sábado, 21 de enero de 2017
La Primera Guerra Informática
Tras el colapso y desmembramiento de la Unión Soviética, las tres pequeñas repúblicas bálticas, Lituania, Letonia y Estonia, anexionadas medio siglo atrás, recuperaban su independencia. A partir de ese momento, los sucesivos gobiernos estonios comenzaron una política de acercamiento al bloque occidental, tratando de sacudirse la "tutela" rusa, pese a los recelos de Moscú y las protestas de la minoría rusa (en torno al 25% de la población del país), que se sentía ninguneada, culminando con la adhesión del país a la Unión Europea y a la OTAN en 2004, para gran disgusto del gobierno ruso.
En abril de 2007, el gobierno estonio tomó la decisión de retirar uno de los últimos vestigios públicos de la época soviética, el llamado Soldado de Bronce de Tallin, una estatua de bronce de unos dos metros de altura que representaba a un soldado soviético, erigida en 1946, y trasladarlo a un emplazamiento más discreto, un cementerio militar a las afueras de la ciudad. Aunque la estatua era un homenaje a los soldados caídos durante la Segunda Guerra Mundial, muchos estonios la veían como un símbolo de la ocupación soviética. Por eso. el gobierno siguió adelante con sus planes pese a las advertencias del Kremlin y a los disturbios provocados por los estonios de origen ruso, que causaron un muerto, cerca de medio centenar de heridos y 800 detenidos.
Sólo unos días más tarde, Estonia fue víctima del mayor ataque cibernético organizado del que se tenía noticia hasta entonces. Ministerios, periódicos, empresas, partidos políticos, cadenas de comunicación... vieron como sus páginas web se volvían inaccesibles para el público, por culpa de un sofisticado ataque de denegación de servicio que prácticamente paralizó el sistema informático del país. Hasta la intranet del gobierno quedó inaccesible, y los servidores del gobierno cayeron uno tras otro. Los efectos del ataque se agravaron por la gran penetración que internet tenía en la sociedad estonia; su gobierno había sido pionero a la hora de implementar servicios e información a través de la red. Los ataques se repitieron de manera intermitente a lo largo de tres semanas, y pese a los esfuerzos de las autoridades, algunas áreas tardaron meses en recuperar la normalidad.
Todas las miradas se dirigieron hacia los rusos. El ministro de exteriores estonio, Urmas Paet, acusó directamente al Kremlin de ser el inductor del ataque, algo que el gobierno ruso negó tajantemente. Muchos expertos señalaron que un ataque de tal magnitud difícilmente podría haberse llevado a cabo sin la cooperación de entidades estatales y una empresa de telecomunicaciones. No obstante, la investigación emprendida por la justicia estonia no halló pruebas que señalasen la implicación del gobierno ruso; se sabía que una parte de los ataques procedían de Rusia, pero no hubo manera de probar que su gobierno conociera o impulsara dichos ataques. El único condenado fue un joven estudiante de 20 años de origen ruso y residente en Tallin llamado Dmitri Galushkevich, que fue condenado a pagar una multa de algo más de 1600 $ por atacar la web del Partido Reformista de Estonia.
Aquel ataque a Estonia, que pasó a ser conocido como Web War One (la Primera Guerra Informática) supuso un antes y un después a la hora de enfocar la defensa informática. Lo que hasta entonces era algo prácticamente de ciencia ficción, un ataque informático capaz de paralizar a un país entero, se demostró como algo posible. A partir de ese toque de atención, gobiernos y organizaciones militares como la OTAN, pasaron a prestar mayor atención a la defensa cibernética, creando grupos especializados y destinando mayores partidas presupuestarias para evitar intrusiones de este tipo.
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