa Isabel I de Inglaterra, la reina virgen). El rey acabó por hartarse de ella, y en mayo de 1536, Ana fué arrestada y recluida en la Torre de Londres, acusada de adulterio, incesto y alta traición. Declarada culpable, fué decapitada (igual que su hermano George y varios de sus supuestos amantes) el 19 de mayo. Pocos días después, el rey, que no había tomado parte de ninguna manera en su proceso, se casaba con su amante Jane Seymour.
Con Jane, el rey tuvo, por fin, su heredero: Eduardo, nacido un año después de su matrimonio y que a la muerte de su padre reinaría brevemente como Eduardo VI (antes de morir de tuberculosis con apenas 16 años). Sin embargo, Jane tuvo una serie de complicaciones en el parto y murió dos semanas después a consecuencia de una infección.
El rey tenía su ansiado heredero y, tras la muerte de Jane, había vuelto al estado de "soltero retozón". Y empezó a pensar en contraer un nuevo matrimonio. Su primer ministro, Thomas Cromwell, le sugirió aprovecharlo para establecer una alianza, ahora que se había quedado huérfano de aliados. Él mismo se encargó de buscar a la novia adecuada, y al final las candidatas quedaron reducidas a las hermanas Ana y Amelia de Cleves, hermanas del duque Wilhelm de Jülich-Cleves-Berg, uno de los nobles protestantes más poderosos e influyentes de Alemania. Finalmente, fué Ana de Cleves la escogida.
Como era costumbre en matrimonios concertados, ambos pretendientes se intercambiaron retratos y el rey dió el visto bueno a su prometida. Pero cuando ésta llegó a Inglaterra en enero de 1540, Enrique se llevó una desagradable sorpresa. Holbein el joven, el autor del retrato de Ana, era un artista muy generoso con sus modelos y derrochaba imaginación en sus obras. Digámoslo claramente: nadie protestaría si fuera declarado santo patrón del Photoshop. Ana De Cleves no era exactamente la hermosa joven del retrato: era una mujer alta, corpulenta, hombruna y con la cara marcada por las cicatrices de la viruela. El propio rey la llamó "la yegua de Flandes" y trató de buscar alguna salida para anular el compromiso, sin éxito; se vió obligado a casarse con ella el 6 de enero. El rey accedió para no poner en peligro la alianza con los alemanes, pero no quiso ni consumar el matrimonio ni tener más contacto con ella. En julio de ese mismo 1540, harto de la situación, pidió a Ana su consentimiento para anular el matrimonio, a lo que ella accedió. El rey, muy contento de que todo se resolviese de manera tan sencilla, la colmó de atenciones, le concedió numerosas propiedades, la llamaba su querida hermana y la invitaba a menudo a la corte. Llegó a declarar su precedencia entre todas las mujeres de Inglaterra, salvo su mujer e hijas. En resumidas cuentas, el equivalente de la época al "Te quiero, pero sólo como amiga" de hoy. Ah, y aunque Ana se libró del hacha del verdugo, no así Cromwell, ejecutado poco después de la disolución del matrimonio.
Después de Ana, Enrique no tardó ni un mes en volver a casarse, en esta ocasión con Catalina Howard. Catalina, que era apenas una adolescente, era dama de compañía de Ana De Cleves cuando el rey la conoció y se encaprichó de ella. Tras un par de meses como amantes, la convirtió en su nueva reina. El rey estaba entusiasmado con su nueva reina; pero el sentimiento no era precisamente mutuo. Catalina era una joven hermosa y vivaracha y aquel marido, por muy rey que fuera, era un cincuentón obeso y enfermo de sífilis. Así que no tardó en encontrar consuelo en los brazos de Thomas Culpeper, uno de los caballeros de confianza del rey, quien era un mozo guapo y varonil. Pero la relación no tardó en llegar a oídos del rey, que se enfureció en extremo. y más aún cuando supo que Catalina no era la joven virtuosa e inocente que el creía que era; antes de llegar a la corte, ya había tenido un par de amantes, un profesor de música y un tal Francis Dereham, al que ella había nombrado secretario suyo. Presa de un imponente enfado, el rey hizo arrestar y ejecutar no sólo a Catalina y a Culpeper, sino también a Dereham y a lady Rochford (viuda del también ejecutado George Bolena) como encubridora de los amantes. Catalina fué reina de julio de 1540 hasta febrero de 1542.
Después de todos estos avatares, increíblemente al rey todavía le quedaban ganas de matrimonio. Su sexta esposa fué, aparentemente, otro capricho suyo: Catalina Parr, una atractiva y rica aristócrata, viuda dos veces, y que por entonces, al parecer, era la amante de Thomas Seymour, hermano de la tercera esposa de Enrique. Al parecer Catalina accedió al matrimonio por imposición y no por gusto. Sin embargo, su fuerte carácter le permitió tener cierta influencia sobre el rey y le indujo a reconciliarse con sus dos hijas, María e Isabel. El matrimonio se celebró el 12 de julio de 1543 y duró hasta el 28 de enero de 1547, cuando Enrique murió otorgando así a Catalina el gran honor (y el gran alivio) de convertirse en Reina Viuda de Inglaterra... aunque la viudez no le duró mucho: antes de seis meses ya se había casado con Thomas Seymour.

No hay comentarios:

Publicar un comentario