Timothy Dexter (1747-1846) |
La historia de uno de los personajes más singulares y pintorescos del siglo XVIII comienza en la localidad de Malden, Massachussets, el 22 de enero de 1747. En esa fecha y lugar venía al mundo Timothy Dexter, hijo de un humildísimo matrimonio de trabajadores del campo. Timothy tuvo muy poca educación; empezó a trabajar en una granja antes de cumplir los siete años, y apenas sabía leer y escribir, unas carencias que arrastró toda su vida.
A los 14 años se convirtió en aprendiz de un peletero, un oficio no muy prestigioso, pero bien pagado. Como tal ejerció en Boston hasta que en 1769 se trasladó a Newburyport, donde en 1770 se casaría con Elizabeth, la acaudalada viuda de un cristalero llamado Benjamin Frotingham, con la que tendría dos hijos: Samuel (1771-1807) y Nancy (1776-1851).
Su matrimonio supuso para Dexter un salto en su estatus social. Gracias al dinero de su esposa pudo comprar una lujosa casa y abrir su primer negocio, una tienda dedicada a la venta de guantes y otras prendas de cuero. No obstante, los miembros de la alta sociedad de Massachussets nunca lo aceptaron completamente como uno de los suyos. Lo consideraban un advenedizo, un patán inculto que había medrado gracias a un matrimonio afortunado. Dexter trató de ganar prestigio solicitando un cargo público; tras numerosas cartas al gobierno colonial y a las autoridades locales, fue nombrado "Informador de Ciervos", un cargo vacío de contenido, ya que conllevaba la obligación de controlar la población de ciervos en unos bosques donde llevaban años sin verse. Pero Dexter aceptó el nombramiento con agrado, ostentando el cargo durante doce años, entre 1776 y 1788. Aún así siguió siendo víctima de las burlas y el menosprecio de sus convecinos.
Veinte dólares "continentales" |
Empezó de esta manera la carrera comercial de Timothy Dexter que, dada su escasa formación, se basó más en la intuición y en una proverbial fortuna que en su sentido comercial. A ello se sumaban los pésimos consejos que le daban sus vecinos y asociados, deseosos de que Dexter se arruinase y se viera obligado a mudarse. Uno de sus primeros "negocios" fue el envío al Caribe de un cargamento de calentadores de cama, unos objetos que, con el clima tropical de la zona, tenían más bien poca utilidad. Dexter salió bien del negocio gracias a la habilidad de su capitán, que vendió los calentadores a los propietarios de fábricas de azúcar y melaza, quienes los utilizaban como cucharones. La demanda fue tan alta que Dexter logró vender todo el cargamento con grandes beneficios. Su siguiente iniciativa fue enviar de nuevo al Caribe un cargamento de guantes de lana. Los que se reían de la ocurrencia del peculiar comerciante no daban crédito cuando supieron que el cargamento había sido adquirido por un grupo de comerciantes asiáticos, con el objeto de enviarlo a Siberia.
Calentadores de cama |
Hay quien dice que, llegado a este punto, Timothy Dexter ya poseía sólidos conocimientos mercantiles y que muchas de sus aparentemente estrafalarias expediciones comerciales en realidad estaban basadas en cuidadosos cálculos y estudios de mercado. Envió un cargamento de Biblias a las Indias Orientales, que fueron adquiridas por los misioneros cristianos, muy necesitados de ellas, y un cargamento de gatos callejeros a las islas caribeñas, infestadas de ratas. Igualmente, mandó una remesa de guantes a las islas de los Mares del Sur, que fueron comprados por comerciantes portugueses que a su vez los revendieron en China. Otro de sus grandes éxitos se produjo cuando acumuló una gran cantidad de barbas de ballena, un material que luego vendió con gran rentabilidad para su empleo en la confección de corsés.
Sus éxitos comerciales y su creciente riqueza no lograron, sin embargo, ganarle el aprecio de sus convecinos. Su falta de modales y su excentricidad le seguían apartando de lo socialmente aceptable. Como cuando en una ocasión disparó (sin alcanzarlo) a un empleado que se había atrevido a llevarle la contraria. O cuando comenzó a decirles a sus visitantes que su esposa había muerto y la mujer "borracha y quejumbrosa" que veían paseándose por su casa era un fantasma. En sus intentos por ser admitido como un igual entre la alta sociedad, llegó a proclamarse "Lord" (haciendo que sus criados y empleados le llamaran "Lord Dexter") y acumuló una enorme biblioteca (que rara vez consultaba) y una gran colección de pinturas.
Sin embargo, la más llamativa y famosa de sus excentricidades fue el fingimiento de su propia muerte y la organización de un falso funeral, con la intención de espiar a los asistentes y ver quién de verdad se entristecía por su desaparición. A la ceremonia, en la que se sirvió comida y bebida en abundancia, asistieron más de 3000 personas. Todo iba bien hasta que Dexter, que observaba todo desde un escondite, se enfureció porque su esposa (que, al igual que sus hijos, era partícipe del plan) no había llorado lo suficiente, por lo que la castigó golpeándola con un bastón. Luego, ante el asombro de la concurrencia, procedió a unirse al convite, como si nada hubiera pasado.
Después de todo esto, a "Lord Dexter" aún le quedaba una cosa por hacer: dejar un legado para la posteridad en forma de libro de memorias. La singular obra, publicada en 1802, se tituló A Pickle for the Knowing Ones or Plain Truth in a Homespun Dress; algo así como Un apuro para los que saben o la verdad desnuda en un vestido hilado a mano, y que en buena parte está dedicado a quejarse de los políticos, de la iglesia y de su mujer. El libro está en consonancia con su autor: casi nueve mil palabras (muchas de ellas mal escritas, como era habitual en él) sin ningún signo de puntuación, y con las letras mayúsculas distribuidas al azar por sus páginas. La primera edición la repartió de manera gratuita; pero ante el éxito que tuvo se imprimieron otras ocho ediciones, ya para su venta. Dado que algunas personas se habían quejado por lo difícil que resultaba leer el libro sin puntos ni comas, a partir de la segunda edición la obra llevaba un "apéndice": una hoja con doce líneas de signos de puntuación, con instrucciones para que los lectores los distribuyeran "según su voluntad" por el libro.
Timothy Dexter falleció el 22 de octubre de 1806. Las autoridades no permitieron que su cuerpo fuera sepultado en el mausoleo de su casa, como él había querido, así que fue enterrado en el cementerio de Old Hill en Concord. Su famosa colección de estatuas resultó gravemente dañada por un temporal en 1815; las que no fueron destruidas se vendieron en subasta. Hoy en día sólo se conserva una, la del primer ministro británico William Pitt.
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