Vista del Campo 198 |
El campo de Island Farm se construyó durante la Segunda Guerra Mundial en las afueras de la localidad de Bridgend, en el sur de Gales, para alojar a las trabajadoras de la cercana fábrica de municiones, pero no llegó a ser ocupado y permaneció vacío hasta 1943, en el que fueron alojadas allí parte de las tropas norteamericanas que participarían en el desembarco de Normandía. Posteriormente, fue transformado en campo de prisioneros con la denominación de Campo 198, tras rodearlo con alambradas y acondicionar los barracones (labores en las que fueron obligados a trabajar los primeros prisioneros alemanes que llegaron allí). En un principio, en el campo se recluía a soldados del Eje, de todo rango, pero a partir de noviembre de 1944 pasó a acoger exclusivamente a oficiales alemanes.
Al igual que hacían los prisioneros aliados en los campos alemanes, los presos de Island Farm no tardaron en comenzar a preparar planes de fuga. Los guardias británicos descubrieron en enero del 45 un túnel a medio construir y aumentaron su vigilancia, pero no llegaron a descubrir que los prisioneros ya tenían otro túnel muy avanzado.
La construcción de este túnel fue un trabajo arduo y dificultoso. Pese a no ser muy largo, apenas 22 metros (el túnel Harry, por el que huyeron los 76 presos del campo de Stalag Luft III, medía 102), su excavación fue complicada por el subsuelo arcilloso y compacto bajo el campo, que exigió un enorme esfuerzo, más si tenemos en cuenta que sólo disponían de herramientas improvisadas, como latas de conservas o cubiertos de la cantina. El túnel estaba estibado con madera de las camas y de los bancos de la cantina, poseía iluminación eléctrica y un sistema de ventilación fabricado con un ventilador y latas de leche condensada (idéntico al sistema de ventilación de Harry). También fue complicado deshacerse de los escombros; la arcilla que se sacaba del túnel era de distinto color y textura que el suelo del campo, por lo que era arriesgado mezclarla con la tierra de los jardines que los presos cultivaban; así que optaron por apelmazar la arcilla en forma de pequeñas bolas y depositarlas a través de un respiradero en una habitación sin uso de uno de los barracones cuya entrada había sido tapiada. Para ocultar el ruido de las excavaciones, los reclusos organizaban recitales de canciones alemanas.
Para evitar las posibles delaciones, toda la preparación de la fuga se llevó en el más absoluto secreto. La identidad de cada uno de los fugitivos sólo era conocida por un número reducido de personas, pero tenían prohibido hablar de ello. Los organizadores de la fuga trabajaban en el más completo sigilo, hasta el punto de que todavía hoy no se sabe quién o quienes estaban detrás de la compleja organización de la huida.
Finalmente, la fuga tuvo lugar la madrugada del 10 de marzo de 1945. Los presos fueron saliendo en grupos de tres o cuatro personas, vestidos con ropas civiles y provistos de documentación falsificada. Cada grupo llevaba además mapas con las principales poblaciones, vías de ferrocarril y carreteras; una brújula y algo de comida.
Oficialmente, las autoridades reconocieron la fuga de 70 prisioneros, aunque posteriormente redujeron la cifra a 67, que serían capturados de nuevo en los días siguientes a la fuga. Algunos en las proximidades del campo, pero otros lograron recorren notables distancias: un grupo robó el coche del médico de Bridgend y consiguió llegar a Birmingham (a 190 kilómetros) y otro grupo fue capturado en las inmediaciones del puerto de Southampton, a casi 170 kilómetros. Sin embargo, hay historiadores que ponen en duda esas cifras; Peter Phillips, autor del libro The German Great Escape, afirma que la cifra real de fugados fue de 84, y que al menos tres de ellos, que supuestamente fueron vistos en el condado de Kent, a más de 300 kilómetros de distancia, nunca fueron capturados.
La fuga provocó un gran escándalo en Gran Bretaña. Los medios acusaron de negligencia a los guardias del campo por no haber impedido la fuga.
Apenas tres semanas después de la fuga, las autoridades británicas trasladaron a la mayor parte de los 1600 presos a otros campos de prisioneros. El campo fue renombrado como Campo Especial Once y se dedicó a la custodia de oficiales alemanes de muy alto rango, muchos de los cuales serían luego sometidos a juicio en Nurenberg. Entre sus ilustres huéspedes estuvieron los mariscales de campo Gerd von Rundstedt (comandante en jefe del ejército alemán en la invasión de Francia), Walther von Brauchitsch (nombrado por Hitler en 1938 comandante en jefe del ejército alemán) y Erich von Manstein (comandante del Undécimo Ejército alemán). El campo estuvo en uso hasta 1948, año en el que los últimos presos fueron trasladados a Alemania.
En 2003 el túnel de la fuga fue localizado con ayuda de un georradar y vuelto abrir. Su estado de conservación, gracias a la naturaleza arcillosa del subsuelo, es sorprendentemente bueno, con los puntales de madera todavía en su sitio.
Está en nuestra naturaleza al búsqueda de la libertad. pese a las dificultades.
ResponderEliminarAquí, ademas de las dificultades para escapar del campo se unían las de huir de una isla.
Un saludo.
No creo que haya habido un prisionero que no haya pensado en alguna ocasión en escapar de su encierro. A estos hay que reconocerles su ingenio y su valor. Estoy preparando varios post más sobre fugas en la Segunda Guerra Mundial, algunas son verdaderamente sorprendentes. Un saludo, DLT
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