sábado, 24 de noviembre de 2012
La "calculating machine" de Ramón Verea
La calculadora inventada por Ramón Verea
Si en alguna ocasión visitais la sede central de la empresa IBM en White Plains (Nueva York), sabed que allí se custodia la colección de aparatos tecnológicos iniciada por su fundador, Thomas J. Watson, en los años treinta. Entre sus numerosos fondos, hay un curioso objeto fabricado en hierro y acero amarillo, de unos 22 kilogramos de peso y de unas dimensiones de 35 x 30 x 20 centímetros. Se trata nada menos que la primera calculadora moderna, patentada el 10 de septiembre de 1878 en Nueva York, con el número de registro 207.918. Anteriormente, nombres ilustres de la ciencia y las matemáticas como Blaise Pascal y Wilhelm Leibnitz habían construído sus propios prototipos de calculadora, pero esta era mucho más sofisticada. Por primera vez una calculadora obtenía resultado de una multiplicación de manera directa, sin recurrir a la concatenación de sumas. Y este hito de la tecnología lo ideó un español llamado Ramón Verea.
Ramón Silvestre Verea García nació en la pequeña aldea de San Miguel de Curantes, cerca de A Estrada (Pontevedra) el 11 de diciembre de 1833. Como muchos otros jóvenes de origen humilde, cursa estudios en el seminario como único manera de acceder a la enseñanza superior. Estudia Filosofía y Letras un par de años en Santiago, pero deja la carrera y empieza a ganarse la vida como periodista y maestro. Librepensador utópico, republicano, socialista, anticlerical (publicaría en 1890 una recopilación de artículos titulada Contra el altar y el trono), precursor del feminismo, no es de extrañar que se sintiera incómodo en España y buscara en el extranjero mayores libertades. Su primer destino es Cuba, donde trabaja como maestro y escribe dos novelas (La cruz de piedra y Una mujer con dos maridos) y, por primera vez, da muestras de su genio inventivo construyendo una plegadora de periódicos. En 1865 se traslada a Nueva York, donde trabaja como periodista y cambista, y concibe la idea de su calculadora. En 1875 crea una "Agencia industrial para la compra de maquinaria y efectos de moderna invención", con sede en el 181 de Pearl Street, en Manhattan.
La calculadora de Verea utilizaba un sistema creado en 1872 por el norteamericano Edmund Dana Barbour que asignaba a cada operación un valor codificado en una tabla con un sistema parecido al Braille. Era capaz de multiplicar números de hasta nueve cifras en el multiplicador y quince en el producto, en apenas veinte segundos. Ese mismo año de 1878 obtiene en la Exposición Mundial de Inventos de Matanzas (Cuba) la medalla de oro por su invento. Una invención que recibió grandes elogios en periódicos como el New York Herald, el Le courrier des Etats-Units o la revista Scientific American.
Pero Ramón Verea nunca quiso sacar un beneficio económico de su invento. Nunca llegó a comercializarlo, ni continuó perfeccionándolo. ¿Qué le movió, pues, a construirlo? Parece ser que sólo se trató de un reto intelectual, un deseo de demostrar que era capaz de hacerlo y dejar claro que los españoles eran tan capaces de innovar como los americanos. Durante toda su vida denunció la escasa tradición industrial española y cómo, si no se invertía en investigación científica, España estaba condenada a depender de los productos importados. Pero su diseño sentó las bases de modelos posteriores: apenas catorce años después, el suizo Otto Steiger construiría y comercializaría, con gran éxito, la primera calculadora comercial moderna, conocida como La Millonaria, y que se basaba en buena parte en los diseños de Verea.
En cuanto al inventor, dejó los Estados Unidos poco después, descontento con la política colonialista del Gobierno norteamericano. Tras una breve estancia en Guatemala, se instaló en Argentina, donde continuó trabajando como periodista y fundó la revista quincenal El Progreso. Murió en Buenos Aires, solo y prácticamente arruinado, el 6 de febrero de 1899, y fué enterrado en una tumba sin nombre en el Cementerio del Oeste.
Busto de Ramón Verea en A Estrada (Pontevedra)
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