miércoles, 21 de noviembre de 2012
El Tour que ganó Walkowiak
Roger Walkowiak con el maillot amarillo del Tour de 1956
Hay victorias que marcan la carrera de un deportista. Generalmente para bien, pero no siempre. Hay ocasiones en las que una victoria puede traer sinsabores y resultar dolorosa para su protagonista.
Roger Walkowiak (Montluçon, Francia, 2/3/27) había soñado toda su vida con ser ciclista. Aficionado a las dos ruedas desde niño, trabajó durante años en una fábrica hasta que en 1951, con 24 años, le llegó la oportunidad de convertirse en ciclista profesional, en el equipo Riva Sport-Dunlop. Nunca fué una estrella, ni siquiera un corredor destacado. Toda su carrera fué lo que se llama un gregario, dedicado a trabajar para facilitar los éxitos de los líderes de equipo. En toda su trayectoria, con varios triunfos menores, hay sin embargo un hito más que destacado: la victoria en el Tour de Francia, la carrera ciclista por etapas más prestigiosa del mundo, en su edición de 1956.
El Tour de aquel año fué atípico desde su inicio. Partió con las ausencias de varios favoritos. Por ejemplo, el alemán Ferdinand Kübler y el italiano Gino Bartali, retirados el año anterior. O Fausto Coppi, también al borde del retiro. Louison Bobet, ganador de las tres ediciones anteriores, era baja por enfermedad. Jean Robic estaba convaleciente por haber sido atropellado durante el último entrenamiento previo al inicio de la carrera. Y Raphäel Géminiani participó mermado por las secuelas de una operación de menisco. La carrera se presentaba muy abierta, con varios aspirantes a la victoria: los franceses Gilbert Bauvin, André Derrigade y René Privat, el español Federico Martín Bahamontes, el belga Jan Adriaensens o el luxemburgués Charly Gaul. Por supuesto, nadie en su sano juicio habría mencionado en la lista de favoritos a Walkowiak, que formaba parte de la selección "Nord-Est-Centre" (por aquel entonces, los corredores participaban agrupados en selecciones regionales, no por equipos). Irónicamente, Montluçon está en el sudoeste del país; Walkowiak llegó al equipo porque era el único corredor disponible para cubrir la baja de Bauvin, que acababa de ser trasladado al equipo "oficial" francés.
La competición empezó de manera convencional, sin sorpresas. Tras una etapas de tanteo, en las que Derrigade parecía ser el rival con más opciones, llegó la sorpresa inesperada en la séptima etapa, de 244 km. entre Lorient y Angers. Parecía una etapa llana y sin problemas, pero se produjo una escapada inesperada que rompió en dos el pelotón. Treinta y un corredores, ninguno de los cuales era favorito, llegaron a la meta con una ventaja de más de 18 minutos sobre el resto de competidores. Ese día, Walkowiak se vistió por primera vez de amarillo.
Walkowiak retuvo el primer lugar de la clasificación general hasta la décima etapa (Burdeos-Bayona). Su propio director de equipo, Sauveur Ducazeaux, le había aconsejado guardar fuerzas para el resto de la carrera y no luchar para mantenerlo. Adriaensens alcanzó el primer lugar en la etapa 12ª, demostrando gran fortaleza. Parecía haberse convertido en el gran favorito, pero en la decimoquinta etapa el equipo belga en pleno amaneció enfermo. Oficialmente se atribuyó a una intoxicación alimentaria, aunque no faltó quien achacó la enfermedad a prácticas de dopaje incorrectas. Lo cierto es que Adriaensens, muy mermado, perdió el liderato en favor del holandés Woug Wagtmans.
A todo esto, Walkowiak había tratado de no alejarse demasiado de los primeros puestos; estaba quinto. En la 17ª etapa se produjo una nueva fuga; de los primeros clasificados, sólo Wagtmans y Walkowiak (que acabó el día como segundo) estaban en ella. La 18ª etapa (Turin-Grenoble) fue una dura etapa de montaña, ideal para que los especialistas recortaran tiempo con la cabeza. Tras un desarrollo complicado (el propio Bahamontes hizo amago de abandonar y tuvo que ser convencido por sus compañeros para continuar), una nueva sorpresa. Walkowiak, que no era un gran escalador, había terminado en los primeros puestos, sacándole más de ocho minutos a Wagtmans, quien pese a ser un escalador respetable, acabó la etapa agotado y lejos de los primeros. El humilde, el modesto Walkowiak, recuperaba el primer puesto.
Restaban cuatro etapas para el final. Walkowiak luchó como un león para conservar su privilegiada situación. El momento más difícil, la 20ª etapa, una contrarreloj en la que Bauvin le ganó mas de dos minutos, pero aún así Walkowiak permaneció líder con 1:25 de ventaja. La 22ª etapa, la última, con final en los Campos Elíseos de París, como es costumbre, fue un momento glorioso para el líder, ya que además partió de su ciudad natal, Montluçon. Bauvin acabó segundo, a 1:25; Adriaensens tercero, a 3:44; y el gran Bahamontes, cuarto a más de diez minutos.
Increíblemente, esta victoria, en lugar de convertir a Walkowiak en un héroe, hizo todo lo contrario. Sus compañeros de carrera, envidiosos de que un desconocido les hubiera arrebatado la victoria, le ignoraron. La prensa lo ridiculizó, haciendo bromas sobre él y sobre cómo se había "encontrado" la victoria por casualidad, casi como si hubiera robado la victoria, sin darle validez a todo su esfuerzo. El gran público apenas le hizo caso (Jacques Goddet, director de la carrera, dijo que "los aplausos parecían una lamentación"), decepcionado por haber sido el ganador un desconocido y no uno de sus favoritos. Hasta el punto de que se acuñaron varias expresiones poco amables: "Tour a la Walkowiak", cuando se produce la victoria de un corredor no favorito por causa de una serie de circunstancias imprevistas; y "ganar a la Walkowiak", cuando un corredor vence en una carrera por etapas gracias a la renta obtenida en una sola escapada.
Walkowiak siguió como ciclista profesional hasta 1960, sin victorias reseñables, apenas un par de victorias en la Vuelta Ciclista a España, y participaciones más que discretas en el Tour. Tras retirarse, montó un bar, pero lo dejó al poco tiempo, harto de que sus clientes le preguntasen sobre el Tour de 1956 e hicieran bromas sobre él y sobre si su victoria era válida o no. Harto del ciclismo, volvió a su trabajo original en la fábrica de donde había salido para ser ciclista, apartándose durante años de todo lo que tuviese que ver con las dos ruedas. Víctima de una profunda depresión, no volvió a conceder una entrevista hasta finales de los años noventa, en la que llegó a decir "Ojalá nunca hubiera ganado aquel Tour".
Para la historia queda su gran (y muy merecido triunfo) en aquel Tour. Se convirtió en el segundo corredor que ganaba un Tour sin vencer en ninguna etapa, y en el único que ha logrado una victoria en la general pero ninguna victoria de etapa.
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