Verba volant, scripta manent

viernes, 24 de enero de 2014

Avaricia, la obra maestra de Erich von Stroheim

 

Uno de los personajes mas curiosos del Hollywood primigenio fue Erich von Stroheim. O, como él se hacía llamar, Erich Oswald Hans Carl Maria von Stroheim, descendiente de una aristocrática familia austríaca y graduado con honores en la Academia Militar de Wiener Neustadt. Aunque la realidad era mucho más prosaica: su verdadero nombre era Erich Oswald Stroheim y era hijo de un comerciante judío de Viena. Había sido alumno de la Academia, efectivamente, pero en 1909 había desertado y huido del país hacia Estados Unidos escapando de sus numerosas deudas de juego. Llegó al puerto de Nueva York en noviembre de 1909, a bordo del vapor Prince Friedrich Wilhelm, y había trabajado en empleos de baja cualificación (envolviendo paquetes en un almacén, vendedor, tabernero), antes de desembarcar en Hollywood en 1914. Aunque siempre se comportó casi como el estereotipo del aristócrata centroeuropeo: seco, hosco, rígido, con aires de superioridad, luciendo monóculo y bastón... Resulta difícil saber donde terminaba el personaje y empezaba la persona real.
A su llegada a Hollywood, Stroheim empezó a trabajar como actor; le iban bien los personajes antipáticos, y con el estallido de la Primera Guerra Mundial, interpretó en varias ocasiones el papel de oficial alemán o austríaco. Pero muy pronto mostró su talento y carácter polifacético: de actuar pasó a escribir guiones (ya había hecho sus pinitos como escritor antes de mudarse a California) y a dirigir y producir. En 1919 escribió, produjo y protagonizó Blind Husbands (Corazón olvidado) y en 1920 dirigió su primer filme, The Devil's Passkey (La ganzúa del diablo), hoy perdido.
En 1922 dirigió su obra mas ambiciosa, Foolish Wives (Esposas frívolas), un complejo drama sobre adulterio y chantaje, cuyo coste se disparó hasta el millón y cuarto de dólares, siendo la película más cara rodada hasta el momento. Con esta película, von Stroheim empezó a ganarse una bien merecida fama de maniático, perfeccionista y desmesurado: la versión original duraba seis horas y pretendía que fuera estrenada dividida en dos partes, que se exhibirían en los cines en días sucesivos. Una idea que su productora, la Universal, rechazó de plano. Irving Thalberg, productor de la película, le obligó a recortarla hasta las dos horas de su versión estrenada. Fue el inicio de una profunda enemistad entre ambos (a pesar del rotundo éxito de Esposas frívolas, que se mantuvo en cartel once meses), que llevó a Thalberg a despedir a von Stroheim al año siguiente, mientras rodaba Merry-Go-Round (Los amores de un príncipe).
A pesar del traspiés, von Stroheim consiguió ser contratado por otra productora, la Goldwyn Pictures, para dirigir su proyecto mas ambicioso y complejo: Avaricia. La película, una adaptación de la novela McTeague: A History of San Francisco, de Frank Norris, era un monumental drama sobre la avaricia y los bajos instintos que a menudo dominan al ser humano, con el que von Stroheim quería "mostrar la vida real, con su degradación, bajeza, violencia, sensualidad, y un contraste en medio de esta inmundicia, pureza". Llevaba años madurando este proyecto, y gracias al apoyo de la Goldwyn, pudo hacerlo en las condiciones que quería, con un presupuesto generoso (mas de 750000 dólares) y un largo rodaje, de mas de seis meses (y otros nueve para el montaje).
La película narra la historia de John McTeague, un dentista que se casa con la bella Trina, antigua novia de su amigo Marcus, que a raíz de ello se convierte en su enemigo irreconciliable. Poco después de la boda, Trina gana una importante suma de dinero en la lotería, pero, enferma de avaricia, se niega a gastarlo. Una denuncia de Marcus hace que McTeague pierda su empleo, cayendo en el alcoholismo. Su matrimonio se va deteriorando por su adicción y por la enfermiza obsesión de Trina por su dinero, a pesar de que ambos viven en la miseria. Finalmente, McTeague la asesina y huye, perseguido por Marcus, al que se enfrentará al final de la película en una pelea tras la cual queda esposado al cadáver de Marcus, solo y sin agua en mitad del desierto.
 
Avaricia fue la obra cumbre de von Stroheim. Volcó en ella todo su talento, todo su detallismo, su megalomanía y tendencia al exceso, controlando cada detalle hasta un punto que lindaba la compulsión obsesiva. Le había llevado años escribir el guión, en el que se detallaba meticulosamente cada escena, cada movimiento de cámara, cada detalle de los decorados (acabó siendo mas extenso que la novela en que se basaba). Eligió personalmente a los actores; curiosamente, pese a tratarse de un drama, eligió a intérpretes como Dale Fuller, Chester Conklin, ZaSu Pitts o Hughie Mack, habituales del género de la comedia (la mayoría ya habían trabajado con él en películas anteriores). Para ser fiel a la novela original, se empeñó en rodar el filme en los lugares donde transcurría la historia: San Francisco, el Valle de la Muerte, Sierra Nevada, etc. Su perfeccionismo llegó a tal extremo que pintó de dorado personalmente todos los objetos de oro que aparecen en el filme, a mano y fotograma a fotograma. El rodaje fue extenuante para todos los que participaron en él. Von Stroheim no tuvo compasión y llevó a su equipo hasta el límite para obtener de ellos lo que quería. Durante una escena de lucha, en la que le pareció que los actores no ponían todo de su parte, les gritó: ¡Pelead, pelead!¡Tratad de odiaros entre vosotros como me odiáis a mi!. Jean Hersholt, que interpretó a Marcus, dijo de él que Con el fin de conseguir realismo, realmente hacía que se le odiara.
Un proyecto tan exagerado acabó dando un resultado igualmente exagerado. Porque la primera versión de la película montada por von Stroheim constaba de 42 rollos de película, el equivalente a unas 10 horas de metraje (al parecer, el total de material rodado alcanzaba las 95 horas). El propio von Stroheim sabía que era excesivo y preparó un nuevo montaje, de 24 rollos (seis horas de duración), con el objetivo de ser estrenado en dos partes, para ser exhibidas en días sucesivos en los cines, como había proyectado para Esposas frívolas. Pero la producción del filme se había alargado tanto que se habían producido cambios importantes en su productora. La Goldwyn Pictures había sido comprada por la Metro Pictures Company, dando lugar a la Metro-Goldwyn-Mayer. Y como supervisor del proyecto de von Stroheim había sido nombrado... Irving Thalberg, su viejo rival. Thalberg de nuevo rechazó el plan de von Stroheim y le exigió que acortase el montaje hasta una duración comercial. Von Stroheim encargó el nuevo montaje a su amigo el director irlandés Rex Ingram, quien, con la ayuda de su montador habitual, Grant Whytock, hizo un nuevo montaje de 18 rollos (unas cuatro horas y media). Pero tampoco era suficiente para Thalberg, el cual ordenó un nuevo montaje, ya sin la supervisión de von Stroheim. June Mathis (escritora, guionista e importante ejecutiva de la productora) y un montador llamado Joseph Farnham fueron los responsables de la versión que finalmente se estrenó en cines con 140 minutos de duración, y de la que se habían eliminado muchas escenas importantes e incluso dos de las principales subtramas. Von Stroheim renegó de esta versión manipulada de su obra; tardó años en verla, y cuando finalmente vio lo que habían hecho con ella, dijo entre otras cosas que "había sido para mi como asistir a una exhumación" y que "la película había sido cortada por un podador sin nada en su cabeza salvo su sombrero".
La película se estrenó el 4 de diciembre de 1924 en Nueva York, en un teatro propiedad del magnate de la prensa William Randolph Hearst. Hearst se mostró entusiasmado con la película, de la que dijo que era la mejor que había visto en su vida, y sus periódicos publicitaron ampliamente el estreno; pero acabó siendo un rotundo fracaso, recaudando apenas un tercio de lo que había costado. Quizá su tono era demasiado oscuro y pesimista para la sociedad de los alegres y frívolos años veinte. Las críticas, eso si, fueron bastante buenas. El siguiente filme dirigido por von Stroheim, The Merry Widow (La viuda alegre), adaptación de una popular opereta, fue sin embargo un rotundo éxito de taquilla.
Que se sepa, la versión original de diez horas de Avaricia sólo se exhibió completa en una ocasión. En enero de 1924, un grupo de una docena de personas (amigos en su mayor parte de Stroheim; actores, directores, escritores, periodistas...) asistieron a un pase que empezó a las diez de la mañana y terminó pasadas las ocho. Una sesión agotadora que, sin embargo, desató encendidos elogios en todos los que tuvieron la fortuna de asistir. Desgraciadamente, es muy posible que hayan sido los únicos que alguna vez lo hagan, porque la mayor parte del material rodado que no se utilizó en el montaje final desapareció y se da por perdido. Hay quien dice que Thalberg ordenó que fuera destruido para vengarse de von Stroheim, y también se dice que se estropeó por la negligencia de un conserje. Como en otros famosos filmes perdidos se habla de la existencia de copias ocultas en manos de coleccionistas, o guardadas en algún remoto almacén... Seguramente son sólo habladurías y nunca se pueda recuperar la totalidad de la obra. Eso si, años más tarde se logró recuperar algún material inédito descartado en la sala de montaje que permitió la edición en 1999 de una versión restaurada de 239 minutos.
Y aun cortada, mutilada, manipulada sin el permiso de su creador, Avaricia es considerada hoy en día un auténtico monumento fílmico, una obra maestra indiscutible del cine mudo, una de las mejores películas que jamás se hayan rodado. Su influencia se prolongó sobre varias generaciones de cineastas, tanto en la temática como en la técnica (uso de los decorados, movimientos de cámara...). En los años treinta, un grupo de profesores de cine soviéticos visitaron Hollywood y pidieron ver a von Stroheim. Mostramos su "Avaricia" a todos nuestros alumnos -le dijeron- Así, les decimos, es como hay que hacerlo. Décadas después, otro gran director como Billy Wilder (que dirigió a von Stroheim en su memorable filme El crepúsculo de los dioses) le diría Estabas diez años por delante de nuestra época. No.-contestó von Stroheim, con su habitual "modestia"- Veinte.
Erich von Stroheim (1885-1957)

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